Esta entrada se publicó por primera vez en el número 9 de la revista Somos atletismo del mes de febrero de 2021.
El atletismo femenino se convirtió en olímpico en los Juegos de Amsterdam de 1928. Sin embargo, el programa olímpico de las mujeres se encontraba en 1960, 32 años más tarde, muy lejos del de los hombres. En los Juegos de ese año, celebrados en Roma, tan solo tuvieron lugar 10 pruebas femeninas: 100, 200, 800 m lisos, 80 m vallas, el relevo 4 x 100 m, los saltos de altura y longitud y los lanzamientos de peso, disco y jabalina. Respecto a la edición anterior, se habían añadido los 800 m. Los de Roma fueron unos Juegos de hombres extraordinarios como Amin Hary (1937), Ottis Davis (1932), Carl Kauffman (1936-2008), Peter Snell (1938-2019), Herb Elliott (1938), Abebe Bikila (1932-1973), Rafer Johnson (1934-2020), Ralph Boston (1939), Al Oerter (1936-2007)…, pero también de una mujer extraordinaria, la gran reina de la competición, la velocista estadounidense Wilma Rudolph.
Wilma Gloelan Rudolph nació el 23 de julio de 1940 en Saint Bethlehem, Tennessee. Era la vigésima de los 22 hijos de Ed Rudolph. Fue prematura y de pequeña sufrió diversas enfermedades, de las que la poliomielitis fue la más grave, pues le limitó la movilidad de la extremidad inferior izquierda. Desde los 6 años necesitó una ortesis. Posteriormente cambió la ortesis por calzado ortopédico, lo que le permitió empezar a jugar al baloncesto, siguiendo los pasos de sus hermanos. A los 11 años ella misma decidió que ya no necesitaba calzado ortopédico. Siendo una joven espigada, llegaría a medir 1.80 m, continuó jugando al baloncesto en la escuela, con mucho éxito. Cuando Wilma tenía 14 años, el entrenador de atletismo femenino de la Universidad Estatal de Tennessee, Ed Temple (1927-2016), la vio en un partido de baloncesto. Se quedó impresionado por sus condiciones y la invitó a su programa de entrenamiento de verano en la Universidad. Una vez allí, Wilma se mostró tan superior al resto de las atletas que decidió cambiarse de deporte.
Enseguida se vio que había tomado la mejor decisión. El 25 de agosto de 1956 fue segunda en los 200 m de las pruebas de selección olímpica, celebradas en Washington. Con 16 años se convertía en la atleta más joven en conseguir una plaza olímpica. Tomaría parte en los 200 m y en el relevo 4 x 100 de los Juegos, que tendrían lugar en Melbourne a finales de noviembre. En los 200 m fue tercera en su serie con 24.6 y no pudo continuar, mientras que en el relevo realizó la tercera posta del equipo estadounidense que consiguió la medalla de bronce con 44.9, tras haber hecho 45.4 en las series. Terminó ese año con 11.7 en 100 y 24.2 en 200 m. Las plusmarcas mundiales eran entonces 11.3 y 23.2.
Sin duda, los excelentes resultados de los Juegos de 1956 animaron a Rudolph para continuar entrenando duramente en busca del oro olímpico de 1960. En 1958 hubo de interrumpir sus entrenamientos para dar a luz a su primera hija, Yolanda. Su padre fue un compañero del instituto, Robert Eldridge, con quien se casaría en 1963, tras un breve matrimonio previo. Poco después de tener a su hija, se matriculó en la Universidad Estatal de Tennessee. En 1959 se hizo con el oro en los 100 m y en el relevo 4 x 100 en los Juegos Panamericanos.
En 1960 su estado de forma era excelente. En las pruebas de selección olímpica, celebradas el 15 y 16 de julio en Abilene, Texas, ganó los 100 m con 11.5, igualando su propia plusmarca nacional, y los 200 m, con 23.9. La semana anterior en el campeonato de Estados Unidos (AAU) había conseguido su primera plusmarca mundial, al realizar 22.9 en los 200 m, la primera vez que una mujer corría por debajo de los 23 segundos.
En los Juegos Olímpicos de Roma no dio opción a sus rivales. Los 100 m se celebraron los días 1 y 2 de septiembre. Rudolph realizó el mejor tiempo en la primera ronda, 11.5 (11.65*), en los cuartos de final, 11.5 (11.70) y en la semifinal, 11:3 (11.41), igualando la plusmarca mundial. En la final, una gran salida la colocó en primera posición desde el inicio. Su progresión fue irresistible. Ganó con 11.0 (11.18), muy por delante de la británica Dorothy Hyman (1941), 11.3 (11.43), y de la italiana Giuseppina Leone (1934), 11.3 (11.48). El viento de 2.8 m/s impidió legalizar los tiempos de la final.
Al día siguiente, 3 de septiembre, Rudolph estaba de nuevo en la pista para disputar la primera ronda de los 200 m, cuya final tendría lugar el día 5. Como en los 100 m, se impuso con el mejor tiempo en todas sus carreras. En la primera ronda consiguió, con 23.2 (23.30), igualar la plusmarca olímpica. La semifinal y la final se celebraron el día 5, con lluvia y viento en contra, lo que perjudicó las marcas. Rudolph volvió a ser la mejor en la semifinal, con 23.7 (23.79). En la final de nuevo se mostró muy superior. Entró la primera con 24.0 (24.13), con una considerable ventaja sobre la alemana Jutta Heine (1940), 24.4 (24.58) y sobre Dorothy Hyman, 24.7 (24.82).
Tras sus dos oros individuales, a Rudolph le quedaba el relevo 4 x 100 m, que compartiría con tres compañeras de la Universidad de Tennessee, Martha Hudson (1939), Lucinda Williams (1937) y Barbara Jones (1937). En la semifinal, el 7 de septiembre, se impusieron con nueva plusmarca mundial de 44.4 (44.50). La final resultó algo más complicada, pues Jones entregó Rudolph en segundo lugar, pero esta, tras algún titubeo, fue capaz de superar a la alemana Heine, y conseguir su tercer oro, con un tiempo de 44.5 (44.72). Se convertía así en la primera mujer estadounidense que ganaba tres medallas de oro olímpicas.
Tras su actuación en Roma, Wilma Rudolph se transformó en una celebridad mundial. La prensa internacional rindió tributo a la mujer más rápida, El Tornado, La Gacela Negra, La Perla Negra. Su historia de superación, tras su mala salud infantil, se volvió una fuente de inspiración. De vuelta Clarksville, Tennessee, su lugar de residencia, se le preparó un gran homenaje. Las leyes de segregación continuaban vigentes en los Estados del Sur. Ante la insistencia de Wilma, se autorizó por primera vez en la historia de la ciudad un acto integrado.
Rudolph continuó compitiendo dos temporadas más. En 1961 estableció con 11.2 una nueva plusmarca mundial de 100 m. Se retiró con tan solo 22 años en 1962. No encontró motivación para intentar repetir el triplete olímpico en 1964. En 1963 se graduó en Educación Infantil y Primaria. Tras dejar la competición trabajó como profesora y entrenadora, y dedicó especial atención a la promoción del atletismo, sobre todo para la mujer y para las minorías. Falleció el 7 de noviembre de 1994 a causa de un tumor cerebral.
La historia de superación personal de Wilma Rudolph y sus logros olímpicos la han convertido en una referencia no solo del atletismo, sino del deporte. Una muchachita procedente de un medio desfavorecido, con graves problemas físicos, que acabó siendo la mejor velocista del mundo, la reina de Roma.
*Se muestra el tiempo oficial, manual, y el tiempo automático no oficial
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