Viktor Saneyev, una trayectoria de oro

El comienzo de este 2022 nos ha dejado una noticia triste. El día 3 de enero fallecía Viktor Saneyev (1945-2022), el atleta georgiano de origen ruso que consiguió tres medallas de oro olímpicas en triple salto. En realidad su recorrido atlético ha sido incluso más amplio. Entre campeonatos de Europa al aire libre, en pista cubierta y Juegos Olímpicos, en catorce finales en que tomó parte, ganó once medallas de oro y tres de plata.

Viktor Danilovich Saneyev nació el 3 de octubre de 1945 en el seno de una modesta familia rusa en la ciudad georgiana de Sujumi, hoy capital de la no reconocida República de Abjasia. Comenzó a practicar atletismo a los once años, prestando más atención al salto de altura. En 1963 decidió concentrarse en el triple salto, tras un registro de 14.88 m. Se dio a conocer internacionalmente con su victoria en la final de la Copa de Europa de 1967, con un salto de 16.67, su mejor marca, representando a la Unión Soviética. Ese año también saltó 7.90 m en longitud. En 1968 mejoró hasta 16.87 m, cerca de la plusmarca mundial del polaco Józef Szmidt (1935), 17.03 m. Con ese salto, Saneyev se convertía en uno de los favoritos para el oro en los Juegos de México. Sobre el papel, sus principales rivales serían el finlandés Pertti Pousi (1946), con 17.00 m, y el italiano Giuseppe Gentile (1943), con 16.74m.

La competición de triple salto en México fue la mejor de la historia. La fase de clasificación tuvo lugar el 16 de octubre. La mínima para entrar en la final se estableció en 16.10 m. Saneyev hizo un primer salto de 16.22 m y se fue a la ducha. Gentile necesitó un segundo salto, tras un primer nulo. Se fue a 17.10 m, nueva plusmarca mundial, a las 11:10 de la mañana. Pousi se quedó fuera de la final con unos pobres 15.84 m. Al día siguiente por la tarde se celebraba la final. Gentile pareció cerrar la competición con un salto de 17.22 m en el primer intento. El segundo mejor salto de esa primera ronda fueron los 16.71 m del senegalés Mansour Dia (1940). Pero lo mejor estaba por llegar. Saneyev, que se había quedado en 16.49 m en su primer intento, mejoró hasta 16.84 m en la segunda ronda. Al término de esta tanda ocupaba la tercera posición, tras Gentile y el brasileño Nelson Prudêncio (1944-2012), que mejoraba largamente con 17.05 m, sus mejor marca previa de 16.32 m. Todo cambió en la tercera ronda. Saneyev se colocaba en cabeza con la segunda plusmarca mundial de la tarde, 17.23 m. Entretanto, Gentile seguía con un solo salto válido. Saneyev hizo unos buenos 17.02 m en la cuarta ronda, en la que no hubo cambios. La quinta tanda supuso un nuevo vuelco, con otra plusmarca mundial, cuando Prudêncio se fue a 17.27 m. La réplica de Saneyev fue muy corta, 16.81 m. Le quedaba un intento. Gentile solo había sido capaz de hacer un salto válido más, el quinto, de 16.54 m, Prudêncio hizo unos buenos 17.15 m. Saneyev no desaprovechó la oportunidad y cerró la competición con la cuarta plusmarca mundial de la tarde, 17.39 m. Szmidt, campeón olímpico en las dos anteriores ediciones, fue séptimo, con 16.89 m, y vio cómo los cinco primeros habían superado los 17.03 m, que tenía como tope universal hasta el día anterior. No cabe duda de que la altitud y el tartán desempeñaron un papel clave en la mejora de los registros, pero México supuso un punto de inflexión para la prueba. A partir de entonces saltar más lejos de 17 metros comenzó a ser la norma en las grandes competiciones.

Para Saneyev, México fue el primero de una serie de éxitos que durarían más de una década. En 1969 se impuso en el Europeo al aire libre con 17.34 m, muy cerca de su plusmarca mundial, casi medio metro más que el segundo. En 1970 ganó su primer oro europeo en sala. Repetiría en 1971, 1972, 1975, 1976 y 1977. En 1971 resultó derrotado en el Europeo al aire libre por el alemán Jörg Drehmel (1945), 17.16 frente a 17.10 m, en ambos casos con viento a favor excesivo. En 1972, el georgiano renovaba su oro olímpico conseguido cuatro años antes, esta vez con menos dificultad. Un salto inicial de 17.35 m ya no lo apeó de la cabeza. Además realizó un tercero de 17.19. En la quinta ronda Drehmel, con 17.31 m, se le acercó peligrosamente, pero el alemán no fue capaz de ir más allá. Tercero fue Nelson Prudêncio, con 17.05 m. Tras los Juegos, el 17 de octubre, en Sujumi, su ciudad natal, al nivel del mar, recuperaba la plusmarca mundial con 17.44 m. El año anterior el cubano Pedro Pérez (1952-2018) había saltado en la altitud de Cali, Colombia, 17.40 m.

Los éxitos continuaron para Saneyev, absoluto dominador de la prueba en la mayor parte de los años 70. En 1974 se proclamó por segunda vez campeón de Europa con 17.23 m, 55 cm más que el segundo clasificado. En 1975 perdió definitivamente la plusmarca mundial, cuando el brasileño João Carlos de Oliveira (1954-1999), en México, se fue a 17.89 m. No pudo, sin embargo, Oliveira, superar a Saneyev en los Juegos Olímpicos de 1976. El georgiano se colocó en cabeza en la tercera ronda con 17.06 m, el primer salto de todos los participantes por encima de los 17 metros. En la siguiente tanda, sin embargo, el estadounidense James Butts (1950) lo superaba con 17.18 m. Este se repuso en la quinta ronda, con un salto ganador de 17.29 m. De Oliveira fue bronce con 16.90 m.

El dominio de Saneyev comenzó a declinar a partir de 1977. En 1978, ya con 32 años, aún fue capaz de ganar la medalla de planta en el campeonato de Europa al aire libre. En una final sin saltos por encima de 17 metros, se quedó, con 16.93 m, a 1 cm del ganador, el serbio, entonces yugoslavo, Miloš Srejović (1956). El cierre de la carrera deportiva de Saneyev llegó en 1980, con los Juegos Olímpicos de Moscú. El boicot de los países occidentales no afectó demasiado a la prueba de triple salto, aunque no estaba el estadounidense Willie Banks (1956), acreditado en 17.23 m el año anterior el México. Las autoridades deportivas soviéticas estaban decididas a conseguir que Saneyev igualase los cuatro oros olímpicos en al misma prueba del discóbolo estadounidense Al Oerter (1936-2007). El prestigio del georgiano era tal, que resultó el elegido para entrar con la antorcha en el estadio olímpico, algo que, normalmente, se reserva para deportistas retirados. Desgraciadamente la gestión excesiva de los federativos locales dio lugar a una final bochornosa. Los encargados de controlar la prueba fueron jueces exclusivamente soviéticos. De los doce saltos de Oliveira y del australiano Ian Campbell (1957) dieron solamente tres válidos. Los saltos anulados injustamente habrían permitido a ambos copar las dos primeras plazas del podio, con marcas probables de alrededor de 17.90 m para el brasileño y 17.60 m para Campbell. Sin embargo, ni aun así consiguieron que la victoria fuese para Saneyev. El ganador fue el estonio, representando a la Unión Soviética, Jaak Uudmäe (1954), que se fue a 17.35 m en su tercer salto. Saneyev acreditó 17.24 m en su último salto, su mejor prestación desde 1976, lo que le permitió sobrepasar por dos centímetros a de Oliveira.

Saneyev se retiró ese mismo año olímpico de 1980. Desde entonces, tan solo el estadounidense Carl Lewis (1961), con cuatro oros en el salto de longitud, lo ha superado. El jabalinista checo Jan Železný (1966) fue capaz de igualar la prestación de Saneyev, con una plata y tres oros olímpicos, si bien el puesto real del exsoviético en sus últimos Juegos fue probablemente el cuarto. Saneyev, ingeniero agrónomo de profesión, trabajó como técnico de atletismo para el equipo nacional soviético y para su club, el Dinamo de Tblisi. Tras la disolución de la Unión Soviética, tuvo serios problemas económicos, por lo que emigró con su familia a Australia, donde trabajó hasta de repartidos de pizzas, antes de encontrar trabajo como profesor de Educación Física y posteriormente como entrenador de saltos. Murió el su casa de Sídney el 3 de enero de 2022

Anuncio publicitario

México 1968, los mejores Juegos de siempre

Cada vez que oigo decir en las ceremonias de clausura de los Juegos Olímpicos aquello de que han sido los mejores Juegos de la historia, no puedo evitar una sonrisa. Al margen de los aspectos organizativos y del nivel deportivo general, los aficionados al atletismo sabemos que no ha habido Juegos como los de México, celebrados en 1968, de los que estos días se cumplen 49 años.

La Ciudad de México ganó la organización de los Juegos en 1963. Su proyecto había resultado el más convincente, si bien había cierta preocupación por los 2240 m sobre el nivel del mar de la urbe. Entonces apenas se conocían los efectos de la altitud en el esfuerzo. Hubo quien llegó a decir que podría poner el peligro la vida de los deportistas. Diez días antes del inicio de la competición sucedió algo que pudo haber terminado con los Juegos antes de empezar. Una manifestación de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas de la capital mexicana terminó con la intervención policial y más de 2 centenares de muertos. El presidente del COI, el octogenario Avery Brundage (1887-1975) se apresuró a decir que era un asunto que no tenía que ver con los Juegos.

El atletismo se celebró entre el 13 y el 20 de octubre. Fueron 8 días en que se lograron 18 plusmarcas mundiales y se igualó otra. De las 36 finales, en 26 de ellas los ganadores superaron la anterior plusmarca olímpica, en algunos casos conseguida minutos antes o en las pruebas de clasificación. Para la consecución de estos logros se reunieron varios factores. La altitud fue clave para las pruebas explosivas o de esfuerzos cortos y el cambio de la ceniza al material sintético en la pista resultó fundamental. Pero el nivel no habría sido tan alto si no hubiese habido una magnífica generación de velocistas de raza negra, principalmente estadounidenses, junto con la primera gran hornada de corredores africanos. Los atletas europeos, pese a verse en algunos casos perjudicados por la altitud, también tuvieron un papel relevante.

Si hubiese que elegir una imagen de estos Juegos, no habría ninguna duda de que seleccionaríamos esta:

Los 8,90 metros del estadounidense Bob Beamon (1945) superan con mucho el ámbito mediático del atletismo y están considerados uno de los grandes hitos de la historia del deporte. La competición se terminó con este primer salto de Beamon, que continúa siendo la segunda mejor marca de la historia.

La velocidad en México sufrió una auténtica revolución. Surgió una nueva promoción de velocistas estadounidenses que llevó las plusmarcas a límites impensables. Jim Hines (1946), en una final de 100 monocolor, inédita hasta entonces, rompió por primera vez con 9,95 la barrera de 10,00. Tommie Smith (1944) hizo lo propio con la de 20,00 en 200 m, 19,83, al menos oficialmente pues su compatriota John Carlos (1945) había corrido en 19,92 en las pruebas de selección, marca no homologada por la IAAF por haberse hecho con zapatillas no reglamentarias. Lee Evans (1947), por su parte, se fue en 400 m a unos asombrosos 43,86. Hines y Evans lideraron los relevos corto y largo que con 38,23 y 2:56,16 también superaron las respectivas plusmarcas mundiales. El incidente de Smith y Carlos protestando en el podio contra la segregación racial y su posterior expulsión se convirtió en un símbolo eterno.

En el otro salto horizontal, el triple, también se hizo historia, pero por una razón diferente, pues se superó la plusmarca mundial nada menos que 5 veces. Comenzó en la clasificación el italiano Giuseppe Gentile (1943) con 17,10 m. Al día siguiente con un primer salto de 17,22 m parecía que dejaba el concurso visto para sentencia. Pero aún quedaba mucha competición. En la tercera ronda el georgiano, entonces soviético, Viktor Saneyev (1945), se iba a 17,23. En la quinta ronda surgió el brasileño Nelson Prudencio (1944-2012) quien con 17,27 pareció dar por finiquitada la prueba. Pero Saneyev dejó lo mejor para el último salto, en el que con 17,39 m ganó la primera de sus tres medallas de oro olímpicas.

Además de grandes registros, otro hito de los Juegos sucedió en el salto de altura. El estilo de salto de entonces era el rodillo ventral o, algo menos, el rodillo californiano. El estadounidense Dick Fosbury (1947) no se adaptaba a ninguno de ellos y comenzó a desarrollar su estilo propio, que acabó llevando su nombre. Cuando ganó el oro en México con 2,24 m el mundo atlético se quedó asombrado. Si bien Fosbury ya llevaba años practicándolo, con los medios de comunicación de entonces la repercusión de su estilo era muy limitada fuera de su ámbito.

En salto con pértiga,  el estadounidense Bob Seagren (1946) se quedó a 1 cm de su plusmarca mundial de 5,41 m, con los 11 primeros, incluido el español Ignacio Sola (1944), 9º, por encima de la anterior plusmarca olímpica. En lanzamiento de disco el también estadounidense Al Oerter (1936-2007) ganaba su cuarto oro. Su compatriota Randy Matson (1945) se hacía con el oro en peso, tras su plata 4 años antes. La jabalina fue para el letón, entonces soviético, Janis Lusis (1939) y el martillo para el húngaro Gyula Zsivótzky (1937-2007), que había sido plata en las dos ediciones anteriores.

La plusmarca mundial igualada fue la de 800 m. Se esperaba que el keniano Wilson Kiprugut (1938), bronce 4 años antes, se hiciese con el oro, pero en una rapidísima carrera se vio superado a falta de 50 m por el australiano Ralph Doubell (1945) que ganó con 1:44,40, marca homologada en 1:44,3, que igualaba la plusmarca mundial del neozelandés Peter Snell (1937)

En mediofondo y fondo uno de los grandes protagonistas fue el keniano Kip Keino (1940), uno de los mejores de todos los tiempos. Se planteó el reto de tres oros en 10000, 5000 y 1500 m. Abandonó en la primera distancia por un cólico biliar, prueba que ganó su compatriota Naftali Temu (1945-2003), el único keniano con un oro olímpico en 10 Km, seguido del etíope Mamo Wolde (1932-2002), que ganaría el maratón, y del tunecino Mohamed Gammoudi (1938), plata en la anterior edición. Gammoudi superó a Keino en una apretada llegada en el 5000, con Temu tercero. En las pruebas de fondo la altitud también se dejó notar, en sentido negativo, con registros de los ganadores de 14:05,01, 29:27,40 y 2h20:27. El plusmarquista mundial del 5, 13:16,6, y 10 Km, 27:39,4, el australiano Ron Clarke (1937-2015),  tampoco se adaptó a la altitud y solo pudo ser 5º y 6º. También fue lento el 3000 obstáculos, distancia en que se impuso por primera vez en la historia un keniano, Amos Biwott (1947), con 8:51,02. A Keino le quedaba el 1500, en el que se enfrentaría al plusmarquista mundial, el joven estadounidense Jim Ryun (1947), acreditado en 3:33,1. Sin embargo, en uno de los mejores 1500 de la historia olímpica, el keniano no dio opción y se impuso con 3:34,91. Incluso al nivel del mar, Ryun lo habría tenido muy complicado.

En los 110 m vallas se impuso el estadounidense William Davenport (1943-2002), con 13,33, probablemente mejor que la plusmarca mundial del Martin Lauer (1937) de 13,2. En 400 m vallas, la victoria fue para el británico David Hemery (1944) con unos magníficos 48,12, plusmarca mundial por 0,7.

El programa femenino en 1968 estaba aún muy lejos del masculino. Se celebraron 11 pruebas, las carreras de 100, 200, 400, 800 y 80 m vallas, el relevo 4 x 100, los saltos de altura y longitud, los lanzamientos de peso, jabalina y disco y la combinada de entonces que era el pentatlón. Hubo en total 5 plusmarcas mundiales. La estadounidense Wyomia Tyus (1945) fue la primera velocista que defendió con éxito el título olímpico de 100 m, esta vez con plusmarca mundial de 11,08. Formó parte del relevo estadounidense de 4 x 100 que ganó el oro también con tope mundial 42,88.

La polaca Irena Szewinska (1946), una de las grandes velocistas de la historia, se llevó la victoria en 200 m con plusmarca mundial de 22,58, tras ser bronce en 100 m. En 400 m se produjo un gran duelo entre la ganadora, la francesa Collete Besson (1946-2005) y la malograda británica Lillian Board (1948-1970). El tiempo de Besson, 52,03, fue probablemente superior que la plusmarca mundial de 51,9 de la coreana Sin Kim-dan (1938).

Las otras dos plusmarcas mundiales femeninas fueron en salto de longitud, a cargo de la rumana Viorica Viscopoleanu (1939), 6,82 m, y en lanzamiento de peso, 19,61 de la alemana del Este Margitta Gummel (1941).

En México finalmente se demostró que la altitud unido a las mejoras técnicas y a una excepcional generación de atletas dio lugar a una catarata de plusmarcas mundiales, difícilmente repetible, porque difícilmente se repetirán las tres circunstancias juntas. Quienes lo vivieron en directo fueron unos privilegiados.