Los mejores mediofondistas fondistas españoles

Esta entrada se publicó inicialmente en la revista Somos Atletismo del mes de agosto de este año.

Hasta los años 80 parecía existir una barrera insalvable entre el 1500 y el 5000 para los corredores españoles. Los corredores de 1500 m eran mediofondistas puros, que hacían esta prueba compatible con los 800 m, y los de 5000 m se sentían más cómodos en los 10 000 m, la carretera y el campo a través que en la distancia inferior. Durante muchas décadas los atletas de ambas distancias tan solo coincidían en la prueba no olímpica de los 3000 m, donde varios de ellos, de ambos lados de la barrera, fueron plusmarquistas españoles en aquellos años. Hay que mencionar dos excepciones, que pertenecen a épocas muy tempranas, cuando el atletismo español se encontraba muy lejos de los registros de categoría internacional. El guipuzcoano Juan Muguerza (1900-1937) fue plusmarquista español de 1500 m (4:30.0, 4:23.6 y 4:18.0) y de 5000 m (16:13.8) y olímpico en 1920 en ambas distancias. Por su parte el catalán Joaquim Miquel (1903-1929) sucedió a Muguerza como plusmarquista nacional de 1500 m (4:17,4 y 4:13,2) y 5000 m (15:41,6, primer español sub16′). Fue olímpico en 5000 m en 1924.

Los años 80 en el ámbito atlético en España estuvieron marcados por el duelo entre el toledano José Luis González (1957) y el cántabro José Manuel Abascal (1958) por el primado español de 1500 m. Abascal ya destacaba en la prueba del kilómetro y medio en categoría junior (sub20), con la plusmarca española absoluta de la distancia, 3:38.2, en 1977. Sin embargo, había sido campeón de Europa junior de 3000 m, con 7:58.3 y había realizado 14:02.4 en 5000 m. González en categorías inferiores apuntaba más a los 5000 m, que había corrido en 14:00.8 en 1975 con 17 años, y al campo a través, modalidad en la que ese mismo año había sido subcampeón mundial junior. Ambos acabaron, no obstante, en la élite mundial de los 1500 m, con mejores marcas de 3:30.92 (1985) para el toledano, subcampeón del mundo al aire libre en 1987, y 3:31.13 (1986), para el cántabro, bronce europeo al aire libre en 1982 y olímpico en 1984. González, que ya se había hecho con la plusmarca nacional de 5000 m en 1985, al correr en 13:15.90, mejoró en 1987 hasta 13:12.34, carrera que ganó, con Abascal segundo, 13:12.49. Pese a sus repetidos anuncios de competir en los 5 Km, González siguió en los 1500 m hasta su retirada. Lo más destacado que consiguió en la prueba más larga fue el oro en el campeonato de España en 1990. Abascal sí tenía intención de pasar a la distancia superior. Probablemente más tras su victoria en la final A de la Copa de Europa de 1987, pero una grave lesión, que acabó forzando su retirada, se lo impidió.

En esa década de los 80 hubo otros dos corredores, que habían empezado en los 800 m, que hicieron compatibles ambas distancias. El barcelonés Jaime López Egea (1955), acreditado en 3:37.64 (1985) y 13:38.49 (1986), fue campeón de España de 1500 m en 1977 y de 5000 en 1987. Y el madrileño José Luis Carreira (1962), con mejores marcas de 3:35.56 (1986) y 13:25.94 (1989), consiguió la novena plaza en el Europeo al aire libre de 1986 de 1500 m y la tercera en los 5000 m de la Copa del Mundo de 1989, año en que fue campeón de España de esta distancia.

A mediados de los 90, una generación de atletas que venía de los 1500 m y no se dedicaban al campo a través irrumpió en el 5000 español. Probablemente el más destacado fue el palentino Isaac Viciosa (1969). Viciosa había comenzado corriendo 800 m, pero pronto se incorporó al 1500, distancia en la que fue subcampeón de Europa en 1994, detrás del soriano Fermín Cacho (1969). En el siguiente Europeo subió un peldaño en el podio, ya corriendo 5000 m, en un excelente doblete español, con el jienense Manuel Pancorbo (1966) en segunda posición. Acreditó 3:30.94 (1998) y 13:09.83 (1998) y fue plusmarquista europeo de 3000 m con 7:29.34 (1998). Venció cuatro años consecutivos (1995-1998) en la milla de la Quinta Avenida. El subcampeón de Europa de 5000 m en 1998, Manuel Pancorbo, había sido 6º en 1500 m en el anterior Europeo. Sus mejores marcas fueron 3:34.03 (1997) y 13:08.44 (1998). También fue plusmarquista europeo de 3000 m con 7:31.78. Otro destacado atleta de esta generación es el riojano Anacleto Jiménez (1967), plusmarquista español de 5000 m en 1997 con 13:08:30. No se prodigó en 1500 m, pero, en una de sus escasas incursiones, obtuvo en 1996 una resonante victoria sobre Fermín Cacho con 3:34.37, en las desaparecidas pistas de la Peineta, en Madrid. En 1994 fue octavo en el campeonato de Europa de 5000 m.

En la siguiente década, la de los años 2000, el burgalés Juan Carlos Higuero (1978) ganó en 2006 un doble bronce en el Europeo al aire libre en 1500 y 5000 m, tras una muy sólida trayectoria en la distancia más corta. Había sido 8º en la final olímpica de 2000, 6º en el Mundial al aire libre de 2005 y 5º en el Europeo de 2002. Aún le faltaba la mejor actuación de su vida, 4º en la final olímpica de 2008. Sus mejores marcas fueron 3:31.57 (2006) y 13:22.68 (2008).

El atleta español más reciente que ha combinado ambas pruebas, aún en activo, es el catalán de adopción, nacido en Marruecos, Adel Mechaal (1990). Mechaal hizo el doblete en ambas distancias en el campeonato de España en 2015 y 2017. Fue 4º en el Mundial al aire libre de 2017 en 1500 m y subcampeón de Europa de 5000 m en 2016. En el Europeo de 2018 fue cuarto en 10 000 m. Sus mejores registros son 3:33.91 (2019), 13:15.40 (2016) y 27:50.56 (2018).

A pesar de la barrera invisible durante tantas décadas, desde los años 80 numerosos atletas españoles han sido capaces de hacer compatibles las distancias de 1500 y 5000 m, que han dado muchos éxitos a nuestro atletismo y que, esperemos, continúen haciéndolo.

Alonzo Babers, un ingeniero militar campeón olímpico de 400 m

El boicot de los Juegos Olímpicos de 1984 por parte de los países del Este redujo ostensiblemente el nivel de diversas pruebas femeninas y de algunas masculinas, sobre todo lanzamientos y salto con pértiga. Pese a ello, en Los Ángeles hubo momentos que quedaron para la historia de los Juegos: los cuatro oros del estadounidense Carl Lewis (1961), los espectaculares 800 m, la resurrección del británico Sebastian Coe (1956) o la consolidación como fondista del marroquí Said Aouita (1959). Una de las carreras que tuvo mayor nivel fueron los 400 m, donde un estadounidense poco conocido, llamado Alonzo Babers (1961), mejoró dos veces su plusmarca personal hasta hacerse con el oro, con unos magníficos 44.27, entonces cuarta marca mundial de siempre.

Alonzo C Babers había nacido en Montgomery (Alabama) el 31 de octubre de 1961. Debido a la ocupación de su padre, que era militar, la familia se trasladó a Alemania, donde el joven Alonzo realizó el bachillerato, en concreto en el Instituto Americano de Kaiserlauten. En 1979 se unió a la Academia Militar del Ejército del Aire de los Estados Unidos, donde se graduó en Ingeniería Aeroespacial. Intentó inicialmente jugar al fútbol americano, pero las lesiones y la falta de peso corporal le hicieron buscar otro deporte, por lo que se fijó en el atletismo.

En 1982 realizó unos buenos 46.86 en pista cubierta, aunque apenas mejoró al aire libre, hasta 46.41. Sin embargo, en 1983 dio un enorme salto de calidad, al registrar 45.07, tiempo con el que ganó la serie B de la reunión de Zúrich. Se había clasificado para disputar el relevo 4 x 400 m del campeonato del Mundo, pero el equipo estadounidense, tras problemas con una entrega de testigo, solo pudo ser sexto.

Babers se preparó intensamente para disputar los Juegos Olímpicos de 1984, que tendrían lugar en Los Ángeles. Primeramente habría que superar las siempre complicadas pruebas de selección, que se celebraban en el propio estadio olímpico. Babers tuvo un excelente papel. Ganó su semifinal mejorando marca hasta 44.95 y fue segundo en la final, nuevamente con plusmarca personal de 44.86, en una carrera que lideraba a falta de 30 m. El ganador, Antonio McKay (1964), corrió en 44.71.

En los Juegos, Babers disputaría los 400 m y el relevo 4 x 400 m. Para la prueba individual se organizaron cuatro rondas. La primera ronda se programó para el 4 de agosto. Babers se impuso en la quinta serie con 45.81. El tiempo más rápido de la ronda correspondió a McKay con 45.55. Los cuartos de final se celebraron al día siguiente, 5 de agosto. Babers hizo marca personal de 44.75, ganando su serie. No obstante, McKay volvió a realizar el mejor tiempo, con 44.72. Sin embargo, ninguno de ellos se impuso en las semifinales del 6 de agosto. Babers fue segundo en la primera semifinal, con 45.17, a 0.01 del ganador, el nigeriano Innocent Egbunike (1961), mientras McKay fue tercero, con 44.92, en la segunda semifinal, por detrás del costamarfileño Gabriel Tiacoh (1963-1992), 44.64 y el nigeriano Sunday Uti (1962), 44.83, en ambos casos mejores marcas personales. En esta semifinal, el campeón del mundo, el jamaicano Bert Cameron (1959) protagonizó un hecho espectacular. Sufrió un tirón a los 150 m de carrera, se paró, perdió 10 metros, y, tras decidir continuar, fue capaz de alcanzar la cuarta posición, que le daba acceso a la final, si bien su lesión le impidió presentarse.

En la carrera definitiva del 8 de agosto, no había un claro favorito. Babers y McKay parecían en buena forma, pero la sorprendente semifinal de Tiacoh lo había convertido en un rival de mucho peso. El joven australiano Darren Clarke (1965) tuvo una salida fulgurante y consiguió mantenerse en cabeza hasta la entrada de la última recta, en que se vio superado por Tiacoh y por Babers. El estadounidense no dio opción a su rival y se fue a la meta como una exhalación con el sobresaliente registro de 44.27. Tiacoh se hizo con la plata, mejorando de nuevo hasta 44.54. El bronce fue para McKay, 44.71, mientras el bravo Clarke se quedó a un suspiro del podio, cuarto con 44.75, el mismo tiempo que el tercer estadounidense Sunder Nix (1961). El australiano repetiría la misma posición cuatro años después en los Juegos de Seúl. Uti ocupó la sexta plaza con 44.93, mientras Egbunike, séptimo con 45.35, fue el único finalista en correr por encima de 45.00.

En una final de altísimo nivel, la actuación de Babers fue espectacular. Sus 44.27 lo convertían, como ya se había indicado, en el cuarto cuatrocentista más rápido de siempre, y el segundo al nivel del mar, por detrás del oro y la plata olímpicos de 1968, los estadounidenses Lee Evans (1947), 43.86, y Larry James (1947-2008), 43.93, y del cubano campeón olímpico en 1976, Alberto Juantorena (1950), 44.26. Al estadounidense le quedaba el relevo 4 x 400 m. Se esperaba una final rapidísima. En las semifinales, sin Babers, los estadounidenses habían registrado 3:00.19. Y la final no decepcionó, con cuatro equipos por debajo de 3:00.00. Sunder Nix realizó la primera posta y entregó el tercero en 45.59. El segundo relevista estadounidense fue Ray Armstead (1960), acreditado en 44.91, que había sido cuarto en las pruebas de selección. Realizó un magnífico parcial de 43.97 y entregó el segundo, a 0.32 de los australianos, que lideraban la prueba. Babers, el tercer relevista, pasó enseguida a la primera posición, que la mantuvo el resto de su posta, en la que marcó 43.75. Finalmente, un tiempo de 44.60 de Antonio McKay quien corriendo solo probablemente no dio lo mejor de sí, otorgaba el oro a Estados Unidos con unos excelentes 2:57.91, mejor marca de siempre al nivel del mar, no muy lejos de la mítica plusmarca mundial, 2:56.16, realizada en la final olímpica de 1968. El Reino Unido fue segundo con 2:59.13, Nigeria tercera con 2:59.32 y Australia cuarta, dos cuartos puestos para Clarke, con 2:59.70.

La excelente actuación de Babers hizo que se señalase como un posible candidato a correr la vuelta a la pista en menos de 44.00, pero él tenía otros planes. Ese mismo año abandonó la competición internacional y comenzó su formación como piloto de combate. No obstante, aún compitió ocasionalmente. En 1987 hizo 45.84 y en 1988 45.37. Permaneció en el servicio activo de la Fuerza Aérea hasta 1991 y en la reserva hasta 2002. Posteriormente fue piloto comercial. Para Babers el atletismo era su tercera prioridad, tras su familia y su profesión, y actuó en consecuencia.

Muere Ben Cross, el protagonista de Carros de fuego

Esta es la entrada 147 de este blog y es la primera que no trata de atletismo, al menos directamente. Hoy quisiera hacer un pequeño homenaje al actor Ben Cross, que acaba de fallecer en Viena. Su hija Lauren envió una nota anunciando el luctuoso suceso Queridos admiradores de Ben Cross. Soy su hija, Lauren. Tengo el corazón roto de compartir con vosotros que mi querido padre murió hace unas horas. Había estado enfermo durante un tiempo, pero sufrió un rápido avance durante la semana pasada.

Ben Cross no hizo una apabullante carrera cinematográfica, aunque entre series y películas cuenta con más de 100 títulos. Una parte importante de su carrera profesional se centró, como buen actor británico, en el teatro. Sin embargo protagonizó una sobresaliente película, probablemente la mejor de tema deportivo, la oscarizada Carros de Fuego (Hugh Hudson, 1981), ganadora de cuatro Óscars de Hollywood, entre ellos el de mejor película y mejor banda sonora (inolvidable la composición de Vangelis). Como ya habíamos tratado en otra entrada del blog, la cinta muestra muy bien la psicología del atleta, sus miedos, sus inseguridades, sus frustraciones, pero también su disciplina, su capacidad de sacrificio, el compañerismo. Uno de sus puntos fuertes son las interpretaciones y, sin duda, Ben Cross está más que a la altura en el papel de Harold Abrahams (1899-1978), un hombre motivado por una mezcla de prejuicio y paranoia, según había declarado el propio Cross en una entrevista en 2012. En esta memorable escena se muestra claramente la obsesiva personalidad de Abrahams, que confiesa a su novia Sybil que si no puede ganar no corre. Esta, poniendo un punto de sensatez en su vida, le responde que si no corre no puede ganar.

Harry Bernard Cross nació el 16 de diciembre de 1947 en Londres, en el seno de una familia de clase trabajadora. Antes de comenzar su carrera como actor desempeñó diversos trabajos manuales. Durante los años 70 se dedicó fundamentalmente al teatro, aunque intervino en la película Un puente muy lejano (Richard Attenborough, 1977). El papel que le daría fama mundial, el de Harold Abrahams en Carros de fuego le llegaría en 1981.

En 1983 protagonizó la serie de 10 episodios de la BBC La ciudadela, basada en la novela homónima del escritor y médico escocés Archibald Joseph Cronin (1896-1981). Cronin muestra lo que a su juicio debería se el compromiso de la profesión médica con la sociedad y lo que puede suceder si el médico se desvía de este compromiso. Ben Cross es un perfecto Dr Andrew Manson. La serie se puede ver completa en inglés en YouTube.

Tras estos éxitos a primeros de los 80, Cross intervino en numerosas películas y series de televisión, pero sin olvidar nunca el teatro. Algunos de los trabajos en que intervino fueron El primer caballero (1995), 20.000 leguas de viaje submarino (1997), La Biblia: Salomón (1997), El exorcista: el comienzo (2004), Star Trek (2009) o Guillermo y Kate: una historia real (2011). También se dedicó a la composición musical. Su participación en su última película, The devil’s light (Daniel Stamm, 2020) había concluido 10 días antes de su muerte. En 1984 había realizado un anuncio de American Express con el verdadero Jackson Scholtz (1897-1986), interpretado en Carros de fuego por Brad Davis (1949-1991), atleta al que el verdadero Abrahams había derrotado en los 100 m de los Juegos de París, si bien después, no antes como muestra la película, Scholz se llevó los 200 m, con el británico en última posición.

Minuto 1:20

Cross no consiguió ser tan longevo como Abrahams y nos dejó ayer, 18 de agosto, a los 72 años. Para los aficionados al atletismo será, no obstante, tan inmortal como Harold Abrahams, papel en el que Cross demostró ser un enorme actor.

Joshua Cheptegei, plusmarquista mundial de 5000 m en Mónaco

De un tiempo a esta parte, el estadio Luis II de Mónaco ha tomado el testigo del estadio Letzigrund de Zúrich, como sede de la mejor reunión atlética del año. Este 2020, en que la pandemia está golpeando duramente en todo el mundo y en que la actividad atlética se ha visto restringida sobremanera, hemos vuelto a ver una reunión de Mónaco sobresaliente, coronada con una nueva plusmarca mundial de 5000 m.

Tras sus excelentes 2h01:41 en maratón, a tan solo 2 segundos de la plusmarca mundial, se pensó, con fundamento, que el etíope Kenenisa Bekele (1982) podría convertirse en el primer atleta en poseer de forma simultánea los topes universales de 5000, 10 000 m y maratón. Ya no podrá ser. Ayer, día 14 de agosto, el atleta ugandés de 23 años Joshua Cheptegei paraba el cronómetro de los 5 Km en 12:35.36, que superaba a Bekele en 1.99. Por cierto, los 12:37.35 de Bekele han sido, con diferencia, la plusmarca mundial de 5000 m más duradera, 16 años, 2 meses y 15 días. La siguiente más duradera fueron los 14:36.6, con los que el finlándes Hannes Kolehmainen (1889-1966) ganó el 5000 de los Juegos de 1912. Pasaron 10 años, 2 meses y 2 días hasta que su compatriota Paavo Nurmi (1897-1973) registró 14:35.4. La carrera de Cheptegei se desarrolló a un ritmo sorprendentemente constante con parciales en cada kilómetro de 2:31.87, 5:03.77, 7:35.14 (qué gran marca para un 3000) y 10:05.46. Los pases de los 400 m oscilaron entre 59.64 y 1:01.70.

Joshua Kiprui Cheptegei nació el 12 de septiembre de 1996 en Kapsewui, distrito de Kapchorwa, 295 Km al Noreste de Kampala. Fue el segundo de una familia de 9 hermanos. Comenzó jugando al fútbol, pero enseguida de pasó al atletismo, si bien inicialmente se dedicaba a los saltos. Con 17 años mostró sus grandes cualidades en el Mundial sub20 de Eugene en 2014, al ganar los 10 000 m, 28:32.86, y ser 4º en los 5000 m, con plusmarca personal de 13:32.84. Al año siguiente, aún sub20, fue 9º en los 10 000 m del Mundial de Pekín. En 2016 hizo un excelente papel en los Juegos Olímpicos de Londres. Ocupó la 6ª posición en los 10 000 m, con una nueva mejor marca personal de 27:10.06 y fue 8º en los 5000 m con 13:09.17. Ese año ya había corrido la distancia más corta en 13:00.60.

Probablemente, la mayor decepción de la carrera del joven ugandés sucedió en la temporada invernal del año siguiente, 2017. Se celebraba en campeonato del Mundo de campo a través en la capital de su país, en Kampala. Lógicamente el objetivo de Cheptegei era coronarse campeón mundial delante de los suyos. En un día tremendamente caluroso, enseguida se destacó con un ritmo excesivamente rápido. Llegó a tener tal ventaja que parecía imposible que perdiese, pero un golpe de calor lo dejó fuera de combate en el último kilómetro. A duras penas pudo llegar el 30º.

Sin embargo, transformó la frustración en oportunidad y decidió entrenar más duro y mejor. Con su propio dinero y con el de patrocinadores, construyó una pista sintética, para dejar de entrenar en caminos de tierra. Su temporada de verano de 2017 fue excelente, con la plata en los 10 000 m del campeonato del Mundo de Londres, nuevamente con plusmarca personal, 26.49.94, a tan solo 0.42 del ganador, el británico Mohamed Farah (1983). Esa temporada mejoró en 5000 m hasta 12:59.83.

En 2018 hizo el doblete en los 5000 y 10 000 m de los Juegos de la Commonwealth, celebrados en Gold Coast, ciudad australiana del estado de Queensland que tuvo como alcalde de 2004 a 2012 al mítico atleta Ron Clarke (1937-2015). Previamente, tan solo su compatriota Moses Ndiema Kipsiro (1986) había conseguido el oro en ambas pruebas, si bien en 1938, cuando aún se disputaban las distancias imperiales, el neozelandés Cecil Matthews (1914-1987) había ganado las 3 y las 6 millas. En noviembre, en la ciudad neerlandesa de Nijmegen, Cheptegei superó, con 41:08, la plusmarca mundial de 15 Km en carretera.

La temporada de 2019 fue la de su consolidación como gran dominador del fondo mundial, lo mismo en la tierra, que en la pista, que en la carretera. Su exitosa racha comenzó en la ciudad danesa de Aarhus, donde tenía lugar el Campeonato Mundial de campo a través. Tras su desafortunada actuación en la anterior edición, Cheptegei no dio opción, al imponerse con 4 segundos de ventaja a su compatriota Jacob Kiplimo (2000). Los corredores ugandeses se hicieron también con el 7º y el 10º puesto, lo que les permitió ganar por equipos.

El siguiente terreno en que el ugandés demostraría su gran superioridad fue la pista. En una emocionantísima última vuelta, Cheptegei se imponía en la recta final al etíope Yomif Kejelcha (1997), plusmarquista mundial de la milla en sala, 3:47.01, y se proclamaba campeón del mundo de 10 000 m, en la capitán qatarí de Doha. Siguiendo sus buenas costumbres de mejorar marca en los grandes campeonatos, realizó 26:48.36. Unas semanas antes había corrido los 5000 m en 12:57.41, que hasta ayer era su registro más rápido.

Y faltaba la ruta, de modo que el ugandés se puso a ello. El 1 de diciembre, menos de 2 meses después de la carrera de Doha, en Valencia, Cheptegei superaba la plusmarca mundial en carretera de 10 Km con un tiempo de 26:38.

En este atípico 2020, antes de la plusmarca mundial en pista, el 14 de febrero, en la misma ciudad de Mónaco, Cheptegei se hacía con el triplete de las mejores marcas mundiales en ruta al correr los 5 Km en 12:51.

Tras sus 12:35.36 en 5000 m, Cheptegei probablemente esté en condiciones de asaltar los estraosféricos 26:17.56 de Bekele. Si finalmente se pueden celebrar los Juegos de Tokio, en 2021 (últimamente se habla que se hará sin público), el ugandés podría buscar el doble oro en las dos distancias de fondo en pista. Condiciones no le faltan.

La reunión de Mónaco se saldó con otra plusmarca, continental. El fenómeno noruego Jakob Ingebrigtsen (2000) no pudo finalmente con el campeón olímpico Tim Cheruiyot (1995) que ganó la prueba de los 1500 m, 3:28.45, pero sí consiguió el tope europeo, 3:28.68. Tras su plusmarca continental de 2000 m, 4:50.01, conseguida el pasado junio, con tan solo 19 años ya es el 8º atleta de siempre en 1500 m. ¿Dónde está el límite de este hombre? Por cierto, el 3º en esta carrera fue el británico Jake Wightman (1994) quien con 3:29.47 ha superado de una tacada los mejores tiempos de los míticos Steve Cram (1960), 3:29.67, y Sebastian Coe (1956), 3:29,77.

Como durante la Segunda Guerra Mundial, el atletismo continúa, pese a la terrible pandemia. Ayer, por unas horas, casi nos olvidamos de que en unos meses el mundo se ha vuelto patas arriba, pero, parafraseando a John Kennedy (1917-1963), nuestros problemas son humanos y deben tener soluciones humanas.

Por qué ni Coe, ni Ovett se enfrentaron a la mejor versión de su rival en los Juegos de Moscú

Uno de los momentos más emblemáticos de los Juegos Olímpicos fue el doble duelo 800/1500 entre los británicos Sebastian Newbold Coe (Chiswick, Londres, 29 de septiembre de 1956) y Steven Michael James Ovett (Brighton, 9 de octubre de 1955) en 1980. Sobre ello se han escrito innumerables artículos y análisis. Estos días, con motivo de su 40 aniversario, se ha vuelto a recordar aquellas dos carreras mágicas. A raíz de un excelente artículo de Jesús Míguez en el diario As, cuya lectura recomiendo, surgió en Twitter el debate de si cada uno había dado lo mejor de sí mismo en ambas carreras. Creo que, en realidad, ninguno de los dos se enfrentó a la mejor versión de su rival. Aunque ya había hablado tanto de Ovett, como de Coe, en sendas entradas del blog, voy a tratar de explicar por qué ninguno de los dos fue la mejor versión de sí mismo en la carrera que no ganó.

El 26 de julio de 1980 el mundo atlético se había reunido en torno a la TV para ver la primera parte del duelo olímpico estelar entre las dos estrellas británicas de medio fondo, la final de 800 m. El equipo británico había llegado a los Juegos de Moscú en medio de enormes presiones de su Gobierno para no acudir, y secundar el boicot decretado por el Presidente de los Estados Unidos, James Carter (1924), como represalia por la invasión soviética de Afganistán en año anterior. El que sería campeón de 100 m en estos Juegos, el escocés Alan Wells (1952) declaró años después que en esos días recibió de instituciones más o menos oficiales fotografías de niños víctimas de la agresión soviética en el país asiático. Pese a ello, el Reino Unido estaba en Moscú, eso sí, bajo bandera e himnos olímpicos. 20 millones de británicos se aprestaban a ver la carrera definitiva de las dos vueltas. Las dos estrellas británicas habían decidido buscar el doblete en las distancias de medio fondo. En la doble vuelta parecía imposible que la victoria se le escapase a Coe. Era plusmarquista mundial con 1:42.33, registro conseguido el año anterior. El 1 de julio había realizado la plusmarca mundial de los 1000 m, 2:13.40, equivalentes a 1:43.38 en los 800 m. La mejor marca de Ovett era 1:44.09, tiempo con el que consiguió la plata en el Europeo de 1978. Desde entonces se había dedicado menos a esta distancia y más a los 1500 m y a la milla, carreras en las que acumulaba 43 victorias consecutivas.

Pero lo imposible sucedió. Coe realizó probablemente la peor carrera de su vida. El mismo declaró posteriormente Cuando quieran mostrar cómo no hay que correr un 800 vean mi carrera de Moscú y no digan nada. Ovett ganó con una inesperada facilidad. El propio atleta se sorprendió de no encontrarse a su rival cerca, en la última recta. En realidad, no hubo duelo, porque Coe no estuvo a la altura. Su padre y entrenador, Peter (1919-2008), no se anduvo por las ramas Hijo mío, has corrido como un idiota.

¿Por qué perdió Sebastian Coe una final de una prueba en la que parecía tener todo a su favor? El británico había corrido 1.11 s más rápido que el siguiente mejor marquista, el cubano Alberto Juantorena (1950), que entonces no estaba en la forma que lo había llevado a hacer el doblete inédito 400/800 en los anteriores Juegos. Por otro lado, no había perdido un 800 desde la final del Europeo de 1978, en que había sido bronce. Era capaz de correr muy rápido contra el crono, pero también de ganar carreras muy lentas, como la final de la Copa de Europa de 1979, ante rivales de mucha calidad el campeón de Europa, el alemán Olaf Beyer (1957), otro alemán Willi Wuelbeck (1954), 4º en Montreal, o el italiano Carlo Grippo (1955).

Ovett, sobre el papel, tan solo tenía la ventaja de la experiencia en la alta competición. Había sido subcampeón de Europa de 800 m en 1974, con 18 años, y en 1978, 5º en 800 m en la anterior final olímpica, y campeón de Europa de 1500 m. Por su parte, Coe mostraba un palmarés menos lucido, con el oro en pista cubierta en 800 m en 1977 y el mencionado bronce al aire libre en 1978. Pese a esta ligera desventaja, el dominio de Seb en los 800 m era abrumador, pero se bloqueó. Peter Coe había creado para su hijo un entorno muy cerrado en el que el objetivo era ganar. El propio atleta lo reconoció implícitamente cuando en los siguientes Juegos afirmó que ganar ya no era una cuestión de vida o muerte para él. La presión de la prensa y la de su Gobierno, terrible probablemente, acabaron haciendo mella en el ánimo del futuro Lord. Hay que recordar que Coe apoyaba globalmente la política de la Primera Ministra Margaret Thatcher (1925-2013). No le debió resultar fácil oponerse en el tema del boicot olímpico. Todo ello acabó por superarlo y le hizo perder su a priori mejor oportunidad de ser campeón olímpico. Pese a la gran forma de Coe en Moscú, Ovett no se encontró la mejor versión de su rival en los 800 m.

La derrota de Coe dio lugar a feroces críticas en la prensa. El de Chiswick era el favorito de los medios de comunicación, por su trato exquisito, que contrastaba con las irreverencias de su rival, quien directamente no se comunicaba con los periodistas. A estos no les sentó bien que el chico malo se llevase la victoria. Si antes de la final de 800 se pensaba que Coe tenía una gran ventaja en la prueba más corta y Ovett una ligera ventaja en la más larga, tras la derrota de Seb, nadie apostaba por él para la final de 1500 m. Desde su espectacular victoria en la Copa del Mundo de 1977, Steve se había convertido en un formidable millero. El 1 de julio había mejorado, con 3:48.8, la plusmarca mundial de la milla que tenía su gran rival y ambos eran oficialmente coplusmarquistas de 1500 m con 3:32.1, si bien la marca real de Coe, 3:32.03, era ligeramente mejor que la de Ovett, 3:32.09. Este había conseguido este registro el 15 de julio, apenas unos días antes de los Juegos, y podría haber corrido más rápido si no se hubiese dedicado a hacer aspavientos a 50 m de la meta.

Con el dominio del de Brighton en la prueba, la moral muy alta tras su victoria en 800 y la situación anímica de su rival, el camino para el doblete parecía bastante despejado. A Coe le quedaba una sola bala. Se estaba planteando dejar el atletismo si no conseguía ser campeón olímpico. Las dudas se acrecentaron con una mala táctica en su semifinal, en la que se quedó encerrado al comenzar la última curva, si bien acabó acelerando muy fuerte en la última recta. Por su parte, Ovett había tenido que gastar fuerzas innecesariamente para batir al alemán Jürgen Straub (1953), acreditado en 3:33.68 del año anterior, en la primera ronda con un tiempo de 3:36.79.

En la final del 1 de agosto se encontraron un Coe necesitado del triunfo y un Ovett tranquilo y relajado. Los otros 7 atletas no parecía que contasen inicialmente. El boicot había impedido a grandes mediofondistas como el alemán Thomas Wessinhage (1952), el anterior campeón olímpico el neozelandés John Walker (1952), el irlandés subcampeón de Europa Eamonn Coghlan (1953) o el estadounidense Steve Scott (1956) pelear por una plaza en la final y, tal vez, por una medalla. La carrera definitiva comenzó muy lenta, con un pase de 2:05.05 en los 800 m. En ese momento, Straub, que iba en cabeza seguido de Coe, decidió acelerar el ritmo y con un 400 en 54.39 dio paso al 1200 en 2:59.44, con los dos británicos a continuación. El alemán siguió en cabeza hasta el comienzo de la última recta, momento en que los ingleses se le echaron encima. Parecía que ambos se disputarían el oro, pero mientras Coe conseguía despegar a Straub e irse por la victoria, el acelerón de Ovett se diluía. Coe se proclamó campeón olímpico con un semblante que mostraba una meta obsesivamente deseada. Mientras tanto Straub mantenía la segunda posición y Ovett era tercero, con su cambio de ritmo depredador desaparecido.

Coe supo rehacerse de una derrota muy dolorosa y recuperar la motivación necesaria pero ¿se había enfrentado al mejor Ovett? Había subido al Everest una vez, había bajado y se me pedía que volviese a subir. No tenía la misma importancia la segunda vez. No hay que olvidar que los 1500 m eran vida o muerte atlética para Seb. Yo ya era campeón olímpico. La victoria había desmotivado a Ovett y la derrota había dado a Coe un estímulo extra. Ni uno, ni otro se encontraron en su victoria con la mejor versión de su rival.

Tras los Juegos Coe corrió un 1500 en 3:32.19, muy cerca de su plusmarca mundial y cerró la temporada con una inesperada derrota en un 800 ante el estadounidense Don Paige (1956), ganador de las simbólicas pruebas de selección olímpica de su país. Por su parte, Ovett sufrió una derrota, por hacer aspavientos en lugar de correr en la última recta, ante el irlandés John Treacy (1957) en la distancia de 5000 m y, a finales de agosto, superó la plusmarca de los 1500 m con 3:31.36.

El doble enfrentamiento en Moscú no resolvió la cuestión de quién de los dos era el mejor. Ellos decidieron dejarlo en tablas, evitando enfrentamientos directos en 1981, el último año mágico para ambos. A partir de entonces diversos problemas físicos impidieron que volviesen a coincidir en plena forma como en Moscú, donde quedó para la historia un mítico doble enfrentamiento en busca de la gloria.

Bibliografía

Pat Butcher. The perfect distance. Ovett&Coe. Phoenix ebooks. Londres 2004

David Miller. Sebastian Coe. Born to run. Pavillion books limited. Londres 1992.

Ovett. An autobiography. Willow Books. Londres 1984

Harry Wilson. Running dialogue. A coach’s story. Stanley Paul. Londres 1982