El 12 de septiembre tenía lugar en Atenas el primer maratón femenino en un campeonato de Europa. Cuando se llevaban 35 kilómetros, tres atletas lideraban la prueba, la noruega Ingrid Kristiansen (1956), acreditada en 2h30:08 y gran favorita, la italiana Laura Fogli (1959), con una mejor marca de 2h34:48 y una atleta portuguesa llamada Rosa Mota (1958), que nadie se esperaba que estuviese en el grupo de cabeza a esas alturas de la prueba. Era su primer maratón. La Federación de su país le había permitido participar con la condición de que lo hiciese también tres días antes en la final de los 3000 m, que también se celebraban por primera vez en un Europeo femenino. Mota había sido décimo segunda, con 9:04.82, a más de medio minuto de la ganadora, la rusa, entonces soviética, Svetlana Ulmasova (1953-2009).
Rosa María Correia dos Santos Mota había nacido en Foz, un suburbio de Oporto, el 29 de junio de 1958. Comenzó a practicar atletismo en la escuela en 1975. Se unió a un club local de Foz, donde no había pista. En 1980 conoció a José Pedrosa, médico de profesión, que sería su entrenador durante toda su carrera y, lógicamente, también se encargó de sus aspectos médicos. Fue precisamente Pedrosa, convencido de que Mota podría hacer un gran papel en el primer maratón de un Europeo, el que presionó a la Federación portuguesa para que permitieran que corriese la distancia. Había en Portugal un cierto miedo atávico al maratón desde los Juegos Olímpicos de 1912, en que el joven corredor portugués Francisco Lázaro (1891-1912) se murió de un golpe de calor mientras disputaba el maratón olímpico. En el kilómetro 35 del Europeo, Mota comenzó a darle la razón a su entrenador, cuando fue capaz de despegarse de Fogli y de Kristiansen. Consiguió llegar en solitario al estadio de Atenas, donde se proclamó campeona de Europa con 2h36:08, 25 segundos menos que la italiana y 35 menos que la noruega.
La victoria de Atenas fue el inicio de una exitosísima carrera deportiva en la prueba más larga. A lo largo de los siguientes nueve años, Mota tomaría parte en otros diecinueve maratones, de los que terminaría diecisiete y ganaría trece. En 1983 corrió tres maratones y en los tres hizo marca personal. En primavera fue primera en Rotterdam con 2h32:27. En agosto llegó a Helsinki, con la intención de entrar en el podio del maratón del primer campeonato del mundo. Realizó 2h31:50, pero ocupó la cuarta posición a 37 segundos de las medallas, en una carrera ganada brillantemente por la noruega Grete Waitz (1953-2011). Mota terminó el año con otra victoria en Chicago, con 2h31:19. No volvió a competir hasta el maratón olímpico de 1984, el 5 de agosto. Tres atletas parecían superiores a ella, la estadounidense Joan Benoit (1957), mejor marquista mundial (no se reconocieron plusmarcas mundiales en maratón hasta 2003) con 2h22:43 y las noruegas Grete Waitz e Ingrid Kristiansen. Benoit ganó brillantemente con 2h24:52, casi un minuto y medio mejor que Waitz, mientras Mota se colaba en el podio con mejor marca personal de 2h26:57, por delante de Kristensen. Ese otoño, la portuguesa volvía a mejorar hasta 2h26:01, al ganar el maratón de Chicago. A Chicago volvió en 1985 para disputar su séptimo maratón y mejorar por séptima vez, hasta 2h23:29, que sería su mejor marca de siempre. Pese a su gran tiempo se vio superada por Joan Benoit, que con 2h21:21 también hacía su mejor marca de siempre, y por la reciente mejor marquista mundial con 2h21:06, Ingrid Kristiansen, 2h23:05.
En 1986, tras hacer 2h27:15 e imponerse en el maratón de Tokio, acudió a su segundo Europeo. Su rival más peligrosa era Ingrid Kristiansen, pero optó por los 10 000 m, que se celebraban por primera vez en los campeonatos, donde obtuvo una fácil victoria. Ausente la noruega, no había nadie que le pudiese disputar el oro a Mota, que ganó con 2h28:38, 4:14 menos que Laura Fogli, que fue segunda. En 1987 siguió el mismo esquema competitivo, con triunfo en Boston en primavera, 2h25:21 y una resonante victoria en el campeonato del mundo de Roma, donde obtuvo el oro con 2h25:17, con más de siete minutos de ventaja sobre la segunda clasificada, la kazaja, entonces soviética, Zoya Ivanova (1952).
Rosa Mota había ganado dos Europeos y un Mundial. Ansiaba la triple corona con el oro olímpico. Y el oro llegó en los Juegos de Seúl de 1988. Anteriormente esa temporada había ganado el maratón de Boston, 2h24:30, si bien no era la mejor marca del año. La australiana Lisa Martin (1960) había realizado en Osaka 2h23:51. Las dos estaban, junto a la alemana Katrin Dörre (1961) en cabeza a falta de 5 kilómetros para la conclusión del maratón olímpico. En ese momento Mota cambió de ritmo y ninguna de sus rivales pudo seguirla. Cruzó la meta, y consiguió la triple corona, con 2h25:40, 13 segundos menos que Martin y 41 menos que Dörre.
En 1989 comenzaron a aparecer problemas físicos, que hasta entonces Mota había esquivado. En 1980 había tenido problemas respiratorios. La habían diagnosticado de asma de esfuerzo, pero adecuadamente tratada por Pedrosa, pudo seguir compitiendo y progresando. En ese año posolímpico comenzó con alteraciones del nervio ciático. Abandonó en el maratón de Osaka y fue segunda en Los Ángeles, con 2h35:27, su tiempo más lento desde su victoria en el Europeo de 1982. En 1989 consiguió recuperarse. Ganó en Osaka, 2h27:47, Boston 2h25:24, y consiguió su tercer oro europeo, 2h31:27, tan solo 5 segundos menos que la rusa, entonces soviética, Valentina Yegorova (1964).
En 1990 Rosa Mota, ya con 32 años, ganaba su último gran campeonato. En 1991 aún pudo ganarla Copa del Mundo, que entonces se celebraba independiente del Mundial, en Londres, con 2:26:14, pero poco después los problemas físicos ya no la abandonaron. No terminó en el Mundial de 1991 ni en el maratón de Londres de 1992. Su objetivo de participar en sus terceros Juegos Olímpicos no pudo materializarse. Ya no volvió a tomar parte en un maratón. Sus intentos por recuperarse fueron infructuosos.
Poco después, en 1995, resultó elegida para el Parlamento de Portugal. La retirada de Mota no dejó huérfano al fondo femenino portugués. Un buen grupo de corredoras siguió obteniendo buenos resultados en los grandes campeonatos. Así, Aurora Cunha (1959) fue capaz de correr la distancia en 2h28:11. Albertina Dias (1965) fue campeona mundial de campo a través en 1993. Manuela Machado (1963) fue campeona del mundo de maratón en 1995 y de Europa en 1994 y 1998. Fernanda Ribeiro (1969) fue campeona olímpica de 10 000 m en 1996, mundial en 1995 y europea en 1994, además de campeona del mundo de campo a través en 1996.
Como cuenta Emilio Navaza (1948) en su blog Vida atlética de Galicia y en su libro Más allá de la meta, Rosa Mota dejó un gran recuerdo en Santiago de Compostela. En 1980, siendo una desconocida, había sido tercera en la Carrera Popular de la ciudad. En 1981 ganó en la categoría femenina y repitió el triunfo en 1982, siendo ya campeona de Europa. Volvió en 1987, como campeona del mundo, y no tuvo rival. Mota también fue la vencedora de la San Silvestre de São Paulo de 1981 a 1986. Ningún atleta, hombre o mujer, aparte de Rosa Mota, ha ganado tres Europeos en maratón ni la triple corona. Con razón en su país es un auténtico mito.
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