Esta entrada se publicó anteriormente en el número 13, de junio 2021, de la revista Somos Atletismo.
Aunque para la mayoría del gran público solo existe el atletismo de élite, lo cierto es que se trata solo de una pequeña parte de este deporte. Inmediatamente detrás está la clase media. Igual que los países más dinámicos y prósperos son los que tienen una clase media pujante, de una gran clase media de atletas surgen los atletas excepcionales. A esta clase algunos logros suelen resultarle muy complicados. Sin embargo, en ocasiones lo extraordinario sucede. El 14 de agosto de 1988 un atleta no perteneciente a la élite obtenía una resonante victoria en el Campeonato de España de 1500 m.
En 1988 los 1500 m eran la prueba reina del atletismo español. A finales de los años 70 dos jóvenes mediofondistas comenzaban su camino para llevar el kilómetro y medio español a la cúspide mundial. El cántabro José Manuel Abascal (1958) y el toledano José Luis González (1957) se repartieron la plusmarca española de la distancia, ganaron medallas en grandes campeonatos y se codearon con los mejores. Abascal, aún en categoría junior (sub20), se convirtió en 1977, con 3:38.2, en el primer español en correr la distancia por debajo de 3:40.0. González se hizo con su primera plusmarca española en 1979. En 1981 corría en 3:34.41 y su marca en la milla, más valiosa, era 3:49.67. Abascal inició en 1982 su trienio mágico con un bronce en el Europeo al aire libre en 1982, una plusmarca española de 3:33.12, un quinto puesto en el Mundial al aire libre de 1983 y un brillante bronce olímpico en 1984. González recuperó el tope español en 1985 con 3:30.92, que resistió los ataques de Abascal de ese mismo año, 3:31.69, y del año siguiente, 3:31.13. González fue plata en el Mundial al aire libre de 1987.
La rivalidad entre González y Abascal dio lugar a un gran salto en la prueba en España. En 1984 hubo cinco atletas con mínima olímpica, 3:39.00. Además de los dos grandes, el castellonense Andrés Vera (1960), 3:37.53, el barcelonés Jaime López Egea (1965), 3:37.64, y el madrileño José Luis Carreira (1962), 3:38.79. Vera fue el elegido para ir a los Juegos y su actuación fue memorable. Ocupó la 7ª posición en la final, tras mejorar a 3:36.55 en las semifinales.
En 1988 se esperaba una gran competencia en los 1500 para ir a los Juegos Olímpicos de Seúl tras una década de éxitos. Sin embargo, la temporada en esta distancia resultó muy decepcionante. José Luis González, tras haber vencido fácilmente en los 3000 m del Europeo en sala, tuvo problemas físicos que lo hicieron renunciar a Seúl. Abascal arrastraba una lesión desde el año anterior, que acabaría forzando su retirada del atletismo al año siguiente. Carreira y Vera, que dos años antes habían corrido en 3:35.56 y 3:35.86 respectivamente, también estaban en muy baja forma. El 14 de agosto se celebraba la final del campeonato de España de 1500 m en Vigo. Aunque en ese momento había 8 atletas que habían corrido por debajo de 3:40.00, solo dos habían hecho la mínima olímpica de 3:38.50, José Luis González, 3:36.41, que se había lesionado, y el soriano Abel Antón (1962), 3:38.21, que correría los 5000 m en Seúl. Ese año, por primera y única vez, los cinco primeros de la lista española de ese año disputarían directamente la final. Se trataba, además de Antón, que se había decidido por esta distancia, del prometedor reusense Teófilo Benito (1966), 3:39.34, de Abascal, 3:39.39, del asturiano Adelino Hidalgo (1963), 3:39.46, y del barcelonés Ángel Fariñas (1967), 3:39.54. Por debajo de 3:40.00 también estaban el jienense Manuel Pancorbo (1966), 3:39.56 y el hermano de Adelino, Lorenzo Hidalgo (1965), con 3:39.66.
Las semifinales tuvieron lugar el 12 de agosto. Había dos series y se clasificaban los dos primeros y los tres mejores tiempos. Pancorbo ganó la primera, con el barcelonés Santiago Villalonga (1965) en segunda posición. Lorenzo Hidalgo se impuso en la segunda, seguida de otro barcelonés, Juan Ramón Moya (1965). Los tres clasificados por tiempos fueron de la primera serie, el madrileño Federico Gallego (1967) y los vascos Enrique Sánchez (1952) y Víctor Rojas (1968). Carreira y Vera se quedaron fuera. La final se celebraba el 14 de agosto, dos días después. No había un favorito claro. Era muy difícil correr por debajo de 3:38.50 en un campeonato. A priori, había muchísima igualdad entre los finalistas, con ligera ventaja cronométrica para Antón, y seis hombres con una mejor marca del año entre 3:39.34 y 3:39.66. La carrera resultó desesperadamente lenta. Se pasaron los 1000 m aproximadamente en 2:49.0. A falta de 250 m, Pancorbo y Benito se destacaron ligeramente, acompañados por Villalonga, cuya mejor marca era 3:42.8. En el último 100, Villalonga cambió de ritmo, adelantó a sus rivales metiéndose por dentro y sucedió lo imposible. Ante la incredulidad del público y de la prensa, que desconocía quién era, ganó el campeonato de España, con 3:55.48, 0.14 menos que Pancorbo y 0.54 menos que Benito.
Treinta y tres años después el propio Santi Villalonga recuerda aquel extraordinario momento de su carrera deportiva. Esa temporada estaba en muy buena forma. Había mejorado mi marca a 3:43.6 en junio y posteriormente a 3:42.8. Sin embargo, una semana antes del campeonato había sufrido un esguince de tobillo, por lo que no sabía cómo respondería. Me vi muy bien en la semifinal. El año anterior había sido el primero que no había entrado en la final. Mi objetivo era estar entre los ocho primeros. A falta de una vuelta, sucedió algo muy extraño. La mayor parte de mis rivales se fueron a las calles 2 y 3, con lo que me quedó un estupendo pasillo en la calle 1. Me acerqué a la cabeza y en el último 300 pude pasar por dentro a mi compañero Juanrra Moya. Me fui detrás de Pancorbo y Benito y vi que podía ganar el bronce, pero en la última recta me sentí con fuerzas, me coloqué primero y gané. Me costó un tiempo asimilarlo.
Seis días después, el 20 de agosto, en La Coruña, Villalonga mejoraba hasta 3:40.31, la que sería su mejor marca de siempre, a 1.81 de la mínima olímpica. Finalmente, no habría representación española en Seúl.
¿Pero, quién era este atleta catalán? ¿Cuál era su trayectoria? Santiago Villalonga Guitart había nacido el 1 de mayo de 1965 en Barcelona. Comenzó a practicar atletismo de manera informal en el colegio donde estudiaba, La Salle Bonanova. A los 16 años decidió entrenarse de forma más reglada, de la mano de Domingo López, que acabaría dirigiendo toda su carrera deportiva. Inicialmente se dedicó más a los 800 que a los 1500 metros. En 1982 fue sexto en esta prueba en el Campeonato de España Juvenil (sub18). En 1984, siendo junior (sub20) de segundo año, fue subcampeón nacional de la categoría en sala. Al aire libre realizó unos excelentes 1:50.43. Su rendimiento en el Campeonato de España no fue todo lo bueno que esperaba. Ocupó la quinta plaza. En 1985, en categoría absoluta, fue 5º en el Nacional bajo techo. En 1987, ya centrado en los 1500 m, hizo mejor marca de 3:46.83 en la semifinal del Campeonato de España y fue el más rápido que no se clasificó.
Tras su gran triunfo en 1988, en 1989 en la competición en que era campeón se impuso en la primera semifinal. En la final fue 7º con 3:42.11 El ganador fue un intratable atleta soriano llamado Fermín Cacho (1969), que, con 3:36.23 hizo plusmarca de los campeonatos. Villalonga, que terminó ese año con 3:40.6, continuó entrenando, pero a partir de 1990 su rendimiento ya no fue tan bueno como en los años anteriores. Licenciado en Educación Física, comenzó a trabajar en 1992 como profesor de Educación Física en la escuela Joan Pelegrí, de Barcelona, puesto en el que continúa en la actualidad. También ha seguido vinculado al atletismo. Presidió el Club de Atletismo de Viladecáns de 2013 a 2018. Ha continuado en la junta directiva desde entonces.
Aquella tarde en Vigo un atleta de clase media se impuso a la élite española. Para la historia quedan los 200 metros finales, en los que Villalonga no se amilanó y dio lo mejor de sí.