Sin duda, la final olímpica de Seúl debió resultar muy frustrante a Johnny Gray (1960). A pesar de tener la mejor marca mundial del año, en ningún momento dio la sensación de luchar por las medallas, en una prueba en la que el ritmo alto al que se corrió le favorecía claramente. Pese a este relativo revés, Gray continuó en buena forma en los años siguientes. Así corrió en 1:43,19 en 1989, en 1:43,72 en 1990 y en 1:43,84 en 1991, año en que disputó la final del campeonato del Mundo al aire libre de Tokio, donde fue 6º. El estadounidense trató de imponer un ritmo ligero, pasando el primer giro en 51,01. Se mantuvo en cabeza hasta que faltaban 120 metros y acabó a trompicones en la última recta en 1:45,67, muy lejos del campeón, el keniano Billy Konchellah (1964), 1:43,99. Esta es la única final de ámbito mundial al aire libre de la historia en la que hubo presencia española, con el cántabro Tomás de Teresa (1968).
1992 volvía a ser año olímpico. Gray había conseguido mantenerse entre los mejores del mundo. Seguía corriendo fácilmente por debajo de 1:44,00 y terminaba las temporadas sin grandes problemas físicos que interrumpiesen su preparación. Por tercera vez, volvía a tener la oportunidad de buscar el podio en la final olímpica, un camino nada fácil que empezaba con las pruebas nacionales de selección, que se celebraban en Nueva Orleans. La final de 800 m tuvo lugar el 24 de junio y Gray no dio opción. Se colocó en cabeza desde el inicio, con pases de 24,1, 49, y 1:15,7, y terminó con una nueva plusmarca del campeonato de 1:42,80, que mejoraba en casi 1 s los 1:43,74 que él mismo compartía con Earl Jones (1963) desde hacía 8 años. Aventajó al Mark Everett (1968), segundo, en 0,87.
Everett, que el año anterior había corrido los 400 m en 44,59, pudo resarcirse de su derrota unos días después, el 4 de julio en Oslo, cuando se impuso con 1:43,40, su mejor marca entonces, mientras Gray marcaba 1:43,51. Este no volvió a competir hasta la primera ronda de los 800 m olímpicos, el 1 de agosto en Barcelona. En lugar de 4 rondas, se disputarían 3, con 3 semifinales. A la final pasarían los dos primeros de cada serie y los dos mejores tiempos. Esta fórmula, en la que el azar representa un papel muy importante y con la que claramente los participantes en la última serie tienen una notable ventaja sobre el resto, es la que se ha impuesto desde entonces. Esta vez Gray era el favorito. De todos los participantes, además de él mismo y Everett, tan solo su compatriota José Parilla (1972) y el keniano William Tanui (1964), con 1:43,97 y 1:43,62 respectivamente, habían bajado ese año de 1:44,00. Gray se impuso en su serie eliminatoria del 1 de agosto con 1:46,62 y en su semifinal del día 3 con 1:45,66. En la final se enfrentaría a Everett, a los kenianos Tanui y Nixon Kiprotich (1962), finalista en la edición anterior, igual que el brasileño José Luis Barbosa (1961). Completaban la lista de participantes el italiano Andrea Benvenutti (1969), el británico Curtis Robb (1972) y el argelino Rea Abdenouz (1968). Gray había anunciado a bombo y platillo que repetiría la táctica de las pruebas de selección de Nueva Orleans, pero le funcionó a medias. Tomó la cabeza desde el principio, con 49,99 en la primera vuelta. Le sobraron los últimos 50 m, en los que resultó sobrepasado por Tanui, que se hacía con el oro en 1;43,66, y Kiprotich, plata con 1:43,70. Gray, con 1:43,97, ganaba su primera y única medalla olímpica.
La medalla de bronce probablemente tuvo un sabor agridulce para Gray. La final olímpica de 1992 parecía bastante asequible para él. Estaba en buena forma y ninguno de los finalistas había corrido tan rápido como él nunca, pero no pudo culminar la carrera como en Nueva Orleans. Tras los Juegos su rendimiento bajó mucho. Fue 7º en Zúrich con 1:45,35 y 2º en Berlín con 1:45,20.
En los años siguientes a los Juegos continuó corriendo regularmente por debajo de 1:44,00. Sus mejores marcas fueron 1:44,03 en 1993, 1:43,73 en 1994 y 1:43,36 en 1995. Sin embargo, su rendimiento en los Campeonatos del Mundo al aire libre no fue acorde con sus registros. No pasó a la final en 1993 y no se clasificó para la competición en 1995. Pero una vez más, los Juegos Olímpicos serían su talismán. Tendrían lugar en Atlanta en julio de 1996. Un mes antes se celebraron en el futuro estadio olímpico, las pruebas de selección. Gray se impuso por tercera vez consecutiva, con mucha autoridad, marcando 1:44,00. Lideró la prueba desde el principio imponiendo su ritmo.
Unos días después mejoró su marca del año hasta 1:43,93. Su objetivo era, una vez más, estar en la final olímpica. Esta vez, había varios atletas que llegaban a los Juegos con mejor tiempo que Gray. El mejor marquista del año era el danés de origen keniano Wilson Kipketer (1972), que poco antes de los Juegos había corrido en 1:42,51. Sin embargo, la IAAF no reconocía el cambio de nacionalidad y no le permitió estar en Atlanta. De los participantes, el poseedor del tiempo más rápido era el noruego Vebjørn Rodal (1972) con 1:42,95. Pese a la ausencia de Kipketer el nivel era altísimo. Como en Barcelona, 4 años antes, había tres rondas con tres semifinales. Gray se impuso en la 5ª serie de la primera ronda cn 1:45,89 y fue segundo en la segunda semifinal con 1:44,00. Con 36 años, Gray se convertía por cuarta vez en finalista olímpico de los 800 m. Un viejo conocido suyo, el brasileño José Luiz Barbosa, también había tomado parte en las últimas 4 ediciones del 800 olímpico pero solo había alcanzado dos finales. Gray decidió correr, una vez más, a lo Gray. Se colocó en cabeza y pasó la primera vuelta en 49,55. Se mantuvo en la primera posición hasta la última recta, que se le hizo eterna. Acabó, como 12 años antes, en 7ª posición con unos buenos 1:44,21. Por delante, 4 atletas superaban la plusmarca olímpica de 1:43,00, en poder de Joaquim Cruz (1963) desde 1984, con victoria de Rodal en 1:42,58. Pero pese al impresionante triunfo del noruego, la pregunta que flotaba en el aire era sobre lo que habría podido hacer Kipketer de haber participado.
Esta vez, Gray lo había dado todo y su 7º puesto, de la forma en que se produjo y con el tiempo conseguido, se puede considerar excelente. Atlanta fueron sus últimos Juegos, como no podía ser de otra manera, pero Gray continuó compitiendo magníficamente otros 4 años más. Realizó 1:44,56 en 1997, 1:45,47 en 1998 y 1:45,38 en 1999, ya con 39 años, tiempo que le valió para imponerse en los Juegos Panamericanos. En 2000, tomó parte en por sexta vez en las pruebas de selección olímpica, aunque no pasó de la primera ronda. En 2001, con 40 años, aún corrió en pista cubierta en 1:48,81.
Desde su retirada, Gray continúa vinculado al atletismo como entrenador, en la actualidad en la Universidad Central de Florida. Como atleta, Gray llevó a cabo el complicado logro de estar en 4 finales olímpicas de la misma prueba, en una carrera tan exigente como los 800 m. Mostró una gran regularidad, con 12 temporadas entre los 5 mejores del año de la distancia, en dos ocasiones el mejor. Hoy no es tan extraño ver atletas rondando la cuarentena rindiendo a gran nivel, pero en los 90, fuera del maratón, era excepcional. Sin duda, un atleta excelente al que le faltó culminar su carrera con un oro olímpico.