Vida atlética de Galicia, el blog de Emilio Navaza

Esta es la entrada 170 de este blog, que comencé en julio de 2016. Pese a ser yo mismo de Santiago de Compostela, tan solo he dedicado tres entradas a atletas gallegos, la de Adrián Ben, tras su magnífico sexto puesto en los 800 m del Mundial al aire libre de 2019, y dos con un marcado toque personal, el de la excelente cosecha de fondistas gallegos de 1967 y el del 70 cumpleaños de mi entrenador, y gran amigo, Mariano García Verdugo. La razón de esta ausencia de atletas gallegos en mi blog es que toda la información sobre el tema está en Vida atlética de Galicia. Este es el título del blog que escribe el periodista Emilio Navaza, dedicado íntegramente a atletas de aquí o a acontecimientos atléticos sucedidos en Galicia. Desde enero de 2014, Emilio ha escrito 157 entradas. Su ritmo de publicación es actualmente de dos al mes. Pese a mi insistencia, no está en Twitter, por lo que a veces se nos escapan las novedades. El blog contiene un enorme caudal de información sobre el atletismo gallego desde sus orígenes.

Emilio Navaza González nació en Pontevedra el 10 de junio de 1948. Hijo de militar, vivió dos años y medio en Ibiza, cuando tenía 10. Al volver de Baleares, a los 13, se afincó en Santiago. Practicó atletismo en la sección que tenía en los años 60 la Sociedad Deportiva Compostela. Se entrenaba en el Estadio de la Residencia, que entonces era poco más que un camino de tierra. En 1966 se construyó un campo de fútbol y una pista de ceniza de 333.33 m. Ese año fue el lugar de entrenamiento de la selección española de fútbol antes del Mundial de Inglaterra. Las pistas sintéticas no llegarían hasta 1982. Tras diplomarse en Magisterio, la vida profesional de Emilio se inició en los 70 como profesor en un colegio de Santiago. Posteriormente tuvo una academia. A mediados de la década se unió a la sección de deportes de El Correo Gallego, el periódico local. Su dedicación principal fue al baloncesto, al ciclismo y al atletismo. En 1978, con motivo del centenario del periódico, Emilio fue el alma mater de la Carrera Pedestre Popular de Santiago, lo que permitió que ese año se celebrase su primera edición. En los años 80 y 90 era habitual verlo en el estadio de La Residencia, ya con pistas sintéticas, en campeonatos regionales, trofeos, ligas de clubes… Siempre tenía algún hueco en la sección de deportes, de la que llegaría a ser jefe, para el atletismo. Fue en aquella época cuando me abrió las puertas del periódico, con el que colaboré esporádicamente. Difícil imaginar entonces que en el futuro habría blogs. Posteriormente y hasta su jubilación, se ocupó de los deportes en Radio Obradoiro, la emisora de El Correo Gallego. Emilio ha publicado dos libros: Gallegos en la gloria olímpica (1992) y Voluntad de hierro. Los 19 gallegos del 92, año olímpico (1996). En 2002 recibió de Insignia de Oro de la Federación Gallega de Atletismo y en 2008 ganó en la modalidad de radio el Premio de Periodismo Deportivo de Galicia.

En enero de 2014, poco después de su jubilación, comenzó con el blog Vida atlética de Galicia. Lo ha dividido en Hechos y Personajes. En el primer apartado trata diferentes temas, desde la fundación del primer club gallego de atletismo, el Comesaña Sporting Club en 1915, hasta los inicios de la Carrera Pedestre de Santiago, pasando por el Mundial Militar celebrado en Riazor, o el encuentro internacional en que Galicia sustituyó a última hora a la selección de Polonia y se enfrentó a España, Portugal y Finlandia en Santiago. En el apartado Personajes, Emilio ha reunido la biografía de 95 atletas, entrenadores o directivos. Cada una de las biografías resulta muy detallada y muy documentada, en muchos casos con testimonios de los protagonistas. Estos son los 95 personajes por orden alfabético:

Miguel Abalo

María Abel

José Carlos Adán

Alessandra Aguilar

Manuel Augusto Alonso

María José Álvarez

Javier Álvarez Salgado

Eva Arias

Pedro Arteaga

Natacha Astray

Juan José Azpeitia

Ángeles Barreiro

Tomás Barris

Fernando Bremón

Ángel Calle

Mariano Carsi

Pepe Casal

Francisco Castrillo

Julio Castro

José Castro Ruibal

Rosa Costas

Andrés Díaz

José Antonio Díaz Núñez

Francisco Domínguez Sobral

Jorge Doncel

Estanislao Durán

Conrado Durántez

Estela Estévez

Benjamín Fernández

María José Fernández

Raimundo Fernández

Santiago Fraga

Loly García

Rafael García

Manuel García Gendra

Luisa María García Pena

Mariano García-Verdugo

Manuel Carlos Gayoso

Alejandro Gómez

David Gómez

Joaquín González

Virgilio González Barbeitos

César González Fares

José Luis González González

José María Guillén

Jesús Hermida

Isidoro Hornillos

Juan Lorenzo

Ramón Magariños

Ángeles Mandado

Celso Mariño

José Luis Martínez

Lorenzo Martínez

Luis Martínez

María José Martínez Patiño

Alejandro Miguel

Marta Míguez

Luís Miró

Ángeles Moinelo

Alfonso Ortega

José Otero

Fátima Paz

Dolores Pedrares

Esther Pedrosa

Carlos Pérez

José Ángel Pérez Villar

Julio Pita

Alfonso Posada

Antonio Prunell

Rogelio Rivas

Moncho Rodríguez

Rocío Rodríguez

Roberto Rodríguez Ozores

José Manuel Rodríguez Palelas

José Rodríguez Quinteiro

Saturnino Rodríguez Risco

José Ruiz López

Josefina Salgado

Antonio Sánchez

María Jesús Sanguos

Julián Sotelo

Nela Souto

Francisco Suárez Canal

César Suárez de Centi

Manuel Suárez Molezún

Fernando Tallón

Dolores Tasende

Ramón Tasende

José Teixeira

Eduardo Toba

José Luis Torrado

Carlos de la Torre

Elisardo de la Torre

Teresa Torres

Julia Vaquero

Sergio Vázquez

Jorge Zapata

Emilo adopta como gallego a Tomás Barris por su especial vinculación con Galicia, según testimonio del propio protagonista. Cuenta también con una sección de Fotografías con memoria, en la que en una sola entrada muestra imágenes curiosas e interesantes, como la de un joven Pepe Casal (1950) con Fernando González Laxe (1952), que llegaría a ser el segundo Presidente de la Autonomía Gallega.

En definitiva, una excelente iniciativa, un blog indispensable para consulta sobre casi cualquier cuestión de la historia del atletismo gallego. Muchas gracias a Emilio por su trabajo en este blog absolutamente recomendable.

Agradecimientos

Agradezco a Raquel Navaza que me haya aportado algunos datos sobre la biografía de su padre.

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¿Por qué hacemos atletismo?

Ya es un mundo perdido, pero aún disfruto yendo a correr a la pista de mi barrio e imaginándome cuando me falta media vuelta para terminar que estoy volviendo a correr los últimos 200 metros de la mejor época de mi vida.

Esta frase es de Tom Courtney (1933), campeón olímpico de 800 m y relevo 4 x 400 m en los Juegos de Melbourne en 1956. La pronunció en 1976, hace más de 42 años. y resume perfectamente la relación vital entre el atletismo y el atleta. Es lo que hace que quien esto escribe siga soñando con atletismo 25 años después.

Cuando alguien ajeno a este deporte te pregunta qué te motiva a hacer atletismo, no es fácil encontrar las palabras para expresar lo que sentimos. ¿Cómo se puede explicar el esfuerzo de noches de invierno en un parque embarrado? ¿O los días de verano, sin vacaciones, cuando el calor no cede ni aunque se ponga el sol? ¿Cómo se pueden explicar el dolor, la agonía, el esfuerzo diario incondicional?

No hay una sola respuesta. Probablemente dependa de las vivencias de cada uno. Atribuirlo solamente a la secreción de endorfinas se queda demasiado corto. Quizá una motivación muy importante es el descubrimiento de que el esfuerzo te hace mejor. Quien es capaz de tener constancia y disciplina en los programas de entrenamiento y en el esfuerzo acaba consiguiendo metas que consideraba impensables. Es difícil explicar la sensación de bienestar que produce poder correr cada vez más rápido si no se ha vivido. Una de las ventajas del atletismo es que el rival es uno mismo. Es al yo de años anteriores al que hay que superar. Cada uno tiene su límite, que puede ser, refiriéndose, por ejemplo, al 1500, 4:00, 3:50, 3:40 o 3:30. El objetivo tiene que ser superar este límite. Solamente en el último caso equivale a adquirir un pasaporte olímpico. Pero el atletismo es mucho más que eso. También lo es superar cualquiera de los otros límites y la satisfacción es más proporcional a las expectativas que al tiempo conseguido.

Como en cualquier otro deporte quien lo practica suele adquirir una serie de hábitos saludables y una serie de valores como la disciplina, el sacrificio, la resistencia al dolor la perseverancia o la consecución de objetivos a largo plazo, que pueden ser muy útiles cuando se aplican a otros campos. Además, en el atletismo el metro y el segundo son jueces implacables que no necesitan ojeadores.

No todo es positivo. También hay una cara negativa en forma de lesiones, expectativas frustradas, obsesiones, resentimiento o drogas. Es necesario prepararse para evitar en lo posible esta parte menos agradable. Un punto muy importante es asumir que no todos los cuerpos pueden soportar las cargas necesarias para llegar alto y que hay que adaptar el entrenamiento a las capacidades de cada uno. Es complicado ganar por talento en edades jóvenes y no poder transformar ese talento en un rendimiento de alto nivel, pero no todos reúnen talento, capacidad y mentalidad. Sin embargo, el atletismo de élite solo es una pequeña parte del atletismo. Como se dijo anteriormente, la meta debe ser superarse a uno mismo. Hay quien dice que esa es la mayor conquista.

España y el Mundial de Londres

Finalmente ha sucedido lo inédito. Por primera vez en la historia España se va de un Mundial de atletismo al aire libre sin ninguna medalla. Londres ha sido implacable con el atletismo español. Sin embargo, las opciones de medalla eran bastante lejanas. Se hablaba de Orlando Ortega (1991) Ruth Beitia (1979) y Miguel Ángel López (1988), plata y oro olímpicos respectivamente los dos primeros, campeón del mundo el segundo. Pero se decía sin mucha convicción, pues se sabía que ninguno de ellos estaba en su mejor momento. El presidente de la RFEA (Real Federación Española de Atletismo) habló de algunos finalistas y de que los atletas darían lo mejor de sí. Tras finalizar la competición ha reconocido que sin medallas no se puede hablar de buena actuación. Si se analiza la situación de los últimos años de nuestro atletismo, los 5 finalistas obtenidos dan la medida real de la situación actual de nuestro atletismo.

El rendimiento de España en Londres ha sido parecido, incluso superior en algún caso, al de los tres mundiales anteriores. Nuestro atletismo lleva tiempo dando muestras de desgaste. En 2011 hubo 2 finalistas (1 medalla), en 2013, 5 finalistas (2 medallas) y en 2015, 2 finalistas (1 medalla). En Londres ha faltado una medalla para maquillar la realidad, que es lo que se venía haciendo en los últimos años. Este es el macroanálisis, pero si entramos en el microanálisis de cada atleta nos damos cuenta de que un buen número de ellos ha rendido magníficamente. Se ha criticado mucho el número de participantes, 55. Pero ello, por sí mismo, ya es un dato positivo. Indica que hay una buena clase media, capaz de superar los requisitos para entrar en un Mundial. No hay que olvidar que lo excepcional sale de lo bueno. Si queremos primeras figuras tendremos que tener una clase media numerosa. Por otro lado también se critica a los que caen a las primeras de cambio, con bajo rendimiento, pero eso ha sucedido en todos los campeonatos a los que ha acudido España. Cuando hay medallas, simplemente pasa a un segundo plano y nadie habla de ello. Hay múltiples causas: falta de experiencia, agotamiento en busca de la mínima, lesiones de última hora, miedo escénico… En cada caso deberían analizarse las causas y tratar de ponerles remedio, evitando sobreproteger al atleta encerrándolo en una burbuja de cristal.

Entrando ya en las actuaciones individuales, las presuntas opciones de medalla, efectivamente, no estaban en su mejor momento. Ortega entró por tiempos en la final, si bien con el 4º mejor registro. Se pensaba que podría estar cerca del bronce, pero finalmente fue 7º, correcto rendimiento dada su difícil temporada. Beitia acudía, tras un reciente parón, con una mejor marca de 1,94 m. Pudo entrar en la final, pero no accedió a un puesto entre las 8 primeras. La IAAF aprovechó un emotivo gesto suyo de consuelo con la italiana Alessia Trost (1993) para concederle un premio a los valores deportivos, sin duda a modo de reconocimiento de la impecable trayectoria de esta dama del atletismo. Y en cuanto a Miguel Ángel López, lleva dos temporadas complicadas. Aun así, consiguió su mejor marca del año, 1h19:57, y se quedó a dos escalones de ser finalista.

La marcha merece un punto y aparte y un detenido análisis. Los números, muchas veces fríos, indican que hubo 10 participantes, 4 en 20 Km masculinos (había un representante más por el oro de López hace 2 años) y 3 en 20 Km femeninos y 50 masculinos, y un solo puesto de finalista. Para una especialidad que ha dado tantas medallas al atletismo español parece muy poco, pero si se mira el rendimiento de cada atleta, la perspectiva cambia. Álvaro Martín (1994) fue 8º en 20 Km marcha con 1h19:41, a 5 segundos de su mejor marca, Alberto Amezcua (1992) ocupó la 9º posición con 1h19:46, su mejor marca personal, y Diego García (1996) también mejoró su marca personal, 1h:20:34 y fue 13º. En categoría femenina Laura García Caro (1995) y María Pérez (1996) fueron 9ª y 10ª con sus mejores prestaciones de siempre, 1h29:29 y 1h29:37 respectivamente. Finalmente en la carrera masculina de 50 Km marcha, el veterano José Ignacio Díaz (1979), mejoró con 3h48:08 su plusmarca personal por 3 minutos y fue el 17º. La conclusión es que España llevó, con la excepción de Díaz y López, un equipo muy joven que dio lo mejor de sí y que mostró que el futuro les pertenece.

Y si la marcha está en proceso de transformación y va por el buen camino, del 1500, otra de las tradicionales alegrías del atletismo español, se puede decir que España ha vuelto, de la mano de Adel Mechaal (1990). Este catalán de adopción se ha trasladado esta temporada a Madrid para entrenar con Antonio Serrano (1965). Esto, junto con su exoneración por parte del TAS (Tribunal de Arbitraje Deportivo), le han permitido mejorar notablemente su rendimiento. Con una mejor marca de 3:34,70, que probablemente superará en breve, en una extraña carrera que corrió de forma muy inteligente, se quedó a un suspiro del podio y a 0,01 de su marca. Mechaal igualó la plaza de Manuel Olmedo (1984) en 2011. España no ponía atletas en la final desde entonces. Solo lo superan Fermín Cacho (1969), plata en 1993 y 1997, José Luis González (1957), plata en 1987, y Reyes Estévez (1976), bronce en 1997 y 1999. Sin salir del 1500, el rendimiento de las españolas en categoría femenina, sin apenas repercusión mediática, fue magnífico. Ambas llegaban con la mínima pelada. Aunque no pudieron superar la primera ronda, Marta Pérez (1993) mejoró con 4:05,82, su plusmarca personal por segundo y medio, y Solange Pereira (1989), realizó con 4:06,63, su segunda mejor marca de siempre.

El relevo 4 x 400 metros nos dio una enorme alegría. Dos renuncias de última hora permitieron al equipo español clasificarse in extremis para la competición. Óscar Husillos (1993), Lucas Búa (1994), Darwin Echeverría (1996) y Samuel García (1991), se impusieron brillantemente en su semifinal con 3:01,71, muy cerca de la plusmarca española de 3:01,43. El registro fue el 6º de los semifinalistas. La medalla era muy complicada pero se esperaba que pudiesen superar el tope nacional. Y no decepcionaron, 5º puesto con 3:00,65, con la barrera de los 3 minutos a tiro. En la prueba individual, Búa y García no pasaron de la primera ronda, pero Husillos tuvo una gran actuación, semifinalista con doble plusmarca personal de 45,22 y 45,16.

La otra finalista fue Ana Peleteiro (1995). Tras muchos contratiempos, no solo físicos, por fin ha encontrado la estabilidad atlética entrenando con Iván Pedroso (1972) y teniendo como compañera a la campeona del Mundo Yulimar Rojas (1995). Peleteiro, que en esta temporada ya había mejorado a 14,22 m, consiguió la clasificación con 14,07 m en su tercer intento y, una vez en la final, entró en la mejora con marca personal de 14,23 m. Se lesionó en su 4º salto, pero se mostró muy competitiva. En el apartado masculino, un gran tercer salto de 16,80 m permitió a Pablo Torrijos (1992) acceder a la final, donde fue 10º con 16,53. Él mismo no estaba del todo satisfecho pues juzgaba la mejora asequible.

Jorge Ureña (1993) fue otro de los atletas españoles que rindió de forma óptima. Tras dos temporadas en las que se quedó a las puertas de los 8000 puntos, este año logró por fin superar esta barrera. Ocurrió en Monzón, donde totalizó 8108 puntos. En Londres, junto a los mejores, demostró su capacidad competitiva y pudo conseguir plusmarca personal, 8125, lo que lo colocó en una notable 9ª plaza.

Y termino mi repaso de la actuación española con dos mujeres que compatibilizan el atletismo con las ciencias biomédicas, Ana Lozano (1991) y Marta Esteban (1982). Lozano, tras su victoria en el Campeonato de Europa de Selecciones, no logró entrar en la final pero con 15:14,23 mejoró su plusmarca personal por 4 segundos. Esteban, una médico nuclear de 34 años, realizó en un circuito muy complicado su segunda mejor marca de siempre 2h33:37. El caso de Esteban es el paradigma de la esencia del atletismo, la superación de uno mismo, en este caso, haciendo compatibles la Medicina y el maratón. Ha llegado a su mejor momento bien pasados los 30 y en su primer gran campeonato ha tenido una excelente prestación, que le ha servido para ser 21º.

En definitiva, si nos vamos al microanálisis, creo que la actuación española muestra más luces que sombras. Hay una generación nacida en torno a 1993 a la que Londres no se le ha quedado grande y que puede dar mucho de sí. El Europeo de 2018 podrá servirles de puente para tratar de llegar a lo más alto. Están llamados a devolver el brillo al atletismo español. Probablemente será un brillo menos cegador que antaño, pero más fiable.

Lo que se podría cambiar en el atletismo actual

El mes de agosto, con el gran campeonato de atletismo que corresponda, es muy propicio para los debates en Twitter. En realidad la única razón por la que me uní a Twitter fue para escribir de atletismo y poder cambiar impresiones con otros aficionados. Estos días he tenido un contraste de pareceres sobre la idoneidad de medir los saltos horizontales desde el punto de batida y no desde el final de la tabla. Aunque la medida no resultó muy bien considerada, me hizo pensar en lo que me gustaría que cambiase en el atletismo actual. Y me salen unas cuantas cosas, que paso a contar.

  1. Medida de los saltos horizontales desde el punto de batida

Se podría habilitar una zona en la que el pie dejase una marca, desde donde se mediría el salto. Esta sería la medición real de lo que el atleta ha saltado porque los atletas se suelen dejar entre 5 y 12 cm. Además, dado que el saltador no tendría que ajustar tanto es probable que su prestación fuese mejor que con los actuales ajustes. Se me ha argumentado que de esta forma se perdería el arte del cálculo de la batida. Puede ser, pero en los saltos verticales, cuando se cambió la arena por las colchonetas, se también se perdió el arte de caer de pie.

2. Reducir al mínimo la clasificación por tiempos

Las clasificaciones por tiempos dividen a los atletas en dos grupos, los privilegiados de la última serie y el resto. Entiendo que haya algún atleta que se clasifique por tiempos cuando el número de finalistas dividido por el número de semifinales no da un número entero. El resto de esa división deberían ser los clasificados por tiempos. En estos Mundiales de Londres hemos visto ¡5! clasificadas por tiempos en las dos semifinales de 5000 m femeninos, y 5 por puestos, o 6 tiempos en las 3 series de la primera ronda del 1500 masculino. Quizá donde esto deja un mayor lugar al azar es en las semifinales de 800 m. Hasta los Juegos de Seúl 1988 en la prueba de 800 m había 4 rondas. En la tercera ronda se disputaban dos semifinales y entraban los 4 primeros en la final. A partir de entonces comenzaron a disputarse 3 semifinales, de las que pasan los dos primeros y dos tiempos, lo que añade un componente innecesario de fortuna. Lo peor es que, en lugar de corregirlo, este método se ha extendido a todas las pruebas que se disputan por calles. Se dice que si se pusiese una ronda más sería un esfuerzo excesivo. Tal vez, pero Sebastian Coe (1956) en los Juegos de LA84 corrió 4 rondas de 800 m y 3 de 1500 m. Acabó con oro en la segunda y plata en la primera. Hoy día casi nadie dobla. Otra solución podría ser incrementar el número de finalistas a 9, en los estadios que tuviesen 9 calles. Pasarían los 3 primeros de cada serie y no habría, lógicamente, ningún repescado por tiempos.

3. Volver a dos curvas por calles en los 800 m

A mediados de los 70, durante 4 temporadas, de 1973 a 1976, las pruebas de 800 m se disputaron con 2 curvas por calles. Tal vez fue casual, pero las marcas de los grandes campeonatos con esta forma de correr fueron excepcionales: 1:43,91 en los Juegos de la Commonwealth de 1974, 1:44,07 en el campeonato de Europa del mismo año y 1:43:50 en los Juegos Olímpicos de Montreal, plusmarca mundial. Lo cierto es que tener que ir 300 m por calles antes de poder hacerse con la cuerda supone tener que correr muy rápido, lo que hace mucho más difícil que la carrera sea táctica. En mi opinión sería mucho más vistoso.

4. Incorporar los 3000 m lisos como oficial en los campeonatos

A la prueba de 3000 m lisos ya le he dedicado 3 entradas. Fue olímpica hasta 1924 en categoría masculina, en la modalidad de equipos, y de 1984 a 1992 en categoría femenina y es oficial en el Campeonato de Europa por equipos y en la Copa Continental de la IAAF, en ambos casos en sustitución del cada vez menos disputado 10 000. El programa olímpico masculino de atletismo apenas se ha modificado desde 1928. El atletismo ha cambiado mucho desde entonces. El salto del 1500 al 5000 es enorme. Hay atletas que realmente serían mejores en una prueba intermedia. Seguro que hay muchísimas más razones para que los 3000 m se conviertan en olímpicos. Supondrían un cambio para bien en la transición del mediofondo al fondo.

5. Decatlón femenino

En el primer campeonato del mundo, celebrado en 1983, las mujeres no disputaron el 5000 (había 3000), el 10 000, los obstáculos, el triple, la pértiga, el martillo o la marcha. Hoy el programa femenino, más con la reciente introducción semiclandestina de los 50 Km marcha, es casi igual al masculino. Tal vez no tiene sentido que disputen una prueba combinada diferente al decatlón. Ya escribí contra la ocurrencia de la EAA de hacer octatlón para ambos sexos, pero creo que se debería hacer octatlón femenino durante un ciclo olímpico como transición al decatlón. El cambio directo al decatlón sería complicado principalmente por el salto de pértiga. El octatlón consistiría en 100 m, longitud, peso y 400 m el primer día, y 100 m vallas, altura, jabalina y 1500 m el segundo día. En 4 años se transformaría en decatlón.

Solo son las opiniones de un aficionado al atletismo, pero creo que podrían mejorar el espectáculo y hacer este deporte más atractivo y mediático.

Carlos Toro, las críticas y el grosor epidérmico

Carlos Toro es un prolífico compositor. Ha realizado temas tan conocidos como Resistiré para El dúo dinámico o Desesperada para Marta Sánchez. También es el autor de la canción de inicio de la serie infantil Campeones. Además, desde hace 30 años, es periodista deportivo, más centrado en atletismo, ciclismo y natación, deportes sobre los que escribe en el diario El Mundo. Recuerdo sus primeros artículos en Atletismo Español allá por 1987. Me llamaron la atención por su gran conocimiento de atletismo y su depurado estilo. Desde entonces lo he seguido primero en Atletismo Español y después en El Mundo, donde ocasionalmente también escribe sobre armamento. En mi opinión es uno de los mejores periodistas de atletismo que he leído, lo que, en absoluto, significa que esté de acuerdo en todo lo que escribe.

Hoy, sin embargo, ha generado una enorme polémica por un artículo, publicado en El Mundo, titulado El fiasco de Eusebio Cáceres en una España con exceso de equipajeen el que critica la actuación del saltador de longitud Eusebio Cáceres (1991) en el Mundial de Londres. Cáceres es un excelente saltador de longitud, al que los problemas físicos están minando en los últimos tiempos, Ha sido 4º en el Mundial al aire libre de 2013 y en el Europeo al aire libre de 2014, 5º en el Europeo de 2012 y 8º en el Europeo de 2010. Su mejor marca es de 8,37 m (2013). Este año ha saltado 8,31 m en Sierra Nevada. Aunque la marca de clasificación para la final de salto de longitud era 8,05 m, finalmente el último atleta entró con 7,91 m. A Cáceres, que saltó este año 7,96 m o más al aire libre, le habrían bastado 7,92 m. No pudo alcanzar esa distancia, pues realizó 3 nulos. Acabar una competición de saltos con 0 no es una buena actuación. Y este tipo de resultados suelen dar lugar a críticas, en ocasiones severas, por parte de la prensa y de los aficionados. Es probable que haya una buena razón, o varias, pero seguramente se quedarán en el entorno más cercano al atleta. Tal vez la puesta a punto no fuese la mejor, pero a veces esto solo se puede determinar a posteriori. En 1984, José Manuel Abascal (1958) dudó hasta el último momento de su condición física y de su participación en el 1500 de los Juegos Olímpicos y acabó siendo bronce. Pero, en cualquier caso, 3 nulos significan no haber competido bien.

Carlos Toro valora negativamente esta actuación y extiende su juicio crítico sobre el atleta a los últimos años. Especula, o tal vez no tanto, con las posibles causas. Es una opinión, en absoluto irrespetuosa. El rendimiento de Cáceres le sirve, además,  como ejemplo para reprobar lo que considera criterios de selección demasiado generosos. Esta es una vieja polémica. En tiempos, la RFEA solo seleccionaba aquellos atletas que consideraba podrían superar al menos una ronda, pero ya hace muchos años que esto no es así. Quien acredite la mínima exigida y un estado de forma razonable se gana la selección. La política actual de la Federación me parece la adecuada. Siempre se critica que hay atletas que no rinden bien porque agotan su energía buscando la mínima. Es cierto, pero su presencia en una gran competición constituye una oportunidad perfecta para el aprendizaje y una motivación para seguir entrenando duro. Toro, profundo conocedor del atletismo, sin embargo, sería más restrictivo en la forma de seleccionar.

Con Carlos Toro se puede estar de acuerdo o discrepar, pero lo que he leído hoy en Twitter me ha dejado descolocado. Se le trata a como si fuese un indocumentado sin conocimiento alguno de atletismo por un lado y, por otro, se le censura que haya enjuiciado negativamente la actuación de Cáceres. No es la primera vez que sucede. Parece que a muchos les parece mal que se critique que un atleta rinda por debajo de lo esperado. Enseguida se apela a lo duro que es el atletismo, a que una lesión puede arruinar una temporada, a la trayectoria pasada del atleta o a que el periodista no sabe o se mueve por no se sabe qué oscuros intereses. Menos esto último, lo anterior es cierto, pero no puede eximir al deportista de que se enjuicie negativamente una actuación desafortunada. Un deportista de alto nivel está siempre sometido a la valoración del público y de la prensa, y esta puede ser positiva o negativa. Tal vez, demasiadas veces, se exagera tanto en un sentido como en otro, pero el buen deportista debería estar acostumbrado, no tener la piel tan fina y no dejarse influir demasiado. Quien conoce mejor sus fortalezas y debilidades debería ser él mismo. En una ocasión, la prensa fotografió a un jugador de baloncesto en un casino el día anterior a un partido importante fuera de casa. La prensa el día del partido no tuvo piedad de él. Esa tarde jugó de forma tan memorable que el entrenador del equipo contrario dijo a los periodistas: Por favor, la próxima vez que lo veáis en un casino, no os metáis con Michael Jordan.

Cuando los jueces se convierten en protagonistas

A diferencia de otros deportes en que la labor de los árbitros / jueces resulta cuestionada constantemente, en atletismo el importantísimo trabajo de los jueces suele pasar desapercibido. La tecnificación de los métodos de medida hace que la inexacta apreciación humana tenga cada vez menos importancia. No siempre fue así. Hoy día tanto el cronometraje como la determinación de salidas nulas se hacen electrónicamente, pero  hasta 1977 no dejó de considerarse el cronometraje manual para homologar las marcas en velocidad. En pruebas de velocidad de los Juegos Olímpicos, el cronometraje automático se empleó por primera vez en Los Ángeles 1932 y a partir de  Helsinki 1952. Sin embargo hasta Tokio 1964 el cronometraje automático se empleaba como simple apoyo. La marca oficial era la que los jueces establecían manualmente. Por ejemplo, el ganador de los 100 m en los Juegos de 1952, el estadounidense Lindy Remigino (1931) hizo un tiempo electrónico de 10,79. Sin embargo su tiempo oficial fue 10,4. Poco antes de proclamarse campeón olímpico de 100 m en 1960, el alemán Armin Hary (1937), se convirtió en el primer atleta en correr el hectómetro en 10,0. El tiempo real,  fue, sin embargo, 10,25. Hay que recordar que para homologar una plusmarca mundial se necesitaban 3 cronometradores. En esta carrera los tres tiempos fueron 10,0, 10,0 y 10,1. Además de por su personalidad, Hary fue muy polémico por su fulgurante salida. Según los analistas de la época, hacía más salidas nulas de las que le señalaban, pero entonces todo dependía del ojo del juez. Realizó su plusmarca mundial en la repetición de una carrera anterior que le habían invalidado por salida nula y en la que había registrado también 10,0, 10,16 en realidad.

A partir de los Juegos de 1964, el cronometraje, ya eléctrico, pasó a ser oficial, pero de una forma un tanto curiosa. Bob Hayes (1942) ganó el oro en 100 m con 10,06. El tiempo manual fue 9,9. Sin embargo, la marca, casi 0,2 mejor que la de Hary, se homologó como plusmarca mundial igualada 10,0. Fuera de los Juegos Olímpicos, sin embargo, seguía mandando el cronometraje a mano, aunque también lo hubiese eléctrico. En 1968 surgió una excelente generación de velocistas estadounidenses que llevó a romper (aproximadamente)  la barrera manual de 10,0. Hubo 3 registros de 9,9, cuyos tiempos reales fueron de lo más dispares: Jim Hines (1946), 10,03, Ronnie Ray Smith (1949 – 2013), 10,14 y Charles Greene (1945), 10,10. Estos dos últimos 9,9 peores que el 10,0 de Hayes. Fue Hines en la final olímpica de México 1968, en pista sintética y a más de 2000 m de altitud, quien realizó el primer tiempo real por debajo de 10,00, al marcar 9,95, que, sin embargo, se homologó como 9,9. Finalmente, el 1 de enero de 1977, el registro de Hines se validó como plusmarca mundial única con la marca real de 9,95, pero hasta entonces hasta 10 9,9 manuales se consideraron del mismo valor que el tiempo electrónico. Ciertamente la IAAF tardó en reaccionar, pero, desde entonces, los registros en pruebas cortas dejaron de depender del inevitablemente impreciso dedo de los jueces.

No solo la medida del tiempo, sino también de las distancias puede presentar un cierto margen de error por la apreciación de los jueces, sobre todo en el caso de los saltos nulos. Se trata de errores asumibles debidos a la imprecisión de los sentidos humanos. Sin embargo, ha habido casos en los que directamente a los jueces se les olvidó el lugar que ocupaban. Una de las pruebas que más polémica generó en la historia del atletismo fue la final de triple salto de los Juegos de Moscú 1980. Los jueces soviéticos señalaron 9 nulos en los 12 saltos realizados por el brasileño plusmarquista mundial, 17,89, João Carlos de Oliveira (1954-1999) y por el australiano Ian Campbell (1957). Ambos hicieron saltos, aparentemente válidos, que les habrían dado el oro y la plata. Años después se dijo que había un plan para dar el cuarto oro consecutivo al georgiano, entonces soviético, Viktor Saneyev (1945), si bien este resultó superado por su entonces compatriota el estonio Jaak Uudmäe (1954), que se hizo con el oro. La controversia no se limitó al triple salto. En el disco el cubano Luis Mariano Delís (1957), finalmente bronce, probablemente perdió el oro por un lanzamiento medido defectuosamente. El oro fue a parar, curiosamente, al cuello del soviético Viktor Rashchupkin (1950).

Otro incidente lamentable fue el sucedido en la prueba de salto de longitud en el Mundial de Roma de 1987, cuando los jueces locales transformaron un 7,85 m del atleta local Giovanni Evangelisti (1961) en 8,38. Este salto inicialmente le otorgó la medalla de bronce, que llegó a recibir. El Comité Olímpico Italiano decidió investigar un salto que ya en directo había parecido mucho más corto. Finalmente se determinó la medida real de 7,85 y se desposeyó al saltador italiano de una medalla que nunca había ganado.

Además del por justificable imprecisión humana y por falta de escrúpulos, un juez también puede se protagonista por despistado. En la final olímpica de lanzamiento de disco en Los Ángeles 1932 el francés Jules Nöel (1903 – 1940) realizó un cuarto lanzamiento probablemente superior a 49 m, que le habría permitido luchar por el oro. Desgraciadamente en aquel momento los jueces no prestaron atención al francés, pues estaban absortos con el duelo de salto con pértiga entre el estadounidense Bill Miller (1912-2008) y el japonés Shuhei Nishida (1910-1997). Nadie supo dónde había caído exactamente el disco. Nöel acabó 4º, pese a que los jueces, bastante avergonzados, le permitieron un lanzamiento más.

Afortunadamente estos casos son anecdóticos. Los problemas del atletismo, como sabemos, son otros, en los que los jueces no están incluidos, y que no tienen fácil solución.