El 1500 en España (V). Los años 90, Fermín Cacho oro olímpico

Tras una década de éxitos, el año olímpico de 1988 resultó muy negativo para el 1500 en España, ya que finalmente no hubo ningún representante en los Juegos.  A pesar de que en esa temporada hubo 9 atletas por debajo de 3:40,00, tan solo dos de ellos fueron capaces de realizar la mínima olímpica de 3:38,5. José Luis González (1957) tuvo un verano plagado de problemas físicos. Pudo correr en 3:36,41, pero acabó renunciando a participar en los Juegos de Seúl. El otro atleta español con mínima fue el soriano Abel Antón (1962), que realizó 3:38,21, pero que correría el 5000 en la capital coreana, donde fue semifinalista. En Barcelona, 4 años después, fue 8º en 5000 m, distancia en la que sería bronce europeo en 1994, además de oro en 10000 m en la misma competición. Acabó corriendo maratón, modalidad en la que ganó el oro en los Mundiales de 1997 y 1999. En 1500 m, prueba en la que se prodigó poco, acreditó una mejor marca de 3:37,5 en 1985. El sorprendente campeón de España en 1988 fue el catalán Jaime Villalonga (1965), que ese mismo año realizó su mejor marca 3:40,31, y que, en una lentísima carrera, se llevó el oro con 3:55,48. El cántabro José Manuel Abascal (1958), en mermadas condiciones, fue 7º y tampoco acudió a Seúl.

Tras el tirón de Abascal y González habían surgido algunos jóvenes atletas en los que se confiaba para tomar el relevo de los dos grandes del medio fondo español. Dos de ellos entrenaban a las órdenes de Gregorio Rojo, en el grupo del cántabro. Se trataba del manchego, reusense de adopción, Teófilo Benito (1966-2004) y del barcelonés Ángel Fariñas (1967). Benito llevaba una trayectoria muy sólida desde categorías inferiores, lo que lo llevó a ser 4º en el Europeo Junior de 1500 m en 1983 con 3:43,28, plusmarca española juvenil. Era el favorito para el título europeo junior 2 años después, pero, pese a acreditar esa temporada 3:38,92, solo pudo ser 7º en una carrera táctica. No obstante siguió progresando y en 1986 realizó, con 20 años, 3:36,96. No volvió a mejorar hasta que en 1991 corrió en el que sería su mejor tiempo de siempre, 3:35,84. Tomó parte en los Mundiales de 1987 y 1991 y en el Europeo de 1990. Fue bronce en los Juegos del Mediterráneo de 1967. Aquejado por una enfermedad del sistema nervioso, falleció en 2004. Fariña, por su parte, había sido 8º en el 1500 del primer Mundial junior, en 1986. En 1990, registró la que entonces era 3ª mejor marca española de siempre, 3:35,15. Su recorrido atlético no fue, sin embargo, muy exitoso, ya que al aire libre nunca pudo participar en un gran campeonato.

El futuro del 1500, tanto en el ámbito internacional, como en el español, se estaba preparando, no obstante, muy lejos de Seúl, en la ciudad canadiense de Sudbury, provincia de Ontario, donde se habían celebrado los segundos Mundiales Junior. En el kilómetro y medio había repetido oro en keniano Wilfred Oanda Kirochi (1969). Curiosamente este atleta en sus dos participaciones en esta competición batió a los 3 siguientes campeones olímpicos. En 1986 la plata fue para el keniano Peter Rono (1967), oro en Seúl 1988, y en 1988 el bronce fue para el español Fermín Cacho (1969), oro en Barcelona 1992, y la plata para el argelino Nourredine Morceli (1970), oro en Atlanta 1996.

Fermín Cacho Ruiz (Ágreda, Soria, 16 de febrero de 1969) realizó una gran carrera en Sudbury, donde cambió de ritmo a falta de 500 metros, lo que le valió para hacerse con un valioso bronce. En semifinales había mejorado su marca a 3:44,04. Ese año hizo un mejor tiempo de 3:42,56. El año anterior había registrado 3:45,9 y había sido 12º en el Europeo Junior. En 1989 dio un enorme salto de calidad el imponerse en el campeonato de España con 3:36,23, que superaba notablemente los 3:39,64 que había realizado a principios de temporada y era plusmarca de los campeonatos. Ello y la lesión de José Luis González le sirvieron para representar a España en la Copa del Mundo de Barcelona ese año, donde ocupó la 6ª posición. Consiguió su primer éxito internacional unos meses después, cuando se colgó la plata en el 1500 del Europeo en sala. Al aire libre volvió a hacerse con el oro en el Nacional, con 3:37,04, su mejor marca ese año, y fue 11º en el Europeo absoluto. En 1991 se celebraba en tercer Mundial al aire libre, en Tokio en septiembre. En marzo tenía lugar el Mundial en sala, en el que Cacho fue plata en 1500 metros, detrás de Morceli, que ya comenzaba a mostrar una gran superioridad. Poco antes, con 3:35,29, que mejoraban su prestación al aire libre, se había hecho con la plusmarca española en sala. Al aire libre volvió a imponerse brillantemente en el campeonato de España, con 3:34,52, nuevamente plusmarca personal y de los campeonatos. Unos días después ratificó su buena forma al correr en Zúrich en 3:32,03, registro que lo convirtió en el tercer mejor atleta del año. Con estas credenciales se encontraba entre los favoritos para entrar en el podio del 1500 en el Mundial de Tokio. En la capital de Japón se clasificó fácilmente para la final. Los otros españoles, José Luis González y Teófilo Benito se quedaron en las semifinales. En la ronda definitiva, Cacho se volvía a encontrar con sus compañeros de podio en el Mundial Junior de 1988, Wilfred Oanda Kirochi y Nourredine Morceli, aunque esta vez el favorito era el argelino. La carrera se desarrolló a ritmo ligero con pases de 58,02 y 1:57,43, con la prueba liderada por el keniano David Kibet (1963) hasta que a falta de 420 metros Morceli cambió de ritmo, dando paso al 1200 en 2:54,10. El argelino se hizo con el oro con cierta facilidad en el excelente tiempo de 3:32,84. Kirochi entró 2 segundos después y fue plata. Esta sería la mejor actuación en categoría absoluta del keniano doble campeón mundial junior de 1500 m. Cacho, que entró en la recta final tratando de ir por el bronce, fue finalmente 5º, igualando lo conseguido por Abascal 8 años antes en Helsinki.

El soriano acabó la temporada corriendo un 800 en 1:45,37, que sería su mejor marca de siempre, y que coronaba una excelente temporada en la que se había incorporado a la élite mundial. A menos de un año vista para los Juegos de Barcelona, Cacho era uno de los candidatos a estar entre los tres primeros en la cita olímpica.

Aunque no tomó parte en el campeonato de Europa en sala, Cacho sí realizó pista cubierta en la temporada olímpica de 1992. Superó la plusmarca española de 3000 m con 7:46,11. Al aire libre renovó fácilmente su título nacional de 1500 m, en una carrera táctica, en la que marcó 3:49,0. Ya en los Juegos se mostró en excelente forma al vencer en su serie con 3:37,04 y hacer 3:34,93 en la segunda semifinal, su mejor marca del año, dejándose ir detrás del qatarí Mohamed Suleiman (1969), 3:34,77. Nunca se había corrido tanto en una semifinal olímpica. Morceli había ganado la primera con 3:39,22. La final resultó, no obstante, lentísima, con pasos de 1:02,25 y 2:06,83, con el veterano keniano Joseph Chesire (1961), 4º en LA84, en primera posición. Al paso por el 1200, en 3:02,55 Chesire aguantaba en cabeza seguido muy de cerca por el campeón de Europa, el alemán Jens Peter Herold (1965), Cacho y el estadounidense Jim Spivey (1961), con Morceli algo encerrado en 5ª posición. El keniano, incapaz de proteger la cuerda, vio cómo a falta de 200 metros lo sobrepasaba Cacho por dentro, que se fue irresistible por el oro, en 3:40,12.

Tan solo 38 años después de que Manuel Macías (1923-1983) se convirtiera en el primer español en correr los 1500 m por debajo de 4 minutos, el camino recorrido por el propio Macías, Barris, Esteban, González Amo, Burgos, los hermanos Morera, Abascal, González y Vera lo culminaba Fermín Cacho dándole a España el oro olímpico en la entonces considerada prueba reina.

La actuación de Morceli resulta difícil de explicar. No estuvo en carrera en ningún momento y acabó finalmente 7º. Sin embargo 10 días después, el 19 de agosto, en Zúrich realizó 3:30,75 y el 4 de septiembre superaba la  plusmarca mundial con 3:28,86, 0,60 menos que la marca del marroquí Said Aouita (1959) de 1985.  Las carreras posolímpicas de Cacho no fueron tan exitosas, si bien esto fue una constante durante varias temporadas con el soriano. Se centraba más en los grandes campeonatos y menos en hacer grandes marcas. En Zúrich fue 3º con 3:32,52, su mejor marca del año, y en Bruselas 2º con 3:32,98. Acabó la temporada haciendo plusmarca española de 1000 m con 2:16,13.

El 11º en la final olímpica fue otro español, el jienense Manuel Pancorbo (1966). Pancorbo, que llegó a correr la distancia en 3:34,03 (1998), repitió el mismo puesto al año siguiente en el Mundial al aire libre y fue 6º en el Europeo de 1994. Fue plusmarquista europeo al aire libre de 3000 m, con 7:31,78 y subcampeón de Europa de 5000 m en 1998, distancia en la que fue 11º en el Mundial de 1997, 2 veces campeón de España (1997 y 1998) y en la que acreditó 13:08,44.

El oro olímpico de Cacho no fue flor de un día. En 1993 continuó con un gran rendimiento, aunque ese año estuvo un escalón por debajo de Morceli, que se mostró muy superior. El 20 de junio en los Juegos del Mediterráneo, celebrados en la ciudad francesa de Narbona, el soriano registró unos excelentes 3:32,43, que le sirvieron para ganar la plata tras el inabordable Morceli, oro con 3:29,20. Tras repetir victoria por 5ª vez en el Campeonato de España, en Zúrich el 4 de agosto Cacho realizó su mejor marca personal, 3:32,01, otra vez detrás del argelino, primero con 3:30,06. En el Mundial de Stuttgart (a partir de entonces los Mundiales se celebran cada 2 años) se repitió el guion. La final no tuvo mucha historia. Con una táctica parecida a la de 4 años antes en Tokio, Morceli cambió de ritmo a falta de algo más de una vuelta y se llevó con él al somalí Abdi Bile (1962) y a Cacho. Morceli ganó con cierta ventaja en 3:34,24 y Cacho, que había sobrepasado al somalí a falta de 200 m, fue plata con 3:35,56.

Tras la plata de Stuttgart y la marca de Zúrich, con la que sería el segundo mejor atleta del año en 1500 m, Cacho se afianzó como uno de los mejores atletas del momento en el kilómetro y medio. El año siguiente de 1994 se lo tomó de transición. No pudo renovar su título nacional, pues fue 2º detrás del palentino Isaac Viciosa (1969). Este atleta fue su máximo rival en el Europeo al aire libre, aunque finalmente pudo derrotarlo. Cacho realizó 3:35,27, plusmarca del campeonato, que acabaría siendo su mejor marca del año. Viciosa fue segundo con 3:36,01, superando ambos el bronce de Abascal en 1982, la mejor actuación de un español en 1500 m hasta entonces.

El palentino Isaac Viciosa había comenzado corriendo 800 m, prueba en la que tomó parte en el Mundial Junior de Sudbury en 1988. Progresivamente fue haciendo la transición al 1500, distancia en la que la plata del Europeo fue su mejor resultado. Posteriormente subió al 5000, prueba en la que fue campeón de Europa en 1998. Ese año se hizo con la plusmarca europea de 3000 m con 7:29,34 y realizó sus plusmarcas personales en 1500 m, 3:30,94, y en 5000 m, 13:09,63. Ganó la milla de la 5ª Avenida de Nueva York en 4 ocasiones consecutivas, de 1995 a 1998. Es el único atleta que lo ha conseguido.

En año 1995 volvían los campeonatos del Mundo, tanto en sala como al aire libre. El Mundial de pista cubierta se celebraba en Barcelona. Fermín Cacho decidió tomar parte, tras unos buenos 3:36,61 y el oro en el Nacional en sala. En el Mundial, sin embargo, ocupó un inesperado 6º puesto. El ganador fue el marroquí de 20 años Hicham El Guerrouj (1974), que en poco tiempo se convertiría en uno de los más grandes de la historia. La plata fue para el mallorquín Mateo Cañellas (1972). Cañellas había sido campeón de Europa junior en 1991. Logró sus mejores éxitos en pista cubierta con esta plata en el Mundial y el oro europeo en 1996. Sus mejores marcas fueron 3:37,12 al aire libre y 3:37,99 en pista cubierta. Para Cacho las cosas tampoco fueron muy bien al aire libre. Se hizo con la victoria en el campeonato de España por 6ª vez y corrió en Mónaco en 3:34,25, pero una lesión en el muslo le impidió rendir adecuadamente en el Mundial de 1500 m, donde solo pudo ser 8º. Morceli se volvió a imponer con cierta facilidad, El Guerrouj, 3:31,16 ese año, fue plata y el atleta de Burundi Vetuste Niyongabo (1973), 3:30,78 ese año, fue bronce. Cacho acabó el 13º en la lista mundial del año. El año olímpico de 1996 se presentaba complicado, con Morceli, que había mejorado su plusmarca mundial hasta 3:27.37, inabordable y dos jóvenes atletas de gran calidad, El Guerrouj y Niyongabo. Pero para el soriano aún quedaba mucha tela que cortar.

Anuncio publicitario

Diamante en bruto. La otra cara del deporte

Hace algo más de un año, navegando por Internet, me quedé sorprendido al toparme con una novela titulada Diamante en bruto. Mi sorpresa no fue por el título, sino por el autor, Marc Pujol. Se trataba de un libro autobiográfico, sobre el propio Marc, un atleta muy prometedor al que los problemas físicos le impidieron cumplir la expectativas que había suscitado. Coincidí con él en mi época de juvenil y de junior.

Marc Pujol Riqué nació el Barcelona el 11 de marzo de 1968. En el Mundial de Cross de 1985, siendo juvenil, formó parte del equipo junior que se hizo con el bronce. En la crónica del mundial de Atletismo Español de mayo de 1985 lo definieron como una de las mayores esperanzas del fondo español. Y razones no les faltaban, pues Pujol llevaba una trayectoria magnífica como juvenil. En 1984 había sido subcampeón nacional de la categoría, tan solo por detrás de Alejandro Gómez (1967). Además se había impuesto en el Campeonato Internacional Escolar de campo a través, celebrado en Bruselas, algo que, sobre todo en Cataluña, había tenido cierta relevancia mediática. A primeros de junio fue tercero en 3000 m de la Gimnasiada (Campeonato Mundial Escolar), celebrada en Florencia, con unos excelentes 8:30.89. No obstante, su mayor éxito en aquel olímpico 1984 lo obtuvo en el viejo Anoeta, donde en julio habían tenido lugar los campeonatos de España juvenil y junior. Pujol ocupó una brillante segunda posición en un 3000 de altísimo nivel. Su marca de 8:23,66 era la mejor española de siempre para un juvenil de primer año. Merece la pena recordar los resultados de aquel 3000:

  1. Manuel Carrera CV 8:18,78
  2. Marc Pujol LT 8:23,66
  3. Alejandro Gómez SMO 8:30,26
  4. Carlos Adán SMO 8:33,12
  5. Juan Carlos Gª del Olmo TAJ 8:33,36
  6. Anacleto Jiménez LOY 8:36,83
  7. José Luis Gruñeiro MOR 8:37,84
  8. Juan Manuel Ortega SC 8:42,38

El ganador, Manuel Carrera Nogueira (Vigo, 3 de febrero de 1967) se había hecho esa misma mañana de domingo con el triunfo en el 1500. Su registro de 8:18,78 no se consideró plusmarca española de la categoría, pese a que probablemente era mejor que los 8:18,7 de José Manuel Albentosa (1964). Al final de esa temporada, Carrera se haría con la plusmarca juvenil de 3000 metros con 8:15,1. Como Pujol, este vigués no consiguió cumplir las expectativas, pero de esa final juvenil de 3000 metros salieron nada menos que tres atletas olímpicos: Alejandro Gómez en 1988, 1992 y 1996, Carlos Adán (1967) en 1992 y Anacleto Jiménez (1967) en 1996. Anacleto fue además plusmarquista español de 5000 metros con 13:08,30 (1997).

Al año siguiente, 1985, Pujol continuó progresando como juvenil de segundo año. En Toledo se proclamó campeón de España de campo a través. Cuarto en esa carrera fue Fermín Cacho (1969), entonces juvenil de primer año. Esa actuación le valió a Pujol la selección para el campeonato mundial junior, donde ocuparía el puesto 27º. Además ganó el campeonato juvenil de 2000 metros en pista cubierta. Todo parecía ir viento el popa, pero en la preparación para la temporada de aire libre aparecieron los problemas físicos. Llegó muy mermado al campeonato de España juvenil, que tenía lugar muy cerca de su casa, en Manresa. A diferencia del año anterior, la carrera resultó lenta. Se pasó el 2000 en 6 minutos. Las medallas se decidieron en la recta final, donde Pujol resultó derrotado por su compañero de club Albert Puig (1969), que se impuso con 8:43,23, 0,41 menos que Marc. Los problemas continuaron en la temporada de 1986. Se perdió el invierno, pero pudo prepararse para el campeonato de España junior de 3000 metros al aire libre. Una controvertida decisión de la RFEA había determinado un cambio en las categorías del atletismo. En ese 1986, los nacidos en 1968 y 1969, juveniles el año anterior, pasaban a ser juniors y los nacidos en 1966 y 1967, juniors el año anterior, pasaban a pertenecer a la nueva categoría promesa. El cambio no tenía demasiado sentido, puesto que en al ámbito internacional los nacidos en 1967 y 1968 eran juniors.  Pujol se enfrentaría, por lo tanto, a atletas de su año y del anterior. El campeonato junior de 3000 metros tuvo lugar en Fuenlabrada, en un estadio sin sombras, bajo el madrileño sol de justicia de junio. En una carrera de bastante nivel, Pujol fue tercero con 8:33,55. La victoria fue para el asturiano Mariano Campal (1969), que ya había ganado el campeonato de España de campo a través, con 8:28,34 y en segundo lugar entró Fermín Cacho (1969) con 8:32,77, después de haber sido cuarto en 1500 metros, justo detrás de Enrique Molina (1968). En 1987, pese a abandonar en el campeonato de España, Pujol corrió el Mundial junior de cross, en el que ocupó el puesto 25 y fue el primer español. A partir de ahí los problemas físicos con sus tendones de Aquiles se hicieron cada vez más frecuentes y cortaron de raíz su carrera atlética.

Sobre estos logros atléticos, el exatleta barcelonés pasa, sin embargo, bastante de puntillas en su novela Diamante en bruto. La novela es sobre todo un relato de sus vivencias, de cómo todo comienza a sonreír a un adolescente gran deportista y buen estudiante, pero también de cómo sus expectativas no se materializan y las consecuencias emocionales de ello. El relato tiene momentos muy descarnados. Pujol describe su situación personal, familiar, sus ilusiones, sus proyectos y sus frustraciones sin ahorrarse detalles. Y no está en absoluto exento de autocrítica. Reconoce que tras su victoria en Bruselas perdió un poco el contacto con la realidad. En el pequeño universo que para un adolescente es su colegio, lo trababan como un ídolo. Todos, menos Maldonado, el duro profesor de Química al que entonces Pujol odiaba, pero, con el tiempo, acabó dándole, al menos en parte, la razón. Maldonado le advirtió el día de su despedida del colegio:

Que tenga suerte en la vida, Sr Pujol… la necesitará. Espero que pronto cambie de actitud. Aunque usted ahora piense lo contrario, el deporte no lo es todo. Usted es inteligente y lo sabe. Debe esforzarse más en las cosas que realmente importan. Ha elegido una buena carrera: la salud, eso sí que importa. Ahora es usted demasiado joven para saberlo. De todas maneras le deseo suerte tanto en los estudios como en el deporte. Pero permítame decirle que no lo va a tener fácil. La universidad no es como el colegio. Allí nadie lo protegerá. A usted le sobra disciplina para el deporte, pero le falta para los estudios.

Pujol también relata la felicidad que experimentó con un amor de juventud, en su mejor momento personal y deportivo y lo dolorosa que le resultó la ruptura. Sorprende la sinceridad con que cuenta esta relación. En 1986, cuando el COI encargó a Barcelona la organización de los Juegos de 1992, Pujol llevaba 2 años complicados. La designación de Barcelona dio ánimos al joven atleta. Se veía compitiendo con 24 años en unos Juegos en su casa. Ese año tomó la difícil decisión de dejar a su entrenador de siempre, José Navarro, e irse con Gregorio Rojo (1920-2006), en el grupo de José Manuel Abascal (1958), Juan Torres (1957), Jordi García (1961), Teófilo Benito (1966-2004), Ángel Fariña (1967), Joan Viudes (1967) o Jorge Bello (1963). Rojo le dijo que era un diamante en bruto, de ahí el título de la novela. Pero a posteriori el propio Pujol reconoce que ya no lo era. Tenía los tendones de Aquiles demasiado cortos y eso le impedía asimilar grandes cargas de trabajo. La temporada al aire libre de 1987 había empezado bien para él, hasta que su tendón derecho comenzó a dar problemas. Decidió por su cuenta y riesgo inyectarse localmente un antiinflamatorio, con lo que cesó el dolor, pero la sobrecarga acabó en rotura y en el fin de sus ilusiones.

La reconciliación con el atletismo le resultó muy difícil, según reconoce el propio autor, y probablemente no ha sido completa. Para triunfar en el atletismo, en el deporte en general, se necesita talento natural, capacidad de trabajo y mentalidad. A Pujol le faltó lo segundo. Hay quien es capaz de poner su cuerpo al límite sin lesionarse, pero eso no siempre sucede. A Pujol no le sucedió. Afrontar que el futuro no será como uno se lo esperaba es complicado. Aunque no se suela hablar de ello, en el deporte también hay obsesiones, ansiedad, depresión, frustraciones… Es importante asumir la posibilidad de no cumplir los objetivos.

Hay un pasaje del libro que resume muy bien los sentimientos de Pujol respecto al atletismo. Dice que cuando vio a Cacho coronarse campeón en los Juegos de Barcelona, pensó: pero si a ese muchacho yo le ganaba. También relata cómo le impactó la desintegración personal y posterior muerte de Teófilo Benito, otro atleta que no llegó a cumplir las expectativas que había generado.

Este libro representa, a través de un testimonio en primera persona, la otra cara del deporte, la que no se suele contar. Su lectura es muy recomendable.

Podéis ver la reseña del libro pinchando la portada a continuación.