Ville Ritola, un excepcional fondista maltratado por la historia

Hay deportistas magníficos que tienen la mala fortuna de haber nacido al mismo tiempo que deportistas excepcionales. Siempre se pone como ejemplo al ciclista francés Raymond Poulidor (1936-2019), que nunca pudo hacerse con la victoria en el Tour de Francia, al haber coincidido en el tiempo con dos de los más grandes de siempre, su compatriota Jacques Anquetil (1934-1987) y el belga Eddy Merckx (1945). Más recientemente el suizo Tony Romminger (1961) tampoco pudo con la prueba reina del ciclismo, controlada con mano de hierro en los primeros 90 por el español Miguel Induráin (1964). Sin embargo, este no es el caso del extraordinario fondista finlandés Ville Ritola (1896-1982). Ritola ganó ocho medallas, cinco de oro, en dos juegos olímpicos. Es el único atleta de la historia campeón olímpico en 5000, 10 000 y 3000 metros obstáculos y también el que más medallas ha ganado en una sola edición de los Juegos, seis, cuatro de oro, en 1924. Sin embargo la historia se ha olvidado de él ante el brillo de su compatriota Paavo Nurmi (1897-1973), probablemente el más grande de la historia, pero al que Ritola le impidió renovar su oro olímpico en 1928.

Vilho Ville Eino Ritola nació el 18 de enero de 1896 en Peräseinäjoki, antiguo municipio al Oeste de Finlandia, próximo a la frontera con Suecia, que hoy es parte de la ciudad de Seinäjoki. Fue el 14 de una familia de 19 hermanos, que su padre había tenido con dos mujeres. En 1913 emigró con varios de sus hermanos a Estados Unidos, donde desempeñó el trabajo de carpintero, sobre todo en la construcción. No comenzó a practicar atletismo hasta 1919, a los 23 años, cuando se unió al Finnish-American Athletic Club, donde estaba el finlandés triple campeón olímpico Hannes Kolehmaninen (1889-1966), que vivía en Nueva York. Ritola no tomó parte en los Juegos Olímpicos de 1920. Durante los años siguientes progresó de forma muy notable hasta incorporarse a la élite mundial. En 1924, con la ayuda de sus compatriotas finlandeses afincados en Estados Unidos, viajó a su país natal para participar en las pruebas de selección olímpica. En los 10 000 m venció con una nueva plusmarca mundial de 30:35.4, superando en 4.8 segundos a Nurmi. Finalmente resultó seleccionado para cinco pruebas, además del 10 000, los 5000 m, los 3000 m por equipos, los 3000 m obstáculos y el campo a través, donde también se disputaba una competición por equipos. La selección olímpica finlandesa no estuvo exenta de polémica, pues Nurmi, que disputaría los 1500 m, los 3000 m por equipos, los 5000 m y el campo a través, habría querido competir también en los 10 000 m. Sin embargo, los oficiales de su país consideraron que habiendo menos de una hora entre la final de 1500 y de 5000 m, los 10 Km, que tenían lugar cuatro días antes resultaría contraproducente.

En los Juegos Olímpicos de 1924, celebrados en París, Ritola tomaría parte entre eliminatorias y finales en un total de ocho carreras. Se estrenó con la final directa de los 10 000 m el 6 de julio. Con 41 participantes, Ritola se colocó en cabeza y fue descolgando al resto de corredores hasta llegar a la meta en una nueva plusmarca mundial de 30:23.2, más de medio minutos por delante del sueco, nacido finlandés, Edvin Wide (1896-1996). Sin tiempo para recuperarse, el 7 de julio se clasificó para la final de obstáculos, al ganar la tercera semifinal. El 8 de julio le bastó con ser tercero en la tercera semifinal del 5000 para entrar en la final. El día 9, Ritola disputaba su segundo oro olímpico, en la prueba de obstáculos. Ganó con cierta facilidad con 9:33.6, más de 10 segundos por delante de su compatriota Elias Katz (1901-1947). Esta carrera se representa brevemente en la película Carros de fuego, pues uno de sus protagonistas, Evelyn Aubrey Montague (1900-1948) ocupó la sexta posición.

En el minuto 1:38 sale brevemente el final de la carrera de 3000 m obstáculos de París

El 10 de julio se celebraba la final de los 5000 m, donde se esperaba un gran duelo entre Nurmi, que había ganado el oro en los 1500 m menos de una hora antes, y Ritola, que ya se había hecho con dos victorias olímpicas. Los hombres fuertes de la carrera trataron de anular a Nurmi con un primer kilómetro en unos entonces inauditos 2:46.3, pero el finés se mantuvo impasible con la cabeza, hasta que a mitad de carrera tomó el mando. Ritola trató de sobrepasarlo a falta de 20 metros, pero Nurmi aguantó y ganó con 14:31.2, 0.2 menos que su rival. El 11 de julio el equipo de Finlandia, con Nurmi, Ritola y Samedi Tala (1893-1961), ocupaba los tres primeros puestos en su semifinal de los 3000 m por equipos, con lo que se clasificaba para la final. El 12 de julio se celebraba la prueba de campo a través. Con una temperatura de 36º se convirtió en uno de los mayores desastres de los Juegos Olímpicos, y pasó a la historia como El infierno de Colombes. De los 38 corredores que tomaron la salida solamente terminaron 15. El circuito era especialmente duro y, además, estaba muy cerca de una fábrica que expulsaba humo irritante. Pese a todas estas dificultades y al cansancio acumulado, Nurmi entró en la meta destacado con casi un minuto y medio de ventaja sobre Ritola. Finlandia se hizo con el oro por equipos. Lo mismo sucedió al día siguiente con la final de 3000 m por equipos, en la que Nurmi volvió a ser el vencedor, por delante de Ritola. Finlandia ganaba la medalla de oro por equipos. No había clasificación individual en esta prueba. Tanto el 3000 por equipos como el campo a través no volvieron a ser olímpicas.

Con sus seis medallas olímpicas, cuatro de oro, Ritola se convertía en el atleta de la historia que ha ganado más medallas en una sola edición de los Juegos. Sin embargo, en sus tres (cuatro contando la semifinal de 3000 m por equipos) enfrentamientos directos con Nurmi resultó derrotado. Este recuperó la plusmarca mundial de 10 000 m el 31 de agosto con unos entonces impresionantes 30:06.2.

En los años interolímpicos, Ritola volvió a los Estados Unidos, donde siguió trabajando en la construcción y se entrenaba de forma irregular. Pese a ello, ganó varios campeonatos de la AAU (Amateur Athletic Union). Incluso el 24 de febrero de 1925 corrió los 5000 m en 14:23.2, 5.0 mejor que la plusmarca mundial de Nurmi. Sin embargo no se homologó como tal, al haberse hecho en pista cubierta. En 1928, con 32 años, Ritola volvía a los Juegos Olímpicos, que se celebraban en Amsterdam. Esta vez habría un triple duelo con Nurmi, en 5000, 10 000 y 3000 m obstáculos. El 29 de julio, con 24 participantes, tenía lugar la final directa de 10 000 m. Tras 9 vueltas un grupo formado por los dos finlandeses y el sueco Wide se había quedado solo en cabeza. Wide cedió con 18 vueltas. Ritola se colocó delante pero no logró despegar a Nurmi, que lo adelantó a falta de 50 m y ganó con 30:18.8. Dos días más tarde, el 31, ambos se clasificaron fácilmente para la final de los 5000 m. El 1 de agosto, los dos rivales ganaron su serie de obstáculos, pero con problemas, pues Ritola se lesionó en un tobillo y Nurmi en una cadera tras una caída. Sin haberse recuperado, disputaron la final de 5000 m el 3 de agosto, donde Ritola, con un cambio en la última curva, derrotó a Nurmi por 2.0 con 14:38.0. El sueco Wide ganaba su quinta medalla, cuarto bronce. Tenía además una plata. Al día siguiente, se esperaba el tercer y último duelo, el de obstáculos, pero no tuvo lugar, ya que Ritola abandonó, mientras Nurmi era segundo.

Ritola se retiró poco después de los Juegos y continuó con su labor en la construcción, hasta su jubilación en 1959. En 1937 adquirió la ciudadanía estadounidense. Volvió definitivamente a Finlandia en 1971. Murió el 24 de abril de 1982 en Helsinki.

La historia ha sido poco generosa con un hombre que ganó ocho medallas olímpicas, cinco de oro y como se indicó más arriba es el único campeón olímpico de 5000, 10 000 m y 3000 m obstáculos. Cierto es que en sus enfrentamientos directos, Nurmi se llevó, con diferencia, la mejor parte con trece victorias, dos derrotas, una por abandono, y un empate, pero pocos, muy pocos, atletas han podido igualar o superar los logros de este enorme fondista finlandés.

Anuncio publicitario

Multiusos de San Lázaro, las pistas que nunca se homologaron

A finales de los años 20 la Universidad de Santiago de Compostela (USC) adquirió los terrenos comprendidos entre la Alameda Compostelana, el barrio de San Lorenzo y la entrada sur a la ciudad, entonces conocidos como Campos de Mendo. El límite sur de estos Campos era el Monte de la Condesa, que acabaría también formando parte de la USC. La idea era construir una residencia para estudiantes y profesores, a la manera de la de Madrid. En 1930, siendo rector Alejandro Rodríguez Cadarso (1887-1933), el arquitecto vigués Jenaro de la Fuente Álvarez (1881-1963) presentó el anteproyecto de Residencia Universitaria, de estilo neobarroco compostelano, que incluía, entre otros edificios, cinco colegios mayores y un estadio de atletismo, entonces llamado stadium. Las obras se iniciaron inmediatamente y en 1935 se pudo inaugurar el primer colegio mayor, hoy llamado Rodríguez Cadarso. El estallido de la Guerra Civil paralizó las obras, que se retomaron de forma lenta y progresiva en los años 40. El stadium se comenzó en 1945, con una pista de ceniza que finalmente fue de 333 metros. La construcción sufrió numerosos parones. La instalación, incompleta, comenzó a utilizarse a finales de los años 50, pero no se terminó hasta 1966. A principios de los 80, con una reforma del arquitecto coruñés y antiguo vallista Jorge Zapata (1945), el estadio se remodeló completamente con pistas sintéticas de 400 m. La obra reformada se inauguró en 1982, Año Jacobeo, con la celebración del Campeonato de España de Atletismo. Santiago, de esta manera, se igualaba a Vigo y a La Coruña, las tres únicas ciudades gallegas con pistas sintéticas en aquel momento.

Proyecto Residencia
El proyecto inicial de la Residencia Universitaria compostelana. El stadium al fondo

Pero el Estadio de La Residencia, como se conoció entonces, tenía un problema muy serio. Se había construido en la ladera de un montículo y estaba completamente desprotegido del viento Norte. Cuando, bien entrada la primavera, cesa la lluvia en Santiago, comienza un viento del Norte tremendamente molesto, que los atletas que entrenan en el Estadio sufren con toda su intensidad en la recta de llegada. El Campeonato de España de 1982 se conoció como el campeonato del viento, que arruinó completamente las marcas en velocidad. El fallo del cronometraje automático desempeñó también su papel. Esto se vio compensado en parte por la exhibición de José Manuel Abascal (1958) en la prueba de 1500 m, vencedor con 3:37.97, entonces plusmarca de los campeonatos. Probablemente el viento ha contribuido a que esta instalación apenas haya visto acontecimientos atléticos de importancia. Además de este nacional, hubo un encuentro internacional en 1984, una reunión internacional en 1985 y cuatro campeonatos de España universitarios en pista, en 1982, 1987, 1993 y 1996.

En 1989 los atletas que entrenábamos en Santiago recibimos con una enorme alegría la noticia de que habría un nuevo estadio en el que se podría practicar y entrenar atletismo. Los gobiernos autonómico, local y el Consejo Superior de Deportes(CSD) firmaron un convenio para construir un multiusos en el barrio de San Lázaro. El periodista y antiguo atleta Emilio Navaza (1948) cuenta todos los detalles en su blog Vida Atlética de Galicia. Cita Emilio un artículo que escribí para El Correo Gallego el 12 de septiembre de 1995, titulado El uso único del Multiusos, porque, como contaba en dicho artículo, nuestra esperanza, para tener una instalación mejor donde entrenar y donde se pudiesen celebrar competiciones atléticas de alto nivel, se tornó en frustración, cuando nos dimos cuenta de que el atletismo solo interesó para obtener la subvención del CSD. Lo grave de este desagradable asunto fue que se aceptó la obra sin verificar las instalaciones atléticas y estas no se pudieron homologar nunca porque no se habían realizado correctamente. No importó. El estadio, construido con dinero público, paradójicamente llamado multiusos, era terreno exclusivo para un solo deporte. Se había concedido a Santiago la organización de la Copa de Europa B, donde participaría España con otros siete equipos nacionales, pero hubo de cambiarse de sede. Ni esa ni ninguna otra competición, siquiera local, han podido tener lugar en este estadio.

Han pasado más de 25 años desde que me uní a las denuncias de la situación en la prensa. Desde entonces, pese a que el fútbol de alto nivel ha desaparecido de Santiago, las pistas continúan languideciendo en un estadio donde la temporada pasada se juntaban unos 1000 espectadores para ver fútbol de tercera división. Parece el sino de las instalaciones atléticas cuando se comparten con este deporte. Las pistas han desaparecido en La Coruña, Madrid, San Sebastián o Palma. En Santiago ni siquiera han aparecido. Aunque, en honor a la verdad, hay que decir a veces no hay otros deportes a los que echar la culpa, como ocurre con las pistas de Balaídos en Vigo o las de la Ciudad Universitaria de Barcelona. Santiago ha visto nacer deportistas internacionales como los futbolistas José Luis Fidalgo Veloso (1937-2019), Tomás Reñones (1960) y Verónica Boquete (1987), el baloncestista Ricardo Aldrey (1965) o los atletas Ángel Calle (1942-2012), Esther Pedrosa (1961), Santiago Fraga (1968) o Pedro Nimo (1980), pero aún seguimos buscando al primer olímpico compostelano. Tal vez la falta de instalaciones tenga algo que ver.

Agradezco a Emilio Navaza su amabilidad al proporcionarme el artículo que escribí para El Correo Gallego en 1995.

Wilma Rudolph, la reina de Roma

Esta entrada se publicó por primera vez en el número 9 de la revista Somos atletismo del mes de febrero de 2021.

El atletismo femenino se convirtió en olímpico en los Juegos de Amsterdam de 1928. Sin embargo, el programa olímpico de las mujeres se encontraba en 1960, 32 años más tarde, muy lejos del de los hombres. En los Juegos de ese año, celebrados en Roma, tan solo tuvieron lugar 10 pruebas femeninas: 100, 200, 800 m lisos, 80 m vallas, el relevo 4 x 100 m, los saltos de altura y longitud y los lanzamientos de peso, disco y jabalina. Respecto a la edición anterior, se habían añadido los 800 m. Los de Roma fueron unos Juegos de hombres extraordinarios como Amin Hary (1937), Ottis Davis (1932), Carl Kauffman (1936-2008), Peter Snell (1938-2019), Herb Elliott (1938), Abebe Bikila (1932-1973), Rafer Johnson (1934-2020), Ralph Boston (1939), Al Oerter (1936-2007)…, pero también de una mujer extraordinaria, la gran reina de la competición, la velocista estadounidense Wilma Rudolph.

Wilma Gloelan Rudolph nació el 23 de julio de 1940 en Saint Bethlehem, Tennessee. Era la vigésima de los 22 hijos de Ed Rudolph. Fue prematura y de pequeña sufrió diversas enfermedades, de las que la poliomielitis fue la más grave, pues le limitó la movilidad de la extremidad inferior izquierda. Desde los 6 años necesitó una ortesis. Posteriormente cambió la ortesis por calzado ortopédico, lo que le permitió empezar a jugar al baloncesto, siguiendo los pasos de sus hermanos. A los 11 años ella misma decidió que ya no necesitaba calzado ortopédico. Siendo una joven espigada, llegaría a medir 1.80 m, continuó jugando al baloncesto en la escuela, con mucho éxito. Cuando Wilma tenía 14 años, el entrenador de atletismo femenino de la Universidad Estatal de Tennessee, Ed Temple (1927-2016), la vio en un partido de baloncesto. Se quedó impresionado por sus condiciones y la invitó a su programa de entrenamiento de verano en la Universidad. Una vez allí, Wilma se mostró tan superior al resto de las atletas que decidió cambiarse de deporte.

Enseguida se vio que había tomado la mejor decisión. El 25 de agosto de 1956 fue segunda en los 200 m de las pruebas de selección olímpica, celebradas en Washington. Con 16 años se convertía en la atleta más joven en conseguir una plaza olímpica. Tomaría parte en los 200 m y en el relevo 4 x 100 de los Juegos, que tendrían lugar en Melbourne a finales de noviembre. En los 200 m fue tercera en su serie con 24.6 y no pudo continuar, mientras que en el relevo realizó la tercera posta del equipo estadounidense que consiguió la medalla de bronce con 44.9, tras haber hecho 45.4 en las series. Terminó ese año con 11.7 en 100 y 24.2 en 200 m. Las plusmarcas mundiales eran entonces 11.3 y 23.2.

Sin duda, los excelentes resultados de los Juegos de 1956 animaron a Rudolph para continuar entrenando duramente en busca del oro olímpico de 1960. En 1958 hubo de interrumpir sus entrenamientos para dar a luz a su primera hija, Yolanda. Su padre fue un compañero del instituto, Robert Eldridge, con quien se casaría en 1963, tras un breve matrimonio previo. Poco después de tener a su hija, se matriculó en la Universidad Estatal de Tennessee. En 1959 se hizo con el oro en los 100 m y en el relevo 4 x 100 en los Juegos Panamericanos.

En 1960 su estado de forma era excelente. En las pruebas de selección olímpica, celebradas el 15 y 16 de julio en Abilene, Texas, ganó los 100 m con 11.5, igualando su propia plusmarca nacional, y los 200 m, con 23.9. La semana anterior en el campeonato de Estados Unidos (AAU) había conseguido su primera plusmarca mundial, al realizar 22.9 en los 200 m, la primera vez que una mujer corría por debajo de los 23 segundos.

En los Juegos Olímpicos de Roma no dio opción a sus rivales. Los 100 m se celebraron los días 1 y 2 de septiembre. Rudolph realizó el mejor tiempo en la primera ronda, 11.5 (11.65*), en los cuartos de final, 11.5 (11.70) y en la semifinal, 11:3 (11.41), igualando la plusmarca mundial. En la final, una gran salida la colocó en primera posición desde el inicio. Su progresión fue irresistible. Ganó con 11.0 (11.18), muy por delante de la británica Dorothy Hyman (1941), 11.3 (11.43), y de la italiana Giuseppina Leone (1934), 11.3 (11.48). El viento de 2.8 m/s impidió legalizar los tiempos de la final.

Al día siguiente, 3 de septiembre, Rudolph estaba de nuevo en la pista para disputar la primera ronda de los 200 m, cuya final tendría lugar el día 5. Como en los 100 m, se impuso con el mejor tiempo en todas sus carreras. En la primera ronda consiguió, con 23.2 (23.30), igualar la plusmarca olímpica. La semifinal y la final se celebraron el día 5, con lluvia y viento en contra, lo que perjudicó las marcas. Rudolph volvió a ser la mejor en la semifinal, con 23.7 (23.79). En la final de nuevo se mostró muy superior. Entró la primera con 24.0 (24.13), con una considerable ventaja sobre la alemana Jutta Heine (1940), 24.4 (24.58) y sobre Dorothy Hyman, 24.7 (24.82).

Tras sus dos oros individuales, a Rudolph le quedaba el relevo 4 x 100 m, que compartiría con tres compañeras de la Universidad de Tennessee, Martha Hudson (1939), Lucinda Williams (1937) y Barbara Jones (1937). En la semifinal, el 7 de septiembre, se impusieron con nueva plusmarca mundial de 44.4 (44.50). La final resultó algo más complicada, pues Jones entregó Rudolph en segundo lugar, pero esta, tras algún titubeo, fue capaz de superar a la alemana Heine, y conseguir su tercer oro, con un tiempo de 44.5 (44.72). Se convertía así en la primera mujer estadounidense que ganaba tres medallas de oro olímpicas.

Tras su actuación en Roma, Wilma Rudolph se transformó en una celebridad mundial. La prensa internacional rindió tributo a la mujer más rápida, El Tornado, La Gacela Negra, La Perla Negra. Su historia de superación, tras su mala salud infantil, se volvió una fuente de inspiración. De vuelta Clarksville, Tennessee, su lugar de residencia, se le preparó un gran homenaje. Las leyes de segregación continuaban vigentes en los Estados del Sur. Ante la insistencia de Wilma, se autorizó por primera vez en la historia de la ciudad un acto integrado.

Rudolph continuó compitiendo dos temporadas más. En 1961 estableció con 11.2 una nueva plusmarca mundial de 100 m. Se retiró con tan solo 22 años en 1962. No encontró motivación para intentar repetir el triplete olímpico en 1964. En 1963 se graduó en Educación Infantil y Primaria. Tras dejar la competición trabajó como profesora y entrenadora, y dedicó especial atención a la promoción del atletismo, sobre todo para la mujer y para las minorías. Falleció el 7 de noviembre de 1994 a causa de un tumor cerebral.

La historia de superación personal de Wilma Rudolph y sus logros olímpicos la han convertido en una referencia no solo del atletismo, sino del deporte. Una muchachita procedente de un medio desfavorecido, con graves problemas físicos, que acabó siendo la mejor velocista del mundo, la reina de Roma.

*Se muestra el tiempo oficial, manual, y el tiempo automático no oficial

En Toruń los atletas europeos han vuelto a la alta competición

Toruń es una ciudad polaca de 200 000 habitantes, situada en la orilla del Vístula. Esta temporada invernal se ha convertido en un lugar clave para el atletismo europeo. La última gran competición para los atletas del Viejo Continente había tenido lugar en Doha, con el Mundial al aire libre de 2019. La pandemia impidió la celebración del Mundial en sala de Nankin y del Europeo al aire libre de París, y aplazó los Juegos Olímpicos de Tokio. Desde el jueves 4 hasta hoy, 7 de marzo, en Toruń se han celebrado los Campeonatos de Europa de Pista Cubierta. Ha resultado una buena competición, con atletas en forma y con una más que buena actuación del equipo español. Sin embargo, esta competición se ha visto envuelta en cierta polémica por un exceso de celo con la aplicación de las normas, que ha dado lugar a un rosario de descalificaciones y recalificaciones, con criterios irregulares.

El 1500 masculino era, sin duda, una de las mayores atracciones de la competición. La presencia del reciente plusmarquista europeo con 3:31.80, el noruego Jakob Ingebrigtsen (2000), concitaba una enorme atención. A priori su máximo rival era el polaco Marcin Lewandowski (1987), quien en el Europeo anterior había frustrado el doblete del nórdico en el 1500 y el 3000. Los españoles Jesús Gómez (1991) e Ignacio Fontes (1998), tras su gran actuación en las semifinales también estaban entre los favoritos para el podio. El noruego se impuso sin apenas oposición, tras colocarse en cabeza a los 200 m de carrera. La sorpresa saltó cuando los jueces decidieron descalificar al ganador, por pisar fuera tras un encontronazo con el polaco Michal Rozmys (1995).

Ingebrigtsen intenta pasar a Rozmys, que no protegía bien la cuerda, y acaba empujando al polaco. Este le devuelve el empujón, el noruego se desequilibra y pisa fuera. La descalificación es por pisar fuera, pero es fruto de un empujón, y la acción en absoluto beneficia al noruego, sino todo lo contrario. Finalmente, la apelación de la Federación Noruega, amenazas de retirada incluidas, dio lugar a la recalificación. Por acciones similares, aunque no provocadas, en las que el atleta no había obtenido ninguna ventaja, se privó del oro olímpico de obstáculos en Río al keniano Ezekiel Kemboi (1982) y del oro mundialista en sala de los 400 m en 2018 al español Óscar Husillos (1993). En este caso, aplicando a rajatabla en reglamento, tal vez se tendría que haber descalificado tanto a Ingebrigtsen como a Rozmys por haberse empujado mutuamente. El problema es que si se hace esto puede que acabe habiendo más medallas que atletas. Quizá debería tenerse en cuenta como criterio principal si el atleta infractor se beneficia, bien directamente, bien porque perjudica a otros. Ninguno de estos dos supuestos se da en este caso.

Ingebrigtsen ha sido el gran triunfador de este campeonato con su doble oro en los 1500 y en los 3000 m, inédito en las historia de los campeonatos. Otros atletas destacados han sido los plusmarquistas mundiales de salto con pértiga, el sueco Armand Duplantis (1999), y de decatlón, el francés Kevin Mayer (1992). El primero se impuso fácilmente con 6.05 m, ausente a última hora por lesión su gran rival, el francés Renaud Lavillenie (1986). Mayer, por su parte, se hizo con el oro en el heptatlón, con notable superioridad sobre sus rivales. En la categoría femenina han sobresalido la belga Nafi Thiam (1994), que realizó la mejor marca del año en el pentatlón, 4904 puntos, y la joven ucraniana Yaroslava Mahuchikh (2001), líder del año en salto de altura con 2.06 m, que ganó su prueba con 2.00 m, sin fallos, e intentó 2.07 m.

La actuación española fue muy positiva, con 5 medallas y un total de 13 finalistas, de un equipo de 36, 18 hombres y 18 mujeres. Hubo además 7 mejores marcas personales. el mejor español fue el palentino Oscar Husillos, que se impuso, con 46.22, su mejor marca del año, en una complicada final de 400 metros. Desde su descalificación en el Mundial bajo techo de 2018, Husillos parecía incómodo en la competición y en Toruń se ha reencontrado con el atleta que era. Muy meritorias han resultado las dos medallas de plata de la delegación española, pues fueron al cuello de dos atletas que habían tenido sendas temporadas invernales muy complicadas. El alicantino Jorge Ureña (1993) volvió a demostrar lo bien que se desenvuelve en sala y se proclamó subcampeón de Europa de heptatlón, tan solo detrás del inabordable Kevin Mayer, con 6158 puntos, a 91 puntos de su plusmarca española. Es su tercera medalla consecutiva en esta competición, tras el oro de 2019 y la plata de 2017. La gallega Ana Peleteiro (1995) no había competido mucho previamente y tan solo en una ocasión había sobrepasado los 14 metros, 14.21 m en el campeonato de España. En la clasificación consiguió la mínima exacta de 14.10 m en el segundo salto. En la final ocupaba la última posición, con 13.85 m, tras tres saltos, pero en el cuarto se fue a 14.34 m, a 1 cm del bronce. Tras un nulo en el quinto, un sexto salto de 14.52 m, le permitió ganar la plata. El oro fue para la portuguesa Patricia Mamona (1988), con 1 cm más. Las dos medallas restantes fueron dos bronces, en los 1500 y los 3000 m. Se sabía que el oro estaba muy caro en ambas pruebas, pero que los españoles Jesús Gómez e Ignacio Fontes, en 1500 m, y Adel Mechaal (1991) y Mohamed Katir (1998), en 3000 m, tenían serias opciones de podio. Así resultó, con los dos primeros tercero y cuarto en la prueba más corta, y los dos segundos ocupando las mismas posiciones en la más larga, donde el ganador hizo 2:21.90 en el último kilómetro.

La catalana Esther Guerrero (1990) era una de las favoritas en la final de 1500 m. La acompañaban en la final la soriana Marta Pérez (1993) y la segoviana Águeda Muñoz (1999), que en las semifinales había realizado con 4:09.93 su mejor marca personal. Pero, en una carrera muy lenta, Guerrero dio un cambio demasiado brusco, demasiado pronto y sucumbió en los últimos 100 m, pasando a la quinta plaza, justo por detrás de Marta Pérez. Sorprendentemente, en consonancia con las incoherencias de este campeonato, Águeda Muñoz resultó descalificada tras haber entrado séptima.

Una de las sorpresas más agradables en el equipo español fue la actuación del navarro Asier Martínez (2000), quien, después de plantarse por puestos en la final de los 60 m vallas, y tras una salida mejorable, remontó hasta la cuarta plaza, con plusmarca personal de 7.60. También hizo marca personal en la clasificación del salto de longitud la valenciana Fátima Diame (1996), con 6.62 m. Fue séptima en la final con 6.47 m. La gran alegría el primer día de la competición corrió a cargo de la gallega Belén Toimil (1994). La pupila de Carlos Burón mejoraba en el primer lanzamiento de la clasificación, con 18.64 m, la plusmarca española en pista cubierta por 70 cm. Este registro era también mínima olímpica y plusmarca española absoluta. En al final, con 18.01 m, su segunda mejor marca de siempre, ocupó la séptima posición. Otra finalista que mejoró su marca previa, y en dos ocasiones, fue la madrileña Lucía Rodríguez (1998), octava en los 3000 m con 8:53.90, tras realizar 8:56.71 en la semifinal.

En el lado menos positivo, hay que mencionar a una de las atletas más prometedoras del panorama nacional. La catalana María Vicente (2001) perdió la opción de superar su reciente plusmarca nacional de pentatlón al hacer tres nulos en el salto de longitud. Esto es algo que ocurre en las combinadas. En este mismo campeonato el suizo Simon Ehammer (2000) perdió toda opción cuando iba segundo e hizo tres nulos en salto con pértiga. El propio ganador, el francés Kevin Mayer, se quedó fuera del Europeo al aire libre de 2018 por tres nulos en el salto de longitud. Poco después superó la actual plusmarca mundial de decatlón.

En definitiva, el atletismo está de enhorabuena por la vuelta de la gran competición internacional, donde el atletismo español ha dejado un muy buen sabor de boca. Próxima estación: Tokio.