Mykolas Alekna supera a Jürgen Schult treinta y siete años después

El 3 de agosto de 2000, en el campeonato nacional de su país, el lituano Virgilijus Alekna (1972) lanzaba el disco hasta 73.88 m. Unas semanas antes había sobrepasado por primera vez los 70.00 m, 70.39. Ese mismo 3 de agosto realizó otro lanzamiento de 72.35 m. Su mejor registro de ese día lo colocaba segundo de la lista de todos los tiempos, a tan solo 20 cm de la ya entonces longeva plusmarca mundial del alemán Jürgen Schult (1960), quien el 6 de junio de 1986 se había ido a 74.08 m, muy por encima de los 71.86 m, que el ruso, entonces soviético, Yuri Dumchev (1958-2016), que también era actor, poseía como techo universal. Alekna, que entonces había sido subcampeón mundial en 1997 y bronce europeo en 1998, se acabaría convirtiendo en uno de los mejores lanzadores de disco de la historia, con dos oros y un bronce olímpicos, dos oros mundiales y un oro y una plata continentales. En 2012, con cuarenta años, fue cuarto en los Juegos Olímpicos. Aunque sobrepasó en otras veintiséis ocasiones los 70 metros, nunca volvió a superar los 72 metros. Cuando se retiró, en 2016, su hijo Mykolas comenzaba a dar sus primeros pasos que lo llevarían a superar no solo los registros de su padre, sino los de cualquier otro lanzador de disco.

Mykolas Alekna nació en Vilnius el 28 de septiembre de 2002. Siguiendo los pasos de su padre, comenzó a practicar el lanzamiento de disco. En 2019 ocupó la novena plaza en el Festival de la Juventud, celebrado en Bakú, con el disco de 1.5 Kg. En 2021, en categoría sub20, con el disco de 1.75 Kg, se proclamó campeón de Europa, 68.00 m, y del mundo, 69.81 m. Tras la temporada atlética, ese año 2021 comenzó a estudiar en la Universidad de Berkeley, California. Su primer año en la categoría absoluta fue magnífico. Lanzó 69.81 m, cuarta mejor marca del año. En el Mundial de Eugene se hizo con la medalla de plata, 69.27 m, detrás del inabordable esloveno Kristjan Čeh (1999), 71.13 m, plusmarca del campeonato. En el Europeo, en el mes siguiente, Čeh no estuvo tan fuerte, mientras Alekna mantuvo la forma del Mundial y se convirtió en campeón de Europa, 69.78 m, plusmarca del campeonato, con el esloveno metro y medio detrás. En una especialidad en que los atletas suelen dar lo mejor de sí más cerca de los treinta que de los veinte, la temporada de Aleknas resultó histórica, pues con diecinueve años se convirtió en el medallista más joven en un Mundial y en campeón de Europa, y también medallista, de menor edad.

Siguiendo con hitos de precocidad, el 29 de abril de 2023 conseguía superar los 70 metros por primera vez, 71.00 m. Nunca un atleta tan joven había conseguido traspasar esa barrera. El 15 de julio se impuso fácilmente en el Europeo sub23, 68.34 m. En el Mundial de Budapest, el 21 de agosto, tuvo un rendimiento algo menor que el año anterior. Con 68.85 m ocupó la tercera posición, detrás del campeón olímpico, el sueco Daniel Ståhl (1992), 71.46 m, y de Kristjan Čeh, 70.02 m. No había vuelto a lanzar hasta este 14 de abril, cuando en la localidad estadounidense de Ramona, Oklahoma, en un descampado habilitado para la ocasión, superó la plusmarca mundial masculina más antigua, con 74.34 m, tras mejorar su marca personal en dos ocasiones. Su serie fue 72.21 MMP, 70.32, 72.89 MMP, 70.51, 74.35 RM, 70.50. En cuanto se homologue, la plusmarca mundial masculina más antigua pasarán a ser los 86.74 m del lanzador de martillo ruso, entonces soviético, Yuriy Sedykh (1955-2021), desde el 30 de agosto de 1986 en el campeonato de Europa.

Alekna tiene ahora la ocasión de proclamarse campeón olímpico y campeón de Europa a los 21. Su padre lo fue a los 28 y a los 30. No lo tendrá fácil, con Ståhl y Čeh. Entretanto, ayer, el sueco Armand Duplantis (1999) añadió un centímetro más a su plusmarca mundial, 6.24 m. Comienza bien la temporada olímpica.

Micheline Ostermeyer, una pianista campeona olímpica

La gran triunfadora de los Juegos Olímpicos de Londres en 1948 fue la neerlandesa Fanny Blankers Koen (1918-2004), que igualó el logro de cuatro oros de Jesse Owens (1913-1980) en 1936. Blakers Koen se hizo con la victoria en los 100, los 200 m, los 80 m vallas y el relevo 4 x 100 m. Hubo, sin embargo, otra atleta que tuvo también un excepcional rendimiento, con tres medallas, dos de oro, y que además era pianista. La francesa Micheline Ostermeyer (1922-2001) ganó los lanzamientos de disco y peso y fue medalla de bronce en el salto de altura.

Micheline Ostermeyer nació el 22 de diciembre de 1922 en Rang-du-Fliers, una pequeña localidad en el paso de Calais. Su padre, Henri, era profesor e ingeniero, y gran aficionado al deporte, sobre todo a la gimnasia sueca. Su madre, Odette, era pianista. Ambos transmitieron a la joven Micheline sus grandes aficiones, cuya familia contaba con otros ilustres miembros, su abuelo materno, el compositor Lucien Laroche (1855-1912), y su tío abuelo, el escritor Víctor Hugo (1802-1885). En 1929 la familia se trasladó a Túnez, entonces dependiente de Francia. Allí comenzó a practicar piano. Dio su primer concierto a los 12 años. Con catorce se trasladó al conservatorio de París para continuar su preparación. Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial se volvió a Túnez, donde seguía su familia, y empezó a hacer baloncesto y atletismo. En 1946, practicando según sus propias palabras cinco horas al día de piano y cinco horas a la semana de deporte, ganó el primer premio del Conservatorio de París y comenzó a entrenar más sistemáticamente. Aunque en Túnez había competido en velocidad, salto de altura, salto de longitud, lanzamiento de disco y de peso, se centró en el salto de altura y el lanzamiento de peso. En el campeonato de Europa de 1946, ambas pruebas tuvieron lugar a la vez. Ostermeyer fue quinta en el salto de altura y plata en el lanzamiento de peso, por detrás de la soviética Tatiana Sevriukova (1917-1981), gran dominadora de la época.

En los Juegos Olímpicos de 1948, Ostermeyer se inscribió en el lanzamiento de disco, que había retomado tan solo unas semanas antes, el lanzamiento de peso y el salto de altura. En el lanzamiento de disco fue mejorando en cada intento hasta que el último de 41.92 m le permitió pasar del tercero al primer puesto y hacerse con el oro, primera atleta francesa medallista olímpica. En el lanzamiento de peso, se benefició de la ausencia de Sevriukova. Entonces la Unión Soviética no pertenecía al Comité Olímpico Internacional (COI). La francesa se mostró muy superior y se impuso con nueva plusmarca olímpica de 13.75 m. Curiosamente, ese mismo día, 4 de agosto, Sevriukova hacía en Moscú 14.59 m, plusmarca mundial. Ostermayer remató su actuación deportiva en Londres con una medalla de bronce en el salto de altura. Durante su estancia en los Juegos, tuvo otra actuación, musical, con un concierto de piano en el Royal Albert Hall.

En los campeonatos de Europa de 1950 fue bronce en los 80 vallas, en los que venció Blankers Koen, y en el lanzamiento de peso. Diversos problemas físicos la obligaron a dejar el atletismo, aunque practicó baloncesto dos años más, mientras vivía en el Líbano.

En el ámbito nacional, fue campeona de Francia doce veces en diferentes pruebas, 60 m, 80 m vallas, relevo 4 x 100 m, salto de altura, lanzamiento de peso, lanzamiento de disco y pentatlón. Superó diecinueve plusmarcas nacionales, una en 80 m vallas, uno en salto de altura, diez en lanzamiento de peso, cuatro en lanzamiento de disco y tres en pentatlón.

En 1954 regresó a Francia a continuar su carrera como pianista. Recibió numerosas críticas porque entonces se consideraba poco serio que una pianista hubiese sido deportista. Curiosamente evitaba interpretar a Franz Liszt (1811-1886), pues consideraba que su música sonaba demasiado deportiva. Fue ocho años profesora en el conservatorio de Lorient, en Bretaña. En 1965, tras la muerte de su marido, lo sustituyó en el conservatorio de Saint Germaine en Laye, a diecinueve kilómetros de París, donde estuvo doce años. Posteriormente retomó su actividad como solista. Murió en Bois Guillaume, en Normandía, el 17 de octubre de 2001.

La historia de Hal Connolly y Olga Fikotová

A pesar de que los lanzadores de martillo de los Estados Unidos se llevaron los oros olímpicos en las siete primeras ediciones de los Juegos, hasta 1924, el concurso perdió todo su interés en el país. Las competiciones de martillo comenzaron a escasear y las pocas que había tenían lugar fuera de los estadios, sin público, lo que incidió negativamente en el número de practicantes. Las cosas comenzaron a cambiar después de la Segunda Guerra Mundial. Sam Felton (1926-2015) se dedicó al estudio de los métodos europeos de lanzamiento. Fue cuarto en los Juegos de Londres, a escasos 7 cm de su compatriota Robert Bennett (1919-1974), bronce. Ambos prepararon el camino para la irrupción de uno de los grandes de la historia de la prueba, el formidable Hal Connolly (1931-2010).

Harold Vincent Connolly nació el 1 de agosto de 1931 en Somerville, Massachusetts. Connolly sufrió una afectación del plexo braquial izquierdo al nacer, lo que le produjo un defecto en el desarrollo de la extremidad superior, que llegó a ser 10 cm más corta que la derecha. Este problema no le impidió convertirse en atleta de elite. Estudiante en el Boston College y posteriormente en UCLA, progresó rápidamente en el lanzamiento de martillo desde 55.40 en 1954 hasta 63.88 m en 1955, muy cerca de los 64.52 m que el bielorruso, entonces soviético, Mijail Krivonosov (1929-1994) poseía como plusmarca mundial. En 1956, antes de los Juegos Olímpicos de Melbourne, que se celebraban a finales de noviembre, ambos mantuvieron una dura pugna por la plusmarca mundial, con la irrupción de otro estadounidense, Cliff Blair (1929-2013). Este lanzó el 4 de julio 65.95 m, homologado como plusmarca estadounidense, pero no reconocida por la Federación Internacional de Atletismo (IAAF, hoy World Athletics). Krisonov lrealizó 65.85 m el 25 de abril y 66.38 el 8 de julio. Connolly hizo 66.71 el 3 de octubre, no homologado por la IAAF. Krisonov respondió con 66.85 y 67.32 m el 22 de octubre. Pero acabaría siendo Connolly el que llegase a los Juegos como plusmarquista mundial con 68.68 m el 2 de noviembre. Se preveía que habría un gran duelo entre ambos, por el oro olímpico. Unos meses antes, el 29 de junio, Connolly solo había sido tercero en las pruebas de selección olímpica, superado por Al Hall (1934-2008) y por Cliff Blair. Connolly conseguiría su objetivo olímpico. Lo que no sospechaba es que se haría mundialmente famoso por otro tema, ajeno al atletismo, en el que la mitad del protagonismo fue para la lanzadora de disco checa, entonces checoslovaca, Olga Fikotová (1932)

Olga Fikotová nació en la localidad checa de Libiš, cerca de Praga, el 13 de noviembre de 1932. Dotada naturalmente para el deporte, representó internacionalmente a Checoslovaquia en baloncesto y balonmano, antes de comenzar con el lanzamiento de disco, en 1954. Estudiante de Medicina en la Universidad de Carlos, progresó rápidamente y en 1956 resultó seleccionada para los Juegos de Melbourne, adonde llegó con una mejor marca ese año de 51.80 m. Era el cuarto mejor lanzamiento de ese año, por detrás de tres soviéticas, la campeona olímpica, la rusa Nina Ponomaryova (1929-2016), 54.36 m, otra rusa Iryna Beglyakova (1933-2018), 52.71 m, y la veterana georgiana, plusmarquista mundial con 57.04 m, Nina Dumbadzne (1919-1983), 52.27 m. Fikotová seguramente se veía peleando por el podio olímpico. Lo que no se imaginaba era la manera en que los Juegos le cambiarían la vida.

El 23 de noviembre tuvo lugar la final de lanzamiento de disco femenino. Beglyakova se colocó en cabeza en la primera ronda con 51.74 m, nueva plusmarca olímpica. En la segunda, Ponomaryova recuperó su primado olímpico con 51.61. Fikotová sorprendió en el tercer intento con mejor marca personal de 52.02 m, que la colocaba en la cabeza de la prueba. En la misma ronda se vio superada por Beglyakova con 52.54 m. Fikotova siguió progresando con 52.28 m en el cuarto intento y unos magníficos 53.89 m en la ronda final, que le dieron el oro, por delante de Beglyakova, 52.54 m, y Ponomaryova, 52.02 m. Curiosamente esta última había enseñado algunos detalles de la técnica de lanzamiento a Fikotová el año anterior.

Al día siguiente se celebró la final masculina de lanzamiento de martillo. En la primera ronda el ruso, entonces soviético, Anatoli Samontvestov (1932-2014) superaba con 62.10 m la anterior plusmarca olímpica y se colocaba en cabeza. Dos lanzamientos de 63.00 y 63.03 m colocaban en la mitad de la prueba a Krivosonov primero, con Connolly segundo, 62.65 m. El bielorruso hizo tres nulos a continuación, mientras en estadounidense se iba a 63.19 m en su quinto intento. En la última ronda Samontyestov reforzaba su tercera posición con 62.96 m.

Tanto Fikotová como Connolly consiguieron el oro olímpico, pero esto no fue lo más importante que les dieron estos Juegos. Sus caminos se cruzaron y, pese a las diferencias políticas de sus respectivos países, y que apenas eran capaces de mantener una conversación bien en el mal alemán de él, bien en el mal inglés de ella, comenzaron una relación sentimental. La reacción positiva de la prensa occidental fue diametralmente opuesta a la de las autoridades checoslovacas, decididas a no permitir la salida de Fikotová del país. Parece que los buenos oficios del matrimonio de campeones olímpicos y héroes nacionales formado por Emil Zátopek (1922-2000) y Dana Zátopková (1922-2020) tuvieron que ver para que finalmente las autoridades checoslovacas permitiesen la boda y el traslado de Olga a los Estados Unidos. El casamiento tuvo lugar en 1957 en el antiguo ayuntamiento de Praga. Se intentó mantener el lugar de la ceremonia en secreto pero se acabó sabiendo y 40 000 personas acudieron a presentar sus respetos a la pareja.

Tras establecerse en California Olga, ahora Olga Connolly, intentó terminar Medicina y seguir representando a su país de origen, pero no tuvo éxito en ninguno de estos objetivos. Representó a Estados Unidos en las siguientes cuatro ediciones de los Juegos. Fue séptima en 1960, duodécima en 1964, sexta en 1968 y décimo sexta en 1972, donde fue abanderada en la ceremonia inaugural. Por su parte Hal siguió coleccionando plusmarcas mundiales: 68.68 m (20 06 1958), 70.33 m (12 08 1960), 70.67 m (21 07 1962), 71.06 m (29 05 1962) y 71.26 m (20 06 1965). No le fue tan bien en la competición olímpica. Fue octavo en 1960, sexto en 1964, no pasó a la final en 1968 y no se clasificó en 1972.

La historia de amor de Connolly y Fikotová llegó a su fin en 1975, cuando la pareja se divorció. Uno de sus hijos, Jim Connolly, fua campeón universitario estadounidense de decatlón en 1987. Connolly volvió a casarse en 1976 con la antigua pentatleta y entrenadora Pat Winslow (1943). Hal Connolly se dedicó a la enseñanza y al entrenamiento de lanzamiento de martillo. Murió el 18 de agosto de 2010. Olga también se dedicó a entrenar y al trabajo social. En la actualidad vive retirada en Estados Unidos.

Hal Connolly fue el último campeón olímpico estadounidense en el lanzamiento de martillo. Desde su oro en Melbourne tan solo Lance Deal (1961) ha conseguido representar a Estados Unidos en el podio con su plata en los Juegos de 1996.

Amsterdam 1928 (I), comienza el atletismo olímpico femenino

Esta entrada se publicó inicialmente en el número 11 de la revista Somos Atletismo, de abril de 2021.

Aunque desde principios del siglo XX los países anglosajones ya celebraban reuniones en las que participaban mujeres, el atletismo femenino resultó excluido de las primeras ediciones de los Juegos Olímpicos. Sí fueron olímpicos otros deportes en la categoría femenina como tenis, golf y vela en 1900, tiro con arco en 1904, patinaje artístico (1908), salto de trampolín y natación (1912) o esgrima (1924). El gran salto del atletismo femenino vino de la mano de la francesa Alice Milliat (1884-1957), que en 1917 fundó la Fédération Féminine Sportive de France. Milliat, traductora de profesión, había practicado remo y hockey sobre patines. En 1919 presentó formalmente al Comité Olímpico Internacional (COI) una solicitud para hacer el atletismo femenino olímpico, pero no tuvo éxito. Su labor en pro del atletismo femenino continuó y en 1921 organizó en Mónaco el Primer Encuentro Multinacional Femenino, con once pruebas. A finales de ese año, Milliat fundó la Fédération Sportive Féminine International, que contaba con la participación de Francia, Reino Unido, Italia, Checoslovaquia, España y Estados Unidos. Milliat fue su primera presidenta y su primera tarea fue la puesta en marcha de los primeros Juegos Mundiales Femeninos, que tuvieron lugar en París el 20 de agosto de 1922. En un solo día se celebraron 11 pruebas atléticas, 60 metros, 100 yardas, 300 metros, 1000 metros, 100 yardas vallas, relevo 4 x 110 yardas, salto de altura, salto de longitud, salto de longitud sin impulso, lanzamiento de peso a dos manos y lanzamiento de jabalina a dos manos. Participaron 77 mujeres de 5 países, Francia, Reino Unido, Checoslovaquia, Suiza y Estados Unidos. Los Juegos contarían con otras 3 ediciones, en 1926, 1930 y 1934. En esta última edición, celebrada en Londres, tomaron parte 200 atletas, de 19 países. Tuvieron lugar 12 pruebas. En ese momento el atletismo femenino llevaba dos ediciones siendo olímpico. Además estaba previsto la inclusión de las mujeres en el siguiente campeonato de Europa, en 1938. Los Juegos Mundiales dejaron su sitio a esta competición.

La Fédération Sportive Féminine International volvió a solicitar, infructuosamente, la participación de mujeres atletas en los Juegos Olímpicos de 1924. Pero, finalmente, en 1926, el COI accedió a que el atletismo femenino se convirtiese en un deporte olímpico. En los Juegos de 1928, que se celebrarían en Amsterdam, habría cinco pruebas femeninas, los 100 m, los 800 m, el relevo 4 x 100 m, el salto de altura y el lanzamiento de disco. Aunque tenía poco que ver con el programa masculino, se habían podido derribar muchas barreras, entre ellas la oposición del propio Pierre de Coubertin (1863-1937). El fundador del Movimiento Olímpico moderno opinaba que el deporte femenino y los Juegos Mundiales Femeninos eran impracticables, antiestéticos, no interesantes y, no debemos tener miedo a añadir, incorrectos. Esto debemos decir de esa medio olimpíada femenina.

Además de la participación de las mujeres, los Juegos de Amsterdam tuvieron otras novedades importantes. Se modificó el programa masculino, eliminando la prueba de 3000 m por equipos, el campo a través, la marcha y el pentatlón. Con excepción de la marcha, que reaparecería en 1956, el programa no ha cambiado desde entonces. Otra novedad fue la presencia, por primera vez, del pebetero olímpico. Alemania, tras su exclusión de las dos ediciones anteriores, volvió a los Juegos y fue segunda en el medallero, con 31 preseas, 10 de oro.

La primera mujer campeona olímpica, el 31 de agosto de 1928,  fue la lanzadora de disco polaca Halina Konopacka (1900-1989), quien, con 39.62 m, superaba por 44 cm su propia plusmarca mundial. Nacida en una familia de deportistas, Konopacka había practicado equitación, patinaje, esquí y natación antes de dedicarse al lanzamiento de disco. Tras su retirada del disco en 1931 se dedicó al tenis. Casada con el Ministro del Tesoro de Polonia, Ignacy Matuszewski (1891-1946), tras la invasión alemana y soviética en 1939, ayudó a este a llevar las reservas de oro a Francia. Tras la ocupación alemana de este país, ambos huyeron a Estados Unidos, donde se quedaron a vivir. Ella continuó allí tras el fallecimiento de su marido. Posteriormente se dedicaría a la pintura.

El mismo día 31 de julio tuvo lugar la final de los 100 m lisos. La ganadora fue la estadounidense de 16 años Betty Robinson (1911-1999), que había empezado a entrenar el marzo de ese año, con un tiempo de 12.2, que igualaba su propia plusmarca mundial. Ganó también la plata en el relevo 4 x 100 m. En 1931 resultó herida grave en un accidente de avión. Inicialmente la dieron por muerta. Estuvo 7 semanas en coma y 2 años sin poder caminar normalmente. Aunque las secuelas en su rodilla le impedían adoptar la posición de salida en las pruebas de velocidad, en 1936, haciendo el tercer relevo del 4 x 100, con el equipo de Estados Unidos en la final olímpica, consiguió el segundo oro de su carrera.

El 2 de agosto tuvo lugar la polémica final de 800 m. El día anterior se habían celebrado las series clasificatorias, en número de tres. Las tres primeras pasaban a la final. La carrera definitiva resultó muy disputada. La japonesa Kinue Hitomi (1907-1931), que nunca había corrido la distancia antes de los Juegos, se colocó en la cabeza, mientras las alemanas Marie Dollinger (1910-1994) y Elfriede Wever (1900-1941) controlaban la carrera para su compatriota Linda Radke (1903-1983). Esta lanzó un ataque, a falta de 300 m y se proclamó campeona olímpica, con una nueva plusmarca mundial de 2:16.8, 0.8 menos que la japonesa, plata. Tras la carrera, varias participantes se tiraron al suelo para recuperarse. El ácido láctico tiene estas cosas. Numerosos miembros de organizaciones deportivas y de la prensa aprovecharon esta circunstancia para afirmar que era una carrera demasiado larga para las mujeres. Se llegó a decir que las mujeres que corriesen distancias largas envejecerían antes. El presidente del COI, el Conde de Baillet-Latour (1876-1942), llegó a abogar por la supresión del deporte femenino. En contra de esta opinión, muchos argumentaron que situaciones similares sucedían en competiciones masculinas. De hecho, en las dos primeras ediciones de los Juegos Mundiales Femeninos se habían corrido los 1000 m y en las dos siguientes los 800 m. Finalmente no se impuso la lógica y la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) eliminó la prueba del programa olímpico. No se recuperó hasta 1960.

La canadiense, nacida en Estados Unidos, Ethel Catherwood (1908-1987) fue la primera campeona olímpica de salto de altura. Sucedió el 5 de agosto de 1928. Un salto de 1.59 m, a 2 cm de la plusmarca mundial le valió el oro olímpico. Se ganó al público y a la prensa por su belleza. También destacó en el lanzamiento de jabalina, modalidad en que fue campeona canadiense, pero esta prueba no fue olímpica hasta 1932. Después de los Juegos se trasladó a California.

El mismo 5 de agosto se disputó la final del relevo 4 x 100 m, cuyo oro fue para el equipo canadiense formado por Ethel Smith (1907-1979), Bobbie Rosenfeld (1904-1969), Myrtle Cook (1902-1985) y Jane Bell (1910-1998), con 48.4, nueva plusmarca mundial. Estas cuatro mujeres, junto con las mencionadas Konopacke, Robinson, Radke y Catherwood fueron las ocho primeras campeonas olímpicas en cinco modalidades. Los prejuicios hicieron que la introducción de nuevas pruebas en el programa oficial femenino fuese muy lenta. Cincuenta y cinco años después, en el primer Campeonato del Mundo de Atletismo, celebrado en Helsinki, aún no había 5000, aunque sí 3000, ni 10 000 m, obstáculos, triple salto, salto con pértiga, lanzamiento de martillo o marcha. En la actualidad, el programa femenino casi se ha igualado al masculino. A la World Athletics le resta cambiar el heptatlón por decatlón en la categoría. Sería todo un espectáculo.

Miguel de la Quadra Salcedo, un hombre del Renacimiento

Miguel de la Quadra Salcedo (Madrid, 30 de abril de 1932 – Pozuelo de Alarcón, 20 de mayo de 2016) fue un hombre polifacético, muy conocido por su trabajo de reportero en RTVE y posteriormente por su liderazgo como promotor del programa Ruta BBVA, anteriormente Ruta Quetzal. Lo que tal vez es algo menos conocido, fuera del mundillo atlético, es que de la Quadra fue además un atleta de alto nivel, protagonista de un episodio histórico en el lanzamiento de jabalina.

Aunque había nacido en Madrid, de la Quadra siempre se consideró navarro. Cuando Miguel tenía 5 años su familia se trasladó a Pamplona. Estudió Ingeniería Agrícola y durante esa época comenzó a practicar atletismo. Se especializó en lanzamientos, pero no en uno concreto, sino en los 4, aunque curiosamente fue en el lanzamiento en el que tuvo menos éxitos, el de jabalina, por el que resultó más conocido en el ámbito atlético. En cualquier caso, en aquella época en España era frecuente que los lanzadores practicasen varias modalidades. Fue 9 veces campeón de España: 6 en disco (1953, 1955, 1956, 1958, 1959, 1960), 2 en peso (1955, 1956) y una en martillo (1956). Además superó la plusmarca española de lanzamiento de disco en 7 ocasiones entre 1955 y 1960 hasta dejarla en 51,00 y la de lanzamiento de martillo 6 veces, en 1956, hasta 49,25. Su gran proeza, no obstante, ocurrió en el lanzamiento de jabalina en 1956, su gran año, en que le faltó el título en esta prueba para hacer pleno en los lanzamientos del campeonato de España.

De 1930 a 1963, el lanzamiento de barra fue oficial en los campeonatos de España. Consistía en lanzar con estilo rotatorio una barra de metal de 1,5 m de longitud y 3,5 Kg de peso. El veterano y exitoso lanzador vasco Félix Erausquin (1907-1987), que contaba entonces 49 años y había sido 26 veces campeón de España, de lanzamiento de peso, disco, jabalina y barra, decidió adaptar el estilo de lanzamiento de la barra a la jabalina. Poco después, con ese peculiar estilo, de la Quadra lanzó 66,25 m en París, el 23 de septiembre, casi 3 metros más que la plusmarca española de entonces. El propio Erausquin lanzó el 7 y el 12 de octubre 74,32 y 83,40 m. Otro especialista en lanzamiento de barra, el aragonés Manuel Clavero (1927), lanzó 82,94 m el 21 de octubre. La plusmarca mundial entonces estaba en manos del  polaco Janusz Sidlo (1933-1993) con 83,66 m. Alarmada la IAAF casi inmediatemente prohibió dar la espalda al sentido del lanzamiento, a lo que Erausquin respondió con un nuevo estilo en que eliminaba los giros. Con esta técnica, de la Quadra llegó a 82,80 el 21 de noviembre. El noruego futuro campeón olímpico y plusmarquista mundial Egil Danielsen (1933) lanzó la jabalina con el nuevo estilo a 93,70 m. Hay un lanzamiento dudoso del propio de la Quadra en París de 112,30 m. En cualquier caso, la IAAF, juzgando peligrosa esta técnica, cambió el reglamento de forma instantánea. A partir de entonces se requería que tanto en la aproximación como en el lanzamiento la jabalina tenía que estar por encima del brazo. Tal vez si los lanzadores españoles hubiesen mantenido la técnica en secreto hasta los Juegos de Melbourne, que se celebraban en noviembre, no se les habría podido anular lo que hubiesen conseguido. En cualquier caso, esto no habría sucedido de ninguna manera, puesto que el Gobierno de España, entonces presidido por el General Franco, decidió no acudir a los Juegos como protesta por la invasión soviética de Hungría.

De la Quadra tomó parte en los Juegos Olímpicos de Roma, en 1960, donde acabó con 3 nulos en lanzamiento de disco. Ese mismo año, en los primeros Juegos Iberoaméricanos, celebrados en Santiago de Chile, fue bronce en peso y 4º en disco. A continuación se retiró. En total fue 17 veces internacional.

En 1961, el Gobierno de Colombia lo contrató para realizar un estudio etnobotánico de la selva amazónica. Estuvo 3 años en Suramérica, donde vivió en la selva y ejerció otros oficios como el de domador, camionero o marinero. Volvió a España, donde comenzó a trabajar en Televisión Española, de la que fue el primer corresponsal en Iberoamérica y, posteriormente, se especializó en conflictos. Estuvo en Vietnam, Eritrea, Congo, donde lo condenaron a muerte, y en Chile durante el golpe de estado de Pinochet. A mediados de los años 70 y 80 realizó numerosos documentales, la mayoría de temas aventureros. Le gustaba recorrer las rutas de los antiguos exploradores como la de Orellana en el Amazonas. En 1988 empezó con Aventura 92, que en 1993 se convertiría en la Ruta Quetzal y posteriormente en la Ruta BBVA, un programa de actividades de intercambio cultural para jóvenes entre las que destacaban expediciones por España e Iberoamérica. En 1990, la UNESCO declaró el programa de interés universal.

Hombre culto y extraordinariamente leído, se consideraba un hombre del Renacimiento, por sus múltiples intereses y actividades. Tenía una biblioteca de 8000 volúmenes y disfrutaba leyendo las crónicas de los conquistadores, a Verne o a Homero. Estuvo trabajando casi hasta el final. Falleció el 20 de mayo de 2016, víctima de una insuficiencia cardíaca.

En la actualidad, la Asociación Española de Estadísticos del Atletismo está llevando a cabo el proyecto #RecordandoAMiguel, cuyo objetivo es la construcción de una escultura de Víctor Ochoa dedicada a Miguel de la Quadra Salcedo, en la pista de atletismo de la Universidad Complutense de Madrid, en la Ciudad Universitaria. Si queréis contribuir económicamente visitad la página

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Al Oerter, la excelencia competitiva cuatro veces olímpica

Una de las ventajas del atletismo es que juzga objetivamente la valía del atleta con el metro o el segundo. Para que un registro sea válido solo se necesita una instalación homologada y unos jueces que lo acrediten. No son necesarios ojeadores de ningún tipo. Otro tema es la gran competición, donde unos muestran su capacidad y otros rinden muy por debajo de sus posibilidades. Tal vez el paradigma del primer grupo sea el lanzador de disco estadounidense Al Oerter (1936-2007). La macrohistoria dice que Oerter fue el primer atleta en conseguir 4 oros en la misma prueba en 4 Juegos Olímpicos diferentes, pero la microhistoria nos cuenta que no era el favorito en ninguna de ellas. Sus victorias se debieron a una asombrosa capacidad para dar lo máximo de sí mismo en el momento más importante, sobreponiéndose, en alguno de los casos, a la adversidad.

Alfred Oerter nació el 19 de septiembre de 1936, en Queens, Nueva York. Comenzó a lanzar disco cuando con 15 años lo vieron devolver un artefacto que se había caído a sus pies. Al menos, eso es lo que cuenta la leyenda. Dotado de un físico imponente, 1,92 m de altura y 115 Kg de peso, en 1956, con 19 años se clasificó segundo en las pruebas de selección de Estados Unidos para los Juegos de Melbourne, detrás del plusmarquista mundial, 59,28 m, Fortune Gordien (1922-1990). Gordien, junto con el italiano Adolfo Consolini (1917-1969), era el favorito para el oro olímpico. Nadie reparó en el joven Oerter para el que los Juegos, a los que acudía con una plusmarca personal de 55,90 m, eran su primera competición internacional. Pero un primer lanzamiento de 56,36 m, nueva plusmarca olímpica, lo colocó en primera posición, que ya no abandonaría en todo el concurso. La victoria de Oerter fue contundente, pues realizó los 3 mejores lanzamientos, y dejó a Gordien, 2º con 54,81 m, a más de metro y medio.

En los años siguientes, Oerter consolidó su posición en la élite mundial de los discóbolos. Entonces la única competición de ámbito mundial eran los Juegos, pero en aquel momento la mayoría de grandes lanzadores de disco estaban en los Estados Unidos. Oerter fue campeón nacional en 1957, 1959 y 1960, en esta última ocasión con 59,07 m, su mejor marca antes de los Juegos de Roma 1960. También fue oro en los Juegos Panamericanos en 1959.  Fue, sin embargo segundo, por detrás de Rink Babka (1936) en las pruebas de selección. Poco antes de los Juegos, Babka había igualado con 59,91 m, la plusmarca mundial del polaco Edmund Piątkowski (1936-2016). Daba la sensación de que Babka era superior a Oerter y la final olímpica pareció confirmarlo, pues el primero lideró la competición con un lanzamiento inicial de 58,02 m hasta el 5º intento. Él mismo aconsejó a Oerter que elevase un poco más el ángulo de salida del disco, lo que permitió a este colocarse en cabeza en el quinto intento con 59,18 m, de nuevo plusmarca personal y plusmarca olímpica. Este lanzamiento acabó dándole su segundo oro.

Tras los Juegos de Roma, Oerter por fin unió a su superioridad competitiva superioridad métrica. En 1961, otro estadounidense, Jay Silvester (1937), había roto por primera vez la barrera de los 60 metros, con 60,56 y 60,72 unos días después. En 1962, Oerter superó otro límite solo considerado en los países anglosajones, el de los 200 pies (60,96 m), con 61,10. Hasta 1964, realizó otras tres plusmarcas mundiales, 62,45, 62,62 y 62,94. Poco antes de los Juegos de Tokio, el entonces checoslovaco Ludvik Danek (1937-1998) superaba con 64,55 m a Oerter. Este, entretanto, había sido campeón de Estados Unidos en 1962, con 62,62, una de sus plusmarcas mundiales, y en 1964. En las pruebas de selección, sin embargo, volvió a ser segundo, tras Jay Silvester.

Los Juegos de Tokio supusieron para Oerter el mayor reto de su carrera. Por si no fuese suficiente enfrentarse a Danek, plusmarquista mundial e imbatido en 45 competiciones, el estadounidense acudió a Japón con una lesión cervical, que lo obligó a competir con collarín, y una cartílago costal roto. Le aconsejaron no lanzar, pero evidentemente no hizo caso. No obstante, lideró la ronda de clasificación con 60,54 m a la primera. Pensaba que sus posibilidades de ganar se basaban en un primer lanzamiento largo, pues no creía estar en condiciones de mejorar según avanzase el concurso. La realidad fue mucho más complicada. Danek se colocó en cabeza con un primer lanzamiento de 59,73 m. Tras un cuarto intento de 60,52 m parecía que el concurso se había terminado, con Oerter en 3ª posición a casi 3 m. Pero el campeón olímpico sacó fuerzas de flaqueza con un 5º intento de 61,00 m, nueva plusmarca olímpica, que le sirvió para revalidar el oro.

En los años siguientes, pese a que mejoró su plusmarca personal a 63,22 en 1966, sus registros se alejaban de los mejores. Parecía que su mejor época había pasado. En 1968, Jay Silvester llevó la plusmarca mundial a 66,54 m, y, poco antes de los Juegos de México, a 68,40 m, que lo convertían en el gran favorito para el oro olímpico. Silvester también se había impuesto en las pruebas de selección, en las que Oerter fue 3º. Pero la excelencia competitiva de Oerter volvió a imponerse en los Juegos. Llegó a Ciudad de México con 62,74 m, la 5ª marca de ese año a más de 5 m de la plusmarca mundial de Silvester. En la fase de clasificación consiguió entrar en la final con un primer lanzamiento de 59,36 m, 6ª mejor marca de los participantes, a casi 4 m de Silvester. Pero la final fue otra historia. Una vez más Oerter mostró que era, con diferencia, el mejor competidor. Comenzó con 61,78 m, que lo situaron 3º. Perdió un puesto tras un nulo en el segundo intento, pero en el tercero se fue a 64,78 m, su mejor marca personal y nueva plusmarca olímpica. Nadie se le pudo acercar. El alemán Lothar Milde (1934), con 63,08 m en el segundo intento, fue plata. Oerter aún realizó otros dos lanzamientos que le habrían dado el oro, un quinto de 64,74 m y un sexto de 64,04 m. Danek fue bronce y un descentrado Silvester, al que pudo la competición y la leyenda de Oerter, solo pudo ser 5º.

Tras los Juegos de México, después de 4 oros en otras tantas competiciones, Oerter se retiró, pero solo temporalmente. Volvió a entrenarse a finales de los 70. En mayo de 1980 realizó la mejor marca de su vida, 69,46 m, no muy lejos de la plusmarca mundial, 71,16 m, del alemán Wolfgang Schmidt (1954). Con ese lanzamiento, Oerter habría liderado la lista mundial de 2016.  Intentó clasificarse para los Juegos de Moscú, pero fue 4º en las pruebas de selección, testimoniales, en cualquier caso, pues en aquel momento ya era oficial que los Estados Unidos no acudirían a Moscú. Quizá si su país hubiese ido a tomar parte en los Juegos, el resultado de Oerter habría sido otro. En 1984 aún fue 6º en los campeonatos de Estados Unidos con 62,89 m. Tenía intención de competir en las pruebas de selección olímpica pero se lesionó. Siguió lanzando hasta 1988.

Oerter se había licenciado en Administración de Empresas en 1958. Se dedicó a la gestión empresarial durante varios años. Tras su retirada definitiva comenzó a hacer pintura abstracta. En 2006 fundó The Art of Olympics, una organización para promocionar los valores olímpicos a través del arte. Oerter padeció hipertensión arterial desde joven, lo que acabó provocándole insuficiencia cardíaca. Se le propuso trasplante, pero lo rechazó. Falleció el 1 de octubre de 2007, a los 71 años de edad.

Al Oerter constituye el paradigma de la excelencia competitiva. No solo fue capaz de ganar 4 oros olímpicos en la misma prueba, una hazaña insólita, sino que lo hizo siempre en condiciones adversas y en presencia de rivales superiores desde el punto de vista métrico. Salvo en 1960, que podría estar entre los candidatos a la victoria, sin ser el favorito indiscutible, en ninguna de las otras tres ocasiones se contaba con él para el oro. En 1956 era aún muy joven, en 1964 estaba seriamente lesionado y en 1968 parecía claramente inferior a sus rivales. Pero Oerter supo dar lo mejor de sí en cada uno de los Juegos en que participó. En las 4 ocasiones superó la plusmarca olímpica, y en tres de ellas hizo su plusmarca personal. Hay un dato curioso, nunca fue capaz de ganar las pruebas de selección de su país Además, salvo en el corto período de 1962 a 1964, siempre hubo atletas que lanzaban más que él, pero ninguno de ellos fue capaz de acercársele cuando el mayor premio, el oro olímpico, estaba en juego.