El artículo 143.2 del Reglamento Internacional de la IAAF (Federación Internacional de Asociaciones Atléticas) dice lo siguiente Los atletas pueden competir con pies descalzos o con calzado en uno o los dos pies. El propósito de las zapatillas para competición es proporcionar protección y estabilidad a los pies y una firme adherencia sobre el suelo. Tales zapatillas, sin embargo, no deben estar construidas de tal modo que proporcionen a los atletas una ayuda o ventaja injusta. Cualquier tipo de zapatilla usado debe estar razonablemente al alcance de todos en el espíritu de la universalidad del atletismo. El término ayuda o ventaja injusta resulta demasiado ambiguo. Probablemente el espíritu de la norma, cuando se redactó, fuese que la zapatilla protegiese el pie, y poco más. Si así fuese, el artículo se ha quedado completamente obsoleto. Nadie puede imaginarse a Usain Bolt (1986) haciendo 9,58 con las zapatillas que usó Jesse Owens (1913-1980) en los Juegos de Berlín de 1936 (fig 1).

El pasado fin de semana la ruptura, extraoficial, de la barrera de las 2 horas en 42 195 m por parte de Eliud Kipchoge (1984) y la estratosférica mejor marca mundial, con liebres masculinas, de maratón femenino, 2h14:04, por parte de Brigid Kosgei (1994), retomaron la polémica del calzado deportivo. Kipchoge corrió con un prototipo de Nike llamado Alphafly y Kosgei lo hizo con las Nike Vaporfly Next%. Estas zapatillas son las que últimamente llevan los atletas con las mejores marcas de maratón tanto en categoría masculina como femenina.
En un magnífico artículo, cuya lectura recomiendo encarecidamente, Jónatan Simón, experto en calzado deportivo, hace un detallado análisis técnico de las Nike Vaporfly Next% y de los modelos que la han precedido, tanto de la misma multinacional Nike como de otras marcas comerciales. Simón explica que el fundamento en la innovación del calzado deportivo de cualquier marca es optimizar la energía del pie en la carrera, de manera que no se pierda en movilizar articulaciones innecesarias. Con las Vaporfly Next% parece que se optimiza el 87% de la energía invertida. Se dice que además evitan lesiones, con lo que se puede entrenar más. En cuanto a las Alphafly parece que podría proveer al atleta con energía extra procedente de las propiedades elásticas de la zapatilla.
En un añadido al artículo 143.2 se especifica Cuando se facilite evidencia a la IAAF de que un tipo de zapatilla usado en competición no se ajusta al Reglamento o al espíritu del mismo, puede someter la zapatilla a estudio y si hay incumplimiento puede prohibir que tales zapatillas sean usadas en competición. En estos momentos la IAAF ha nombrado una comisión que decidirá si las zapatillas en cuestión cumplen la norma y si la norma es adecuada a los tiempos.
Hay al menos dos precedentes en los que la IAAF declaró no reglamentarias unas zapatillas. En 1957 el ruso, entonces soviético, Yuri Stepanov (1932-1963) conseguía romper el monopolio estadounidense en las plusmarcas mundiales de salto de altura, elevándose a 2,16 m. Pronto se comprobó que calzaba una zapatilla en su pie de batida, el izquierdo, con un alza de 5 cm. La IAAF prohibió al año siguiente este calzado limitando el alza a 13 mm. Stepanov, no obstante, conservó su plusmarca mundial, dado que en el momento en que la consiguió su calzado no era antirreglamentario. No le duró mucho, sin embargo, pues en una magnífica racha en 1960, el estadounidense John Thomas (1941-2013) mejoró tres veces el primado universal hasta 2,22 m.
Once años más tarde de la polémica del salto de altura, surgió otra con la velocidad. En septiembre de 1968 se celebraban las pruebas de selección olímpica en Estados Unidos. En Echo Summit, a 2250 m de altitud, en plena Sierra Nevada californiana, se había construido una pista de tartán para emular las condiciones de México, donde se celebrarían los Juegos. El 12 de septiembre tenía lugar la final de 200 m. El favorito John Carlos (1945) conseguía unos impresionantes 19,92 (19,7). Dos días después, Lee Evans (1947) ganaba la final de 400 m con unos no menos sorprendentes 44,06 (44,1). Las plusmarcas mundiales que correspondían a ambos registros no se homologaron, sin embargo, pues ambos atletas calzaban un modelo de Puma con 68 pequeños clavos que la IAAF no autorizó, alegando que tantos clavos dañarían las pistas (fig 2).

No obstante, es probable que no fuesen las zapatillas que hubiesen influido más, sino el material sintético, la altitud y la enorme calidad de los protagonistas. Un mes después, en los Juegos, Tommie Smith (1944), segundo en Echo Summit con 20,18 (20,0), protagonizaba la famosa final de 200 m ganado el oro con 19,83. Dos días después Evans mejoraba la plusmarca mundial de 400 m hasta 43,86.
No cabe duda que vivir el momento, en muchas ocasiones, nos dificulta ver la realidad con perspectiva. Se ha generado una enorme polémica con las zapatillas Vaporfly Next% y otra aun mayor con las Alphafly, a las que ya se han motejado como las zapatillas muelle. Pero el atletismo nunca ha sido ajeno a las polémicas. En su momento el profesionalismo se consideró una afrenta al deporte y los pagos, que existían bajo cuerda, una infracción tan grave que la correspondiente sanción terminó con las carreras de grandes atletas. A Paavo Nurmi (1897-1973) se le impidió disputar el oro olímpico en el maratón de 1932, a Gunder Hägg (1918-2004) y Arne Andersson (1917-2009) tomar parte en sus primeros Juegos Olímpicos, en Londres 1948, a Wes Santee (1932 – 2010) consolidar su carrera como mediofondista de élite… Hoy, sin embargo, la queja es lo mal pagado que está el atletismo. También en su momento se consideró que las liebres eran una ayuda ilícita. Hoy no nos imaginamos las carreras de las reuniones sin liebres. Incluso se llegó a cuestionar el estilo Fosbury en el salto de altura,
La tecnología ha ayudado a mejorar el rendimiento desde los inicios del deporte. El material sintético de las pistas de atletismo ha permitido correr más rápido, las colchonetas en los saltos verticales han permitido saltar más alto. Sin duda, el salto de pértiga es la modalidad que más se ha beneficiado del desarrollo tecnológico pasando de la madera, al bambú, al aluminio, a la fibra de vidrio y a la fibra de carbono. ¿Alguien se imagina qué sería de la prueba si solo se hubiese permitido el bambú? Y si miramos a otros deportes, en el tenis o en el ciclismo las raquetas y las bicicletas eran inicialmente de madera. Este papel decisivo de la tecnología se constata muy bien, porque se hace cronométricamente, en la plusmarca de la hora, donde las bicicletas son cada vez más ligeras y aerodinámicas.
Se han comparado las ventajas de estas nuevas zapatillas con la Fórmula Uno y se ha argumentado que su autorización convertiría el atletismo en algo parecido a las carreras de coches. La comparación no parece adecuada. En la Fórmula Uno corre el coche, en la carrera el atleta. En la Fórmula Uno el coche es fundamental, y el piloto el encargado de sacarle el mayor rendimiento, en la carrera el atleta es fundamental y las zapatillas ayudan a mejorar el rendimiento. En la Fórmula Uno los pilotos tiene acceso únicamente a los coches de su escudería, en la carrera el acceso al material deportivo es universal entre la elite.
La pelota está en el tejado de la IAAF, pero tome la decisión que tome, incluso si autoriza las Alphafly, el atletismo seguirá siendo atletismo, como la pértiga siguió siendo pértiga cuando se abandonó el bambú.
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