Atenas 1982, donde se inicia el despegue del atletismo español

El primer campeonato de Europa tuvo lugar en Turín en 1934 en categoría masculina. En la siguiente edición, la de 1938, por primera y única vez se celebraron en lugares diferentes los campeonatos de categoría masculina, en París, y femenina, en Viena. España tomó parte por primera vez en el cuarto campeonato de Europa, el de Bruselas 1950. Hubo que esperar hasta 1958, en Estocolmo, para que hubiese un finalista español, el albaceteño Antonio Amorós (1927-2004), octavo en 10 000 m con 29:31.0, plusmarca española. Los españoles no volvieron a entrar entre los ocho primeros hasta 1966, en Budapest, con el vigués Carlos Pérez (1935), cuarto en maratón, el vizcaíno Ignacio Sola (1944), quinto en salto con pértiga, y el aragonés Alberto Esteban (1943), séptimo en 800 m, con plusmarca española de 1:47.4. A finales de los 60 se intentó hacer el Europeo cada dos años. Hubo campeonatos en 1969 y 1971, pero posteriormente se decidió pasar nuevamente a cada cuatro años. En Helsinki, en 1971, hubo tres finalistas en las tres pruebas de fondo. El vigués Javier Álvarez Salgado (1943) fue quinto en los 5000 m, el mismo puesto que el palentino Mariano Haro (1940) en 10 000 m, con 27:59.4, plusmarca española. El tercer finalista fue el madrileño Agustín Fernández (1938), octavo en maratón. Mariano Haro repitió puesto de finalista en 1974, en Roma, octavo en 10 000 m. La vallesana Carmen Valero (1955) se convirtió en la primera mujer española finalista al ser séptima en 1500 m, con 4:11.6, plusmarca española. Finalmente el equipo español del relevo 4×100, formado por Luis Sarria (1949), Juan Sarrasqueta (1952), Miguel Ángel Arnau (1957) y José Luis Sánchez Paraíso (1942-2017), ocupó la sexta plaza. La primera medalla llegó en 1978, con el oro en 50 Km marcha del barcelonés Jordi Llopart (1952-2020). Además otro barcelonés, José Marín (1950), fue quinto en 20 Km marcha, y el tarraconense José Alonso (1957) séptimo en los 400 m vallas.

España acudía al campeonato de Europa de 1982, que tendría lugar en Atenas, con un equipo formado por diecinueve hombres y cuatro mujeres. En las ocho ediciones anteriores, los atletas españoles habían obtenido un total de trece puestos de finalista, entre ellos una medalla, de oro. Se confiaba en aumentar el número de medallas. Había atletas que habían tenido una buena actuación en los Juegos Olímpicos de 1980, donde otra vez Jordi Llopart había conseguido la primera medalla para el atletismo español, con su plata en los 50 Km marcha. Pero hubo otras buenas actuaciones como el cuarto puesto del alicantino Domingo Ramón Menargues (1958), con 8:15.78, plusmarca española, la quinta posición en la misma prueba del granadino Francisco Sánchez Vargas (1958), la quinta y sexta plaza de José Marín en 20 y 50 Km marcha y los séptimos puestos del barcelonés Antonio Corgos (1960) en salto de longitud, y del oscense Javier Moracho en 110 m vallas. Todos estos atletas estarían en Atenas, igual que tres de los cinco medallistas del Europeo en pista cubierta de ese año, el cántabro José Manuel Abascal, (1958), plata en 1500 m, el leonés Colomán Trabado (1958), bronce en 800 m, y el madrileño Benjamín González (1958-2011), bronce en 400 m. No acudirían a Grecia por lesión los campeones de 800 m, el granadino Antonio Páez (1956) y de 1500 m, el toledano José Luis González (1957).

La realidad superó las previsiones más optimistas. Los campeonatos tuvieron lugar del 6 al 12 de septiembre y la primera medalla llegó al día siguiente, el 7 de septiembre con el oro de José Marín en 20 Km marcha que recorrió en 1h23:43, plusmarca del campeonato. Dos días más tarde, el 9, España conseguía su segunda medalla. Antonio Corgos acreditaba 8.23 m en el salto de longitud, conseguidos en 1980. Se había clasificado para la final con el segundo mejor salto de los participantes, 8.02 m, aunque necesitó tres intentos. En la final se atascó con 7.82 m, que le daban la sexta plaza el comienzo de la sexta ronda, pero un salto de 8.19 m lo encaramaron a la segunda posición, de donde no se movió y ganó la medalla de plata. El día 10 de septiembre hubo doble fiesta. Tenían lugar simultáneamente la llegada de los 50 Km marcha, donde Marín se hacía con la segunda posición, y la final de 3000 m obstáculos, en la que Domingo Ramón conseguía la medalla de bronce. En la prueba de marcha, Jordi Llopart, sexto, fue el único español finalista que no ganó una medalla. España cerró el campeonato con la medalla de bronce de José Manuel Abascal en los 1500 m el día 11, que bien pudo ser algo más, pero se vio perjudicado por la caída del escocés Graham Williamson (1960), momento en que aprovechó el inglés Steve Cram (1960) para escaparse y ganar el oro. Al cántabro no le faltó demasiado para alcanzarlo, pero lo abandonaron las fuerzas a falta de 20 m.

Desde los Campeonatos de Europa de Atenas de 1982, España ha ganado 81 medallas, 25 de oro, en 11 ediciones de esta competición. En agosto, en Múnich, habrá una buena oportunidad para seguir sumando. Es cierto que el peso del atletismo europeo en el concierto mundial ha decrecido y que se ha incrementado en número de pruebas. Aun así, la progresión del atletismo español es innegable. A veces cuesta pensar en que los inicios hubiesen sido tan humildes.

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Tokio 1991, el mejor concurso de salto de longitud de la historia

Esta entrada se publicó anteriormente en el número 14, de julio de 2021, de la revista Somos Atletismo.

Las circunstancias han querido que los Juegos Olímpicos de Tokio se hayan celebrado casi treinta años después de los Campeonatos del Mundo de 1991, un número redondo. En aquel año, la capital de Japón albergó, en el viejo Estadio Olímpico demolido en 2015, la tercera edición de esta nueva competición mundialista, que había nacido en 1983 y hasta entonces tenía lugar cada cuatro años. Una de las pruebas más esperadas era el concurso de salto de longitud. El estadounidense Frederick Carlton Carl Lewis (Birmingham, Alabama, 1 de julio de 1961) dominaba esta especialidad con mano de hierro desde hacía una década. Su última derrota databa del 27 de febrero de 1981, en los campeonatos de Estados Unidos en pista cubierta, cuando Larry Myricks (1956) lo había batido por 5 cm, 8.13 frente a 8.08 m. Desde entonces, Lewis había ganado 64 concursos consecutivos. Poseía dos oros olímpicos, en 1984 y 1988, y se había impuesto en los anteriores Campeonatos del Mundo de 1983 y 1987. Antes de comenzar la final de Tokio poseía 15 de los 20 mejores saltos de longitud. Sin embargo, no había sido capaz de superar los míticos 8.90 m de Bob Beamon (1946) en los Juegos Olímpicos de México de 1968, un registro que estaba a punto de cumplir 23 años como plusmarca mundial. Su mejor salto era 8.79 m, realizado en dos ocasiones, el 19 de julio de 83 en Indianápolis y el 27 de enero de 1984 en Nueva York, en sala, ambos, sobre todo este último, de mayor valor intrínseco que la marca de Beamon. Se decía entonces, con cierta razón, que Lewis no prestaba suficiente atención a la longitud, ya que la hacía compatible con los 100 m, distancia en la que también era doble campeón olímpico y mundial, además de plusmarquista universal.

En Tokio, Carl Lewis demostró estar en mejor forma que nunca. El 25 de agosto, cinco días antes de la final del salto de longitud, se había proclamado campeón de 100 m, con plusmarca mundial de 9.86. En el salto de longitud, su rival más peligroso parecía su compatriota Michael Anthony Mike Powell (Filadelfia, Pensilvania, 10 de noviembre de 1963). Powell había sido subcampeón olímpico en 1988. En 1990 había saltado 8.66 m, su plusmarca personal. Ese 1991 había estado a punto de batir a Lewis en las pruebas de selección de su país, 8.64 frente a 8.63 m. Ya en Tokio, Powell se clasificó fácilmente para la final del Mundial con un salto de 8.19 m, en el primer intento, mientras Lewis, tras un nulo muy largo, realizó el mejor salto de los participantes, 8.56 m, plusmarca de los campeonatos.

La final tuvo lugar el 30 de agosto. Lewis era el gran favorito. Solo se dudaba de si superaría o no a Beamon. Powell inició la competición con unos discretos 7.85 m, mientras Lewis se iba a unos formidables 8.68 m. En la segunda ronda Powell se mostró fuerte, con 8.54 m, mientras Lewis realizaba un nulo. El tercer intento de Powell fue de 8.29 m, mientras Lewis con 8.83 m (+2.3 m/s) parecía cerrar la pugna por el oro. Solo quedaba por saber si realizaría la plusmarca mundial en los tres intentos que restaban. Powell abrió la cuarta ronda con nulo muy largo. Lewis por su parte superaba numéricamente a Beamon, con 8.91 m, pero ayudado por un viento excesivo de 2.9 m/s. A continuación, sucedió lo imposible. Mike Powell realizó el salto de su vida, un salto perfecto, con un perfecto talonamiento en el que solo se dejó 3 cm. Cuando aterrizó se dio cuenta de que había hecho algo grande. El viento era legal, de 0.3 m/s. La medición, 8.95 m. Se había superado la legendaria plusmarca mundial de Beamon, al nivel del mar y sin viento, y no lo había hecho Lewis, lo había hecho Powell. Lewis, sin embargo, no se dio por derrotado. En su quinto salto conseguía su mejor registro con viento legal, 8.87 m (-0.2 m/s). Probablemente superado por la catarata de emociones del momento, Powell hizo un último salto nulo y contuvo el aliento ante la postrera oportunidad de su rival, que volvió a tener un extraordinario comportamiento con 8.84 m (+1.7 m/s), magnífico pero insuficiente.

Terminado el concurso, Powell pudo dar rienda suelta a su enorme alegría por toda la pista. Lewis había hecho un excepcional concurso, el mejor de su vida, con cuatro saltos entre 8.83 y 8.91 m, entre ellos dos con viento legal, sus dos mejores marcas, de 8.84 y 8.87 m. Y, sin embargo, no ganó. Mientras Powell, con un solo salto mejor que el peor de Lewis se llevó la victoria y la gloria. Fue  un concurso de altísimo nivel, pleno de emoción, en absoluto comparable al de los Juegos de 1968, en el que Beamon, con sus estratosféricos 8.90 m, había cerrado la competición en la primera ronda. Larry Myricks, el viejo rival de Lewis, fue bronce, fuera de los focos, con 8.42 m.

La victoria de Powell no consiguió, sin embargo, cambiar las jerarquías en el concurso. En las pruebas de selección olímpica de 1992, volvió a derrotar a Lewis, 8.62 frente a 8.53 m. No obstante, en la final olímpica Lewis se hacía con su tercer oro consecutivo. Este, tras 8.68 m en la clasificación, realizó en la final un primer salto de 8.67 m, que no mejoró. Powell se fue superando en cada salto, hasta 8.64 m en la última ronda, que le dieron la plata. En 1993, sin Lewis, Powell repitió oro en el Mundial, con 8.59 m. En la siguiente edición, de 1995, solo pudo ser tercero, con 8.29 m, muy lejos de los 8.70 m de la emergente estrella cubana Iván Pedroso (1972). En las pruebas de selección olímpica de 1996, Powell batió a Lewis, que fue tercero, 8.39 frente a 8.30 m. A sus 32 años, el de Filadelfia buscaba su primer oro olímpico, y era su última oportunidad. Lastrado por una lesión, solo pudo ser quinto. Lewis, con 35 años, mostrando una vez más su gran capacidad competitiva, igualaba el logro de su compatriota discóbolo Al Oerter (1936-2007), con cuatro oros consecutivos en la misma prueba. El salto ganador de Lewis fue  8.50 m. Pedroso, también con problemas físicos, solo pudo ser 12º.

Los 8.95 m de Mike Powell van a cumplir 30 años en lo más alto de la lista. Ya hace siete que superaron en longevidad a la plusmarca mundial de Beamon. Desde aquella tarde de agosto en Tokio, tan solo hubo otros dos saltos, no legales, por encima de 8.95 m. En 1992 el propio Powell hizo en la estación alpina italiana de Sestriere 8.99 m, invalidados por un viento de +4.4 m. En 1995, en el mismo escenario, Iván Pedroso realizó 8.96 m, marca que generó mucha polémica, pero finalmente no se homologó por problemas de interferencias con el anemómetro. En 1991 se pensaba que la barrera de los 9 metros se rompería en poco tiempo. Treinta años después no se vislumbra quién pudiera hacerlo. El concurso de Tokio seguirá siendo, por muchos años, el mejor de la historia.

Amsterdam 1928 (I), comienza el atletismo olímpico femenino

Esta entrada se publicó inicialmente en el número 11 de la revista Somos Atletismo, de abril de 2021.

Aunque desde principios del siglo XX los países anglosajones ya celebraban reuniones en las que participaban mujeres, el atletismo femenino resultó excluido de las primeras ediciones de los Juegos Olímpicos. Sí fueron olímpicos otros deportes en la categoría femenina como tenis, golf y vela en 1900, tiro con arco en 1904, patinaje artístico (1908), salto de trampolín y natación (1912) o esgrima (1924). El gran salto del atletismo femenino vino de la mano de la francesa Alice Milliat (1884-1957), que en 1917 fundó la Fédération Féminine Sportive de France. Milliat, traductora de profesión, había practicado remo y hockey sobre patines. En 1919 presentó formalmente al Comité Olímpico Internacional (COI) una solicitud para hacer el atletismo femenino olímpico, pero no tuvo éxito. Su labor en pro del atletismo femenino continuó y en 1921 organizó en Mónaco el Primer Encuentro Multinacional Femenino, con once pruebas. A finales de ese año, Milliat fundó la Fédération Sportive Féminine International, que contaba con la participación de Francia, Reino Unido, Italia, Checoslovaquia, España y Estados Unidos. Milliat fue su primera presidenta y su primera tarea fue la puesta en marcha de los primeros Juegos Mundiales Femeninos, que tuvieron lugar en París el 20 de agosto de 1922. En un solo día se celebraron 11 pruebas atléticas, 60 metros, 100 yardas, 300 metros, 1000 metros, 100 yardas vallas, relevo 4 x 110 yardas, salto de altura, salto de longitud, salto de longitud sin impulso, lanzamiento de peso a dos manos y lanzamiento de jabalina a dos manos. Participaron 77 mujeres de 5 países, Francia, Reino Unido, Checoslovaquia, Suiza y Estados Unidos. Los Juegos contarían con otras 3 ediciones, en 1926, 1930 y 1934. En esta última edición, celebrada en Londres, tomaron parte 200 atletas, de 19 países. Tuvieron lugar 12 pruebas. En ese momento el atletismo femenino llevaba dos ediciones siendo olímpico. Además estaba previsto la inclusión de las mujeres en el siguiente campeonato de Europa, en 1938. Los Juegos Mundiales dejaron su sitio a esta competición.

La Fédération Sportive Féminine International volvió a solicitar, infructuosamente, la participación de mujeres atletas en los Juegos Olímpicos de 1924. Pero, finalmente, en 1926, el COI accedió a que el atletismo femenino se convirtiese en un deporte olímpico. En los Juegos de 1928, que se celebrarían en Amsterdam, habría cinco pruebas femeninas, los 100 m, los 800 m, el relevo 4 x 100 m, el salto de altura y el lanzamiento de disco. Aunque tenía poco que ver con el programa masculino, se habían podido derribar muchas barreras, entre ellas la oposición del propio Pierre de Coubertin (1863-1937). El fundador del Movimiento Olímpico moderno opinaba que el deporte femenino y los Juegos Mundiales Femeninos eran impracticables, antiestéticos, no interesantes y, no debemos tener miedo a añadir, incorrectos. Esto debemos decir de esa medio olimpíada femenina.

Además de la participación de las mujeres, los Juegos de Amsterdam tuvieron otras novedades importantes. Se modificó el programa masculino, eliminando la prueba de 3000 m por equipos, el campo a través, la marcha y el pentatlón. Con excepción de la marcha, que reaparecería en 1956, el programa no ha cambiado desde entonces. Otra novedad fue la presencia, por primera vez, del pebetero olímpico. Alemania, tras su exclusión de las dos ediciones anteriores, volvió a los Juegos y fue segunda en el medallero, con 31 preseas, 10 de oro.

La primera mujer campeona olímpica, el 31 de agosto de 1928,  fue la lanzadora de disco polaca Halina Konopacka (1900-1989), quien, con 39.62 m, superaba por 44 cm su propia plusmarca mundial. Nacida en una familia de deportistas, Konopacka había practicado equitación, patinaje, esquí y natación antes de dedicarse al lanzamiento de disco. Tras su retirada del disco en 1931 se dedicó al tenis. Casada con el Ministro del Tesoro de Polonia, Ignacy Matuszewski (1891-1946), tras la invasión alemana y soviética en 1939, ayudó a este a llevar las reservas de oro a Francia. Tras la ocupación alemana de este país, ambos huyeron a Estados Unidos, donde se quedaron a vivir. Ella continuó allí tras el fallecimiento de su marido. Posteriormente se dedicaría a la pintura.

El mismo día 31 de julio tuvo lugar la final de los 100 m lisos. La ganadora fue la estadounidense de 16 años Betty Robinson (1911-1999), que había empezado a entrenar el marzo de ese año, con un tiempo de 12.2, que igualaba su propia plusmarca mundial. Ganó también la plata en el relevo 4 x 100 m. En 1931 resultó herida grave en un accidente de avión. Inicialmente la dieron por muerta. Estuvo 7 semanas en coma y 2 años sin poder caminar normalmente. Aunque las secuelas en su rodilla le impedían adoptar la posición de salida en las pruebas de velocidad, en 1936, haciendo el tercer relevo del 4 x 100, con el equipo de Estados Unidos en la final olímpica, consiguió el segundo oro de su carrera.

El 2 de agosto tuvo lugar la polémica final de 800 m. El día anterior se habían celebrado las series clasificatorias, en número de tres. Las tres primeras pasaban a la final. La carrera definitiva resultó muy disputada. La japonesa Kinue Hitomi (1907-1931), que nunca había corrido la distancia antes de los Juegos, se colocó en la cabeza, mientras las alemanas Marie Dollinger (1910-1994) y Elfriede Wever (1900-1941) controlaban la carrera para su compatriota Linda Radke (1903-1983). Esta lanzó un ataque, a falta de 300 m y se proclamó campeona olímpica, con una nueva plusmarca mundial de 2:16.8, 0.8 menos que la japonesa, plata. Tras la carrera, varias participantes se tiraron al suelo para recuperarse. El ácido láctico tiene estas cosas. Numerosos miembros de organizaciones deportivas y de la prensa aprovecharon esta circunstancia para afirmar que era una carrera demasiado larga para las mujeres. Se llegó a decir que las mujeres que corriesen distancias largas envejecerían antes. El presidente del COI, el Conde de Baillet-Latour (1876-1942), llegó a abogar por la supresión del deporte femenino. En contra de esta opinión, muchos argumentaron que situaciones similares sucedían en competiciones masculinas. De hecho, en las dos primeras ediciones de los Juegos Mundiales Femeninos se habían corrido los 1000 m y en las dos siguientes los 800 m. Finalmente no se impuso la lógica y la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) eliminó la prueba del programa olímpico. No se recuperó hasta 1960.

La canadiense, nacida en Estados Unidos, Ethel Catherwood (1908-1987) fue la primera campeona olímpica de salto de altura. Sucedió el 5 de agosto de 1928. Un salto de 1.59 m, a 2 cm de la plusmarca mundial le valió el oro olímpico. Se ganó al público y a la prensa por su belleza. También destacó en el lanzamiento de jabalina, modalidad en que fue campeona canadiense, pero esta prueba no fue olímpica hasta 1932. Después de los Juegos se trasladó a California.

El mismo 5 de agosto se disputó la final del relevo 4 x 100 m, cuyo oro fue para el equipo canadiense formado por Ethel Smith (1907-1979), Bobbie Rosenfeld (1904-1969), Myrtle Cook (1902-1985) y Jane Bell (1910-1998), con 48.4, nueva plusmarca mundial. Estas cuatro mujeres, junto con las mencionadas Konopacke, Robinson, Radke y Catherwood fueron las ocho primeras campeonas olímpicas en cinco modalidades. Los prejuicios hicieron que la introducción de nuevas pruebas en el programa oficial femenino fuese muy lenta. Cincuenta y cinco años después, en el primer Campeonato del Mundo de Atletismo, celebrado en Helsinki, aún no había 5000, aunque sí 3000, ni 10 000 m, obstáculos, triple salto, salto con pértiga, lanzamiento de martillo o marcha. En la actualidad, el programa femenino casi se ha igualado al masculino. A la World Athletics le resta cambiar el heptatlón por decatlón en la categoría. Sería todo un espectáculo.

¿Es Carl Lewis el mejor atleta de la historia?

Hace unos días, en el grupo de aficionados al atletismo que nos seguimos en Twitter, surgió el tema de la figura de Carl Lewis (1961). El atleta de Birmingham (Alabama) ha levantado pasiones encontradas. Por un lado, sus inconmensurables méritos atléticos lo hacen acreedor de un lugar muy privilegiado en la historia del atletismo, pero hay una cara B. Su actitud un tanto displicente con los rivales, la prensa y los aficionados sigue generando mucho rechazo. En esta entrada se obviarán todas las cuestiones extradeportivas y se tratarán exclusivamente sus logros atléticos, que se compararán con otros grandes de la historia para tratar de responder a la pregunta de si Lewis es el mejor atleta de la historia.

Comparar atletas de una época con otra siempre resulta muy difícil. Los progresos en los métodos de entrenamiento, Medicina del Deporte, Fisioterapia, material, condiciones económicas, incremento en el número de practicantes hacen que marcas que en su momento parecían imposibles, como los 4 minutos en la milla, hoy sean habituales. Sin embargo, los mejores en cada momento de la historia eran los que más corrían, saltaban o lanzaban, en igualdad de condiciones con sus rivales. Para comparar épocas, probablemente los dos parámetros más sólidos sean el palmarés olímpico y las plusmarcas mundiales conseguidas, con alguna salvedad, puesto que por un lado el programa olímpico masculino anterior a 1928 era diferente y por otro el número de pruebas atléticas para hacer plusmarcas se ha ido reduciendo.

En cuanto al primer parámetro, el historial olímpico, Carl Lewis ha ganado 10 medallas, en cuatro pruebas diferentes, 9 de oro, en cuatro ediciones de los Juegos, de 1984 a 1996. Lewis fue campeón olímpico de 100 m en 1984 y 1988, de 200 m en 1984, de salto de longitud en 1984, 1988, 1992 y 1996 y de relevos 4 x 100 en 1984 y 1992. Además ganó la medalla de plata en los 200 m en 1988. Hay dos atletas con un palmarés semejante, el finlandés Paavo Nurmi (1897-1973) y el jamaicano Usain Bolt (1986).

Paavo Nurmi es el atleta con mejor historial olímpico. En tres ediciones de los Juegos, de 1920 a 1928, se hizo con 12 medallas, 9 de oro y 3 de plata. En 1920 ganó los 10 000 m, el campo a través en su modalidad individual y por equipos y fue plata en 5000 m. En 1924 fue campeón en 1500 m, 5000 m, 3000 m por equipos y el campo a través en ambas modalidades. Finalmente en 1928 se hizo con el oro en los 10 000 m y fue plata en 5000 m y 3000 m obstáculos. Aparentemente es un palmarés superior al de Lewis, pero hay que tener en cuenta que la doble medalla en campo a través lo fue por una sola prueba. Sería como si en 1984 y 1988 hubiese habido una clasificación por países en los 100 m y Lewis hubiese obtenido otras dos medallas de oro. Por este detalle, los nueve oros de Lewis parecen de más valor que los de Nurmi, pues este los consiguió en siete pruebas, mientras en estadounidense lo hizo en nueve.

Usain Bolt posee ocho oros olímpicos, en 100 m (2008, 2012, 2016), 200 m (2008, 2012, 2016) y relevos 4×100 m (2012, 2016). Bolt es el único velocista que ha hecho doblete en las dos pruebas individuales en tres ocasiones, lo que indica una superioridad y una longevidad que resultarán difíciles de igualar en el futuro. Inicialmente Bolt tenía nueve oros olímpicos, pues Jamaica había ganado el relevo en 2008, pero en 2017 un reanálisis de la muestra almacenada de Nesta Carter (1985), miembro del equipo ganador del relevo, encontró restos de la sustancia prohibida metilhexaneamina, lo que significó la descalificación del atleta y la pérdida del oro por parte de Jamaica. El resultado de la prueba no habría cambiado sin Carter, pero esto supuso que Bolt perdió el oro que lo igualaba con Lewis y con Nurmi. En cualquier caso, el palmarés de Lewis seguiría siendo ligeramente superior, pues, incluso sin la descalificación de Nesta, tendría una medalla más y oros en cuatro pruebas, por tres del jamaicano. En lo que Bolt supera a Lewis es en títulos mundiales al aire libre. El estadounidense prestó algo menos de atención a los Mundiales que a los Juegos y además hasta 1991 los campeonatos del Mundo se celebraban cada cuatro años. Entre 2007 y 2017 Bolt ganó 14 medallas, 11 de oro (3 en 100, 4 en 200 y 4 en el relevo). Lewis, entre 1983 y 1993 se hizo con 8 oros (3 en 100, 3 en relevo y 2 en longitud), una plata, en longitud, y un bronce, en 200 m. Dado que los Mundiales comenzaron a disputarse en 1983 no hay comparación posible con Nurmi.

La distribución de los 9 oros de Lewis le permitió igualar otros dos grandes logros olímpicos, más victorias en una sola edición de los Juegos con el formato actual y más triunfos consecutivos en la misma prueba. El objetivo de Lewis en su primera participación olímpica, en Los Ángeles 1984, era igualar a Jesse Owens (1913-1980) en los Juegos de Berlín. Owens, también nacido en Alabama, había logrado los títulos olímpicos en los 100, los 200 m, el relevo x 100 y el salto de longitud. Lewis consiguió en Los Ángeles el mismo resultado 48 años después. Nurmi, en 1924, había ganado 5 oros, pero dos de ellos fueron en la misma prueba, el campo a través, individual y por países. En los mismos Juegos, su compatriota Villie Ritola se había hecho 4 oros, pero uno fue el de campo a través por países. En 1900 el estadounidense Al Kraenzlein (1876-1928) había ganado en 60 m, 110 m vallas, 200 m y salto de longitud. Desde 1984, en categoría masculina, el atleta que ha obtenido más títulos olímpicos en una sola edición ha sido el mencionado Bolt, en 100, 200 y 4 x 100 en 2012 y 2016.

El otro logro olímpico igualado por Carl Lewis fueron cuatro triunfos consecutivos en la misma prueba. Lewis se hizo con los oros de salto de longitud en 1984, 1988, 1992 y 1996, igualando las cuatro victorias de Al Oerter (1936-2007), en lanzamiento de disco en 1956, 1960, 1964 y 1968. Otros dos atletas se han quedado cerca de este logro, el triplista georgiano, representante de la Unión Soviética, Viktor Saneyev (1945), oro en 1968, 1972, 1976 y plata en 1980, esta con la inestimable ayuda de los jueces de Moscú, y el jabalinista checo Jan Železný (1966), plata en 1988 y oro en 1992, 1996 y 2000.

En cuanto al parámetro de las plusmarcas mundiales, puede resultar complejo y confuso, pues en el pasado se disputaban distancias en las que hoy apenas se compite como las 100 yardas o las 3 millas. Por ello solo se van a considerar pruebas olímpicas, con lo que también queda excluida la pista cubierta. Con estas condiciones el atleta que más plusmarcas mundiales ha realizado es el pertiguista ucraniano Sergei Bubka (1962), con 17 al aire libre. Alguna de sus 18 en sala fue en su momento superior a su registro al aire libre. El historial olímpico de Bubka es, sin embargo, escaso para su enorme categoría, con un oro en 1988. A Nurmi se le homologaron 22 plusmarcas mundiales, aunque si solo se incluyen las distancias olímpicas fueron cinco. Bolt ha tenido ocho topes universales en pruebas olímpicas (3 en 100 m, 3 en 200 y 2 en el relevo), los últimos tres vigentes. En cuanto a Lewis, aunque nunca mostró demasiado interés en encabezar las listas de siempre, se le han homologado 8 plusmarcas mundiales, 4 en 100 m y 4 en el relevo. Pese a su gran dominio del salto de longitud, no ha conseguido nunca la plusmarca mundial, si bien posee desde 1984 el mejor registro de siempre en sala., con 8.79 m.

Con todos estos datos, para quien esto escribe, el palmarés de Lewis es ligeramente superior al de Bolt y al de Nurmi, lo que, de la forma más objetiva posible, lo convertiría en el mejor atleta de la historia. Pero en estas cuestiones también hay una parte subjetiva y, sin duda, la actitud de Lewis y alguna otra sombra hacen que en muchos casos este formidable atleta no provoque en el aficionado la reacción emocional que sí sucede con otros, no tan superlativos, pero con otras cualidades valorables.

El verdadero Harold Abrahams

Esta entrada se publicó por primera vez en el número 8 de la revista Somos Atletismo, de enero de 2021.

Uno de los campeones olímpicos que más éxito cinematográfico ha tenido es, sin duda, el británico Harold Abrahams (1899-1978), protagonista de la excelente y aclamada película Carros de fuego (Hugh Hudson, 1981). La cinta no solo se centra en los logros atléticos de Abrahams, sino también en la psicología del personaje, magníficamente interpretado por el recientemente fallecido Ben Cross (1947-2020). En una entrevista de 2012, el propio Cross calificaba a Abrahams como un hombre motivado por una mezcla de prejuicio y paranoia. Y es que parece que Abrahams, judío, corría no solo como reivindicación personal ante el antisemitismo de la época, sino también para superar a sus dos hermanos mayores, que, como él, habían sido atletas.

Harold Maurice Abrahams nació el 15 de diciembre de 1899 en Bedford, 74 Km al norte de Londres. Su padre, nacido Isaac Klonimus, era un judío que había huido de la Polonia ocupada por Rusia en los años 70 del siglo XIX. Se cambió el apellido a Abrahams y prosperó como financiero. Se casó con Esther Isaacs, judía galesa, con la que tuvo cuatro hijos, de los que, además de Harold, otros dos, Adolphe (1883-1967) y Sidney (1885-1957), fueron atletas. Adolphe Abrahams, después de haber practicado atletismo, fue uno de los pioneros de la Medicina del Deporte, y ejerció como médico del equipo olímpico británico desde 1912 hasta 1948. Sidney Abrahams, por su parte, tuvo una fructífera carrera atlética. Fue 5º en salto de longitud en los Juegos Intercalados de 1906, 11º en los Juegos Olímpicos de 1912 y campeón británico en 1913. Posteriormente ejerció de Juez Supremo en diversas colonias británicas.

El pequeño Harold, sin duda influido por sus hermanos, comenzó a practicar atletismo a los 10 años. A los 14 se quedó impresionado cuando, durante los campeonatos británicos de 1914, vio a Willie Applegrath (1890-1958) superar, con unos entonces estratosféricos 21.2, la plusmarca mundial de 220 yardas (201.08 m). Este tiempo se mantuvo en lo más alto de las tablas mundiales hasta 1928 y de las británicas hasta 1958. Abrahams tuvo la oportunidad de conocerlo y de competir contra él durante su estancia en el ejército en 1919, donde había obtenido el grado de teniente, mientras Applegrath era sargento.

El mismo 1919, Abrahams comenzó a estudiar Derecho en Cambridge. Un tiempo de 10.0 en 100 yardas (91.4 m) le permitió acudir a los Juegos Olímpicos de 1920, que se celebraban en la ciudad belga de Amberes. Resultó eliminado en los 100 y los 200 m en la segunda ronda, fue 20º en salto de longitud y 4º en el relevo 4 x 100 m.

En Cambridge, Abrahams formó parte de numerosos clubes sociales y deportivos, entre ellos el Achiles Club, un club atlético formado por miembros de Cambridge y de Oxford, del que fue fundador, junto con el mediofondista Evelyn Aubrey Montague (1900-1948) que, a diferencia de lo que se muestra en Carros de fuego, era de Oxford y no de Cambridge.

Abrahams continuó entrenando durante su estancia en la Universidad. En 1923 consiguió mejorar hasta 7.19 m en salto de longitud, plusmarca nacional, y 21.6 en 220 yardas en línea recta. Sin embargo, no había podido ganar en los campeonatos nacionales, ni en 100 ni en 220 yardas. Con los Juegos Olímpicos de París a un año vista, Abrahams decidió contratar los servicios de un entrenador profesional, Sam Mussabini (1867-1927), que había sido el técnico de campeones olímpicos como el surafricano Reggie Walker (1889-1951), oro en 100 m en 1908, o el británico, doble campeón olímpico en 1920 de 800 y 1500 m, Albert Hill (1889-1969). El que Mussabini fuese profesional, en un mundo de estrictas reglas amateur, provocó a Abrahams no pocos quebraderos de cabeza.

Mussabini decidió que su pupilo se dedicaría preferentemente a los 100 m, incrementó a tres los días de la semana de entrenamiento, algo inédito entonces, y se centró en la mecánica de carrera, especialmente en la zancada. Los concienzudos entrenamientos del invierno y primavera de aquella temporada de 1924 dieron sus frutos. En junio superó su propia plusmarca británica de salto de longitud con 7.38 m. e igualó la plusmarca mundial de 100 yardas, 9.6, si bien en pista con desnivel y con viento a favor. En los campeonatos británicos se impuso en las 100 yardas, 9.9, y en el salto de longitud, 6.92 m. Abrahams resultó seleccionado para los 100, 200 m, el relevo 4 x 100 m y el salto de longitud. Un escrito anónimo en el diario Daily Express, criticando que eran demasiadas pruebas para un solo hombre, hizo que los federativos limitasen la participación del atleta a la velocidad. Tiempo después se supo que el autor de la carta había sido el propio Abrahams.

En París tendría la formidable oposición de dos velocistas estadounidenses, considerados entonces los mejores del mundo, el campeón olímpico en 1920, acreditado en 10.2 en 110 yardas (100.54 m), Charles Paddock (1900-1943), y Jackson Scholtz (1897-1986), oro en 4 x 100 m en los anteriores Juegos. Los 100 m en París tendrían 4 rondas, que se celebrarían el 6, las dos primeras, y el 7 de julio, la semifinal y la final. Abrahams ganó cómodamente su serie de la primera ronda con 11.0. En los cuartos de final, el mismo día, igualaba la plusmarca olímpica con 10.6. En la semifinal, al día siguiente, repitió los 10.6 y superó a Paddock, mientras Scholtz se había impuesto en la primera serie con 10.8. Tras correr la semifinal, Abrahams se dio cuenta de que podía ganar y, según sus palabras, se sintió como un condenado esperando a subir al patíbulo. En la final, 45 minutos más tarde, Abrahams salió a la pista con lo que le había dicho su entrenador rondándole la cabeza. Piensa solo en dos cosas, el disparo y la cinta de llegada. Cuando oigas la primera, corre como alma que persigue el diablo hasta alcanzar la segunda. A la mitad de la carrera estaban cuatro corredores bastante igualados, pero finalmente Abrahams emergió como ganador, nuevamente con 10.6, Scholtz fue segundo con 10.7, y el neozelandés estudiante de Medicina en Oxford, Arthur Porritt (1900-1994), tercero. Porritt, que en Carros de fuego sale como Tom Watson, llegó a ser Gobernador General de Nueva Zelanda. Hasta la muerte de Abrahams, todos los 7 de julio, a las 19, día y hora de la final de los 100 m, acudía a la casa de este a cenar.

Tras su éxito en los 100 m, primer campeón olímpico europeo de 100 o 200 m, a Abrahams aún le quedaban los 200 y los relevos 4 x 100 m. En el doble hectómetro, tras registrar en su semifinal unos buenos 21.9, fue último en la final con 22.3. Ocuparon el podio Scholtz, Paddock y el escocés Eric Liddell (1902-1945), otro de los protagonistas de Carros de fuego, que ganaría brillantemente el oro en los 400 m. En el relevo, Abrahams participó haciendo la primera posta en las tres rondas. El equipo británico superó la plusmarca mundial, con 42.0 en la primera ronda. Mejoraron a 41.8 en la segunda semifinal, pero en la primera los estadounidenses habían hecho 41.0. Estos repitieron registro en la final, ganando el oro, con los británicos segundos a 0.2.

Abrahams abandonó el atletismo al año siguiente, tras una fractura saltando longitud. Trabajó como abogado, periodista deportivo, comentarista de la BBC y estadístico. Desde 1926 hasta su muerte, en 1978 fue miembro de la Federación Británica de Atletismo (la AAA, Amateur Athletics Association), que presidió en 1976. También fue miembro de la IAAF (hoy World Athletics), donde se dedicó mayormente a temas normativos. En 1934 se casó con la cantante de ópera Sybil Evers (1904-1963). En la película Carros de fuego, se relaciona a Abrahams erróneamente con otra cantante, Sybil Gordon (1902-1981), a la que habría conocido antes de los Juegos de París. Abrahams murió el 14 de enero de 1978, después de una vida casi completamente dedicada al atletismo. Aunque ya era una figura conocida y respetada en el mundo atlético, el éxito de la película de Hugh Hudson redobló su fama, hasta convertirlo, junto con Eric Liddell, en un icono del atletismo.

Ralph Boston, un gigante entre dos colosos

Esta entrada se publicó en el número 6, de noviembre de 2020, de la revista Somos Atletismo.

El salto de longitud es la prueba atlética que menos plusmarquistas mundiales ha tenido. El primer registro homologado como plusmarca mundial fueron los 7.61 m del irlandés, entonces británico, Peter O’Connor (1872-1957), el 5 de agosto de 1901. Desde entonces hasta la actualidad, tan solo doce atletas han formado parte de esta selecta lista. Y solamente dos de ellos han repetido. Ha sido el salto de longitud una prueba de plusmarcas mundiales muy longevas, con algunas de ellas que han trascendido más allá del ámbito atlético, incluso del deportivo. Precisamente el salto de O’Connor tardó veinte años en superarse. Lo hizo el estadounidense Edward Gourdin (1897-1966) el 23 de julio de 1921, 7.69. Siguió siendo plusmarca nacional irlandesa hasta 1990. Pero tal vez los dos saltos más famosos de la historia fueron los 8.13 m del tetracampeón olímpico en Berlín Jesse Owens (1913-1980), el 25 de mayo de 1935, y los 8.90 m del también estadounidense Bob Beamon (1946) en los Juegos de México, el 18 de octubre de 1968.

Jesse Owens había realizado sus 8.13 m, que mejoraban en 15 cm los 7.98 m que el japonés Chuhei Nambu (1904-1997) tenía como tope universal, en el llamado día de los días en la universidad de Ann Arbor, Michigan. Ese día Owens superó además las plusmarcas mundiales de las 220 yardas lisas (201.17 m), 20.3, las 220 yardas con vallas, 22.6, ambas en línea recta, e igualó, con 9.4, la de las 100 yardas (91.40 m). Con ese salto de 8.13 m, el único que realizó en la jornada, se convertía en el primer atleta en franquear la barrera de los 8 metros.

La plusmarca mundial de Owens duró 25 años, superando en 5 años a la de O’Connor. El 12 de agosto de 1960 el estadounidense Ralph Boston saltaba 8.21 m, que mejoraban el mítico salto de Owens. Probablemente el propio Boston nunca habría podido sospechar que otro salto mítico acabaría con su propio dominio de la especialidad. Hasta entonces, hasta la actuación de Beamon en México, Boston se convertiría en el saltador de longitud con mayor número de plusmarcas mundiales superadas o igualadas, con un total de seis. Su dominio no fue plácido, pues encontró un duro rival en el ucraniano, entonces soviético, Igor Ter-Ovanesyan (1938), que consiguió en dos ocasiones poner su nombre en lo más alto de la tabla de la prueba.

Ralph Harold Boston nació el 9 de mayo de 1939 en Laurel, Mississippi, en una familia de granjeros. Era el más joven de diez hermanos. Comenzó a destacar en 1959, cuando saltó 7.69 m. Al año siguiente, representando a la Universidad de Tenessee, se proclamó campeón universitario de Estados Unidos (NCAA) y poco después en Walnut, California, conseguía con un quinto salto de 8.21 m derribar la legendaria plusmarca mundial de Jesse Owens. Su serie fue 7.26 – 7.94 – 8.07 – 7.91 – 8.21 – 0.  El 1 de julio, Boston se hacía con la primera posición en las pruebas de selección olímpica con 8.09v. Era máximo candidato al oro olímpico en los Juegos de Roma, cuya final se celebraría el 2 de septiembre. Cumpliría con el pronóstico, pero el camino no le resultó nada fácil. La prueba tendría un nivel altísimo.

Boston se clasificó fácilmente para la final con un único salto de 7.60 m. Se había establecido el corte en 7.40. Ocupó la sexta posición. El mejor fue su compatriota Bo Roberson (1935-2001) con 7.81 m.  En la final, tras el primer salto, Boston era segundo, con 7.81 m, tras Ter Ovanesyan, 7.91 m. En la segunda ronda, Roberson superaba a ambos con 8.03 m. Boston, con 8.12 m en la tercera ronda, se colocaba en cabeza. Ya no mejoró este salto, que le permitió ganar el oro. En la última ronda todos sus rivales se superaron. Roberson, con 8.11 m, estuvo a punto de hacerse con la victoria. Ter-Ovanesyan se fue a 8.04 m. Y el alemán Manfred Steinbach (1933) completaba con 8.00 m una final con cuatro atletas por encima de 8 metros, la primera de la historia.

Boston continuó en los años siguientes mostrando una gran consistencia sobre los 8 metros, que lo llevó a realizar otras cinco plusmarcas mundiales. El 27 de mayo de 1961 en Modesto, California, mejoraba hasta 8.24 m. Poco después, el 16 de julio, en un encuentro en Moscú contra la Unión Soviética saltaba 8.28 m, derrotando a su rival Ter-Ovanesyan, que se quedó en 8.01 m. Este se hizo con el primado mundial el 10 de junio de 1962, 8.31 en Yereván, Armenia. Boston tardó dos años en recuperar el trono del salto de longitud. El año 1964 era olímpico, y el estadounidense se preparó duramente para tratar de ser el primer campeón olímpico que retenía su título. El 15 de agosto, en Kingston, Jamaica, igualaba el soviético, y lo superaba el 12 de septiembre en las pruebas de selección olímpica en Los Ángeles. Boston hizo un mejor salto legal de 8.34 m, con una excepcional serie de 8.49v – 8.21 – 8.34 – 8.11 – 8.14 – 0.

El concurso de salto de longitud en los Juegos Olímpicos tuvo lugar el 18 de octubre, con la clasificación por la mañana y la final por la tarde. Boston hizo el mejor salto en la clasificación, 8.03 m. Su máximo rival parecía Ter-Ovanesyan, que también se había clasificado fácilmente con un único salto de 7.78 m. La marca mínima era 7.60 m. La final se celebró a partir de las 15, esa tarde, con un tiempo muy lluvioso y ventoso. Ter-Ovanesyan hizo, con 7.78 m, el mejor salto de la primera ronda, pero Boston se colocó en cabeza con 7.85 m en la segunda, y mejoró hasta 7.88 m en su cuarto salto. Todo cambió en la quinta ronda. El galés Lynn Davis (1942) se hacía con el liderato al registrar su mejor marca de entonces, 8.07 m. Por su parte, Ter-Ovanesyan, con 7.99 m también superaba a Boston, que hizo salto nulo. El estadounidense realizó 8.03 m en la sexta y definitiva ronda, insuficiente para alcanzar el oro, pero que le permitió hacerse con la plata, en una actuación inferior a la esperada.

En 1965, Boston añadió un centímetro a su primado universal, el 29 de mayo en Modesto, con otra superlativa serie de 8.15 – 8.26 – 8.24 – 8.06 – 8.35 – 0. Esta fue su última plusmarca mundial. Ter-Ovanesyan, ayudado por la altitud de Cuidad de México, igualó a su rival el 19 de octubre de 1967. En 1968 Boston estaba nuevamente dispuesto a pelear por el oro olímpico. En las pruebas de selección fue segundo detrás de un joven de 22 años llamado Bob Beamon, acreditado en 8.33 m de ese año, que saltó 8.39v por 8.26v de Boston. Boston entrenaba a Beamon de forma extraoficial y siempre hablaba muy positivamente de su enorme calidad.

Lo sucedido el 20 de octubre de 1968 en Ciudad de México superó con mucho al atletismo y al propio deporte. Boston se había clasificado con el mejor salto de los participantes, 8.27 m, que era plusmarca olímpica y su mejor marca de ese año. Beamon había necesitado tres saltos, tras hacer nulos los dos primeros. Fue el segundo mejor con 8.19 m. En la final saltaba en cuarto lugar. Tomó carrerilla y dio un brinco que lo llevó lejísimos. Tras una detallada medida, los jueces indicaron un estratosférico registro de 8.90 m, 55 cm por encima de la plusmarca mundial. Boston se lo transformó en pies y pulgadas, pues Beamon no entendía el sistema métrico. Beamon sugirió que Boston lo superaría, pero este le dijo que ese salto tardaría muchos años en mejorarse, como así fue. Boston, probablemente algo descentrado, fue tercero, con 8.16 m, tras el sorprendente alemán Klaus Beer (1942), que realizó su mejor marca, 8.19 m. Ter-Ovanesyan fue cuarto con 8.12 m.

Boston se retiró tras los Juegos de México. Trabajó posteriormente como comentarista y como coordinador de las minorías y vicedecano de estudiantes en su universidad, la Universidad de Tennessee, donde había obtenido un grado en Bioquímica. En la actualidad, con 81 años, vive en Atlanta.

Ralph Boston fue un auténtico gigante, ensombrecido por dos colosos, uno que le precedió y otro que lo siguió. Además de ser el atleta que más veces ha superado o igualado la plusmarca mundial de salto de longitud, fue, hasta la irrupción de Carl Lewis (1961), el saltador de longitud con mejor palmarés olímpico, en una prueba en que los competidores duraban poco tiempo en la élite.

Progresión de la plusmarca mundial de salto de longitud

MarcaVientoAtletaLugarFecha
  7.61  Peter O’Connor (IRE)Dublín, Irlanda 05 08 1901
  7.69  Edward Gourdin (EUA)Cambridge, EUA 23 07 1921
  7.76  Robert LeGrende (USA)París, Francia 07 07 1924
  7.89 William DeHart Hubbard (USA)Chicago, EUA 13 06 1925
  7.90  Edward Hamm (USA)Cambridge, EUA 07 07 1928
  7.930.0 Sylvio Cator (HAI)París, Francia 09 09 1928
  7.980.5 Chuhei Nambu (JPN)Tokio, Japón 27 10 1931
  8.13 1.5 Jesse Owens (EUA)Ann Arbor, EUA 25 05 1935
  8.21 0.0 Ralph Boston (EUA)Walnut, EUA 12 08 1960
  8.24 1.8 Ralph Boston (EUA)Modesto, EUA 27 05 1961
  8.281.2 Ralph Boston (EUA)Moscú, Rusia 16 07 1961
  8.31 −0.1 Igor Ter-Ovanesyan (URS)Yereván, Armenia 10 06 1962
  8.31 0.0 Ralph Boston (EUA)Kingston, Jamaica 15 08 1964
  8.34 1.0 Ralph Boston (EUA)Los Ángeles, EUA 12 09 1964
  8.35 m0.0Ralph Boston (EUA)Modesto, EUA29 05 1965
  8.35 A0.0 Igor Ter-Ovanesyan (URS)Ciudad de México19 10 1967
  8.90 A2.0 Bob Beamon (EUA)Ciudad de México 18 10 1968
  8.95 0.3Mike Powell (EUA)Tokio, Japón30 08 1991

Irena Szewińska, la dama de la velocidad

Hace unos días nos dejó la exatleta polaca Irena Szewińska. Szewińska fue una de las mejores velocistas de todos los tiempos, ganadora de siete medallas olímpicas, 3 de oro, y plusmarquista mundial, aunque no simultáneamente, de 100, 200 y 400 m. Ningún otro atleta, hombre o mujer, ha podido conseguir este monopolio de la velocidad.

Irena Szewińska nació como Irena Kirszestein en Leningrado (hoy San Petersburgo) el 24 de mayo de 1946. Su padre, de Varsovia, y su madre, de Kiev, se habían conocido en Samarkanda (Uzbekistán) donde ambos estudiaban. En 1947, tras el fallecimiento de su padre, la familia se trasladó a Varsovia. Adoptó el apellido de su marido, el exvallista y fotógrafo deportivo Januzs Szewińska, cuando se casó en 1967. Szewińska comenzó a practicar atletismo a los 7 años. En 1960 el triple oro olímpico en 100, 200 y 4 x 100 de la estadounidense Wilma Rudolph (1940-1994), una mujer procedente de un entorno absolutamente desfavorecido, le sirvió como inspiración para su fructífera futura carrera atlética. No tardaría mucho en emularla, pues 4 años después, acudió a los Juegos de Tokio para tomar parte en las pruebas de 200 m, salto de longitud y relevos 4 x 100. Su actuación fue excelente. Ganó la plata en los 200 m, con marca personal y plusmarca europea de 23,1 (23,13), superada por la estadounidense Edith McGuire (1944), 23,0 (23,05).  En la longitud también se hizo con la plata con mejor marca personal de 6,60, por detrás de la británica Mary Rand (1940), quien con 6,76 m se convertía en la nueva plusmarquista mundial. En el relevo consiguió mejorar sus actuaciones individuales. El equipo polaco formado por ella misma junto con Teresa Ciepły (1937 – 2006), Halina Górecka (1938) y Ewa Kłobukowska (1946) batió al estadounidense en la final con una nueva plusmarca mundial de 43,6 (43,69). Posteriormente la plusmarca se anularía, aunque se mantuvo el oro olímpico. Kłobukowska tenía una anomalía genética, un raro mosaicismo XX/XXY. Algunas de su células albergaban un cromosoma masculino. Entonces se consideraba motivo suficiente para dudar de la feminidad de una atleta y Kłobukowska resultó suspendida de por vida y sus plusmarcas anuladas. Esta anulación no se extendió a sus actuaciones en campeonatos.

Con tan solo 18 años, la joven Irena salía de Tokio con tres medallas olímpicas. Al año siguiente, 1965, conseguía su primera plusmarca mundial individual. El 9 de julio en Praga corría los 100 m en 11,1, superando los 11,2 de Wyomia Tyus (1945) de la final olímpica de Tokio. En la carrera de Praga, Ewa Kłobukowska consiguió el mismo tiempo que Szewińska, posteriormente anulado. Poco después, el 8 de agosto, se celebró en Varsovia un encuentro internacional entre Polonia y Estados Unidos. Szewińska derrotó en la carrera de 200 m a las campeonas olímpicas de 200, Edith McGuire, y de 100 m, Wyona Tyus, con un nuevo tope mundial de 22,7. Ese año fue doble campeona mundial universitaria de 100 y 200 m.

En 1966 se celebraban los campeonatos de Europa en Budapest. En la capital húngara, Szewińska, con 20 años, tuvo otra magnífica actuación, con las victorias en 200 m, salto de longitud y relevos 4 x 100 m. Tan solo se le escapó el oro en los 100 m, prueba en la que la derrotó Kłobukowska. Tras un año de 1967 sin grandes campeonatos, Szewińska acudió a los Juegos de México de 1968 con la intención de disputar los 4 oros en las pruebas de velocidad corta, el relevo corto y el salto de longitud. Las cosas no resultaron como ella había previsto. Pese que, con 6,67 m, había mejorado poco antes de los Juegos su plusmarca personal, no pasó de la fase de clasificación con unos pobres 6,19 y dos nulos. La última atleta en entrar en la final había saltado 6,30 m. Mejoró notablemente en los 100 m, donde hizo marca personal de 11,1 (11,19), pero fue insuficiente para superar a las estadounidenses Tyus, 11,0 (11,08) y Barbara Ferrell, 11,1 (11,15). La juvenil australiana Raelena Boyle (1951) fue 4ª con 11,1 (11,20). A Szewińska le quedaban los 200 m como última oportunidad de oro individual y no la desaprovechó. Su victoria con nueva plusmarca mundial de 22,5 (22,58) fue inapelable, con Boyle, plata, 22,7 (22,74), y su compatriota Jennifer Lamy (1949), bronce, 22,8 (22,88). Ferrell y Tyus fueron 4ª y 6ª. La prueba tuvo un nivel altísimo con cuatro mujeres por debajo de los 23,00.

Pese a este enorme oro en 200 m, es probable que los Juegos de México dejasen en la polaca un sabor agridulce. Tras la decepción de la longitud, aún quedaba la del relevo, en el que el equipo polaco no pudo defender su título olímpico por un mal cambio con caída del testigo en las semifinal. En 1969 la Asociación Europea de Atletismo trató de hacer los campeonatos de Europa al aire libre bienales. Se celebraron ese año y en 1971, pero en 1974 se volvió a los campeonatos cuatrienales, hasta 2010. Szewińska no tomó parte en los campeonatos de Europa de ese año y se retiró temporalmente en 1970 para dar a luz a su primer hijo,  Andrzej, que posteriormente sería jugador internacional de balonvolea. Volvió a la actividad atlética en 1971. En el Europeo de Helsinki fue bronce en 200 m, 5ª en salto de longitud y 6ª en 100. La vencedora en ambas pruebas fue el nuevo fenómeno de la velocidad femenina, la alemana Renate Stecher (1950). Stecher repetiría el doblete en los Juegos Olímpicos de Múnich al año siguiente. Szewińska, que no pudo llegar a la final de los 100 m, fue bronce en 200. Con 26 años y tres participaciones olímpicas, parecía que sus mejores días ya habían pasado. Nada más lejos de la realidad. La polaca aún tenía reservadas actuaciones memorables.

En 1973 mantuvo un buen tono con registros de la temporada de 11,1 y 22,7. Ese año Stecher se convertía en la primera mujer en correr por debajo de 11,0, con plusmarcas mundiales de 10,9 y 10,8, mientras en 200 se iba a 22,1 (22,38). La polaca no parecía rival para ella. Pero esa era una impresión equivocada. El 13 de junio de 1974, en Postdam, ambas atletas se enfrentaron en la distancia de 200 m, prueba en la que la alemana llevaba 4 años imbatida. Szewińska no solo ganó, sino que superó, con 22,0 (22,21) la plusmarca mundial de la alemana. El 1 de enero de 1977, este registro de 22,21 se convirtió en la primera plusmarca mundial eléctrica, únicas válidas a partir de entonces. Unos días después, el 29 de junio en Varsovia, Szewińska mejoraba en 100 m hasta 10,9. Menos de un mes después, el 22 de julio, en la misma capital polaca, Szewińska superaba por más de un segundo la plusmarca mundial de 400 m con 49,9, primer registro sub50,0 de la historia. En los campeonatos de Europa, la polaca no dio opción a Stecher y la batió tanto en los 100, 11,13 frente a 11,23, como en los 200 m, 22,51 frente a 22,58. La alemana tuvo que conformarse con dos platas.

 

Szewińska tenía intención de correr los 200 y los 400 m en los Juegos de Montreal, pero como el horario no era compatible eligió la distancia más larga. El 9 de mayo de 1976, perdió la plusmarca mundial de 400 m a manos de la alemana Christina Brehmer (1958) con un tiempo de 49,77. Poco antes de los Juegos, el 22 de junio en Bydgoszcz, Szewińska la recuperaba con un registro de 49,75. Se vislumbraba un gran duelo en la final olímpica entre la polaca de 30 años y la alemana de 18. Sin embargo, a la hora de la verdad, la experiencia de Szewińska resultó decisiva y el duelo lo fue menos. Brehmer lideró la prueba durante más de la mitad del recorrido, pero en la última recta emergió la polaca, quien no dio opción y se llevó el oro con una nueva plusmarca mundial de 49,29. Siete finalistas corrieron por debajo de 51,00.

La final olímpica de 400 de 1976 a partir de 1:25

El 1977 volvió a liderar las listas mundiales de 200 y 400 m, pruebas en las que venció en la primera Copa del Mundo, derrotando respectivamente a las pujantes alemanas Barbara Eckert (1955) y Marita Koch (1957). Esta última prueba resultó especialmente competida con las dos atletas por debajo de 50,00, 49,52 frente a 49,76. La alemana, en cabeza hasta los últimos 20 m, acabó cediendo ante el acoso de la polaca. Ese año también hizo una incursión en los 400 m vallas, entonces novedosa en categoría femenina. Realizó 56,62, 4º mejor registro de ese año, a 0,99 de la plusmarca mundial.

Szewińska aún fue bronce en los 400 m en sus últimos campeonatos de Europa, en 1978, poniendo fin a su racha de 34 victorias consecutivas en la prueba desde 1974. Fue olímpica por quinta vez en Moscú, en 1980, pero no pudo llegar a la final de la vuelta a la pista. Se retiró ese mismo año, tras 16 años en la élite mundial. Comenzó su carrera atlética enfrentándose a Wyomia Tyus y acabó haciéndolo con Marita Koch. Siempre fue capaz de dar lo mejor de sí misma con la presión de la alta competición. En 1970 se había licenciado en Administración de Empresas en la Universidad de Varsovia. Fue Presidente de la Federación Polaca de Atletismo de 1997 a 2009 y miembro de la IAAF desde 1998 hasta su fallecimiento, ocurrido el 29 de junio de 2018. Fue sin duda una de las grandes de siempre y una dama del atletismo durante y después de su época competitiva.

Lo que se podría cambiar en el atletismo actual

El mes de agosto, con el gran campeonato de atletismo que corresponda, es muy propicio para los debates en Twitter. En realidad la única razón por la que me uní a Twitter fue para escribir de atletismo y poder cambiar impresiones con otros aficionados. Estos días he tenido un contraste de pareceres sobre la idoneidad de medir los saltos horizontales desde el punto de batida y no desde el final de la tabla. Aunque la medida no resultó muy bien considerada, me hizo pensar en lo que me gustaría que cambiase en el atletismo actual. Y me salen unas cuantas cosas, que paso a contar.

  1. Medida de los saltos horizontales desde el punto de batida

Se podría habilitar una zona en la que el pie dejase una marca, desde donde se mediría el salto. Esta sería la medición real de lo que el atleta ha saltado porque los atletas se suelen dejar entre 5 y 12 cm. Además, dado que el saltador no tendría que ajustar tanto es probable que su prestación fuese mejor que con los actuales ajustes. Se me ha argumentado que de esta forma se perdería el arte del cálculo de la batida. Puede ser, pero en los saltos verticales, cuando se cambió la arena por las colchonetas, se también se perdió el arte de caer de pie.

2. Reducir al mínimo la clasificación por tiempos

Las clasificaciones por tiempos dividen a los atletas en dos grupos, los privilegiados de la última serie y el resto. Entiendo que haya algún atleta que se clasifique por tiempos cuando el número de finalistas dividido por el número de semifinales no da un número entero. El resto de esa división deberían ser los clasificados por tiempos. En estos Mundiales de Londres hemos visto ¡5! clasificadas por tiempos en las dos semifinales de 5000 m femeninos, y 5 por puestos, o 6 tiempos en las 3 series de la primera ronda del 1500 masculino. Quizá donde esto deja un mayor lugar al azar es en las semifinales de 800 m. Hasta los Juegos de Seúl 1988 en la prueba de 800 m había 4 rondas. En la tercera ronda se disputaban dos semifinales y entraban los 4 primeros en la final. A partir de entonces comenzaron a disputarse 3 semifinales, de las que pasan los dos primeros y dos tiempos, lo que añade un componente innecesario de fortuna. Lo peor es que, en lugar de corregirlo, este método se ha extendido a todas las pruebas que se disputan por calles. Se dice que si se pusiese una ronda más sería un esfuerzo excesivo. Tal vez, pero Sebastian Coe (1956) en los Juegos de LA84 corrió 4 rondas de 800 m y 3 de 1500 m. Acabó con oro en la segunda y plata en la primera. Hoy día casi nadie dobla. Otra solución podría ser incrementar el número de finalistas a 9, en los estadios que tuviesen 9 calles. Pasarían los 3 primeros de cada serie y no habría, lógicamente, ningún repescado por tiempos.

3. Volver a dos curvas por calles en los 800 m

A mediados de los 70, durante 4 temporadas, de 1973 a 1976, las pruebas de 800 m se disputaron con 2 curvas por calles. Tal vez fue casual, pero las marcas de los grandes campeonatos con esta forma de correr fueron excepcionales: 1:43,91 en los Juegos de la Commonwealth de 1974, 1:44,07 en el campeonato de Europa del mismo año y 1:43:50 en los Juegos Olímpicos de Montreal, plusmarca mundial. Lo cierto es que tener que ir 300 m por calles antes de poder hacerse con la cuerda supone tener que correr muy rápido, lo que hace mucho más difícil que la carrera sea táctica. En mi opinión sería mucho más vistoso.

4. Incorporar los 3000 m lisos como oficial en los campeonatos

A la prueba de 3000 m lisos ya le he dedicado 3 entradas. Fue olímpica hasta 1924 en categoría masculina, en la modalidad de equipos, y de 1984 a 1992 en categoría femenina y es oficial en el Campeonato de Europa por equipos y en la Copa Continental de la IAAF, en ambos casos en sustitución del cada vez menos disputado 10 000. El programa olímpico masculino de atletismo apenas se ha modificado desde 1928. El atletismo ha cambiado mucho desde entonces. El salto del 1500 al 5000 es enorme. Hay atletas que realmente serían mejores en una prueba intermedia. Seguro que hay muchísimas más razones para que los 3000 m se conviertan en olímpicos. Supondrían un cambio para bien en la transición del mediofondo al fondo.

5. Decatlón femenino

En el primer campeonato del mundo, celebrado en 1983, las mujeres no disputaron el 5000 (había 3000), el 10 000, los obstáculos, el triple, la pértiga, el martillo o la marcha. Hoy el programa femenino, más con la reciente introducción semiclandestina de los 50 Km marcha, es casi igual al masculino. Tal vez no tiene sentido que disputen una prueba combinada diferente al decatlón. Ya escribí contra la ocurrencia de la EAA de hacer octatlón para ambos sexos, pero creo que se debería hacer octatlón femenino durante un ciclo olímpico como transición al decatlón. El cambio directo al decatlón sería complicado principalmente por el salto de pértiga. El octatlón consistiría en 100 m, longitud, peso y 400 m el primer día, y 100 m vallas, altura, jabalina y 1500 m el segundo día. En 4 años se transformaría en decatlón.

Solo son las opiniones de un aficionado al atletismo, pero creo que podrían mejorar el espectáculo y hacer este deporte más atractivo y mediático.

Cómo acabar una final olímpica con plusmarca mundial y ser solo bronce

En 1924 el fundador del moderno olimpismo, el barón Pierre de Coubertin (1863-1937) consiguió llevar a su ciudad natal los Juegos Olímpicos de verano. Estos Juegos acabarían inmortalizados en la excepcional película Carros de Fuego, con la historia de Eric Liddell (1902-1945) y Harold Abrahams (1899-1978) pero fueron también conocidos porque el futuro actor John Weissmuller (1904-1984)se convirtió en el primer nadador en bajar de 1 minuto en 100 metros o porque el finlandés Paavo Nurmi (1897-1973) se hizo con 5 oros, entre ellos los de 1500 m y 5000 m, ganados con menos de 2 horas de diferencia. En medio de estos logros sucedió un hecho muy curioso. El atleta estadounidense Robert LeGrende (1898-1931) superó la plusmarca mundial de salto de longitud, terminó su final siendo plusmarquista y solamente consiguió la medalla de bronce.

Pierre Robert Lucien LeGrende (Lewiston, Maine, 7 de enero de 1898) nació en el seno de una modesta familia de origen franco canadiense. Pese a ello y a la prematura muerte de sus padres, Robert, probablemente gracias también a su talento atlético, consiguió entrar en la Universidad de Georgetown. Además del atletismo también practicaba fútbol americano, baloncesto y béisbol. Centrándose más en el atletismo comenzó a destacar en la prueba de pentatlón clásico, que se disputó en los Juegos Olímpicos de 1912 a 1924 y en la que se hizo famoso el estadounidense Jim Thorpe (1887-1953). Consistía en la disputa de salto de longitud, lanzamiento de jabalina, 200 metros, lanzamiento de disco y 1500 metros. A diferencia del decatlón, la puntuación no se decidía por tabla sino por puestos. En Estados Unidos continuó disputándose hasta 1978.

En 1917, al entrar los Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial, LeGrende se enroló en los Student Army Training Corps en Georgetown. No se trasladó al frente en Europa pero sí para disputar los Juegos Interaliados en París en 1919, en los que participaban militares de los países que habían ganado la guerra. LeGrende se impuso en el pentatlón, lo que le supuso un recibimiento de héroe en su casa. En 1920 tomó parte en el pentatlón de los Juegos Olímpicos de Amberes. Empató con el 3º, el finlandés Hugo Lahtinen (1891-1977), pero se quedó fuera de las medallas porque Lahtinen lo batió en 3 de las 5 pruebas. 4 años después intentó clasificarse para los Juegos de París en las pruebas de salto de longitud y en el pentatlón. Aunque ganó la prueba combinada de selección, una lesión le impidió clasificarse en la longitud.

1924 Olympic Games in Paris. Pentathlon. Robert Legendre, USA. competing in the Long Jump discipline in the Pentahlon

Robert LeGrende en el salto que le dio la plusmarca mundial (7,76 m) en los Juegos de París de 1924. Imagen: Georgetown Metropolitan.

El pentatlón olímpico tuvo lugar el 7 de julio, con el salto de longitud como primera prueba. En su tercer y último intento LeGrende se fue a 7,76 metros, 7 cm por encima de la plusmarca mundial de su compatriota Edward Gourdin (1897-1966). Sin embargo, tras concluir las cinco pruebas LeGrende no pudo hacerse con el oro. Acabó la final olímpica con una plusmarca mundial y una medalla de bronce, tras el finlandés Eero Lehtonen (1898-1959) y el húngaro Elemér Somfay (1898-1979). Al día siguiente dos atletas de raza negra, William DeHart Hubbard (1903-1976) y el explusmarquista mundial Edward Gourdin, se hacían con el oro y la plata en el salto de longitud. Uno de los dos aparece representado fugazmente en la película Carros de Fuego. La marca del ganador fue 32 cm más corta que el registro de LeGrende en el pentatlón. DeHart Hubbard se convirtió en el primer atleta negro en ganar un oro olímpico. Hoy son mayoría. Al año siguiente superó el tope mundial de  LeGrende con un salto de 7,89 metros. LeGrende se graduó como dentista y se unió a la Marina, donde ejerció su profesión hasta su prematura muerte en 1931, a la edad de 33 años, a causa de una neumonía.

48 años más tarde, en los Juegos de Münich de 1972 estuvo a punto de suceder algo similar. La atleta alemana Heidemarie Rosendhal (1947) se hizo con el oro en el salto de longitud , con 6,78 metros. Dos días después tomó parte en el pentatlón (80 metros vallas, lanzamiento de peso, salto de altura, salto de longitud y 200 metros), prueba antecesora del heptatlón, que también se disputaba en 2 días. El segundo día Rosendhal realizó 6,83 metros en el salto de longitud, a tan solo 1 cm de la plusmarca mundial que ella misma poseía. En la prueba combinada ocupó el segundo lugar. El pertiguista Danny Ecker (1977), que en 2001 saltó 6 metros en sala, es hijo de Rosendhal.

En la actualidad parece difícil que se consiga una plusmarca mundial durante el desarrollo de las pruebas combinadas, tanto masculinas como femeninas. Aunque algunas de las mejores marcas conseguidas en combinadas son excelentes, se encuentran bastante lejos de las plusmarcas mundiales absolutas.

¿Y si los 8,90 de Bob Beamon hubiesen sido realmente 8,90v?

Los Juegos Olímpicos de México son probablemente los mejores de la historia en lo que se refiere a atletismo. La altitud, el material sintético y una excelente generación de atletas dieron lugar a una catarata de plusmarcas mundiales nunca vista y que no ha vuelto a suceder. De todos los acontecimientos ocurridos en México en el otoño de 1968, tal vez el más emblemático haya sido el salto de Bob Beamon (1946) de 8,90 metros, 55 cm más que el anterior tope mundial, que compartían el estadounidense oro olímpico en 1960 Ralph Boston (1939) y el entonces soviético Igor Ter Ovanesyan (1939), si bien este en altitud. Para hacernos una idea de lo que supuso el famoso salto es como si hoy alguien alcanzase 9,50 metros.

Robert Beamon (South Jamaica, Queens, Nueva York, 29 de agosto de 1946) era, pese a su inexperiencia, uno de los grandes favoritos para hacerse con el oro olímpico. El año de los Juegos ganó 22 de las 23 competiciones en las que había tomado parte. Tenía una mejor marca de 8,33 metros, y otro registro más de 8,39v. Ralph Boston, que lo entrenaba no oficialmente, había dicho de él que podría saltar 9 metros. En la clasificación Boston hizo 8,27 en el primer salto, nueva plusmarca olímpica. Pero Beamon, como Jesse Owens (1913-1980) 32 años antes, hizo dos nulos. Tras un intercambio de palabras con Boston, realizó algunas correcciones y llegó a 8,19. Quien también tuvo problemas en esta fase fue campeón olimpico en Tokio, el galés Lynn Davis (1942), que tras 2 nulos se clasificó con 7,94. La organización no previó la ayuda de la altitud y estableció el punto de corte en 7,65 metros. En la final hubo 17 competidores. El nivel era muy alto, con los dos anteriores campeones olímpicos, uno de ellos coplusmarquista mundial, y el otro coplusmarquista mundial, además de Beamon, líder del año. Beamon saltaba en cuarto lugar. Los tres primeros saltadores hicieron sendos nulos. Beamon tomó carrerilla y realizó un salto prodigioso. El sistema automático de medición no llegaba tan lejos y hubo de cuantificarse manualmente. El resultado, estratosférico, 8 metros y 90 centímetros. Beamon no entendió la magnitud del salto hasta que se lo transformaron a pies y pulgadas, 29-2,5.

El logro del estadounidense hizo perder la concentración para el resto de la competición tanto al propio atleta como a sus rivales. Además, poco después del salto, la lluvia hizo acto de presencia. Beamon solo llevó a cabo un intento más, en que aterrizó en 8,04 m Boston fue 3º con 8,16 en su primer salto. La plata fue sorprendentemente para el alemán Klaus Beer (1942) que hizo el mejor concurso de su vida, con plusmarca personal de 8,19.

Tras su oro olímpico Beamon sufrió algo parecido a lo que le sucedió al dramaturgo francés Edmond Rostand (1868-1918). Rostand alcanzó la fama a los 28 años con su magnífica obra Cyrano de Bergerac. Sin embargo Cyrano, según afirmó el mismo autor, lo sobrepasó emocionalmente y nunca fue capaz de superarse literariamente. Beamon no volvió a saltar más de 8,20 m. Se retiró en 1973.

Los 8,90 m de Beamon siguen siendo la segunda mejor marca de la historia y plusmarca olímpica 48 años después. Se ha calculado que al nivel del mar y sin viento el salto podría haber sido de 8,50-8,60 m, un registro excelente de cualquier manera. El viento oficial fue de 2,0 m/s. Este valor, sin embargo, sigue siendo objeto de controversia. Algunos autores como Roberto Quercetani, en su libro Historia del atletismo mundial, se sorprenden de que nada menos que el 41% de las plusmarcas mundiales realizadas en México lo fueron con 2,0 m/s. Gerald Lawson en World Record Breakers in Trakc&Field Athletics también resalta este hecho. En la final de triple salto se superó 4 veces la plusmarca mundial. En tres ocasiones, separadas la primera y la última por 1 hora, el viento fue exactamente 2,0 m/s. Un testigo presencial de la final de salto de longitud me dijo que el viento pudo ser superior al permitido. Estaba a punto de estallar una tormenta y había viento racheado. De hecho la medición no se mostró inmediatamente sino que tardó en anunciarse más de lo habitual. Si los 8,90 hubiesen sido en realidad 8,90v. ¿cómo habría evolucionado la plusmarca mundial de salto de longitud? Esto es lo que habría sucedido:

8,35 Josef Schwarz RFA 1941 Stuttgart 15 julio 1970. Este alemán igualó la antigua plusmarca de Boston y Ter Ovanesyan. Tuvo una carrera corta sin ninguna actuación destacable en grandes campeonatos.

8,45 Nenad Stekic YUG 1951 Montreal 25 julio 1975. Stekic superó con este salto la plusmarca europea de Ter Ovanesyan y Schwarz. Fue subcampeón de Europa en 1974 y 1978 y 6º en los Juegos de Montreal

8,52 Larry Myricks USA 1956 Montreal 26 agosto 1979. Myricks fue un excelente saltador que coincidió con Carl Lewis. Era también un gran corredor de 200 m, con 20,03 de plusmarca personal. Fue bronce en los Juegos de Seúl y 4º en LA84. También fue bronce en los Mundiales de 1983 y 1987.

8,54 Lutz Dombrowski RDA 1959 Moscú 28 07 1980. Uno de los grandes saltadores europeos pese a su corto recorrido. Consiguió su plusmarca personal y europea ganando el oro en Moscú. No lo habrían tenido fácil los estadounidenses. Posteriormente ganó el campeonato de Europa en 1982, por delante del entonces plusmarquista español Antonio Corgos (1960), que se fue a 8,19.

8,62 Carl Lewis USA 1961 1 julio 1981. El mejor saltador de todos los tiempos, con 4 oros olímpicos. Su condición de velocista tal vez hizo que no prestase al salto de longitud la atención necesaria para superar a Beamon

8,76 Carl Lewis USA 1961 Indianápolis 24 julio 1982

8,79 Carl Lewis USA 1961 Indianápolis 19 junio 1983

8,86A Robert Emmyan URS 1965 Tsaghkadzor 22 mayo 1987. Este es un salto muy controvertido, en una competición menor y casi de forma clandestina. Sin embargo Emmyan era un saltador muy solvente. Su segunda mejor marca, al nivel del mar, es 8,61. Sus actuaciones más destacadas fueron el oro en el Europeo de Stuttgart y plata en el Mundial de Roma.

La plusmarca de Beamon se superó por fin en la final del Mundial de Tokio de 1991, con el duelo entre Mike Powell (1963) y Carl Lewis, que protagonizaron el mejor concurso de la historia, resuelto a favor del primero con 8,95. Lewis pese a hacer su mejor marca de 8,87 (y 8,91v) no pudo con su compatriota. Sobre este enfrentamiento hay una excelente entrada en el blog de Soy Cobarde.

Nunca sabremos si el viento era o no legal. Quizá los jueces no se atrevieron a romper la magia del salto anunciando la verdadera velocidad del viento, o quizá el salto fue realmente legal y esta entrada solo es el producto de un autor descreído.