Renuncias a los Europeos de pista cubierta

Esta semana ha habido un pequeño revuelo en el universo tuitero atlético por la noticia de la renuncia a participar en los campeonatos de Europa de los dos mejores mediofondistas españoles del momento, Mohamed Katir (1998), bronce mundialista en 1500 m y subcampeón de Europa de 5000 m, y Mario García Romo (1999), cuarto en el Mundial y bronce europeo al aire libre, también en 1500 m. Ambos han acreditado una gran forma en esta temporada invernal. Katir ha corrido los 1500 m en 3:35.48, tercera mejor marca mundial del año, si bien la World Athletics no ha incluido pases de la milla más rápidos, mientras Romo batió hace unas horas la vieja plusmarca española de la milla de José Manuel Abascal (1958), de 1983, con 3:51.79, 0.97 menos que el cántabro, con un pase de 3:35.98 en los 1500 m. Además ha registrado 7:34.74 en 3000 m. tercer mejor tiempo europeo del año. Es comprensible la decepción de los aficionados, al tratarse de dos atletas candidatos al podio. Sin embargo, la pista cubierta en general, y el campeonato de Europa en particular, no suelen ser un fin en sí mismo para la mayoría de los atletas. El gran campeonato por antonomasia en atletismo y en la mayoría de los deportes son los Juegos Olímpicos, y un peldaño por debajo los Campeonatos del Mundo al aire libre. Para los atletas europeos, el campeonato continental al aire libre probablemente se encuentra en el tercer lugar, pese a haber bajado mucho en el contexto mundial, sobre todo en las carreras. En tiempos, algunas pruebas de un Europeo tenían un nivel casi olímpicos, como los 10 000 de los campeonatos de 1971 y de 1978, con sendas victorias de atletas finlandeses, Juha Väätäinen (1941) y Martti Vainio (1950), respectivamente.

Ha habido grandes atletas que apenas han tocado la pista cubierta. Por reducirlo solo al ámbito del medio fondo, dos de los grandes de siempre, los británicos Steve Ovett (1955) y Steve Cram (1960) no tomaron parte en ningún Europeo en sala. Sí lo hizo su compatriota Seb Coe (1956), campeón en 800 m en 1977, cuando aún era poco conocido. No compitió en ninguna edición más, si bien llegó a realizar dos mejores marcas mundiales, entonces no se consideraban plusmarcas mundiales, en 800 y una en 1000 m. Tampoco el español Fermín Cacho (1969) se prodigó demasiado bajo techo. Fue subcampeón de Europa en 1990 y mundial en 1991 en 1500 m, cuando aún no estaba entre los mejores. Tan solo volvió en una ocasión al Mundial, sexto en 1995.

Dado que los protagonistas de la renuncia son mediofondistas, vamos a tomar como referencia los campeones de Europa en sala en su prueba, los 1500 m. Desde 1970 se han celebrado treinta y seis ediciones. La competición fue anual hasta 1990. Al aire libre, la competición continental comenzó en 1934. Inicialmente fue cuatrienal. Hubo un primer intento de hacerla bienal con las ediciones de 1969 y 1971, pero se volvió a cuatrienal hasta 2010. Desde entonces es bienal. Tan solo cuatro atletas han ganado la medalla de oro en ambas competiciones. El alemán Thomas Wessinghage (1952), un clásico de la pista cubierta, fue campeón en 1975, 1980, 1981 y 1983. Al aire libre se llevó en oro en los 5000 m del Europeo de 1982. Su compatriota Jens Peter Herold (1965) se hizo con la victoria en ambos campeonatos el mismo año, 1990. El obstaculista francés Mahiedine Mekhissi-Benabbad (1985) dominó esta distancia en los Europeos con cuatro oros en 2010, 2012, 2016 y 2018. El logro pudo ser mayor si no se hubiese quitado la camiseta cuando entró ganador en 2014, pero resultó descalificado. Precisamente ese año participó también en el 1500 del Europeo al aire libre, donde se hizo con la victoria. En 2015 había ganado en continental en sala. Finalmente el noruego Jakob Ingebrigtsen (2000), fue doble campeón de Europa al aire libre de 1500 y 5000 m en 2018 y 2022, así como oro bajo techo en 2021 en 1500 y 3000 m y también dos años antes en esta última distancia.

Ha habido atletas que han dado el mismo valor a la pista cubierta que al aire libre, otros han tomado parte en estos campeonatos de forma intermitente, otros lo han hecho en las primeras etapas de sus carreras deportivas… Ha habido de todo. La Federación Española (RFEA) no obliga a acudir a las competiciones invernales en pista. Es una buena política. El sitio que dejan los mejores siempre se puede ocupar con otros, sobre todo los que están empezando, para los que estos campeonatos sí tienen importancia.

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El monstruo de las sustancias prohibidas en el atletismo

Después de más de seis años escribiendo este blog, es la primera vez que voy a dedicar una entrada íntegramente al consumo de sustancias prohibidas en el atletismo. Ya había hablado de la final de 100 m de los Juegos Olímpicos de 1988, la carrera más sucia de la Historia, pero esta vez haré unas reflexiones muy personales sobre esta enorme lacra del atletismo.

Fue precisamente la descalificación de Ben Johnson (1960) en la final de 100 de Seúl lo que me hizo tomar conciencia del enorme problema que suponían las drogas en este deporte. Hasta entonces, el posadolescente que era entonces pensaba que era algo marginal, que los atletas de alto nivel no consumían porque los controles funcionaban. Pura ingenuidad juvenil. Es cierto que el caso Johnson removió los cimientos del atletismo, que venía de dos boicots olímpicos. El duelo por la supremacía en el hectómetro entre el canadiense y un gran enemigo Carl Lewis (1961) ocupaba grandes espacios en la prensa y en la televisión. Nunca hubo un positivo tan célebre. En aquellos años 80 se hablaba de las autotransfusiones, que no se habían prohibido hasta 1985, del extraño potencial de los países del Este, especialmente de unas féminas exageradamente musculadas, y era un secreto a voces el uso ilegal de la hormona de crecimiento, completamente indetectable entonces. Sobre la cuestión de las autotransfusiones había habido un caso de un positivo curioso en la final de 10 000 m de los Juegos de 1984. El finlandés Martti Vainio (1950), campeón de Europa de la distancia en 1978, resultó desposeído de su plata olímpica por encontrarse restos de anabolizantes en su orina. Aquello resultaba extraño. Los anabolizantes en período competitivo no tenían ningún sentido. La explicación más probable era que los hubiese consumido en invierno, se extrajese sangre entonces y se la transfundiese poco antes de los Juegos. Lo que no se esperaba era que los anabolizantes del pasado resurgiesen en el momento menos oportuno.

El positivo de Johnson llevó a las federaciones atléticas a cambiar los métodos de detección del consumo de drogas. Entre otras medidas se instauraron los controles por sorpresa. Sin embargo, el dragón tiene demasiadas cabezas, como cuenta el historiador Roberto Quercetani (1922-2019) en su magnífica Historia del atletismo, más cabezas de las que la World Athletics puede cortar. En los años 90, los registros de medio fondo y fondo experimentaron una progresión difícil se explicar, como cuenta el gerente del club Correcaminos y organización de las pruebas de fondo en Valencia Juan Botella (1972) en su libro El derecho a la fatiga. En esos años el consumo de eritropoyetina, un estimulante natural de la formación de glóbulos rojos, se convirtió en habitual, hasta que se pudo detectar en 2003. Hacia el final de esa década también se pusieron en marcha los controles de sangre y los pasaportes biológicos. Pero las trampas continúan. La innovación del que se salta las reglas va muy por delante de los métodos de detección. ¿Debemos resignarnos? ¿Tendremos que acostumbrarnos a dudar absolutamente de todo y de todos?

Los motivos para bordear el reglamento dependen de cada persona. Probablemente, el más importante es la vanidad, por delante del dinero. ¿Cómo se explica, si no, el nada desdeñable consumo de anabolizantes por deportistas aficionados que, ni siquiera, compiten? ¿O los casos de positivos en competiciones de veteranos? Hace pocos años en la San Silvestre, que se celebra el 30 de diciembre y no el 31, de Salamanca hubo un rumor, falso, de que habría controles y automáticamente tuvieron lugar unas cuantas bajas. Pero es, sin duda, el dinero lo que mueve al consumo de sustancias prohibidas en el atletismo de alto nivel. Juan Botella cuenta en su libro una historia apócrifa de un atleta de calidad al que le falta un punto para ser de los mejores. Acaba sucumbiendo a la tentación y decide saltarse las normas. La diferencia económica entre ser sexto en unos Juegos o entrar en el podio es tan grande como la tentación.

El consumo de estas sustancias ha generado un comercio muy lucrativo, con medios para eludir los controles, al menos durante un tiempo que no es corto. En ese campo no es posible competir. Ahora bien, el atleta cuando elige la trampa hace un cálculo de rentabilidad. ¿Y que pasa si acabo dando positivo pese a todos los cuidados que tengo? Me sancionarán. No podré competir durante al menos dos años. Pero a poco que me salga bien, habré ganado mucho más dinero del que podría sin ayudas ilegales. Por tanto, me arriesgo. Esta reflexión probablemente sea la clave para abordar la lucha contra las drogas desde otro punto de vista, desde un punto de vista disuasorio. Si al atleta que da positivo, confirmado, se le anulan todas las marcas, se le retiran todos los honores y se le obliga a devolver todo el dinero de patrocinadores, clubes, becas o premios, es posible que se lo piense dos veces antes de cruzar el límite. Hay quien argumenta que esto va contra la presunción de inocencia, porque se presupone que el atleta ha consumido drogas desde que comenzó en el atletismo, pero también se dijo en su momento que el análisis de sangre obligatorio iba contra los derechos humanos. Contra los derechos humanos no, pero contra la justicia sí que va el recibir premios y honores que pertenecen a otros. Ya sin entrar en que las sustancias prohibidas sean perjudiciales, las normas hay que cumplirlas. Si un motociclista va a GP con una máquina de 600 cc está fuera. En el atletismo, lo mismo.

¿Cuál es el mediofondista británico más completo de la historia?

Esta mes la revista Athletics Weekly planteaba a sus lectores por su opinión acerca del mediofondista británico más completo de la historia y presentaba cuatro candidatos Steve Ovett (1955), Sebastian Coe (1956), Steve Cram (1960) y Jake Wightman (1994). Los aficionados británicos están de enhorabuena. Desde la medalla de plata de Peter Elliott (1962) en la final de 1500 m de los Juegos Olímpicos de 1988 hasta el bronce del escocés Josh Kerr (1997) en los Juegos de Tokio 2020, celebrados en 2021, pasaron nada menos que 33 años sin que un británico pisase un podio olímpico de mediofondo. Los buenos resultados han continuado este 2022 con el oro en el Mundial al aire libre de Jake Wightman en 1500 m, convirtiéndose en el segundo británico, y europeo, en ganarlo, tras Steve Cram en 1983.

Parece que el mediofondo británico vuelve por donde solía. ¿Pero esta percepción es cierta, o tenemos una visión sesgada por el impacto mediático del enfrentamiento Ovett Coe de los 80 y la posterior aparición de Cram? El pedestrismo nació en el siglo XIX en las Islas Británicas. Poco a poco fue captando aficionados, lo que hizo que las competiciones se trasladasen a pistas de un cuarto de milla alrededor de los campos de fútbol o de rugby. La milla se convirtió en la distancia preferida de los atletas, prueba en la que destacó Walter George (1858-1943), quien en 1886 registró unos estratosféricos 4:12.8, equivalentes a 3:54.9 en 1500 m. El primer tiempo reconocido por la Federación Internacional de Atletismo (IAAF, hoy World Athletics) fue 3:55.8, de estadounidense Abel Kiviat (1892-1991), establecido en 1912.

Hasta los Juegos Olímpicos de 1932, los británicos se hicieron con cinco oros en los 800 m y tres en los 1500 m. Los campeones fueron en las dos vueltas Alfred Tysoe (1874-1901) en 1900, Albert Hill (1889-1969) en 1920, Douglas Lowe (1902-1981) en 1924 y 1928 y Tommy Hampson (1907-1965) en 1932. En 1500 m ganaron en oro en ese período Charles Bennett (1871-1948) en 1900, Arnold Jackson (1891-1972) en 1912 y Albert Hill en 1920. En los 800 m, desde el oro de Tommy Hampson hasta el de Steve Ovett en 1980, tan solo Derek Johnson (1933-2004) consiguió izar la bandera británica en un podio olímpico. En 1500 m, tras el triunfo olímpico de Albert Hill en 1920 hasta el de Seb Coe en 1980 únicamente Henry Stallard (1901-1973), uno de los personajes de Carros de Fuego, bronce en 1924, y Jerry Cornes (1910-2001), plata en 1932, consiguieron estar en el podio olímpico. En esa época de sequía olímpica británica se produjo, no obstante, un hecho histórico, la primera plusmarca mundial de la milla en menos de 4 minutos. El 6 de mayo de 1954, en Ifflie Road, Oxford, Roger Bannister (1929-2018) corría en 3:59.6. Superó por unos días a su rival en la distancia, en ambos sentidos, el australiano John Landy (1930-2022), al que derrotó en la milla de los Juegos de la Commonwealth ese mismo año. Bannister, que había sido cuarto en los Juegos Olímpicos de 1952, se retiró ese mismo año tras ganar el oro en el Europeo, dejando huérfano el mediofondo británico.

La irrupción de Ovett y Coe a finales de los 70 generó una rivalidad que trascendió mediáticamente al mundo del atletismo, incluso del deporte. Su doble enfrentamiento en los Juegos del Moscú en 1980 hizo mucho bien a un olimpismo que se tambaleaba. Parecía imposible que Coe perdiese el 800 dada su gran superioridad, pero lo impensable sucedió y Ovett se impuso con más facilidad de la esperada. Este tenía todo a su favor, tras su inesperada victoria en la prueba más corta y el presumible bloqueo anímico de su rival pero Coe resucitó en el 1500 ante un Ovett algo desmotivado. En los años siguientes llegaron las plusmarcas mundiales y las lesiones, de las que Ovett no se recuperó. Coe superó una grave enfermedad y batió en los siguientes Juegos a Steve Cram, que venía de ganar el Europeo y el Mundial los años anteriores. Cuatro años después, en los Juegos de Seúl, Coe ya no estaba y Cram no era el mismo. Se quedó a las puertas del podio en cuarta posición. Y tras Seúl una nueva travesía en el desierto, que parece ha llegado a su fin con Wightman, Kerr y el subcampeón de Europa de 1500 Jake Heyward (1999).

Tras esta pertinente introducción histórica, tratemos de contestar a la pregunta de Athletics Weekly. La selección de candidatos es la adecuada. Como acabamos de ver en esta introducción histórica, tal vez el único atleta que se aproxima, obviando a Albert Hill, que competía en otro atletismo, es Peter Elliott, subcampeón mundial de 800 m en 1987 y olímpìco de 1500 m en 1988. Vamos con los méritos de cada uno de ellos

Steve Ovett, subcampeón de Europa al aire libre de 800 m en 1974 y 1978, campeón de 1500 m en 1978, 5º en la final olímpica de 800 m en 1976, campeón olímpico en 1980 y bronce en 1500 m. Dos veces plusmarquista mundial de 1500 m y de la milla.

Sebastian Coe, bronce en 800 m en el Europeo al aire libre de 1978, plata en 1982 y oro en 1986, plata en 1500, subcampeón olímpico de 800 m en 1980 y 1984, campeón en 1500 en 1980 y 1984. Dos veces plusmarquista mundial de 800 m, dos de 1000, una de 1500 y tres en la milla.

Steve Cram, campeón de Europa de 1500 m en 1982 y 1986, bronce en 800 m en 1986, campeón del mundo de 1500 m en 1983, subcampeón olímpico de 1500 en 1984. Plusmarquista mundial de 1500, milla y 2000 m.

Jake Wightman, campeón del mundo de 1500 m en 2022, bronce europeo en 1500 en 2018 y subcampeón de 800 m en 2022.

Con estos datos, creo que Seb Coe está por encima del resto y no sabría decidirme entre Cram y Ovett por el segundo puesto.

Controversias en la selección española para el Europeo de Múnich. ¿Pero qué es la excelencia?

Parece que esta temporada a cada selección española le acompaña la polémica. Ya sucedió cuando se hicieron públicos los elegidos para el Mundial de Eugene y ahora está ocurriendo, curiosamente con mucha mayor repercusión mediática, con el Europeo de Múnich. Y ello cuando el número de seleccionados es el segundo mayor de siempre para un campeonato continental al aire libre, nada menos que noventa y tres, cincuenta y un hombres y cuarenta y dos mujeres, si bien se han caído por lesión el velocista Bernat Canet (2000) y la saltadora Fátima Diane (1996). Pese a esta numerosa expedición, se ha generado un notable disgusto en ambientes atléticos el haber dejado fuera a ocho atletas que cumplían los criterios de la Asociación Europea de Atletismo (EAA). De los ocho, la velocista Auri Bokesa (1988) había realizado la mínima de participación en los 400 m y el resto podrían haber participado por su posición en la lista mundial del año.

El periodista de Cuatro José Manuel Amorós hizo una entrevista al seleccionador español, José Peiró. Tuvo la gentileza de incluirla entera en un hilo en Twitter.

Peiró indica que los atletas no seleccionados tenían pocas posibilidades de superar la primera ronda de sus pruebas. Sobre este particular hace hincapié el Presidente de la Federación de Atletismo (RFEA), Raúl Chapado. En unas declaraciones recogidas por varios medios, Chapado se pregunta si queremos un atletismo más participativo o más competitivo, y se inclina por lo segundo. Peiró indica lo mismo diciendo que la RFEA busca excelencia y no participación. ¿Pero qué es la excelencia?

El atletismo de alto nivel solo es, como en cualquier deporte, la punta del iceberg. Para que este atletismo exista tiene que haber muchos practicantes de este deporte. Son personas que nunca atraerán demasiado interés mediático, más allá de la prensa local, pero que dedican muchas horas al atletismo y que tienen los mismos objetivos que cualquier atleta, correr más, saltar más o lanzar más. La medida del atletismo es uno mismo. Se trata de con trabajo, disciplina y sacrificio ser mejor que el yo pretérito. Dentro de este objetivo general, hay otros objetivos particulares, que varían según el nivel del atleta. Estos objetivos particulares van desde mejorar una marca tan humilde como 4:00.00 en 1500 m masculinos hasta ser campeón olímpico. El atletismo es duro, no es un juego como otros deportes, y mantener la motivación no es una tarea sencilla. Estos objetivos particulares contribuyen a que el atleta continúe. Una marca superada, una mínima para un campeonato de España, una medalla en un Nacional Universitario son el motivo de alegría para muchos atletas. Porque la mayoría no pueden acceder a un gran campeonato.

Unos pocos atletas sí tiene condiciones para tomar parte en grandes campeonatos, algunos de forma clara, otros de forma más apurada, y también los hay que están en el límite. Las federaciones internacionales, llámese EAA, World Athletics o el Comité Olímpico Internacional tienden a endurecer cada vez más las exigencias para entrar en los campeonatos que organizan. Los criterios de estas federaciones son necesarios pero no suficientes para la participación. Las federaciones nacionales tienen potestad para encarecer estos criterios. ¿Realmente es necesario hacerlo?

Peiró descarta motivos económicos en la confección de las listas de seleccionados. Estos podrían ser una buena razón para restringir la participación, pero no es el caso. ¿Es justificable descartar a atletas de los que se considera no superarían la primera ronda? Se pueden aludir motivos por los que no.

En primer lugar está el aprendizaje. No es infrecuente que un atleta se vea superado por miedo escénico, especialmente si es joven e inexperto. Casi nadie triunfa antes de fracasar y las enseñanzas de estas experiencias negativas son muy positivas para el desarrollo del atleta.

Puede que el atleta que está en el límite sea inexperto pero ya no sea tan joven. En cualquier caso no podemos olvidar la motivación. La participación en un gran campeonato puede ser un buen acicate para seguir en el mundo del atletismo y para tratar de mejorar. El caso del campeón de España de triple salto en pista cubierta este año, José Emilio Bellido (1987), que podría haber entrado por puesto en la lista del año, es también significativo en este sentido. El que un hombre de 35 años hubiese ido a un Europeo podría haber servido de ejemplo de que se puede llegar lejos aunque ya no se sea tan joven.

Y finalmente hay una razón de interés general. En la Superliga Europea hay que cubrir todas las pruebas. Un saltador de altura o de pértiga fogueado en un Europeo al aire libre siempre tendrá más posibilidades de sumar más puntos para España en una competición por naciones.

Volviendo a la pregunta del principio, ¿pero qué es la excelencia? ¿Es ser finalista en un gran campeonato? ¿Medallista? No necesariamente. En el reciente Mundial de Eugene, la desbordante alegría de las relevistas españolas del 4 x 100, quintas, contrastaba con la decepción de las jamaicanas, plata. También podemos recordar la reacción del marroquí Hicham El Guerrouj (1974) tras haber sido medalla de plata en la final olímpica de 1500 m de 2000. Excelencia es dar lo mejor de uno mismo en el mejor momento. Excelencia es mejorar marca en una semifinal de obstáculos, aunque no se entre en la final. Excelencia es llegar el 25 de la lista mundial y terminar el cuarto de esa lista con una mejoría de más de 5 segundos en 1500 m. Y excelencia es también planificar una temporada y conseguir cumplir los criterios necesarios para tomar parte en un campeonato. Cierto es que esto debería llevar aparejado el requerimiento de competir bien en el campeonato. El problema de un atleta en el límite es que muchas veces la planificación se hace para poder participar, no para rendir. Pero esto sucede en todos los países, ¿Cuántos atletas estadounidenses gastan lo mejor de sí mismos en las pruebas de selección?

Y sobre si queremos un atletismo más participativo o más competitivo, se trata de una pregunta que plantea una contradicción que no existe. Solo de muchos participantes sale lo excepcional. El que se incluya en las listas de un campeonato a todos los atletas que cumplen criterios, siempre que acrediten una forma adecuada, no va a hacer que los mejores rindan menos.

El difícil oficio de seleccionador

Este jueves 30 de junio se publicaron por parte de la Real Federación Española de Atletismo (RFEA) las listas oficiales de los atletas seleccionados para el próximo campeonato mundial al aire libre, que tendrá lugar en la ciudad estadounidense de Eugene (Oregón), entre los días 15 y 24 de julio. En cuanto se conocieron los atletas, surgió una terrible polémica por la elección de los representantes del 1500, al quedarse fuera el granadino Ignacio Fontes (1998). Fontes, acreditado en 3:33.27 (2021), y 13º en la final olímpica de Tokio el año pasado, fue tercero en el campeonato de España del pasado fin de semana, 3:35.94, superado por el salmantino Mario García Romo (1999), brillante campeón con mejor marca personal de 3:35.52, y por el plusmarquista español, el murciano de adopción Mohamed Katir (1998), 3:35.85. Cuarto fue el catalán de adopción Adel Mechaal (1991), 3:36.60, quinto en la última final olímpica. Tanto Katir como Mechaal habían disputado el día anterior una durísima final de 5000 m con un postrero kilómetro en menos de 2:22.0, 13:43.61 para el primero, oro, y 13:44.10 para el segundo, plata.

Trabajo duro para el seleccionador español, el valenciano José Peiró. Cuatro atletas, tres plazas y todos con méritos suficientes para ocupar una de ellas. Si el seleccionador es aficionado a los clásicos, quizá hubiese recordado el cuento número dos de la atemporal obra del infante don Juan Manuel, El conde Lucanor, en el que un hombre va con su hijo y una montura de pueblo en pueblo, y en todos y cada uno de ellos hay quien critica su forma de proceder.

Pese a que en una entrevista posterior a la publicación de la lista, Peiró afirmó que había considerado la posibilidad de haber dejado fuera a cada uno de los cuatro atletas, es probable que en el caso de Katir apenas entrase en esta eventualidad. Aunque claramente superado por García Romo en la final, posee la mejor marca española del año, 3:34.95, y la plusmarca nacional, 3:28.76 (2021), si bien nunca ha participado en un 1500 de un gran campeonato. Fue octavo en la final olímpica de 5000 m en Tokio.

La victoria en el campeonato de España de García Romo fue incontestable. Mejoró sus 3:35.79 previos en una carrera de campeonato en la que terminó la última vuelta en menos de 54.0 y los últimos 300 m en menos de 40.0. El salmantino, que reside y estudia en Estados Unidos, es el actual campeón universitario de ese país de la milla en pista cubierta y subcampeón en 1500 m al aire libre. En estos momentos su valía cronométrica es evidentemente mejor que su tiempo del campeonato de España, pero lo cierto es que García Romo no tenía mínima, 3:35.00, para el Mundial. Se clasifica por vía de la lista del año, puesto 25 el último día de plazo. Sin embargo, la RFEA, en una decisión muy discutible, había decidido previamente cerrar esta vía. Y en este caso ha tenido que desdecirse.

Fontes hizo un buen campeonato de España, al entrar tercero en una final de altísimo nivel, muy cerca de Katir. Pese a su juventud, el granadino ya demostró el año pasado en los Juegos Olímpicos su capacidad competitiva, al clasificarse para una final superlativa, donde fue 13º. No ocupó plaza de finalista olímpico, como se ha publicado erróneamente, al no haber entrado entre los ocho primeros. Como se indicó anteriormente, Fontes tenía la mínima para el mundial, 3:33.27.

El veterano Mechaal no conseguía su objetivo de ganar el campeonato de España e incluso se quedaba fuera del podio. Subcampeón de Europa de 5000 m en 2016 y cuarto en el Mundial al aire libre en 1500 en 2017, consiguió su mayor éxito al ser quinto en la final olímpica de Tokio, con mejor marca personal de 3:30.77, tras haber mejorado previamente en las semifinales con 3:32.19. Se atribuyó su actuación en el 1500 del campeonato de España a su gran esfuerzo en día anterior en los 5000 m.

Y ahora, con todos estos antecedentes, intentemos ponernos en la piel del seleccionador, porque es fácil ver los toros desde la barrera, pero cuando nos dan un capote y un estoque y nos mandan a la arena, las cosas ya no son tan sencillas. Y probablemente a Peiró no le resultó nada fácil la llamada que tuvo que hacer a Fontes para explicarle la decisión que había tomado. Unas horas después, cuando la lista se hizo pública, las redes sociales se inundaron de feroces críticas, con graves acusaciones, en ocasiones nada sutiles, de toda clase de favoritismos. Pero, no nos engañemos, si el descartado hubiese sido cualquier otro de los atletas, probablemente la reacción habría sido igual de virulenta, eso sí, en otro sentido.

Quizá una de las polémicas más mediáticas por un descarte para un gran campeonato fue la del talentoso atleta catalán Reyes Estévez (1976) para los Juegos Olímpicos de Sydney en el año 2000 en la prueba de los 1500 m. Reyes no logró ese año reproducir la forma de las temporadas anteriores, en que había sido brillante campeón de Europa (1998) y bronce mundialista (1999). Pese a estar fijo para los Juegos, siempre que acreditase un adecuado estado de forma, la RFEA decidió incluir a otros tres atletas, que sí habían demostrado buena forma. La polémica trascendió, con mucho, el mundo del atletismo. Locutores muy mediáticos, pero con escaso conocimiento de atletismo, o políticos, que no habían visto una pista ni por televisión, se permitieron el lujo de cuestionar la valía de los seleccionadores de entonces, que tuvieron que aguantar todo tipo de ataques personales. El tiempo demostró que había sido la decisión correcta.

En el caso actual, afortunadamente, hay algunas diferencias. Por un lado, las críticas, algunas de ellas muy fuera de lugar, se han limitado al ámbito atlético y el atleta inicialmente descartado sí había acreditado una forma adecuada. El propio jueves 30, día de la polémica, en la reunión de Estocolmo, saltaba la alarma. Mechaal se retiraba en la prueba de 3000 m. Dos días después se anunciaba que padecía una infección por Covid-19 y se anulaba su inscripción en los 1500 m del Mundial, plaza que pasaba a ocupar Fontes. Se mantiene, si se recupera, su lugar en los 5000 m. En unos días nadie recordará esta polémica, pero lo que han escrito algunos, escrito ha quedado. Solo cabe desear que no haya más contratiempos y que los tres excelentes representantes españoles en la prueba del kilómetro y medio den lo mejor de sí en Eugene.

Y como colofón, una opinión personal. Poder ir a un gran campeonato es un logro que está vedado a la inmensa mayoría de los atletas. Los criterios de la World Athletics ya son suficientemente duros. Tal vez no hay necesidad de endurecerlos más.

«Más allá de la meta», el tercer libro de Emilio Navaza

Tras Gallegos en la gloria olímpica (1992) y Voluntad de hierro. Los gallegos de Barcelona 92, año olímpico (1996) llega Más allá de la meta, el tercer libro del periodista Emilio Navaza (Pontevedra, 10 de junio de 1948), exatleta de la sección de atletismo de la SD Compostela. Emilio dedicó la mayor parte de su vida profesional al diario compostelano El Correo Gallego y su radio asociada, Radio Obradoiro, donde fue jefe de la sección de Deportes. En 2003 la Federación Galega de Atletismo le otorgó la Insignia de oro, su máxima condecoración. También se hizo acreedor en 2013 de la Medalla Pierre de Coubertin de la Academia Olímpica Española. Tras su jubilación, Emilio ha seguido trabajando e investigando sobre el atletismo gallego, lo que lo ha llevado a entrevistar a numerosos protagonistas de este deporte en Galicia, cuyo origen data de los albores del pasado siglo. Emilio ha escrito sobre los grandes atletas gallegos, historias de clubes, de competiciones, de entrenadores… De toda esta labor ha surgido este nuevo libro, Más allá de la meta, en cuya cubierta, por cierto, aparece una versión más joven del propio autor, en una competición en la localidad coruñesa de Puentes de García Rodríguez. Emilio elige veintitrés historias atléticas para este libro, a las que une un generoso material gráfico.

Como no podía ser de otra manera, La Carrera Pedestre Popular de Santiago tiene un protagonismo especial en esta obra. No en vano, Emilio fue clave para que esta competición echase a andar y se consolidase como un gran acontecimiento en Compostela. Los cinco primeros capítulos tienen que ver con esta carrera, una de cuyas ilustres vencedoras fue la campeona olímpica de maratón en 1988, la portuguesa Rosa Mota (1958). Otro de los capítulos está dedicado a otro atleta mítico, el palentino Mariano Haro (1940), que visitó Santiago en 1980 con motivo de la Carrera.

También Emilio dedica una parte de su libro a otras carreras importantes del pedestrismo gallego, como el Gran Premio de Navidad de Vigo o la carrera de San Martín de Orense. También en cinco capítulos se habla entre otras cosas de un gran duelo entre el vigués Carlos Pérez (1935) y Mariano Haro en el Gran Premio de Navidad, de la primera participación de un atleta al que el autor admira especialmente, Javier Álvarez Salgado (1943), o el inicio de la participación femenina.

Precisamente el atletismo femenino tiene un relevante papel en la siguiente parte del libro, dedicado a los pioneros del atletismo. Tres mujeres son las protagonistas de tres capítulos, las coruñesas Nela Souto (1943), Natacha Astray (1944-2019) y la viguesa Luisa García Pena (1947), atletas de los años 60 y 70 cuando volvía la categoría femenina a los campeonatos de España. En esta sección también tiene cabida el Comesaña Sporting Club, primer club gallego de atletismo, fundado en 1915.

El cuarto bloque es para competiciones importantes celebradas en Galicia, como cinco campeonatos de España absolutos en pista al aire libre, el Mundial Militar de 1964 en Riazor, con el magnífico triunfo de Álvarez Salgado en obstáculos, el encuentro España-Portugal-Finlandia de 1984 en Santiago, en el que Galicia sustituyó a última hora a Polonia, o los triunfos del Celta de Vigo en los campeonatos de España de campo a través, con Carlos Pérez, Manuel Augusto Alonso (1930-2016) y Álvarez Salgado.

El libro se cierra con tres nombres propios, el del lucense Jesús González Margaride (1967), que sufrió una grave enfermedad mientras buscaba la mínima olímpica para los Juegos de Barcelona, y el de dos grandes del panorama mundial que visitaron las tristemente desaparecidas pistas de Riazor, el marroquí Said Aouita (1959), que en La Coruña se quedó a menos de medio segundo de la plusmarca mundial de 5000 m, y el vallista estadounidense Edwin Moses (1955).

Se trata de una recopilación que, sin duda, merece la pena leer, con un estilo que transmite el enorme entusiasmo de Emilio por el atletismo y una edición muy cuidada con numeroso e interesante material gráfico. Hay que dar las gracias al autor y a la editorial Alvarellos por su labor en pro de la divulgación del atletismo, en este caso del atletismo gallego.

Debo, asimismo, agradecer a Emilio que me haya pedido que escribiese el prólogo de su libro y que me haya incluido en los agradecimientos.

Se pueden consultar más detalles en la página de la editorial Alvarellos.

Cubierta del libro de Emilio Navaza Más allá de la meta, editado por Alvarellos. Emilio es el primero por la derecha

«Si le falla la cabeza, no es bueno»

Cuando algo se repite demasiadas veces suele acabar perdiendo su significado. La prensa tiende a utilizar la palabra épico con mucha facilidad, pero hoy, probablemente, no estén nada descaminados. La victoria de Rafael Nadal (1986) en el Abierto de Australia resulta difícil de calificar. En pocos meses, Nadal ha pasado de caminar con problemas a ganar su torneo número 21 del Grand Slam, convirtiéndose en el tenista con el mayor número de estos títulos. Hubo un momento clave en el partido. Tras perder los dos primeros sets y con un 3-2 en contra en el tercero, Nadal salvó un 0-40. ¿Cuánta fortaleza mental se necesita para levantar esta situación difícilmente reversible y acabar ganando el partido y el torneo?

No me vengáis con historias. Si le falla la cabeza, no es bueno. Mariano García-Verdugo (1948), nuestro entrenador no se cansaba de responder cuando le decíamos refiriéndonos a un atleta Es muy bueno, pero le falla la cabeza. Nos costó entender que la fortaleza mental es clave para dar lo mejor de uno mismo en cualquier actividad, pero sobre todo en una cuyo motor principal es la competitividad, como el deporte de alto nivel. Saber canalizar el estrés que genera la gran competición hacia el rendimiento óptimo y no hacia el bloqueo marca una diferencia decisiva. Los mejores se crecen ante las dificultades, como le ha sucedido a Nadal este domingo en Melbourne o como le ocurría a Michael Jordan (1963) cuando se jugaba el anillo de la NBA.

En este blog hemos contado algunos casos de atletas que han dado lo mejor de sí en situaciones muy complicadas. La neerlandesa Fanny Blankers-Koen (1918-2004) tuvo que esperar doce años, enfrentada a las privaciones de una guerra y a la incomprensión de la sociedad de la época, para volver a los Juegos Olímpicos y ganar cuatro medallas de oro. El estadounidense Al Oerter (1936-2007) ganó cuatro oros olímpicos consecutivos en el lanzamiento de disco. En ninguna de la cuatro ocasiones era el favorito. Destaca especialmente su tercera victoria, en 1964, donde compitió lesionado con un aparatoso collarín. El británico Seb Coe (1956) consiguió revalidar su título olímpico de 1500 m tras una grave enfermedad, llegando a los Juegos muy justo de preparación y con una gran parte de la prensa de su país en contra de su selección.

También hay ejemplos en sentido contrario. Un atleta que nos sorprendió especialmente, tal vez porque entonces éramos adolescentes impresionables, fue el portugués Fernando Mamede (1951). Mamede comenzó su carrera atlética corriendo 800 y 1500 m, pruebas en las que fue olímpico en 1972. En 1976 en los 1500 m de los Juegos Olímpicos realizó 3:37.98 en las series, su mejor marca de siempre. Se clasificó para las semifinales, pero no entró en la final. A partir del año siguiente se cambió a distancias superiores. En 1978 conseguía el tope portugués de 5000 m, 13:17.76, que sería la quinta mejor marca mundial del año. Sin embargo en el campeonato de Europa no pasó de la 15ª posición. En 1980 realizaba 27:37.88, tiempo con el que acabó tercero en la lista mundial del año. No pudo acudir a los Juegos de Moscú debido a que su país secundó el boicot estadounidense. En 1981 obtenía el mayor éxito de su carrera deportiva al ser tercero en el Mundial de campo a través. En la pista se hacía con la plusmarca europea de 10 000 m, 27:27.7, a poco más de 5 segundos de la plusmarca mundial. En 1982 mejoró en 5000 m hasta 13:14.6 y en 10 000 a 27:22.95, a tan solo 0.55 de la plusmarca mundial. No pudo acudir al campeonato de Europa al aire libre por lesión.

Tras más de una década en el atletismo, Mamede había demostrado que era capaz de correr muy rápido, pero su rendimiento en la alta competición había sido discreto. Aunque ya había pasado de los treinta, cronométricamente no había dejado de mejorar. En 1983 se celebraban los primeros campeonatos del Mundo al aire libre. Mamede acudió a la prueba de 10 000 m con unos excelentes 27:25.13. Dio una magnífica impresión al ganar su semifinal con 27:45.54, pero en una lenta final, nunca tuvo opción y acabó el 14º, a 17 segundos del ganador. Terminó la temporada con marca personal en 5000 m, 13:08.54, tiempo líder mundial del año. En 1984, el portugués tenía una nueva oportunidad de demostrar su valía, esta vez en los Juegos Olímpicos. Sus antecedentes no lo acompañaban, pero se pensó que la historia podría cambiar tras su exhibición en Estocolmo el 2 de julio, cuando se hizo con la plusmarca mundial de 10 000 m con un tiempo de 27:13.81. Mamede había corrido la segunda parte de la carrera en 13:28.41, el último kilómetro alrededor de 2:30 y la última vuelta en 57.5, tiempos inéditos entonces en una carrera tan rápida. En la semifinal de los Juegos volvió a dar una buena impresión al imponerse fácilmente con 28:21.87, pero la final resultó absolutamente decepcionante. Con un ritmo muy lento, Mamede fue perdiendo posiciones hasta quedarse el último y abandonar poco antes de la mitad de la carrera, que se pasó en 14:18.84.

Fernando Mamede es un ejemplo de contrapunto a quienes dan lo mejor de sí en la peor situación, un atleta de enorme clase, capaz de aguantar ritmos muy exigentes y de terminar muy rápido, al que, sin embargo, la gran competición siempre lo atenazó. Si le falla la cabeza, no es bueno. Y así es, porque le impide dar lo mejor de sí mismo, desarrollar su potencial. La calidad y la capacidad de entrenamiento no son suficientes sin la fortaleza mental.

¿Quién es el mejor mediofondista de la historia?

Aunque hoy día apenas hay atletas que hagan compatible el 800 y el 1500, hubo épocas de la historia en que un número, cierto que no muy grande, de corredores conseguía buenos registros en las dos distancias. Estas épocas, no obstante, se alternaron con otras en las que los ochocentistas de alto nivel lo hacían mejor en los 400 m y los milleros en las distancias superiores. Cinco atletas han conseguido el oro olímpico en las dos pruebas de medio fondo, el australiano Edwin Flack (1873-1935), en 1896, los estadounidenses Jim Lightbody (1882-1953), en 1904, y Mel Sheppard (1883-1942), en 1908, el británico Albert Hill (1889-1969), en 1920, y el neozelandés Peter Snell (1937-2019), en 1964. Desde Snell quienes más se han acercado han sido los británicos Seb Coe (1956), doble oro en 1500 y doble plata en 800 m en 1980 y 1984, y Steve Ovett (1955) oro en 800 y bronce en 1500 en 1980, y el argelino Taoufik Makhloufi (1988), oro en 1500 m en 2012 y plata en ambas pruebas en 2016. Además hay seis atletas que han tenido las plusmarcas mundiales de los 800 m y los 1500/milla, el alemán Otto Peltzer (1900-1970), 1:51.6 y 3:51.0, el estadounidense Glenn Cunningham (1909-1988), 1:49.7 y 4:06.8 (milla), el británico Sydney Wooderson (1914-2006), 1:48.4 y 4:06.4 (milla), Peter Snell, 1:44.3 y 3:54.1 (milla), el estadounidense Jim Ryun (1947), 1:44.9 en 880 yardas, equivalente a 1:44.2 en 800, 3:33.1 y 3:51.1, y Seb Coe, 1:41.73, 3:32.03 y 3:47.33. En caso de más de una plusmarca mundial en la misma prueba se ha incluido el tiempo más rápido.

En los primeros tiempos del medio fondo, los mejores obtenían grandes resultados en ambas pruebas. Claro ejemplo de ello son los cuatro dobles campeones, Flack, Lightbody, Sheppard y Hill en las seis primeras ediciones de los Juegos Olímpicos. De ellos, Sheppard fue, además, plata en 800 m en 1912, a 0.1 del estadounidense Ted Meredith (1892-1957), quien realizó 1:51.9, primera plusmarca mundial de la prueba homologada. Meredith fue también plusmarquista mundial de 400 m con 47.4. A partir de los años 20, la tendencia de los corredores de 800 m fue más hacia un perfil como el de Meredith. Así el estadounidense Ben Eastman (1911-2002), plata olímpica en 400 m en 1932, fue plusmarquista mundial de 400, 46.4, y de 800 m, 1:49.8. El alemán Rudolf Harbig (1913-1944) también poseyó ambos primados con 46.0 y unos estratosféricos 1:46.6. El estadounidense Mal Whitfield (1924-2015) fue doble campeón olímpico de 800 m en 1948 y 1952 y del relevo 4 x 400 en 1948.

Hasta la irrupción de Peter Snell en los años 60, los corredores de alto nivel de 800 y 1500 m fueron escasos. Como se ha indicado, el médico alemán Otto Peltzer tuvo una gran temporada en 1926 con sus topes mundiales de 800 m, 1:51.6, y los 1500 m, 3:51.0, derrotando al finlandés Paavo Nurmi (1897-1973), pero no pudo mantener la forma en 1928 y no llegó a la final olímpica de 800 m. A mediados de los años 30, coincidieron tres grandes milleros en su mejor momento, el neozelandés Jack Lovelock (1910-1949), el ya mencionado Glenn Cunninghan y el italiano Luigi Beccali (1907-1990). Entraron por este orden en la final olímpica de 1936, con plusmarca mundial del oceánico de 3:47.8. Beccali había sido oro en 1932. Los Juegos de 1936 resultaron muy decepcionantes para Cunningham, que no esperaba otra cosa que no fuese la victoria. Cunningham había sufrido graves quemaduras en la infancia. Se había pasado seis meses en el hospital y se pensó que no volvería a caminar. Dos semanas después de los Juegos superó la plusmarca mundial de 800 m con 1:49.7, si bien nunca se dedicó plenamente a esta distancia. Un caso muy curioso es el del británico Sydney Wooderson. Como tantos de su generación, la Segunda Guerra Mundial le impidió pelear por la gloria olímpica. Fue plusmarquista mundial de 800 m, 1:48.4, de la milla, 4:06.4, campeón de Europa de 1500 m en 1938 y de 5000 m en 1946, con 14:08.6, segunda mejor marca de siempre entonces, después de haber pasado la guerra.

No volvió a haber otro mediofondista que dominase las dos pruebas hasta los años 60, con la irrupción de Peter Snell. El neozelandés tuvo una carrera atlética corta, con tan solo cinco años en la élite, pero absolutamente intensa. Llegó a los 800 m de Juegos de 1960 siendo un perfecto desconocido, con una mejor marca de 1:49.2 en 880 yardas (804.67 m). El gran favorito para el oro era el atleta belga Roger Moens (1930), que en 1955 había superado los imposibles 1:46.6 de Rudolf Harbig, con 1:45.7. Una lesión le había impedido disputar los Juegos de 1956, donde se impuso el estadounidense Tom Courtney (1933), que añadió otro oro en 4 x 400. Snell mejoró su marca en las series, 1:48.1 y en la semifinal, 1:47.2, batiendo a Moens. En la final parecía que Moens sería el ganador, pero no pudo impedir que el neozelandés se le colase por el interior y se proclamase vencedor con 1:46.3. En 1962, Snell decidió competir también en la milla, distancia en la que se convirtió en plusmarquista mundial con 3:54.4. Esa misma temporada registró 1:44.3, también plusmarca mundial, en un 800, al paso de las 880 yardas, que terminó en 1:45.1, también tope universal. Acudió a los Juegos de 1964 con intención de hacer el doblete en 800 y 1500 m. Curiosamente nunca había disputado la distancia métrica larga. Consiguió su objetivo con tiempos de 1:45.1 y de 3:38.1. Después de su éxito olímpico, superó otras dos plusmarcas mundiales 2:16.6 en 1000 m y 3:54.03 (3:54.1) en la milla. El paso de 3:37.6 por los 1500 m fue su mejor marca de siempre. Había planificado atacar el tope mundial de esta distancia para 1965 pero se lesionó y se retiró.

Poco después de la retirada de Snell, se encaramaba a la élite el joven Jim Ryun. Olímpico en Tokio en 1500 m, en 1966 corría las 880 yardas en 1:44.9, tiempo equivalente a 1:44.2 en la distancia métrica, superior a la plusmarca mundial de Snell, si bien no se tomó el tiempo oficial en los 800 m. Poco después corría la milla en 3:51.3, que mejoró al año siguiente con 3:51.1. Ese 1967 también superó la plusmarca mundial de 1500 m con 3:33.1. Era el gran favorito para el oro olímpico en 1968, pero, probablemente perjudicado por la altitud de la sede en Ciudad de México, se vio superado por el imponente keniano Kip Keino (1940), que lo batió con 3:34.91, frente a 3:37.89 del estadounidense. Los años siguientes fueron duros para Ryun, debido a numerosos problemas físicos. No obstante, se recuperó bien para los Juegos de 1972. Trató de clasificarse en los 800 y los 1500 m. En la primera distancia fue cuarto en las pruebas de selección, pese a correr en 1:45.2, a 0.9 del ganador, David Wottle (1950), que igualaba la plusmarca mundial de 1:44.3. Lo peor para Ryun estaba, sin embargo, por llegar, pues una caída en su serie de 1500 m terminó con su segunda participación olímpica. Ya no se recuperaría de este golpe.

Dos de los grandes mediofondistas de los 60, el tanzano Filbert Bayi (1953), plusmarquista mundial de 1500 m, 3:32.16, y de la milla, 3:51.0, y el neozelandés John Walker (1952), plusmarquista mundial de la milla, 3:49.4, y campeón olímpico de 1500 m en 1976, fueron los protagonistas de la final de los Juegos de la Commonwealth de 1974, donde Bayi fue oro con la plusmarca mundial referida, y Walker segundo con 3:32.52. Unos días antes habían coincidido en la final de los 800 m de la misma competición, ganada por el keniano John Kipkurgat (1944) en 1:43.91, mientras Walker era bronce con 1:44.92 y Bayi cuarto con 1:45.32, sus mejores marcas de siempre en ambos casos. Ninguno volvió a dedicarse a los 800 m.

En los Juegos Olímpicos de 1976 la victoria en los 1500 m, como se ha señalado, fue para Walker, mientras que el oro en los 800 m fue, junto con el de 400, para el fenómeno cubano Alberto Juantorena (1950). Segundo en ambas pruebas fue un atleta belga que bien pudo haber cambiado la historia del mediofondo a finales de los 70 y principios de los 80. Desgraciadamente Ivo van Damme (1954-1976) fallecería a finales de ese mismo año en un accidente de coche. Van Damme era un corredor de 800 m, cuarto en el Europeo Junior de 1973, carrera que ganó Steve Ovett, que en 1975, con 1:45.31, mejoraba la plusmarca nacional belga de Roger Moens. Ese año había sido subcampeón de Europa en sala, puesto que mejoró en el año olímpico al proclamarse campeón en la misma competición. En 1976, antes de los Juegos, había corrido los 1500 m en 3:37.9. También había progresado en 800 m a 1:45.07. En Montreal sorprendió con sendas platas en 800 m con 1:43.86, superando al gran favorito, el estadounidense Rick Wohlhuter (1948), plusmarquista mundial de las 880 yardas con 1:44.1, y en 1500 m, con 3:39.25, a 0.1 de Walker. Poco después de los Juegos corría los 1500 m en 3:36.26. Con 22 años, era previsible que le quedase una gran progresión en ambas distancias. Su trágica muerte se lo impidió.

El medio fondo de finales de los 70 y principios de los 80 es el enfrentamiento entre Steve Ovett y Seb Coe. Ovett comenzó a destacar antes con su plata en el Europeo absoluto de 1974 en los 800 m y su quinto puesto en la final olímpica de 1976. En 1977, en una carrera memorable, se impuso a los mejores del momento en el 1500 de la Copa del Mundo de 1977. Ese año, Coe conseguía su primer éxito con el oro en el Europeo de pista cubierta. En 1978 ambos eran los favoritos en los 800 m del Europeo al aire libre. Coe se decidió por una táctica que acabaría siendo suicida. Se colocó en cabeza y pasó el primer 400 en 49.54. Ovett lo sobrepasó en la cotrarrecta y parecía que iba a ganar, pero se vio superado por el sorprendente alemán Olaf Beyer (1957). Coe a duras penas terminó tercero. Ovett, que con 1:44.09 hacía su mejor marca de siempre, ganó con cierta facilidad el 1500. En 1979, Coe monopolizaba las plusmarcas mundiales de los 800 m, 1:44.33, 1500 m, 3:32.03, y milla 3:48.95. Se esperaba impacientemente el duelo entre ambos en los Juegos Olímpicos de 1980, más cuando poco antes Ovett había corrido la milla en 3:48.8 y los 1500 m en 3:32.09, homologados según las normas de la época en 3:32.1, y por tanto, oficialmente, igualaba la plusmarca mundial. Se esperaba que Coe, que sobre el papel era muy superior a cualquier rival, ganase el oro en 800 m, y Ovett, que llevaba 45 victorias consecutivas en los 1500 m y en la milla, fuese el primero en los 1500 m. Pero Coe hizo una de las peores carreras de su vida y resultó batido por su rival en un 800 muy táctico. Pudo, no obstante, rehacerse moralmente y consiguió ganar en los 1500 m, donde Ovett pareció algo desmotivado y solo pudo ser tercero. Tras los Juegos, Ovett corría los 1500 m en 3:31.36. En 1981, Coe realizó unos extraordinarios 1:41.73 en 800 m, y mantuvo con su rival una dura pugna, a distancia, por la plusmarca mundial de la milla. El 19 de agosto registraba 3:48.53. Ovett contraatacó el 26 de agosto con 3:48.40, pero Coe mejoró dos días después hasta 3:47.33.

El año 1982 fue un punto de inflexión en el enfrentamiento entre ambos atletas, con la aparición de serios problemas físicos, que en el caso de Ovett le harían perder la temporada. Ya no volvería a ser el mismo. Aún en 1983 superó una nueva plusmarca mundial de 1500 m, 3:30.77, pero se había quedado fuera del podio en el primer Mundial de la prueba. En 1984 consiguió llegar a las finales olímpicas de 800 y de 1500 m, donde fue último en la primera y no terminó la segunda. Coe pasó una etapa muy complicada, aquejado de una seria enfermedad parasitaria, la toxoplasmosis, pero logró recuperarse. En 1982, ya enfermo, sin saberlo, resultó derrotado en la final de 800 m al aire libre por el sorprendente alemán Hans Peter Ferner (1956). Tuvo también problemas en 1983, hasta que finalmente se hizo el diagnóstico de su problema. Consiguió, no obstante, recuperarse para disputar los Juegos de 1984. Fue plata en un 800 de altísimo nivel, detrás del inabordable brasileño Joaquim Cruz (1963), oro con 1:43.00, 0.64 menos que el británico, y se convirtió en el primer hombre en ganar dos oros olímpicos en 1500 m. En una carrera rota por el aguerrido español José Manuel Abascal (1958), Coe se impuso en los últimos 200 m a su talentoso compatriota Steve Cram (1960) con plusmarca olímpica de 3:32.53, mientras Abascal pudo aguantar el bronce. En 1986, Coe consiguió su único título en 800 m en un gran campeonato, el oro europeo. Además fue planta en 1500 m. Ese año aún corrió los 1500 m en 3:29.77, a 0.31 de la plusmarca mundial del marroquí Said Aouita (1959).

Seb Coe fue el último atleta en poseer las plusmarcas mundiales de 800 y 1500 m. Desde entonces el único atleta de élite que ha tenido grandes resultados en ambas pruebas es el argelino Taoufik Makhloufi. Pese a sus numerosos problemas físicos, Makhloufi ha sido campeón olímpico de 1500 m en 2012 y subcampeón de 800 y 1500 m en 2016. En 2019 fue subcampeón mundial de 1500 m. Acudió a los Juegos de 2020, pero no llegó a salir en su serie por una lesión en la rodilla. Sus mejores marcas son 1:42.61, de la final olímpica de 2016, y 3:28.75.

Y hasta aquí los hechos, ahora hay que ir con las opiniones. Revisando la historia de ambas pruebas, se aprecia que el número de atletas de alto nivel que han destacado en 800 y en 1500 m no es muy grande. Nada que ver con los atletas de 5000 y 10 000 m por ejemplo. Pese a estar ambas encuadradas en medio fondo, se trata de distancias que, en general, requieren un método de entrenamiento diferente. La mayoría de los dobles campeones olímpicos son de antes de 1921, cuando el atletismo era muy distinto al actual. Desde entonces solo Peter Snell se ha llevado los dos oros y ha habido otros dos, Coe y Makhoulfi, con oro y plata. Así que el podio histórico de para quien esto escribe es:

1 Peter Snell: es el único atleta con tres oros olímpicos en pruebas de medio fondo, además de plusmarquista mundial de 800 m y la milla. Su plusmarca de 800 m supuso una mejora de 1.4 respecto a la anterior. Probablemente no tuvo el primado mundial de 1500 porque era una prueba a la que apenas dedicaba atención.

2. Seb Coe: estaría en el primer lugar si no hubiese fallado en la final olímpica de 1980. Su mejor marca en aquel momento, del año anterior, era 1:42.33. En carreras tácticas, Copa de Europa, Copa del Mundo, ante rivales de mucha calidad, se había mostrado inabordable. En Moscú, el segundo más rápido había corrido en 1:43.9, el francés José Marajó (1954). Coe fue víctima de su propia ansiedad. En el lado contrario está la formidable recuperación tras su seria enfermedad, que le permitió una soberbia actuación en los Juegos de 1984.

3. Jim Ryun: pese a contar solamente con una plata olímpica, restó 2.5 a la plusmarca mundial de 1500 y 3.0 a la de la milla, además de correr las 880 yardas más rápido que la plusmarca mundial de 800 m de la época. Probablemente le sacó poco partido a los 800 m. Habría sido magnífico un duelo en la final de México con el australiano Ralph Doubell (1945), el campeón ese año.

Los mejores atletas de 2021

Tras no pocas dudas, en esta temporada atlética 2021, que está dando sus últimos coletazos, se pudieron celebrar los Juegos Olímpicos de 2021, sin público, pero con los atletas en una excelente forma. El rendimiento general en esta temporada ha sido francamente bueno, con siete plusmarcas mundiales en pruebas olímpicas, tres de ellas conseguidas en los Juegos, a saber: el noruego Karsten Warholm (1996), 46.70 y 45.94 en los 400 m vallas, el estadounidense Ryan Crouser (1992), 23.37 m en lanzamiento de peso, la neerlandesa Sifan Hassan (1993), 29:06.82 en 10 000 m, la etíope Letesenbet Gidey (1998), 29:01.03 en la misma distancia, la estadounidense Sydney McLaughlin (1999), 51.90 y 51.46 en los 400 m vallas, la venezolana Yulimar Rojas (1995), 15.67 m en triple salto, y la china Jang Yiayu (1996), 1h23:49 en los 20 Km marcha. Además de las tres plusmarcas reseñadas, 400 m vallas en ambas categorías, y triple salto femenino, en la competición olímpica se superaron otras ocho plusmarcas olímpicas, en categoría masculina, 1500 m en dos ocasiones, lanzamiento de peso y decatlón, en categoría femenina 100 m, 1500 m y 100 m vallas, y el relevo mixto 4 x 400 m.

Con estos magníficos mimbres, decidir quiénes han sido los mejores de la temporada no es una tarea fácil. No resulta sencillo comparar unas pruebas con otras. Además de los parámetros objetivos, plusmarcas, victorias, medallas, promedio de marcas, hay un componente subjetivo, emocional, del que ningún analista se puede abstraer, aunque diga lo contrario. De modo que este análisis tiene un componente personal inevitable, aunque intente basarse mayormente en los logros de cada atleta.

En la categoría masculina hay dos atletas que destacan por encima del resto, Ryan Crouser y Karsten Warholm. El estadounidense ha hecho una temporada perfecta, con su oro olímpico y su plusmarca mundial de 23.37 m, que borraba el anterior tope universal de su compatriota Randy Barnes (1966), 23.12 m en 1990. Barnes tuvo una trayectoria salpicada por consumo de sustancias ilegales, por lo que siempre hubo muchas dudas acerca de su lanzamiento. Incluyendo las competiciones en sala, Crouser ha disputado esta temporada dieciséis pruebas, con dieciséis victorias, una de ellas el oro olímpico. En total ha lanzado en 34 ocasiones más de 22.50 m, distancia que este año solamente su compatriota Joe Kovacs (1989) ha superado, dos veces.

Karsten Warholm ha tenido una temporada con muy pocas competiciones, dirigida a la consecución del oro olímpico, algo que no tenía nada fácil. Con 46.87 del año anterior, el noruego poseía, al comenzar la temporada al aire libre, la segunda mejor marca de siempre en los 400 m vallas. El 26 de junio se vio superado cronométricamente por su gran rival, el estadounidense Rai Benjamin (1997), que en las pruebas de selección olímpica de su país realizó 46.83. Warholm respondió unos días después, el 1 de julio, con una nueva plusmarca mundial de 46.70. La final olímpica superó todas las expectativas. El noruego rompió el cronómetro con unos estratosféricos 45.94, pero Benjamin no se lo puso nada fácil, segundo con 46.17, mientras el brasileño Alison dos Santos (2000) era tercero con 46.72. Warholm solamente ha corrido siete 400 vallas esta temporada. En todos ellos ocupó la primera posición. Comenzó con la plusmarca mundial de 46.70, en Oslo, en Mónaco realizó 47.08, en Tokio 48.65, 47.30 y 45.94, en Zúrich 47.35 y finalmente en Berlín 48.08.. A principios de junio hizo un 300 vallas en 33.26. Participó además en un 400 lisos, el 26 de agosto en Lausana. Se esperaba un registro alrededor de 44.00, pero sorprendentemente se quedó en 45.51 y la cuarta posición.

Otro atleta que ha destacado sobremanera ha sido el noruego veinteañero Jakob Ingebrigtsen (2000). Sin haber cumplido los 21, Ingebrigtsen es plusmarquista europeo de 1500 y 5000 m, campeón de Europa de ambas distancias y campeón olímpico de 1500 m, con plusmarca olímpica. Comenzó la temporada con plusmarca europea de 1500 m bajo techo, 3:31.80, y doble oro continental en 1500 y 3000 m. El 10 de junio hizo 12:48.45, plusmarca europea de 5000 m y mejor marca del año. Sin embargo, una enfermedad respiratoria lo mantuvo unos días fuera de combate. Un tercer puesto en el 1500 de Mónaco le hizo cambiar sus planes olímpicos y centrarse solo en este distancia. En un mano a mano con su gran rival, el keniano Timothy Cheruiyot (1995), la final olímpica, uno de los mejores 1500 de la historia, parecía una carrera de reunión. El noruego se impuso con 3:28.32, nueva plusmarca europea y olímpica. Tras los Juegos, Ingebrigtsen ganó la milla de Eugene, con mejor marca de 3:47.25, los 3000 m de Lausana, y resultó derrotado por Cheruiyot en Zúrich, con 3:31.45, 0.08 más que el keniano. Cerró la temporada con un 1500 en 3:33.26 en el campeonato de Noruega, corriendo solo.

También han sobresalido el pertiguista sueco Armand Duplantis (1999), oro olímpico en pértiga y con solo dos competiciones este año en las que no fue primero. En invierno fue campeón europeo en sala. El decatleta canadiense Damian Warner (1989) con su victoria en Tokio se convirtió en el cuarto primo de Supermán, según la terminología del exdecatleta británico Daily Thompson (1958), para referirse a los registros superiores a 9000 puntos, con 9018 puntos, plusmarca olímpica. Al fondista ugandés Joshua Cheptegei (1996) le faltó decisión, probablemente debido a una lesión previa, para cambiar de ritmo en los 10 000 m olímpicos, prueba en la que fue segundo, pero se mostró intratable en los 5000 m. Finalmente el maratoniano keniano Eliud Kipchoge (1984) consiguió su objetivo de convertirse el doble campeón olímpico.

En categoría femenina tampoco es fácil elegir. Probablemente hay tres atletas por encima del resto, la velocista jamaicana Elaine Thompson-Herah (1992), Sydney McLaughlin y Yulimar Rojas. La jamaicana, con sus oros olímpicos en los 100 y los 200 m se ha convertido en la primera mujer en realizar un doble doble olímpico en velocidad, es decir, repetir oro en los 100 y en los 200 m. Fue también campeona en el relevo de 4 x 100 m. Ha realizado 10.54 y 21.53. Tan solo la estadounidense Florence Griffith (1959-1998) ha corrido más rápido, pero sus registros están muy cuestionados, no solo por el viento. Esta temporada ha bajado de 10.80 nueve veces y ha tenido en su compatriota Shelley Ann Fraser-Pryce (1986) una durísima rival, que este año ha hecho su mejor marca personal, 10.60.

Los paralelismos de esta temporada entre los 400 m vallas masculinos y los femeninos son sorprendentes. Como Warholm, Sydney McLaughlin llegó a Tokio como reciente plusmarquista mundial, 51.90, pero con una rival muy pareja, su compatriota Dalillah Muhammad (1990). La competencia entre ambas en la final olímpica dio lugar a un nuevo tope universal, 51.46, para McLaughlin, y unos excelentes 51.58 para Muhammad. La pujante neerlandesa Femke Bol (2000) fue bronce con 52.03, plusmarca europea. Las dos estadounidenses ganaron otro oro, en el relevo 4 x 400 m. McLaughlin apenas compitió en los 400 m vallas. Tan solo disputó una carrera, a principios de temporada, además del campeonato de Estados Unidos y los Juegos Olímpicos, tres rondas cada uno. Previamente, durante los meses de abril y mayo se dedicó a los 100 m vallas, distancia en la que mejoró hasta 12.65. Dio por cerrada su temporada tras los Juegos.

La portentosa saltadora Yulimar Rojas llegó a los Juegos en el mejor momento de su vida. Su superioridad era tal, que casi se daba el oro olímpico por descontado. Se dudaba si habría o no plusmarca mundial. Finalmente, en el último salto, se fue a 15.67 m, 17 cm más que el anterior techo universal. Esta temporada ha superado los 15.00 m en 16 ocasiones. Tan solo otra atleta, la portuguesa Patrícia Mamona (1988), ha saltado más de 15 metros esta temporada, 15.01 m. Obviando las absurdas normas de los saltos en la Liga de Diamante, la venezolana ha tomado parte en 9 concursos de triple salto y ha obtenido nueve victorias.

Hubo otras tres atletas que también realizaron una gran temporada. Sifan Hassan, además de su breve plusmarca mundial de 10 000 m, fue doble campeona olímpica de 5000 y 10 000 m. Intentó un triplete inédito que incluía el 1500, pero en esta distancia resultó derrotada y fue bronce. Su próximo reto probablemente sea, junto a Gidey, las barreras de 14 y 29 minutos. Por su parte la jovencísima estadounidense Athing Mu (2002) sorprendió en las pruebas de selección olímpica con una victoria en 800 con 1:56.07. En Tokio mejoró hasta 1:55.21, que le sirvió para ganar el oro. Repitió metal en el relevo 4 x 400 m. Tras los Juegos, rebajó su marca a 1:55.04. Siendo aún sub20, el futuro tanto en la vuelta como en las dos vueltas parece suyo. Finalmente la keniana Faith Kipyegon (1994) impidió el triplete de Hassan, y de paso se llevó su segundo oro en 1500 m, por segunda vez en la historia de la categoría femenina. Este año realizó su mejor marca, 3:51.07, lo que la convierte en una muy seria candidata a ser la primera mujer en correr la distancia en menos de 3:50.00.

Hasta aquí lo objetivo, ahora toca lo subjetivo. Para quien esto escribe, que será diferente de lo que decida la World Athletics, estos son los mejores:

Hombres

  1. Ray Crouser
  2. Karsten Warholm
  3. Jakob Ingebrigtsen (aquí bien podría estar también Armand Duplantis)

Mujeres

  1. Elaine Thompson-Herah
  2. Sydney McLaughlin
  3. Yulimar Rojas

El atletismo español en Tokio cerca del sobresaliente

El atletismo volvió de Río de Janeiro, tras los Juegos Olímpicos de 2016, con el fulgor de dos medallas, el oro de Ruth Beitia (1979) y la plata de Orlando Ortega (1991) en 110 m vallas. Sin embargo, solamente otros dos atletas consiguieron entrar entre los ocho primeros, David Bustos (1990), séptimo en 1500 m, y Beatriz Pascual (1982), octava en 20 Km marcha. Hubo, además, dos plusmarcas españolas, Bruno Hortelano (1991), 20.12 en 200 m, y Sergio Fernández (1993), 48.87 en 400 m vallas. El panorama no parecía demasiado halagüeño. Los medios en España son mucho menores que otros países de nuestro entorno. En Francia o en Italia los entrenadores de los atletas de alto nivel están pagados por sus respectivas administraciones. Italia, además, cuenta con el apoyo de la Policía y del Ejército, al que pertenecen gran parte de su élite atlética. En Tokio no ha habido tanto metal como en Río. Solamente se ha ganado una medalla de bronce, pero un análisis más detallado, basado en el número y en la clasificación de los finalistas, muestra que España ha tenido una de sus mejores actuaciones olímpicas de siempre. Ha habido 11 atletas entre los ocho primeros y nada menos que quince mejores marcas personales, entre ellas tres plusmarcas españolas, 14.77 y 14.87 de Ana Peleteiro (1995) en triple salto y los 3:13.29 del relevo mixto de 4 x 400 m. Tan solo en 2008 hubo más finalistas, 12, curiosamente sin ninguna medalla. En 1992 se ganaron 4 medallas, el máximo del atletismo español, pero solo hubo 6 finalistas en total. En la clasificación por puntos, que otorga de 8 a 1 puntos, del primero al octavo, España ha tenido 45 puntos. Nunca se había puntuado tan alto.

Además de a los atletas, por su enorme esfuerzo de años, y por lo bien que han sabido competir en el momento y en el lugar adecuado, hay que agradecer el trabajo, muchas veces poco reconocido de los entrenadores, y la labor de la RFEA (Real Federación Española de Atletismo), que la temporada pasada, en unas condiciones muy difíciles por la pandemia, consiguió que se celebrasen los campeonatos de España de todas las categorías, y esta temporada ha continuado con la misma política.

El viernes 30 de julio, primer día de competición, tuvo lugar la primera final, los 10 000 m, con la presencia del aragonés Carlos Mayo (1995), entrenado por José Luis Mareca. Mayo había conseguido de forma solvente la exigente mínima con una marca personal de 27:25.00, no muy lejos de la plusmarca española de Fabián Roncero (1970), 27:14.44 En una carrera muy complicada, en la que parecía condenado a los últimos puestos, consiguió entrar el 13º, tercer europeo, con 28:04.71, a algo más de 21 segundos del vencedor, el etíope Selemon Barega (2000). Ese mismo día 30 se habían celebrado las series del 5000 femenino. La madrileña Lucía Rodríguez (1998), entrenada por Arturo Martín, mejoraba su plusmarca personal hasta 15:26.19, si bien no conseguía clasificarse para la final. Otra prueba con una destacada actuación española fue el relevo mixto 4 x 400 m. El equipo formado por Samuel García (1991), Laura Bueno (1993), Aauri Bokesa (1988) y Bernat Erta (2001) hacía un registro de 3:13.29, nueva plusmarca nacional. Deberían haber disputado la final, por la descalificación de Estados Unidos. Pero, de forma injusta, se recalificó a este equipo, pese a haber entregado el testigo fuera de la zona.

El sábado 31 de julio se disputaron las semifinales de los 800 metros femeninos, con una agradable sorpresa, la presencia de la jienense Natalia Romero (1988), entrenada por Pedro Jiménez. Esta profesora universitaria de fisioterapia y antigua corredora de 400 m acudía a sus primeros Juegos con 32 años. Había superado la primera ronda por tiempos, con 2:01.16, 1.40 menos de su anterior plusmarca personal. En la semifinal no pudo evitar la última posición, pero corriendo casi como en la eliminatoria, 2:01.52.

El domingo 1 de agosto se celebraba la final de triple salto femenino, una prueba donde España tenía opción de medalla de la mano de la gallega Ana Peleteiro, entrenada por Iván Pedroso. Peleteiro se había clasificado para la final con 14.62 m, su mejor marca al aire libre. En la ronda definitiva mejoró hasta 14.77 y 14.87 m, sendas plusmarcas españolas, que la auparon a la tercera posición, en una concurso histórico donde la venezolana Yulimar Rojas (1995), superó la vieja plusmarca mundial con 15.67 m.

El lunes 2 de agosto el alicantino de Onil Eusebio Cáceres (1991), entrenado por Juan Carlos Álvarez, tenía un enorme rendimiento en el salto de longitud. Tras clasificarse con 7.98 m, Cáceres, con un último salto de 8.18 m se colocaba en la tercera posición Finalmente el griego Miltiades Tengorou (1998), que había estado muy por debajo de sus posibilidades, dio un brinco de 8.41 m, que le sirvió para ganar el oro y que desplazó a Cáceres a la cuarta posición. También hubo participación española en las series de 200 m femeninos, donde la joven catalana Jaël Bestué (2000), entrenada por Ricardo Diéguez, realizó 23.19, mejor marca personal que, no obstante, no fue suficiente para seguir.

El miércoles 4 de agosto tuvo lugar uno de los grandes momentos de estos Juegos para los aficionados españoles, la final de los 800 m. Tras su 6º puesto en el Mundial de Doha en 2019 y un año 2020 casi el blanco, el gallego Adrián Ben (1998), entrenado por Arturo Martín, se había convertido en el primer español en disputar una final olímpica de la doble vuelta a la pista. Ben, que acudía con una mejor marca personal de 1:44.12, entró en las semifinales por puestos con 1:45.30, tercero en su serie. Corrió la semifinal más rápida, la segunda, y fue 4º con 1:44.30, que le sirvió para entrar en la final por tiempos. En una final muy táctica, se supo colocar perfectamente, y peleó hasta el final por estar adelante. Su premio, la 5ª posición con 1:45.98, a 0.59 del bronce. Esa misma tarde se habían corrido las semifinales de 400 m femeninos. La madrileña Aauri Bokesa, entrenada por Laurent Meuwly, no pasaba a la final, pero realizaba con 51.57, a sus 32 años, la mejor marca de su vida.

El jueves 5 de agosto se acumularon las buenas actuaciones españolas. El día comenzó muy bien, con la final de los 110 m vallas. Se esperaba la presencia de Orlando Ortega, uno de los candidatos españoles a las medallas, pero Ortega, que había tenido una temporada muy complicada, se volvió a lesionar ya estando en Tokio. El joven navarro Asier Martínez (2000), entrenado por François Beoringyan, se quedaba como el único representante español en la prueba. Estaba en buena forma. En el campeonato de España había hecho plusmarca personal de 13.31, segunda española de siempre, con -2.0 de viento, y era el campeón de Europa sub23. Ganó su serie clasificatoria con 13.32. Superó su semifinal por tiempos con 13.27 y ocupó una excelente 6ª plaza en la final, con nueva mejor marca de 13.22. Los 20 Km marcha masculinos eran otra opción de medalla. Los españoles pelearon por el podio, pero finalmente se quedaron muy cerca, con el extremeño Álvaro Martín (1994), el campeón de Europa entrenado por José Antonio Carrillo, en cuarta posición y el madrileño Diego García Carrera (1996), entrenado por José Antonio Quintana, sexto.

El día 5 se terminó con la conclusión de las pruebas combinadas. En categoría femenina, la catalana María Vicente (2001), entrenada por Ramón Cid, ocupó el puesto 18º con 6117 puntos, algo alejada de su plusmarca española de 6304 puntos. No tuvo su mejor día en algunas pruebas, pero la experiencia olímpica le servirá para futuras competiciones. En categoría masculina, otro alicantino de Onil, Jorge Ureña (1993), entrenado por su padre José Antonio Ureña, realizó su mejor marca personal con 8322 puntos y la 9ª posición. Ureña, que ha mejorado mucho en los lanzamientos, probablemente tenga a tiro la vieja plusmarca española de Francisco Javier Benet (1968), 8526 puntos en 1998.

El viernes 6 de agosto se disputaban las otras dos pruebas de marcha, con opciones españolas. Los 50 Km marca contaban además con el atractivo de la octava participación olímpica de Jesús Ángel García Bragado (1969). El veteranísimo atleta llegó en el puesto 35 con 4h10:03. Por delante, el balear Marc Tur (1994), entrenado por José Antonio Quintana, terminaba en una excelente 4ª posición. En los 20 Km marcha femeninos, la granadina campeona de Europa María Pérez (1996), entrenada por Jacinto Garzón, tras pelear duramente por entrar en el podio, acabó también en la 4ª posición. En la pista del estadio olímpico, esa tarde, tenía lugar la final de 5000 m, con el murciano Mohamed Katir (1998), entrenado por Gabriel Lorente. Tras sus plusmarcas españolas de los 1500 m, 3.28.76, 3000 m, 7:27.64, y en 5000 m 12:50.79, se esperaba que luchase por una medalla. En su contra jugaban su corta experiencia internacional y su derrota en el campeonato de España de 5000 m, a manos de Carlos Mayo. Había dado muy buena impresión en la semifinal. Finalmente, en la prueba nunca tuvo opción a los primeros puestos. Fue 8º con 13:06.60. En la final femenina de 1500 m también había presencia española. La madrileña Marta Pérez (1993), entrenada por Antonio Serrano, había llegado a los Juegos en el mejor momento de su vida. Se clasificó para las semifinales por tiempos con 4:04.76, su mejor marca personal. Fue quinta en su semifinal con 4:01.69. En la final más rápida de la historia, ganada por la keniana Faith Kipyegon (1994), 3:53.11, y con ocho mujeres por debajo de 4:00.00, fue capaz de buscar su ritmo y terminar 9ª con 4:00.12, la segunda mejor marca española de siempre.

El sábado 7 de agosto vio en el Estadio Olímpico de Tokio una de las mejores finales de 1500 de la historia, en la que hubo dos españoles, uno de ellos con una actuación superlativa. El granadino Ignacio Fontes (1998), entrenado por Jesús Montiel, fue 5º en la primera semifinal con 3:34.49. En cuanto al atleta de Palamós Adel Mechaal (1991), entrenado por Antonio Serrano, 4º en el Mundial al aire libre de 2017, llegaba a Tokio con la marca de 2019, 3:33.91 y con el título de campeón de España. Tras una cómoda serie clasificatoria mejoró su marca en la semifinal, 3:32.19. En la rapidísima final buscó el paso que mejor le convenía y acabó tratando de luchar por el bronce, que se reveló carísimo. Acabó en un magnífico 5º puesto con 3:30.77. Fontes no se sintió cómodo y fue el 13º con 3:38.56.

El domingo 8 de agosto quedaba la prueba de maratón masculino y otra gran actuación española. El ilerdense de adopción Ayad Lamdassem (1981), entrenado por Antonio Cánovas, estuvo en el grupo que se formó tras la escapada de Eliud Kipchoge (1984). Solamente cedió en los últimos dos kilómetros. Finalmente entró en la 5ª posición, completando los once finalistas españoles.

Aunque hubo un buen número de atletas que rindieron a un gran nivel, también hubo actuaciones discretas. Tal vez la eliminación que resultó más dura para el aficionado fue la de la catalana Esther Guerrero (1990), entrenada por Joan Leonart. Guerrero es una excelente competidora que estaba en buena forma. Tiempo tendrán los atletas y los entrenadores de analizar su rendimiento y hacer modificaciones si así lo consideran.

No querría terminar sin recordar a una persona muy especial del atletismo, un entrenador de club volcado en este deporte y al que el atletismo español le debe mucho. Mariano Castiñeira tristemente nos dejó el año pasado. El atletismo lucense no sería lo mismo sin él. Fue el descubridor y primer entrenador de Adrián Ben, un excelente ejemplo de la importancia de la figura del entrenador.

Muchas gracias, atletismo español, por estos días en que nos habéis hecho vibrar con vuestro esfuerzo y vuestra búsqueda de los límites. Habéis estado cerca del sobresaliente. Nos vemos en Oregón.