¿Cuál es el mediofondista británico más completo de la historia?

Esta mes la revista Athletics Weekly planteaba a sus lectores por su opinión acerca del mediofondista británico más completo de la historia y presentaba cuatro candidatos Steve Ovett (1955), Sebastian Coe (1956), Steve Cram (1960) y Jake Wightman (1994). Los aficionados británicos están de enhorabuena. Desde la medalla de plata de Peter Elliott (1962) en la final de 1500 m de los Juegos Olímpicos de 1988 hasta el bronce del escocés Josh Kerr (1997) en los Juegos de Tokio 2020, celebrados en 2021, pasaron nada menos que 33 años sin que un británico pisase un podio olímpico de mediofondo. Los buenos resultados han continuado este 2022 con el oro en el Mundial al aire libre de Jake Wightman en 1500 m, convirtiéndose en el segundo británico, y europeo, en ganarlo, tras Steve Cram en 1983.

Parece que el mediofondo británico vuelve por donde solía. ¿Pero esta percepción es cierta, o tenemos una visión sesgada por el impacto mediático del enfrentamiento Ovett Coe de los 80 y la posterior aparición de Cram? El pedestrismo nació en el siglo XIX en las Islas Británicas. Poco a poco fue captando aficionados, lo que hizo que las competiciones se trasladasen a pistas de un cuarto de milla alrededor de los campos de fútbol o de rugby. La milla se convirtió en la distancia preferida de los atletas, prueba en la que destacó Walter George (1858-1943), quien en 1886 registró unos estratosféricos 4:12.8, equivalentes a 3:54.9 en 1500 m. El primer tiempo reconocido por la Federación Internacional de Atletismo (IAAF, hoy World Athletics) fue 3:55.8, de estadounidense Abel Kiviat (1892-1991), establecido en 1912.

Hasta los Juegos Olímpicos de 1932, los británicos se hicieron con cinco oros en los 800 m y tres en los 1500 m. Los campeones fueron en las dos vueltas Alfred Tysoe (1874-1901) en 1900, Albert Hill (1889-1969) en 1920, Douglas Lowe (1902-1981) en 1924 y 1928 y Tommy Hampson (1907-1965) en 1932. En 1500 m ganaron en oro en ese período Charles Bennett (1871-1948) en 1900, Arnold Jackson (1891-1972) en 1912 y Albert Hill en 1920. En los 800 m, desde el oro de Tommy Hampson hasta el de Steve Ovett en 1980, tan solo Derek Johnson (1933-2004) consiguió izar la bandera británica en un podio olímpico. En 1500 m, tras el triunfo olímpico de Albert Hill en 1920 hasta el de Seb Coe en 1980 únicamente Henry Stallard (1901-1973), uno de los personajes de Carros de Fuego, bronce en 1924, y Jerry Cornes (1910-2001), plata en 1932, consiguieron estar en el podio olímpico. En esa época de sequía olímpica británica se produjo, no obstante, un hecho histórico, la primera plusmarca mundial de la milla en menos de 4 minutos. El 6 de mayo de 1954, en Ifflie Road, Oxford, Roger Bannister (1929-2018) corría en 3:59.6. Superó por unos días a su rival en la distancia, en ambos sentidos, el australiano John Landy (1930-2022), al que derrotó en la milla de los Juegos de la Commonwealth ese mismo año. Bannister, que había sido cuarto en los Juegos Olímpicos de 1952, se retiró ese mismo año tras ganar el oro en el Europeo, dejando huérfano el mediofondo británico.

La irrupción de Ovett y Coe a finales de los 70 generó una rivalidad que trascendió mediáticamente al mundo del atletismo, incluso del deporte. Su doble enfrentamiento en los Juegos del Moscú en 1980 hizo mucho bien a un olimpismo que se tambaleaba. Parecía imposible que Coe perdiese el 800 dada su gran superioridad, pero lo impensable sucedió y Ovett se impuso con más facilidad de la esperada. Este tenía todo a su favor, tras su inesperada victoria en la prueba más corta y el presumible bloqueo anímico de su rival pero Coe resucitó en el 1500 ante un Ovett algo desmotivado. En los años siguientes llegaron las plusmarcas mundiales y las lesiones, de las que Ovett no se recuperó. Coe superó una grave enfermedad y batió en los siguientes Juegos a Steve Cram, que venía de ganar el Europeo y el Mundial los años anteriores. Cuatro años después, en los Juegos de Seúl, Coe ya no estaba y Cram no era el mismo. Se quedó a las puertas del podio en cuarta posición. Y tras Seúl una nueva travesía en el desierto, que parece ha llegado a su fin con Wightman, Kerr y el subcampeón de Europa de 1500 Jake Heyward (1999).

Tras esta pertinente introducción histórica, tratemos de contestar a la pregunta de Athletics Weekly. La selección de candidatos es la adecuada. Como acabamos de ver en esta introducción histórica, tal vez el único atleta que se aproxima, obviando a Albert Hill, que competía en otro atletismo, es Peter Elliott, subcampeón mundial de 800 m en 1987 y olímpìco de 1500 m en 1988. Vamos con los méritos de cada uno de ellos

Steve Ovett, subcampeón de Europa al aire libre de 800 m en 1974 y 1978, campeón de 1500 m en 1978, 5º en la final olímpica de 800 m en 1976, campeón olímpico en 1980 y bronce en 1500 m. Dos veces plusmarquista mundial de 1500 m y de la milla.

Sebastian Coe, bronce en 800 m en el Europeo al aire libre de 1978, plata en 1982 y oro en 1986, plata en 1500, subcampeón olímpico de 800 m en 1980 y 1984, campeón en 1500 en 1980 y 1984. Dos veces plusmarquista mundial de 800 m, dos de 1000, una de 1500 y tres en la milla.

Steve Cram, campeón de Europa de 1500 m en 1982 y 1986, bronce en 800 m en 1986, campeón del mundo de 1500 m en 1983, subcampeón olímpico de 1500 en 1984. Plusmarquista mundial de 1500, milla y 2000 m.

Jake Wightman, campeón del mundo de 1500 m en 2022, bronce europeo en 1500 en 2018 y subcampeón de 800 m en 2022.

Con estos datos, creo que Seb Coe está por encima del resto y no sabría decidirme entre Cram y Ovett por el segundo puesto.

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La historia de Hal Connolly y Olga Fikotová

A pesar de que los lanzadores de martillo de los Estados Unidos se llevaron los oros olímpicos en las siete primeras ediciones de los Juegos, hasta 1924, el concurso perdió todo su interés en el país. Las competiciones de martillo comenzaron a escasear y las pocas que había tenían lugar fuera de los estadios, sin público, lo que incidió negativamente en el número de practicantes. Las cosas comenzaron a cambiar después de la Segunda Guerra Mundial. Sam Felton (1926-2015) se dedicó al estudio de los métodos europeos de lanzamiento. Fue cuarto en los Juegos de Londres, a escasos 7 cm de su compatriota Robert Bennett (1919-1974), bronce. Ambos prepararon el camino para la irrupción de uno de los grandes de la historia de la prueba, el formidable Hal Connolly (1931-2010).

Harold Vincent Connolly nació el 1 de agosto de 1931 en Somerville, Massachusetts. Connolly sufrió una afectación del plexo braquial izquierdo al nacer, lo que le produjo un defecto en el desarrollo de la extremidad superior, que llegó a ser 10 cm más corta que la derecha. Este problema no le impidió convertirse en atleta de elite. Estudiante en el Boston College y posteriormente en UCLA, progresó rápidamente en el lanzamiento de martillo desde 55.40 en 1954 hasta 63.88 m en 1955, muy cerca de los 64.52 m que el bielorruso, entonces soviético, Mijail Krivonosov (1929-1994) poseía como plusmarca mundial. En 1956, antes de los Juegos Olímpicos de Melbourne, que se celebraban a finales de noviembre, ambos mantuvieron una dura pugna por la plusmarca mundial, con la irrupción de otro estadounidense, Cliff Blair (1929-2013). Este lanzó el 4 de julio 65.95 m, homologado como plusmarca estadounidense, pero no reconocida por la Federación Internacional de Atletismo (IAAF, hoy World Athletics). Krisonov lrealizó 65.85 m el 25 de abril y 66.38 el 8 de julio. Connolly hizo 66.71 el 3 de octubre, no homologado por la IAAF. Krisonov respondió con 66.85 y 67.32 m el 22 de octubre. Pero acabaría siendo Connolly el que llegase a los Juegos como plusmarquista mundial con 68.68 m el 2 de noviembre. Se preveía que habría un gran duelo entre ambos, por el oro olímpico. Unos meses antes, el 29 de junio, Connolly solo había sido tercero en las pruebas de selección olímpica, superado por Al Hall (1934-2008) y por Cliff Blair. Connolly conseguiría su objetivo olímpico. Lo que no sospechaba es que se haría mundialmente famoso por otro tema, ajeno al atletismo, en el que la mitad del protagonismo fue para la lanzadora de disco checa, entonces checoslovaca, Olga Fikotová (1932)

Olga Fikotová nació en la localidad checa de Libiš, cerca de Praga, el 13 de noviembre de 1932. Dotada naturalmente para el deporte, representó internacionalmente a Checoslovaquia en baloncesto y balonmano, antes de comenzar con el lanzamiento de disco, en 1954. Estudiante de Medicina en la Universidad de Carlos, progresó rápidamente y en 1956 resultó seleccionada para los Juegos de Melbourne, adonde llegó con una mejor marca ese año de 51.80 m. Era el cuarto mejor lanzamiento de ese año, por detrás de tres soviéticas, la campeona olímpica, la rusa Nina Ponomaryova (1929-2016), 54.36 m, otra rusa Iryna Beglyakova (1933-2018), 52.71 m, y la veterana georgiana, plusmarquista mundial con 57.04 m, Nina Dumbadzne (1919-1983), 52.27 m. Fikotová seguramente se veía peleando por el podio olímpico. Lo que no se imaginaba era la manera en que los Juegos le cambiarían la vida.

El 23 de noviembre tuvo lugar la final de lanzamiento de disco femenino. Beglyakova se colocó en cabeza en la primera ronda con 51.74 m, nueva plusmarca olímpica. En la segunda, Ponomaryova recuperó su primado olímpico con 51.61. Fikotová sorprendió en el tercer intento con mejor marca personal de 52.02 m, que la colocaba en la cabeza de la prueba. En la misma ronda se vio superada por Beglyakova con 52.54 m. Fikotova siguió progresando con 52.28 m en el cuarto intento y unos magníficos 53.89 m en la ronda final, que le dieron el oro, por delante de Beglyakova, 52.54 m, y Ponomaryova, 52.02 m. Curiosamente esta última había enseñado algunos detalles de la técnica de lanzamiento a Fikotová el año anterior.

Al día siguiente se celebró la final masculina de lanzamiento de martillo. En la primera ronda el ruso, entonces soviético, Anatoli Samontvestov (1932-2014) superaba con 62.10 m la anterior plusmarca olímpica y se colocaba en cabeza. Dos lanzamientos de 63.00 y 63.03 m colocaban en la mitad de la prueba a Krivosonov primero, con Connolly segundo, 62.65 m. El bielorruso hizo tres nulos a continuación, mientras en estadounidense se iba a 63.19 m en su quinto intento. En la última ronda Samontyestov reforzaba su tercera posición con 62.96 m.

Tanto Fikotová como Connolly consiguieron el oro olímpico, pero esto no fue lo más importante que les dieron estos Juegos. Sus caminos se cruzaron y, pese a las diferencias políticas de sus respectivos países, y que apenas eran capaces de mantener una conversación bien en el mal alemán de él, bien en el mal inglés de ella, comenzaron una relación sentimental. La reacción positiva de la prensa occidental fue diametralmente opuesta a la de las autoridades checoslovacas, decididas a no permitir la salida de Fikotová del país. Parece que los buenos oficios del matrimonio de campeones olímpicos y héroes nacionales formado por Emil Zátopek (1922-2000) y Dana Zátopková (1922-2020) tuvieron que ver para que finalmente las autoridades checoslovacas permitiesen la boda y el traslado de Olga a los Estados Unidos. El casamiento tuvo lugar en 1957 en el antiguo ayuntamiento de Praga. Se intentó mantener el lugar de la ceremonia en secreto pero se acabó sabiendo y 40 000 personas acudieron a presentar sus respetos a la pareja.

Tras establecerse en California Olga, ahora Olga Connolly, intentó terminar Medicina y seguir representando a su país de origen, pero no tuvo éxito en ninguno de estos objetivos. Representó a Estados Unidos en las siguientes cuatro ediciones de los Juegos. Fue séptima en 1960, duodécima en 1964, sexta en 1968 y décimo sexta en 1972, donde fue abanderada en la ceremonia inaugural. Por su parte Hal siguió coleccionando plusmarcas mundiales: 68.68 m (20 06 1958), 70.33 m (12 08 1960), 70.67 m (21 07 1962), 71.06 m (29 05 1962) y 71.26 m (20 06 1965). No le fue tan bien en la competición olímpica. Fue octavo en 1960, sexto en 1964, no pasó a la final en 1968 y no se clasificó en 1972.

La historia de amor de Connolly y Fikotová llegó a su fin en 1975, cuando la pareja se divorció. Uno de sus hijos, Jim Connolly, fua campeón universitario estadounidense de decatlón en 1987. Connolly volvió a casarse en 1976 con la antigua pentatleta y entrenadora Pat Winslow (1943). Hal Connolly se dedicó a la enseñanza y al entrenamiento de lanzamiento de martillo. Murió el 18 de agosto de 2010. Olga también se dedicó a entrenar y al trabajo social. En la actualidad vive retirada en Estados Unidos.

Hal Connolly fue el último campeón olímpico estadounidense en el lanzamiento de martillo. Desde su oro en Melbourne tan solo Lance Deal (1961) ha conseguido representar a Estados Unidos en el podio con su plata en los Juegos de 1996.

1960-1963, el trienio mágico del salto de altura con John Thomas y Valeri Brúmel

Entre el 30 de abril de 1960 y el 21 de julio de 1963, poco más de tres años, se mejoró la plusmarca mundial de salto de altura en nada menos que 12 centímetros. Nunca en la historia de la prueba se había dado una progresión tan importante en tan poco tiempo. Ese trienio coincidieron dos saltadores excepcionales, el estadounidense John Thomas (1941-2013) y el ucraniano, entonces soviético, Valeri Brúmel (1942-2002). Ambos tenían un dominio magistral de la técnica predominante de salto entonces, el rodillo ventral, y, sin duda se beneficiaron de la sustitución de la arena por la colchoneta en la caída.

John Curtis Thomas nació el 3 de marzo de 1941 en Boston. Con 1.96 m de estatura, comenzó a destacar muy joven en el salto de altura. En 1958 ya se elevaba por encima de 2.10 m. En 1959 sorprendió al mundo atlético con unos registros magníficos en pista cubierta, que entonces no se homologaban como plusmarcas mundiales, ni siquiera en sala. En un período de 42 días saltó 2.11, 2.125, tres veces 2.13 y 2.165 m, marca esta ligeramente superior a la plusmarca mundial absoluta. Se perdió la temporada al aire libre por un accidente en un pie en el hueco de un ascensor. Regresó muy fuerte en 1960, primero en pista cubierta con dos veces 2.17, 2.18 y 2.195 m, registros ya superiores al techo mundial, pero no homologables. Esto lo solucionó al aire libre, con cuatro plusmarcas mundiales oficiales en el espacio de dos meses. El 30 de abril superó 2.171 (2.17) m, un centímetro más que la anterior plusmarca mundial del ruso, entonces soviético, Yuri Stépanov (1932-1965). Stépanov había realizado este registro con un alza en la zapatilla de 5 cm. Aunque la marca se homologó, a partir de entonces solo se permitieron alzas de 13 mm como máximo. El 21 de mayo, Thomas repitió los 2.17 m, en realidad 2.178 m. El 24 de junio se fue a 2.184 (2.18) m. En Stanford, en las pruebas de selección olímpica , el 1 de julio, hizo su mejor competición se siempre. Saltó a la primera 2.195 y 2.232 m, pero la burocracia no consideró la primera marca y restó un centímetro a la segunda. Hasta el 1 de enero de 1963 se homologaban marcas de saltos y lanzamientos tanto en el Sistema Internacional como en pies y pulgadas. La medición en este último sistema del salto de Thomas fue 7’3 7/8 (7 pies, 3 pulgadas y 7/8, es decir, 2.232 m). El reglamento no permitía fracciones de octavos de pulgadas, de modo que hubo de redondearse a cuartos de pulgadas 7’3 3/4 o 2.229 m. A partir de 1963 solo se consideraron válidas las marcas en el Sistema Internacional, por lo que el salto de Thomas se redondeó al centímetro inferior, convirtiéndose en 2.22 m. El segundo y el tercero de las pruebas de selección fueron Joe Faust (1942), 2.134 m y Charlie Dumas (1937-2004), 2.108 m, el anterior campeón olímpico que acompañarían a Thomas a los Juegos Olímpicos de Roma.

Desde 1896, Estados Unidos solo había dejado de ganar el oro en salto de altura en 1948. En Roma pensaban continuar con la racha, pese al potente equipo soviético con el ruso Viktor Bolshov (1939), que en dos años había pasado de 1.95 a 2.15 m, el georgiano Robert Shavlakadze (1933-2020), acreditado en 2.13 m, y, sobre todo, el joven ucraniano de 18 años Valeri Brúmel, plusmarquista soviético con 2.17 m. La final olímpica de salto de altura tuvo lugar el 1 de septiembre, en una calurosísima tarde. Faust y Dumas, con problemas físicos, no pudieron dar lo mejor de sí. El primero ocupó la 17ª y última plaza con 1.95 m, mientras Dumas fue 6º con 2.03 m. Los soviéticos, sin embargo, tuvieron un rendimiento competitivo magnífico. Con el listón situado a 2.14 m Thomas se había quedado solo con los tres soviéticos. Lideraba Shavlakadze, que había saltado la altura a la primera, marca personal. Tanto Bolshov, como Brúmel, como Thomas lo habían hecho al segundo intento. Thomas era segundo por menos saltos previos. Sin embargo no pudo con 2.16 m, cosa que sí hicieron Shavlakadze, a la primera, y Brúmel a la segunda. Shavlakadze se proclamaba sorprendentemente campeón olímpico, con dos marcas personales, mientras Brúmel demostraba también una gran capacidad competitiva pese a su juventud. El contrapunto fue John Thomas, también muy joven, al que su bronce supo a poco. La reacción de los aficionados estadounidenses fue tan desfavorable que llevó a Thomas a declarar Esta fue la primera vez que me di cuenta de que a la gente no le gustaba yo, le gustaban los ganadores. Thomas había saltado por encima de 2.16 m diez veces.

John Thomas no volvió a alcanzar la forma de 1960, si bien se mantuvo regularmente en 2.18 o 2.19 m. En 1964 volvió a los Juegos Olímpicos tras haberse impuesto en las pruebas de selección. Allí se enfrentaría a un Valeri Brúmel, que ya no era un joven inexperto, sino el plusmarquista mundial con unos superlativos 2.28 m.

Valeri Nikoláievich Brúmel nació en la localidad siberiana de Razvedki el 14 de abril de 1942, en el seno de una familia de geólogos que estaban explorando la zona. Siendo Valeri muy joven, se trasladaron a la ciudad ucraniana de Lugansk. Con 16 años ya saltaba 2 m. En 1960, tras su medalla de plata en Roma, realizó tres plusmarcas europeas en seis semanas, 2.18, 2.19 y 2.202 (2.20) m. En enero de 1961, en pista cubierta, superó a Thomas al saltar 2.25 m, que no se homologaron Oficialmente su primera plusmarca mundial fue el 18 de junio de 1961, cuando saltó en Moscú 2.236 (2.23) m. Continuó el 16 de julio con 2.243 (2.24) m y con 2.25 m el 31 de agosto en la Universiada de Sofía (Bulgaria). Continuó mejorando en 1962. El 22 de julio, en Palo Alto, en el encuentro entre Estados Unidos y la Unión Soviética realizaba 2.26 m. Un desconocido John Thomas ocupaba la última posición con 2.05 m. Este encuentro entre los dos superpotencias tuvo lugar entre 1958 y 1985, con periodicidad variable y en aquellos años 60, en plena Guerra Fría, se le daba mucho valor. El 9 de septiembre en Moscú subía hasta 2.27 m. En el medio de las dos plusmarcas mundiales se proclamó campeón de Europa al aire libre 2.21 m, 8 cm más que el segundo, el sueco Stig Petterson (1935). Tercero fue Robert Shavlakadze. La última plusmarca mundial de Brumel tuvo lugar el 21 de julio de 1963, en Moscú, durante el encuentro Unión Soviética-Estados Unidos. Se elevó hasta 2.28 m. El líder soviético Nikita Jruschov (1894-1971), presente en el palco, no pudo evitar abrazar efusivamente al diplomático estadounidense Averrel Harriman (1891-1986).

En 1964 se volvía a encontrar a John Thomas en la final olímpica de salto de altura. La diferencia entre ambos parecía insalvable. Brúmel había saltado 2.28 el año anterior y 2.24 m ese año. Los 2.22 m (en realidad 2.23) de Thomas eran de 1960. En 1964 llegó a los Juegos de Tokio con 2.18 m, aunque había saltado 2.20 en pista cubierta. A la hora de la verdad, la prestación de ambos fue muy pareja. En la clasificación, el ucraniano se mostró inseguro. Estuvo a punto de quedarse fuera en 2.03 m, si bien pasó 2.06 m, marca para la final, a la primera. En la final, con 2.14 quedaban cinco atletas. Brúmel, Thomas, otro estadounidense de nombre cinematográfico, John Rambo (1941-2013) y los medallistas europeos Stig Petterson y Robert Shavlakadze. Rambo se colocó en cabeza al superar la altura a la primera. Petterson necesitó dos intentos y los otros tres también pasaron, a la tercera tentativa. En la siguiente altura, 2.16 m, Petterson y Shavlakadze resultaron eliminados. Brúmel saltó la altura en el primer intento, Thomas en el segundo y Rambo en el tercero. Este no pudo con 2.18 m, que los otros dos superaron en el primer intento. Ambos derribaron tres veces el listón situado en 2.20 m. Brumel era campeón con más apuros de lo esperado.

En 1965, Brúmel se quedó en una mejor marca de 2.19 m. Este fue su último año en la elite. Todo terminó bruscamente el 4 de octubre de ese año, cuando sufrió una fractura complicada de la tibia derecha tras un accidente de motocicleta. Pocos días después recibía un telegrama con el siguiente texto A veces parece que un giro del destino quiere poner a prueba la fuerza de carácter de un hombre. No te dejes derrotar. Confío sinceramente en volverte a ver saltar. John Thomas. Pese a las circunstancias, ambos saltadores habían desarrollado una sincera admiración y amistad. Después de 20 operaciones, en 1970, Brúmel fue capaz de saltar 2.06 m. Posteriormente hizo una tesis doctoral en Psicología del deporte, escribió cuatro obras de teatro, una novela y el guion de una película. Murió el 26 de enero de 2022. Thomas, por su parte, siguió compitiendo hasta 1967. Posteriormente trabajó en el departamento de ventas de la compañía de teléfonos Bell. Fue algo más longevo que Brúmel. Falleció el 15 de enero de 2013.

La plusmarca de Brúmel de 2.28 m duró oficialmente hasta el 3 de julio de 1971, cuando el estadounidense Pat Matzdorf (1949) saltó 2.29 m. Sin embargo, unos meses antes, el 8 de noviembre de 1970), el chino Ni Zhiqin (1942), que había nacido el mismo día que Brúmel, había realizado la misma marca que Matzdorf, pero entonces la República Popular China estaba excluida del ámbito de la Federación Internacional de Atletismo (IAAF, hoy World Athletics). El salto de altura había comenzado a cambiar con la victoria del estadounidense Dick Fosbury (1947) en los Juegos Olímpicos de 1968, con su entonces particular estilo que acabó llevando su nombre. El 11 de julio de 1973 el también estadounidense Dwight Stones (1953) se convertía con 2.30 m en el primer plusmarquista mundial con estilo Fosbury. Nunca se sabrá qué habría sucedido si Brumel hubiese estado en buenas condiciones en los Juegos de México y hubiese batido a Fosbury. ¿Se habría adoptado el nuevo estilo con la misma rapidez?

Ruth Beitia, la atleta española más laureada

El 11 de agosto de 2012 fue una fecha clave en la carrera deportiva de la saltadora de altura cántabra Ruth Beitia (1979). La atleta de Santander disputaba la final olímpica de los Juegos de Londres, con muchas opciones de estar en el podio, tras su oro en el campeonato de Europa al aire libre una semanas antes. Con 33 años eran sus terceros Juegos Olímpicos. En Pekín, cuatro años antes, había sido cuarta. Su mejor registro, plusmarca española, era de 2.02 m, conseguidos en 2007. Había acudido a Londres con un mejor salto de 2 metros esa temporada. En la competición olímpica repitió esta marca en la final, al primer intento. Tenía un nulo en la altura anterior, 1.97 m. En ese momento del concurso quedaban otras tres atletas en liza las rusas Anna Chicherova (1982) y Svetlana Shkolina (1986), que no tenían nulos, y la estadounidense Brigetta Barrett (1990), acreditada en 2.01 m, y que había saltado 2.00 m a la segunda. La siguiente altura, 2.03 m, no fue obstáculo para Chicherova, la única en superarla a la primera. Barrett dio la gran sorpresa al pasar el listón al segundo intento mientras Shkolina lo hacía en el tercero. Chicherova aún mejoró con 2.05 m, mientras que Barrett y Shkolina terminaban su participación en 2.03 m con la plata y el bronce olímpicos. Beitia se quedaba fuera del podio en una de sus mejores competiciones, presuntamente la última de su vida atlética. La decepción fue enorme. Sin embargo, pese a haber pasado de largo la treintena, tras unos meses de reflexión decidió continuar hasta los siguientes Juegos. No quería terminar su carrera deportiva sin haberse subido al podio olímpico. Una sabia decisión, pues lo mejor estaba por llegar. Y de qué manera.

Ruth Beitia Vila nació en Santander el 1 de abril de 1979. Comenzó a practicar atletismo muy joven. Cuando tenía once años se cruzó en su vida atlética la persona que iba a ser fundamental en su carrera deportiva, el entrenador Ramón Torralbo (1954), un antiguo jugador de balonvolea y atleta, 2.01 m en salto de altura y 14.45 m en triple salto, que entrenaba al hermano mayor de Ruth, José Antonio. Torralbo dirigiría la carrera de Ruth los siguientes 27 años y la convertiría en la atleta española más laureada. Accedió rápido a la elite española. En 1998, con 19 años, igualaba con 1.89 m, la plusmarca española de la exbaloncestista Carlota Castrejana (1973), quien se acabaría dedicando con mucho éxito al triple salto. En estos primeros años de su carrera atlética, Beitia mantuvo una dura pugna con la navarra Marta Mendía (1975). Ambas elevaron la plusmarca española hasta 1.94 m, en 2001, en el campeonato de España de pista cubierta en el que se impuso Mendía. A partir de entonces, Beitia seguiría progresando en solitario.

En el ámbito internacional, no obstante, el camino de Beitia hasta la cumbre fue más largo. Su primer éxito llegó precisamente en 2001, cuando se proclamó campeona de Europa sub23, con 1.87 m. En 2003, en el transcurso del Campeonato de España de Federaciones Autonómicas, la cántabra superaba la barrera de los 2 m. Tras elevarse por encima de 1.97 m, que ya era plusmarca española, pidió subir el listón a los 2 m y lo sobrepasó al tercer intento. No obstante, unos días después, en el Mundial al aire libre ocupaba la 11ª posición. En 2004 participó en sus primeros Juegos Olímpicos, si bien no alcanzó la final. Los éxitos internacionales comenzaron a llegar en pista cubierta. Fue segunda en el Europeo de 2005, tercera en el Mundial de 2006, tercera en el Europeo de 2007. Ese año 2007 establecía dos nuevas plusmarcas españolas, 2.01 m, en pista cubierta, y 2.02 m al aire libre. En los campeonatos, en esta última modalidad, se acercaba al podio. Fue sexta en el Mundial de 2007 y cuarta en los Juegos Olímpicos de 2008. En pista cubierta continuó abonada el segundo puesto, con platas en los Europeos de 2009 y 2011 y en el Mundial de 2010. Al aire libre volvió a ser cuarta en el Mundial de 2009. Se quedaba a las puertas del oro en sala y a las puertas del podio al aire libre, pero esto iba a cambiar.

La Asociación Europea de Atletismo (EAA) había decidido transformar el Campeonato de Europa de atletismo en bienal, en lugar de cuatrienal. De esta manera, uno de cada dos campeonatos tendría lugar en año olímpico. El de 2012 fue el primero que coincidía con los Juegos. Eso hizo que hubiese numerosas ausencias. En el salto de altura, Beitia consiguió su primera medalla en un campeonato al aire libre y fue de oro. Estaba también decidida a estrenar su medallero olímpico particular, pero, como se comentó más arriba, aparentemente se quedó a las puertas. Esa tremenda decepción hizo que cambiase sus planes de retirarse y la siguiente olimpíada, es decir, el tiempo hasta los siguientes Juegos Olímpicos, fue la más fructífera de su carrera atlética.

En 2013 se proclamaba campeona de Europa en pista cubierta y, otra vez aparentemente, bronce en el Mundial al aire libre, por detrás de Shkolina, de Barrett y empatada con Chicherova. En 2014 fue bronce en el Mundial en sala y brillante campeona de Europa al aire libre. Con las mejores en liza, Beitia se encaramó a la primera posición con un salto de 2.01 m, entonces mejor marca del año, 2 cm más que la rusa María Kuchina, ahora Lasitskene, (1993).

Bajó algo su rendimiento en 2015, con sendos quintos puestos en el Europeo en sala y el Mundial al aire libre. Se recuperó con fuerza en 2016, al ser plata en el Mundial en sala y oro en el Europeo al aire libre, curiosamente en Amsterdam, donde 15 años antes había ganado el Europeo sub23. Pocas semana después llegó el momento por el que Beitia llevaba cuatro años esperando, los Juegos Olímpicos de Río. Eran los cuartos en los que participaba la cántabra y sería su tercera final olímpica. El concurso de altura no se resolvió con grandes registros, pero sí con gran emociòn. Las cuatro primeras atletas saltaron la misma altura, 1.97 m. Todas ellas hicieron tres nulos en 2.00 m. Beitia se coronó campeona olímpica por menor número de nulos, por delante de la búlgara Mirela Demireva (1989) y de una de las mejores saltadoras de la historia, que volvía tras numerosos problemas físicos, la croata Blanka Vlašić (1983), acreditada en 2.08 m en 2009. Cuarta fue la estadounidense Chaunté Lowe (1984).

Por tercera vez, España ocupaba lo más alto del podio en el atletismo olímpico. Antes de Beitia solo lo habían conseguido el barcelonés Daniel Plaza (1966) en los 20 Km marcha y el soriano Fermín Cacho (1969) en los 1500 m, ambos en 1992. La decepción de Londres se transformó para la saltadora cántabra en una oportunidad, cuyo resultado no pudo ser mejor, con dos oros en el Europeo al aire libre, un oro en el Europeo de pista cubierta, un bronce y una plata en el Mundial en sala, un aparente bronce en el Mundial al aire libre y el oro olímpico de Río. En estos cuatro años, de 2013 a 2016 superó el palmarés de toda su anterior carrera. Aún ganaría una plata en el Mundial bajo techo en 2017, antes de retirarse por problemas físicos. Su última competición fue el Mundial de 2017, donde llegó a la final pero, lesionada, no pudo evitar la última posición. En el momento de su retirada de la media luna de saltos el público le tributó un merecidísimo homenaje.

Diplomada en Fisioterapia y Técnico en Actividades Físicas y Animación Deportiva, es profesora de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte en la Universidad Europea del Atlántico (Santander). Fue diputada en el Parlamento Regional de Cantabria de 2008 a 2019. La historia podría haber terminado aquí, pero queda aún una parte muy importante. En 2019, la rusa Svetlana Shkolina, bronce olímpico en 2012 y campeona mundial en 2013, era desposeída de todos sus logros atléticos entre 2012 y 2014 por haberse detectado sustancias prohibidas de forma diferida en una de sus muestras. Dos años más tarde, Beitia era reconocida oficialmente como bronce olímpico en los Juegos de 2012 y subcampeona mundial al aire libre en 2013. Siempre se dice que es bueno devolver lo que corresponde al atleta, pero que nada compensa la gloria del podio perdido. Probablemente si Ruth hubiese tenido la gloria en el escalón más bajo del podio, se habría retirado y nunca habría disfrutado de estar en lo más alto y de convertirse en la atleta española más laureada.