Los Ángeles 1984, los Juegos de Carl Lewis

El 8 de mayo de 1984, la Unión Soviética anunció que no acudiría a los Juegos Olímpicos que tendrían lugar ese verano en Los Ángeles. Oficialmente, la razón fue la seguridad de los deportistas de ese país. La opinión pública pensaba, no obstante, que el verdadero motivo era la respuesta, diferida, al boicot de 65 países, dirigido por Estados Unidos, cuatro años antes a los Juegos de Moscú. En total 18 países renunciaron a participar en los Juegos de 1984, la mayoría de la órbita soviética, además de la propia URSS, Bulgaria, Alemania del Este, Mongolia, Vietnam, Laos, Checoslovaquia, Afganistán, Hungría, Polonia, Yemen del Sur, Cuba, Etiopía, Corea del Norte y Angola. Otros tres no acudieron por otros motivos, Libia, Irán y Albania. Hubo tres países comunistas que no secundaron la llamada soviética, Rumanía, China y Yugoslavia. Pese al boicot, hubo 140 países participantes en Los Ángeles, el mayor número hasta entonces.

En atletismo, la ausencia de los países del Este, se dejó sentir sobre todo en la categoría femenina y en los lanzamientos masculinos. Un dato importante para poner en valor el atletismo de estos países son los resultados de los Campeonatos del mundo de 1983, donde los países ausentes en los Juegos obtuvieron en categoría masculina 28 medallas, 9 de oro, y 34 en categoría femenina, 12 de oro. Pese a tan importantes ausencias, los Juegos de los Ángeles resultaron un éxito tanto organizativo como deportivo. Hubo dos plusmarcas mundiales, en el relevo 4 x 100 m masculino y en el decatlón, esta igualada, y otras catorce olímpicas, ocho en carreras masculinas y seis en pruebas femeninas. Para la historia han quedado los cuatro oros del estadounidense Carl Lewis (1961), igualando el logro de su compatriota Jesse Owens (1913-1980) en 1936, la irrupción del joven brasileño Joaquim Cruz (1963) en los 800 m, la resurrección del británico Sebastian Coe (1956) en los 1500 m, la consolidación del marroquí Said Aouita (1959) en los 5000 m, el segundo oro del entonces invencible estadounidense Edwin Moses (1955) en 400 m vallas, el duelo en decatlón entre el británico Daley Thompson (1958) y el alemán Jürgen Hingsen (1958), la victoria de la veterana rumana Maricica Puică (1950) en los 3000 m, tras la caída de la gran favorita la local Mary Decker (1958) o el sorprendente doblete con excelentes registros de la estadounidense Valery Brisco-Hooks (1960) en 200 y 400 m.

Las pruebas de atletismo tuvieron lugar entre los días 3 y 12 de agosto en el Memorial Coliseum de Los Ángeles, construido en 1923 y que previamente había albergado los Juegos Olímpicos de 1932. En 1984 tenía un aforo de 93 607 espectadores. El dominador absoluto del atletismo fue Estados Unidos con 40 medallas, 16 de oro, muy por delante de Alemania, 11 metales, 4 oros.

La gran estrella del atletismo en los Juegos de los Ángeles fue Carl Lewis. Lewis preparó la competición para igualar los cuatro oros olímpicos de Jesse Owens en Berlín en 1936, en las pruebas de 100, 200 m, salto de longitud y relevo 4 x 100 m. En el hectómetro tenía, con 9.97 del año anterior, el mejor registro al nivel del mar, tan solo superado por sus compatriotas Calvin Smith (1961), 9.93 el año anterior, y por el campeón olímpico de 1968 Jim Hines (1946), 9.95, tiempos ambos conseguidos a más de 2000 m de altitud. En el Mundial del año anterior, Lewis se había impuesto con mucha facilidad a Calvin Smith, que solo se había podido clasificar para los Juegos en el relevo. En los 200 m, Lewis se había prodigado menos, pero contaba con el segundo mejor tiempo de siempre, el mejor al nivel del mar, 19.75 y parándose, a 0.03 de la plusmarca mundial del italiano Pietro Mennea (1952-2013). En el salto de longitud, la superioridad de Lewis era aun mayor, con nada menos que seis saltos por encima de 8.70 m, dos de 8.79 m, uno en pista cubierta ese mismo 1984, uno de 8.76 m y otros tres de 8.71 m.. El estadounidense hizo buenos los pronósticos y se hizo con los cuatro oros, mostrando una gran superioridad. Ganó los 100 m con 9.99, 0.20 menos que su compatriota Sam Graddy (1964), en los 200 m superó, con 19.80, la plusmarca olímpica, con una ventaja de 0.16 sobre otro estadounidense, Kirk Baptiste (1962-2022). En el salto de longitud, pese a realizar solo dos saltos, se impuso con 8.54 m, 0.30 más que el australiano Gary Honey (1959) y el italiano Giovanni Evangelisti (1961). En el relevo 4 x 100 m, el equipo estadounidense con Sam Graddy, Ron Brown (1961), Calvin Smith y el propio Carl Lewis no dio opción y se hizo con la victoria con plusmarca mundial de 37.83, 0.89 menos que Jamaica. El último parcial, de Lewis, fue de 8.94.

En los 400 m se esperaba la victoria del estadounidense Antonio McKay (1964), ganador de las pruebas de selección olímpica con 44.71. Pero según fue transcurriendo el camino a la final, las cosas no parecían tan claras. McKay fue el mejor en los cuartos de final con 44.72, mientras su compatriota Alonzo Babers (1961) hacía marca personal de 44.75. En la segunda semifinal, McKay se vio sorprendido por el atleta de Costa de Marfil Gabriel Tiacoh (1963-1992), que ganó con 44.64, mientras McKay con 44.92 era tercero. Mención especial se merece la actuación del jamaicano Bert Cameron (1959), el campeón del mundo el año anterior. Con 150 m de carrera sufrió una lesión muscular que lo obligó a pararse, dudó pero decidió continuar con sus rivales a 10 m. Parecía imposible la remontada, pero sorprendentemente consiguió llegar cuarto, con 45.10 y clasificarse, si bien no pudo disputar la final, donde saltó la sorpresa con la victoria de Alonzo Babers. Babers corrió en unos excelentes 44.27, a 0.01 de la mejor marca al nivel del mar del cubano Alberto Juantorena (1950). Junto con Sunder Nix (1961) y Ray Armstead (1960), Babers y McKay formaron parte del equipo de Estados Unidos que ganó el relevo 4 x 400 m, con 2:57.91, segundo mejor tiempo de siempre en aquel momento y mejor marca al nivel del mar, con cuatro equipos por debajo de 3:00.00. Babers corrió la tercera posta en unos magníficos 43.75. Ingeniero aeronáutico militar de profesión, Babers dejó ese mismo año el atletismo para unirse a la fuerza aérea.

Tras dos años con problemas físicos graves, el plusmarquista mundial de los 800 m, 1:41.73, y campeón mundial de 1500 m, el británico Sebastian Coe, volvía a unos Juegos Olímpicos. Su estado de forma era una incógnita, aunque parecía recuperado. En los 800 m se mostró no demasiado lejos de su mejor versión. No obstante, no pudo hacer nada ante el fenómeno brasileño Joaquim Cruz. Cruz realizó una competición impecable con victorias en cada una de las rondas, cada vez con un tiempo más rápido 1:45.66, 1:44.84, 1:43.82 y finalmente plusmarca olímpica de 1:43.00 en la final. Coe lo intentó pero el poderío del brasileño resultó inabordable. Fue plata con 1:43.64. El anterior campeón olímpico, el también británico Steve Ovett (1955) terminó el último con problemas respiratorios. La buena actuación de Coe en las dos vueltas probablemente le dio una motivación extra para la prueba de 1500 m, donde su mayor rival era otro atleta de las Islas, el campeón de Europa y del mundo Steve Cram (1960). En una rápida final, rota por el plusmarquista español José Manuel Abascal (1958), la victoria de Coe fue incontestable, 3:32.53, nueva plusmarca olímpica. Sigue siendo el único atleta con dos oros olímpicos en esta prueba.

Los 5000 m fueron para la emergente estrella marroquí Said Aouita. Aouita era poseedor de las mejores marcas del año tanto en 1500 m, 3:31.54, como en 5000 m, 13:04.78. Optó por la prueba más larga, en la que obtuvo una gran victoria con 13:05.59, nueva plusmarca olímpica. En los 10 000 m se esperaba que el portugués Fernando Mamede (1951),que poco antes había hecho plusmarca mundial con 27:13.81, dejase atrás sus problemas en la alta competición, y confirmase en Los Ángeles su superioridad cronométrica. Pero, una vez más, esto no sucedió. Tras vencer cómodamente en su semifinal, abandonó en la mitad de la final, que se había pasado en 14:18.84. El ritmo en la segunda parte de la carrera cambió completamente con el acelerón del finlandés Martti Vainio (1950), que solo pudo resistir el italiano campeón de Europa y del mundo Alberto Cova (1958). Cova hizo valer su gran final y venció con 27:47.54, 3.56 menos que el finlandés. Este acabaría descalificado al descubrirse restos de anabolizantes en su orina. El portugués que no falló fue Carlos Lopes (1947). Subcampeón olímpico de 10 000 m en 1976 y campeón mundial de campo a través ese mismo 1976 y en 1984, ganó brillantemente el oro en maratón con plusmarca olímpica de 2h09:21. Aunque hoy es habitual, entonces llamó mucho la atención que un atleta de 37 años se pudiese mantener en lo más alto.

En las vallas altas el estadounidense Roger Kingdom (1962), que había sido tercero en las pruebas de selección, derrotó a su compatriota campeón del mundo Greg Foster (1958). En las vallas intermedias Edwin Moses obtuvo su segunda victoria olímpica, tras la de 1976. El boicot estadounidense a los Juegos de 1980 lo privó de otro oro seguro. Segundo fue el joven de 18 años Danny Harris (1965), que superó al campeón de Europa, el alemán Harald Schmid (1957). En una trepidante final de obstáculos, el acelerón final del keniano Julius Korir (1961) le permitió con 8:11.80 imponerse en la final.

Las pruebas de marcha fueron una fiesta mexicana con las victorias de Ernesto Canto (1959-2020) en los 20 Km, 1h23:13, y de Raúl González (1952) en los 50 Km, 3h47:26, tras haber sido segundo en la distancia más corta. Los tiempos en ambos casos fueron plusmarcas olímpicas.

En las carreras es probable que sin el boicot apenas hubiese habido modificaciones, no ya en los oros, sino en el podio. Tal vez la mejor opción entre los ausentes fuese la del obstaculista polaco Bogusław Mamiński (1955), subcampeón del mundo, que terminó esa temporada con segunda mejor marca del año, 8:09.18. En los concursos, los resultados, salvo en la longitud, probablemente habrían sido diferentes, si bien tan solo los entonces recientes plusmarquistas mundiales el ucraniano, entonces soviético, Sergei Bubka (1963), 5.90 m en salto con pértiga, el alemán del Este Uwe Hohn (1962), 104.80 m en el lanzamiento de jabalina (modelo antiguo) y el ruso, entonces soviético, Yuriy Sedykh (1955-2021), 86.34 m en el lanzamiento de martillo, parecían claramente superiores a los que finalmente fueron oro olímpico. En este último caso habría que añadir al resto de los lanzadores de martillo de élite soviéticos.

En el salto de altura tuvo lugar un gran duelo entre el plusmarquista mundial, 2.39 m, el chino Zhu Jianhua (1963), el alemán Dietmar Mögenburg (1961) y el sueco Patrick Sjöberg (1965), resuelto a favor del segundo con 2.35 m. En el salto con pértiga, ausente Bubka, se produjo un duelo francoestadounidense, resuelto a favor del francés Jean Pierre Quinon (1962-2011), con 5.75 m. En la final de triple salto hubo sorpresa. Sin rivales soviéticos, el gran favorito era el estadounidense Mike Conley (1962) , vencedor en las pruebas de selección con 17.50 m. Un primer salto de 17.36 m, a 0.03 m de la plusmarca olímpica, parecía dejar sin opciones a sus rivales. Sin embargo, el día de la final solo pudo llegar a 17.18 m, y se vio superado por su compatriota Al Joyner (1960), con 17.26 m, su mejor marca de entonces. En el lanzamiento de peso el italiano Alessandro Andrei (1959) derrotaba con 21.26 m a los estadounidenses Michael Carter (1960) y David Laut (1956-2009), sobre el papel superiores al italiano. Lo mismo sucedió en el lanzamiento de disco, donde el alemán Rolf Danneberg (1953) se imponía a los estadounidenses Mark Wilkins (1950) y John Powell (1947-2022), ambos acreditados por encima de 70 metros. En el lanzamiento de martillo, sin la escuela soviética, el oro fue para el finlandés Juha Tiainen (1955-2003), con 78.08 m. Otro finlandés, Arto Härkönen (1959), se llevó la victoria en el lanzamiento de jabalina, con 86.76 m.

En el decatlón, como había sucedido en el Europeo de 1982 y en el Mundial de 1983, tuvo lugar un gran duelo entre Daley Thompson y Jürgen Hingsen, que en aquel momento tenía la plusmarca mundial. Thompson volvió a derrotar a su rival, consiguiendo su segundo oro olímpico e igualando la mejor puntuación del alemán.

En la categoría femenina, respecto al programa de 1980 se añadieron tres pruebas, que ya se habían incluido en el Europeo de 1982 y en el Mundial de 1983, los 3000 m, el maratón y los 400 m vallas. En aquel momento, el atletismo femenino estaba dominado por los países del Este, la mayoría ausentes en Los Ángeles. Años después de confirmó lo que ya entonces se sospechaba, que había un programa estatal de uso de sustancias prohibidas. Como se vio cuatro años después, con la final olímpica de los Juegos de Seúl, el uso de esas sustancias no se limitaba, desgraciadamente, a un territorio geográfico. En cualquier caso, más de una atleta campeona olímpica en Los Ángeles es probable que no hubiese estado en el podio de haber tomado parte todos los países.

Sin la oposición de las alemanas del Este Marlies Göhr (1958) y Marita Koch (1957), la estadounidense Evelyn Ashford (1957) obtuvo una victoria relativamente cómoda en 100 m on 10.97, plusmarca olímpica. El año anterior su duelo con las alemanas en la final del Mundial se había frustrado por una lesión muscular de la estadounidense durante la carrera. Ashford era la plusmarquista mundial del hectómetro con 10.79, pero conseguida en altitud, mientras Göhr acreditaba 10.81. Las dudas quedaron disipadas en Zúrich poco después de la final olímpica. Ashford realizaba con 10.76 una nueva plusmarca mundial, con una ventaja de 0.08 sobre la alemana. Lo que entonces no sabía la estadounidense es que había corrido embarazada de su hija Raina Ashley Washington. Ashford ganó otro oro con el equipo de los Estados Unidos en el relevo 4 x 100 m, con 41.65.

En los 200 y los 400 m sorprendió el doblete de la estadounidense Valerie Brisco-Hooks (1960), con sendas plusmarcas olímpicas. Hasta ese año de 1984 su rendimiento no hacía esperar su actuación en Los Ángeles. Su mejor previa a ese año en los 200 m era 23.10. Esa temporada decidió entrenarse también para 400 m. En las pruebas de selección ganó los 200 m con 22.16 y fue segunda, tras Chandra Cheeseborough (1959), con 49.79, mientras la ganadora hacía 49.28, plusmarca de Estados Unidos. En los Juegos se mostró muy superior con victorias en 21.81 en 200 m, a 0.10 de la plusmarca mundial de la alemana Marita Koch, y 48.83 en los 400 m, a 0.84 de la plusmarca mundial de la entonces checoslovaca Jarmila Kratochvilová (1951). Este tiempo la convertía en la cuarta mejor atleta de siempre en aquel momento. En el relevo 4 x 400 m Brisco consiguió su tercer oro, con un tiempo del equipo estadounidense de 3:18.29, nueva plusmarca olímpica. Cheeseborough también se hacía con su tercera medalla, tras su plata en 400 m y su oro en el relevo 4 x 100 m. Sin embargo, Brisco no volvió a tener un momento deportivo como en Los Ángeles. Ya en las reuniones posolímpicas resultó ampliamente derrotada por las alemanas del Este. No sabremos si Brisco habría podido plantarles cara en los Juegos. La subcampeona olímpica de 200 m, la también estadounidense Florence Griffith (1959-1998), sorprendería al mundo atlético cuatro años más tarde con unos registros estratosféricos.

La rumana Doina Melinte (1956) se impuso en los 800 m, con 1:57.60, 1.03 menos que la segunda clasificada, la estadounidense Kim Gallagher (1964-2002). Melinte, acreditada en 1:55.05 (1982), llegó a Los Ángeles con una mejor marca del año de 1:56.53, que acabó siendo la cuarta de esa temporada, superada por tres soviéticas. Fue además segunda en los 1500 m, batida por la italiana Gabriella Dorio (1957), acreditada en 3:58.65 (1982). Dorio había sido sexta en la final olímpica de 1976 y cuarta en la de 1980. En la final de 800 m de Los Ángeles también ocupó la cuarta posición. Ese 1984 no bajó de cuatro minutos, sin embargo, derrotó a dos atletas que sí lo habían hecho, la mencionada Doina Melinte y otra rumana, Maricica Puică (1950), que al día siguiente ganó un polémico 3000. Seis soviéticas correrían ese año en menos de cuatro minutos.

Maricica Puică se hizo con un inesperado, al menos para la prensa, oro olímpico en 3000 m. En esta distancia, olímpica por primera vez, participaba una de las atletas más mediáticas del momento, la estadounidense Mary Decker (1958). Doble campeona mundial de 1500 y 3000 m, había renunciado a la distancia más corta, donde había resultado derrotada en las pruebas de selección por Ruth Wysocki (1957). Decker acreditaba 8:29.71 (1982). A priori su gran rival parecía la joven surafricana, nacionalizada británcia, Zola Budd (1966), con una mejor marca personal, de ese año, de 8:37.5. A los 1700 m de carrera, con Budd en la cabeza, pero sin proteger la cuerda, Decker intentó adelantarla por dentro, pero tropezó y se cayó en la hierba. No pudo continuar. El público comenzó a abuchear a Budd, que realizó la última vuelta en 1:17 y acabó séptima, mientras Puica se iba rauda a la meta, hasta conseguir un gran triunfo en 8:35.96.

Otra distancia que se disputó en Los Ángeles por primera vez en unos Juegos fue el maratón, con una gran victoria de la estadounidense Joan Benoit (1957), con 2h24:52, por delante de la noruega Grete Waitz (1953-2011) y de la portuguesa Rosa Mota (1957). Pero tal vez la imagen de los Juegos fueron los últimos metros de la suiza Gaby Andersen (1945), que entró tambaleándose en el estadio, aquejada de un golpe de calor. Consiguió terminar en el puesto 37º, con 2h48:42

En los 100 m vallas, la ganadora, con 12.84, la estadounidense Benita Fitzgerald (1961) se vio superada en la lista mundial del año por diez atletas que no acudieron a los Juegos. En los primeros 400 m vallas olímpicos femeninos, tuvo lugar un hecho histórico, el primer oro de una mujer de un país musulmán, la marroquí Nawal El Moutawakel (1962) con 54.61. En la lista mundial del año la precedieron cinco soviéticas. El Moutawakel, que había estudiado en Estados Unidos, se convirtió en una celebridad en su país, donde acabó siendo Ministra de Deportes en 2007.

El salto de altura, ausente la campeona del mundo, la rusa, entonces soviética, Tamara Bykova (1958), mostró un gran duelo entre dos campeonas olímpicas, la alemana Ulrike Meyfarth (1956), oro en 1972, y la italiana Sara Simeoni (1953), resuelto a favor de la primera por dos centímetros, en 2.02 m, nueva plusmarca olímpica. La rumana Anişoara Cuşmir (1962) ganó en el salto de longitud. Acreditada en 7.27 m ese año, tan solo resultó superada en la lista mundial por la alemana Heike Daute (1961), posteriormente Dreschler, y la eslovaca, entonces soviética, Galina Christyakova (1962), con 7,29 m. Tanto en el lanzamiento de peso como en el de disco, las ganadoras, la alemana Claudia Losch (1960) y la neerlandesa Ria Stalman (1951) habrían tenido muy complicada su presencia en el podio con las mejores en liza. En el lanzamiento de jabalina, ausente la alemana del Este Petra Felke (1959), mejor marquista del año, el oro parecía entre la finlandesa campeona del mundo Tiina Lillak (1961) y la británica Fatima Whitbread (1961), ambas acreditadas en más de 70 metros. Sin embargo, otra británica, Tessa Sanderson (1956) dio la sorpresa y obtuvo la victoria con 69.56 m, su mejor marca y plusmarca olímpica. En el heptatlón tampoco estuvieron las mejores. Se impuso la australiana Glynis Nunn (1960) a una entonces poco conocida atleta estadounidense llamada Jackie Joyner (1962), que daría mucho que hablar en los años siguientes.

Los boicots a los Juegos de 1980 y de 1984 hicieron temer lo peor para el Movimiento Olímpico. Afortunadamente en final de la Guerra Fría y los buenos oficios del presidente del Comité Olímpico Internacional Juan Antonio Samaranch (1920-2010) hicieron que las ausencias masivas de los Juegos se terminasen y que el Movimiento Olímpico continuase creciendo.

Anuncio publicitario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s